Los fastos del 60 Aniversario del desembarco aliado en Normandía, edulcorados con abrazos y escenas inspiradas en Heidi, y la posterior aprobación en la ONU de la vergonzosa e ilegal resolución 1.546, transmitieron al mundo una imagen de reconciliación entre EEUU y los países europeos que se habían opuesto firmemente a la agresión armada contra […]
Los fastos del 60 Aniversario del desembarco aliado en Normandía, edulcorados con abrazos y escenas inspiradas en Heidi, y la posterior aprobación en la ONU de la vergonzosa e ilegal resolución 1.546, transmitieron al mundo una imagen de reconciliación entre EEUU y los países europeos que se habían opuesto firmemente a la agresión armada contra Iraq, así como remozar el viejo discurso de una alianza transatlántica a prueba de todo. Los fastos fueron seguidos con la ampliación de la UE a 25 miembros, la mayor parte de ellos aliados de EEUU y con tropas en Iraq. Eventos de significado incierto, pues detrás de las palabras marchan, a paso de centuriones, las realidades económicas, comerciales y, por ende, estratégicas, por cuanto esas realidades no coinciden con los idílicos abrazos escenificados con generosidad en los cónclaves de Normandía y Nueva York.
Examinemos, para empezar, el caso Airbus, que lleva décadas perturbando el sueño de EEUU. Fundada en 1971 por iniciativa de Alemania (Dasa) y Francia (Aérospatiale), los mayores oponentes, recordemos, a la guerra contra Iraq, al proyecto se unieron Gran Bretaña (British Aerospace) y España (Casa). Airbus significó retar a EEUU en un campo en el que, hasta entonces, ejercía un virtual monopolio en el mundo «libre», iniciándose una guerra comercial implacable que sigue haciendo crujir las relaciones euro-norteamericanas. La guerra aeronáutica fue – sigue siendo- una guerra de bloques. Los gobiernos de EEUU subvencionaban a Boeing con multimillonarios contratos militares adjudicados a dedo, en tanto los europeos abrían generosamente las arcas públicas a Airbus. La guerra llegó a tal punto que, en 1992, en el seno del GATT, ambos bloques alcanzaron un acuerdo, en virtud del cual las ayudas directas a sus empresas no podían superar el 33% y las indirectas el 4%.
El impacto de Airbus en la industria aeronáutica de EEUU fue demoledor. Boeing tuvo que despedir a 23.000 empleados en 1993, cifra que alcanza hoy los 40.000. Aunque en 1997 absorbió a McDonnell-Douglas, el segundo fabricante aeronáutico, Boeing siguió perdiendo mercado. Si en 1999 Boeing entregó 620 aviones comerciales por 294 de Airbus, en 2003 Airbus se erigió en el mayor fabricante mundial, entregando 300 aviones por 275 de Boeing. La agresiva y eficaz política de Airbus ha llevado la guerra a territorio yanqui, donde decenas de compañías aéreas han adquiridos aviones europeos y donde Airbus planea adquirir empresas tecnológicas estadounidenses, para fortalecer su presencia y desarrollo. El último reto es el superavión A-380, que amenaza dar el golpe de gracia a Boeing, que resiste gracias a los contratos militares que sigue obsequiándole su gobierno.
La historia suma y sigue. Airbus, convertida en un enorme consorcio aeroespacial con el nombre de EADS, ha llevado la guerra al campo militar, con el caza polivalente Eurofigter y el supertransporte A-400M, sin olvidar a su filial Eurocopter, que domina el 50% del mercado mundial de helicópteros. EADS, además, posee la primera empresa mundial de lanzamiento de satélites comerciales, la segunda en sistema de misiles y la tercera en satélites. La reciente firma de un acuerdo con Rusia en el campo espacial, hace todavía más significativa la estrategia de expansión europea, en perjuicio de EEUU.
No se reduce a este campo la rivalidad creciente entre los dos grandes bloques. La pugna sorda por contratos millonarios llevó a EEUU a promover una alianza anglosajona de espionaje, concretada en el sistema ECHELON, descubierto hace pocos años y que provocó un escándalo entre los dos bloques. El sistema Echelon permite interceptar mensajes y comunicaciones que son utilizados por los servicios de inteligencia de EEUU, Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia. Gracias a Echelon, EEUU pudo conocer las negociaciones entre la UE y Brasil para la instalación de un gigantesco sistema de radares en ese país y, de esa forma, arrebatar el contrato a los europeos. Europa ha respondido promoviendo el antisistema SECOQC (Secure Communication based on Quantum Cryptography), que impida que las comunicaciones puedan ser interceptadas por nadie. Un ejemplo claro de los crecientes niveles de desconfianza entre Europa y EEUU.
Hace poco citamos desde estas páginas un informe del Sistema Económico Latinoamericano, (SELA), que señalaba que «existe una situación mutuamente excluyente entre Europa y Estados Unidos» en el campo económico y comercial, como se infería de los datos. Entre 1965-70, el 56% de las exportaciones regionales fueron a Europa occidental, de donde llegó el 57% de sus importaciones. En ese periodo, EEUU recibió el 19% de las exportaciones latinoamericanas y aportó el 35% de sus importaciones. Entre 1995-2000, en cambio, la UE recibió un exiguo15% de exportaciones y el 14% de importaciones, por el 55% y 51%, respectivamente, de EEUU. Lo que la UE suma lo pierde EEUU y viceversa.
Acero, agricultura, proteccionismo y subvenciones disfrazadas llenan otro enorme cesto de rivalidades, que hacen recordar que vivimos en un mundo de recursos escasos y mercados saturados, que se disputan fieramente desde premisas social-darwinianas, hijas del capitalismo salvaje que arrasa el mundo desde 1982. En diciembre de 2003, Bush reculó en las medidas proteccionistas del acero, que gravaban con un 30% las importaciones del metal, luego de que la OMC, por denuncia de la UE, declarara ilegales tales gravámenes. El último episodio fue la sonada sanción de 497 millones de euros impuesta por Bruselas a Microsoft, decisión precedida por el veto europeo a la compra de la empresa Honeywell por General Electric, hechos acremente protestados por EEUU. De fondo, el problema del desempleo. La guerra del acero provocará la quiebra de 31 empresas norteamericanas y el despido de unos 50.000 trabajadores. Como afirmó el senador republicano John Esign, «la decisión costará miles de trabajos aquí, precisamente cuando más los necesitamos».
Con todo, el campo de batalla estelar es la rivalidad entre el euro y el dólar, por décadas símbolo del poder de EEUU. El nacimiento del euro supuso colocar en los mercados mundiales una divisa sólida, capaz de romper con el monopolio del dólar como moneda de referencia en las transacciones internacionales. El tema es tanto más relevante cuanto que EEUU, el país más endeudado del mundo, necesita perentoriamente del ahorro mundial para financiar su atroz déficit público y comercial. La dependencia de la economía norteamericana convierte al euro en el mayor enemigo de su prosperidad y en la principal amenaza a la supremacía política y militar de EEUU en el mundo. Desde su nacimiento en 1999, la divisa europea ha crecido lenta pero firmemente como moneda de referencia, situación reforzada por la debilidad del dólar, que ha causado pérdidas cuantiosas a sus detentadores. Así, los países del Golfo pueden haber perdido unos 97.000 millones de dólares en 2003 como consecuencia de la devaluación del dólar. Esta situación se combina con que Europa es la principal importadora de petróleo árabe, con 8,7 millones de barriles diarios, y la mayor proveedora de estos países, que no tienen ninguna razón, salvo su dependencia política y militar de EEUU, para seguir sujetas al dólar en sus transacciones.
En este sentido, Javad Yarjani, jefe del Departamento de Análisis del Mercado petrolero de la OPEP, declaró que «en tanto el comercio bilateral entre Medio Oriente y la UE se incremente podría ser realizable cotizar el petróleo en euros considerando que Europa es el principal socio económico de tal región». Si el petróleo llegará a cotizarse en euros, EEUU tendría que pagarlo un 20% más caro. Irán, por su parte, pasó el 35 % de sus reservas de dólares a euros, en tanto Arabia Saudita, según el Financial Times, retiró hacia el euro 100.000 millones de dólares de los 700.000 que tiene en EEUU. Si este proceso continúa, EEUU podría perder, a causa del euro, su dominio sobre las finanzas mundiales y ver desaparecer su control sobre el FMI y el BM. Más notable es el caso de Rusia, que realiza con la UE el 50% de su comercio exterior, pues Gazprom utiliza el euro como moneda de pago y la UE gestiona pagar en euros los suministros energéticos. Y en Asia, según Newsweek, donde está el 55% de las reservas mundiales (2,14 billones de dólares), «los bancos centrales asiáticos han comenzado a acrecentar sus reservas en euros».
En política internacional los desencuentros y choques no son menores. Cuando EEUU quiso utilizar la ley Helms-Burton para obligar al resto del mundo a plegarse a la política inmisericorde de ahogamiento contra Cuba, la entonces CEE plantó cara como no había hecho nunca, obligando al gobierno Clinton a tragarse su draconiana ley y guardar los revólveres desenfundados, ante la amenaza de represalias no menos draconianas.
Pero es en temas estratégicos (si a EEUU le interesa un Oriente Medio revuelto, la UE lo necesita en paz; si EEUU apuesta por las guerras, la UE lo hace por la ONU…) donde las disensiones adquieren mayor grado, pero es allí donde asoman las debilidades de la UE y donde EEUU posee ventajas no menos estratégicas. EEUU es un Estado y la UE -discursos aparte- una asociación económica y comercial con aspiraciones de convertirse en sujeto político dotado de autonomía militar. La ausencia de políticas externas comunes convierte a la UE, como se vio en la guerra contra Iraq, en un batiburrillo de voces, muchas de las cuales, con Gran Bretaña a la cabeza, son ecos de EEUU. El caso británico merece atención, pues como miembro de la UE puede paralizar, desvirtuar o diluir las iniciativas dirigidas a consolidar un proyecto europeísta. La duplicidad británica le permite estar en Echelon y en SECOQC, en el virus y la vacuna, para mayor gloria de los anglosajones.
La ampliación de la UE a 25 Estados, más que fortalecer el proyecto europeísta puede contribuir a debilitarlo, pues con la deseada ampliación al Este han entrado, a galope y por la puerta grande, una cohorte de caballos de Troya de EEUU, que desplegaron sus crines con la malhadada Carta de los Ocho a favor de la guerra contra Iraq. Por tal motivo no hubo sorpresa en que The Herald Tribune afirmara que EEUU era el gran ganador de la mayor ampliación de la UE. Como puso de manifiesto el gobierno Aznar, es perfectamente compatible recibir fondos millonarios de la UE (que aportan principalmente Alemania y Francia) y defender al tiempo políticas antieuropeístas en contra de las sostenidas por los dos principales donantes. La diferencia real entre la «vieja» y la «nueva» Europa radica en sus objetivos. Para los «viejos», se trata de construir un sujeto con autonomía y voz propia en el mundo, capaz de actuar con un peso proporcional a su poder económico, científico y militar. Para los «nuevos», debe ser un proyecto esencialmente económico y comercial, vicario de EEUU en lo político y subsidiario de la OTAN en lo militar. Se afirma que la bisoña Constitución europea dará respuesta a la profunda división interna que aherroja a la UE. No está nada claro que pueda serlo, pues debe la UE resolver primero su dilema existencial antes de proponerse otras utopías. Mientras tanto, las divergencias con EEUU seguirán acumulándose hasta que, por alguna parte, rompan aguas y la realidad imponga otra vez su terca agenda. Esperemos que no surja un Saturno devorador de sus hijos.
Augusto Zamora R. es Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid