Primero fue Angola y ahora Brasil, las dos mayores antiguas posesiones lusitanas de ultramar, quienes tienden una mano a la maltrecha economía portuguesa.
Atacado por los cuatro costados por especuladores internacionales, que según economistas locales intentan convertirlo en una «nueva Grecia», este país ibérico ve una luz de oportunidad en estas dos «naciones hermanas» para reducir su vulnerabilidad.
Angola y Portugal crearon el año pasado un banco destinado a fomentar grandes inversiones de propiedad mixta en partes iguales, en el que están representados la compañía petrolera angoleña Sonangol y el banco estatal portugués Caixa Geral de Depósitos (CGD).
Con un capital inicial de 1.000 millones de dólares, la sociedad CGD/Sonangol promueve la inversión en las áreas de energía, redes de saneamiento básico, hospitales, cementos y construcción, transportes y telecomunicaciones.
Ahora, el peso de la influencia creciente de Brasil en el ajedrez mundial se hará sentir en Portugal, que ve en el gigante sudamericano que colonizó a lo largo de 322 años, otra tabla de salvación para su precaria situación económica y financiera.
Esta es la conclusión generalizada de los analistas económicos portugueses tras la visita de seis horas al país el miércoles del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien se reunió en Lisboa con el jefe de Estado del país anfitrión, Aníbal Cavaco Silva, y con el primero ministro José Sócrates.
En esas pocas horas, Lula firmó acuerdos en las áreas de ciencia, defensa, tecnología y energías renovables, todos con acento en la economía, en el marco del propósito portugués de incrementar la cooperación con uno de los países del llamado grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China), los que menos acusaron el impacto de la crisis global y que hoy impulsan la economía internacional.
Para Sócrates, la afinidad entre los dos países de lengua común representa una oportunidad para jalar a Portugal del hoyo de la crisis, crónicamente vaticinada por las agencias de calificación financiera de la deuda soberana.
El apoyo de Lula para incrementar el intercambio comercial entre los dos países y su exhorto a realizar más proyectos en Portugal «se producen en un ambiente de nuevas oportunidades creadas por el flujo creciente de inversiones brasileñas en Portugal», puntualizó en Lisboa el portavoz de la Presidencia de Brasil, Marcelo Baumbach.
Uno de esos proyectos en marcha es la construcción de dos fábricas de la compañía brasileña de fabricación de aviones Embraer en Évora, 140 kilómetros al sur de Lisboa, con una inversión de 500 millones de dólares anunciada en 2008.
Sin embargo, la iniciativa debió esperar dos años hasta que la Unión Europea (UE), de la cual es integrante Portugal junto a otros 26 países, aceptase la compatibilidad entre las reglas de competencia de ese bloque y las asistencias de Brasilia a Embraer, una multinacional que ocupa la tercera posición mundial en la industria aeronáutica.
El paso de Lula por Lisboa fue marcado también por la celebración de la cumbre regular anual entre los dos países. En lo económico, el acento fue colocado en el campo energético, con la firma de un memorando de entendimiento sobre biocombustibles entre la firma portuguesa Galp y la brasileña Petrobras.
Galp y Petrobras van a construir una refinería de biodiésel en Sines, 110 kilómetros al sur de Lisboa, para convertir aceite de palma proveniente de una plantación en el estado brasileño de Pará.
Pero las dos empresas exigen aclarar las condiciones para la inversión de poco más de 400 millones de dólares antes de seguir adelante, en especial sobre la legislación fiscal respecto del biodiésel, así como el paquete de ayuda financiera del Estado portugués al proyecto.
Sólo así la nueva planta podrá entrar en funcionamiento en 2015 y Petrobras utilizaría también a Sines como plataforma logística para las exportaciones de combustible para la aviación en el mercado europeo, mientras que las dos petrolíferas actuarían asociadas en exploraciones en un área cercana a la costa brasileña del océano Atlántico.
Según Diario Económico, al igual que el celebrado con los angoleños de Sonangol, propietaria de parte de la Galp, el acuerdo constituye «un preludio de la entrada de capital brasileño» en la petrolífera lusa.
En el ámbito de la cooperación económica, financiera y comercial, Lula y Sócrates coincidieron en la necesidad de ayudar a la balanza comercial entre ambos países, actualmente desfavorable a Portugal, y diversificar el comercio y promover los bienes y servicios de valor.
Lula, a su vez, destacó el potencial del mercado brasileño para las empresas portuguesas y las oportunidades de negocio que surgen en su país con la realización en 2014 de la Copa Mundial de Fútbol y en 2016 de los Juegos Olímpicos.
Asimismo, los dos gobiernos consideran de vital importancia la creación de una Confederación Empresarial Portugal-Brasil, embrión de un futuro diálogo entre Europa y América Latina y el Caribe, que permitirá incrementar los negocios, promover el empleo y el uso de las nuevas tecnologías entre los países y regiones.
Hasta ahora, el desafío de Sócrates ha sido en esencia, «un plan de austeridad sin pensamiento económico», sostiene este viernes el editorial de Diario Económico de Lisboa, que fustiga al primer ministro por haber adoptado medidas para reducir el déficit que son «una solución de contabilidad».
Un fuerte aumento de los impuestos «es una solución que no ataca ninguno de los problemas estructurales que afectan a la competitividad de la economía portuguesa» y pese a que el control presupuestario «es una condición necesaria para asegurar el crecimiento económico, olvidan de que este mismo control no es suficiente para poner la economía en movimiento», sentencia.
El equipo dirigido por Sócrates «debe gobernar y no tan sólo reaccionar, limitándose a actuar ante las órdenes dadas por Alemania y Francia», concluye.
Desde esa óptica, todos los cuadros políticos y sectores económicos han aceptado de buen grado la alternativa de diversificar las relaciones económicas fuera de la UE, en especial hacia otros mundos bien conocidos por Portugal. (FIN/2010)