Traducido para Rebelión por Carmen López
Peter Hulsmans había trabajado para Ford en el pueblo industrial belga de Genk durante 26 años. Por eso cuando los ejecutivos de su compañía los reunieron a él y a sus 4.300 compañeros en ese azul día de octubre, supo que no habrían buenas noticias.
Se esperaba un mal menor, quizá unos cuantos despidos. Pero lo que se encontró fue un terremoto: el fabricante de coches norteamericano, que puso el primer ladrillo de esa fábrica en 1962, iba a cerrar la planta.
«Siempre pensamos que tendríamos más seguridad trabajando para una multinacional que en una empresa pequeña, pero estábamos equivocados» dice Hulsmans, de pie junto a la carrocería destrozada de un Ford Mondeo quemado por los trabajadores que protestan a las afueras de la planta. «Ford se va y nadie va a reemplazarle…nadie quiere invertir aquí ya».
En los tres años desde que la crisis en la eurozona empezó a azotar al continente, historias como la del señor Hulsmans son muy comunes. Empresas que antaño consideraron a Europa un paraíso para un crecimiento lento pero seguro están ahora cerrando sus plantas o recortando su inversión.
Entre 2007 y 2011 la inversión anual en los 27 países de la Unión Europea disminuyó en 350.000 millones de euros, afectando enormemente a otros indicadores económicos, de acuerdo al estudio publicado el pasado mes por la consultora estadounidense McKinsey. El descenso fue de 20 veces la caída del consumo privado por ejemplo, y de 4 veces el declive de la economía global.
Esta pérdida de inversión significa que las empresas de Europa no ingresarán los 543.000 millones de euros estimados entre 2009 y 2020, según el mismo estudio.
Las empresas están recortando gastos a base de orientar sus operaciones hacia los mercados emergentes y beneficiarse así de una producción más barata; de esta manera eliminan miles de puestos de trabajo y contribuyen a alcanzar niveles record de desempleo en la zona euro.
Los ejecutivos de las empresas globales que hacen negocio en Europa dicen que han archivado sus planes de contingencia frente a la quiebra del euro después de que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, anunciara en agosto que usaría la impresora para prevenir el colapso de la moneda. Su miedo más grande, al anticipar décadas de estancamiento en el bloque, es que el continente se convierta en el nuevo Japón.
«Europa crecerá lentamente durante mucho tiempo. Si permiten que un banco quiebre como pasó aquí en septiembre de 2008, podría ser aún peor. Por ello contad que Europa sea lenta», dijo Jeff Immelt, director de General Electric, en una conferencia en Nueva York el pasado año.
Los ejecutivos de las empresas dicen que no ha ayudado a la relajación de la crisis el consecuente aumento de políticos anti-reformistas en algunos países de la eurozona como Francia, Grecia e Italia.
«Estamos viendo signos de retórica anti-empresarial entre algunos líderes europeos y creemos que este no es el acercamiento productivo y colaborativo a seguir», dice Ian Hudson, presidente de operaciones en Europa, Oriente Medio y África de Dupont, el grupo de productos químicos estadounidense. «Empresas y gobierno necesitan colaborar para encarar los desafíos del futuro».
La lista de cierres y desinversiones de importantes fabricantes no para de aumentar. Justo cinco meses antes de que Ford cerrara su planta en Genk, General Motors cerró su planta de Opel en Bochum, tras 50 años en la alemana zona del Ruhr, eliminando más de 3000 empleos. GE, antes uno de los fabricantes estadounidenses más importantes de Europa, está centrando la mayor parte de los 2000 millones de dólares de la campaña de recortes anunciada en mayo en la Unión Europea, donde según los ejecutivos la crisis está lejos de acabarse. Dow Chemical, el conglomerado químico estadounidense, anunció en octubre el cese de operaciones en Bélgica, Holanda, España y Reino Unido.
Hewlett-Packard, el conglomerado estadounidense de tecnología, ha eliminado 8000 puestos de trabajo como parte de su intento de reestructuración. Mientras tanto, Kimberly-Clark, el fabricante de tissues Kleenex, ha cerrado la mayor parte de sus fábricas europeas en su intento de aumentar la rentabilidad.
En general, las empresas globales han perdido cerca de 2000 billones de dólares como resultado de la crisis de la deuda soberana que envuelve a Europa desde 2009, de acuerdo a datos recopilados por Grant Thornton, una consultora estadounidense que entrevistó a más de 12000 ejecutivos en 41 países.
El cambio se está produciendo no sólo en las fábricas, donde la inclinación hacia los mercados emergentes está establecida hace tiempo. Ha empezado a manifestarse también en los servicios, incluyendo los servicios financieros, un sector en el que se creía que Europa tenía una gran ventaja competitiva.
Tras recortar 450 millones de dólares de costes en Europa, Nomura, el banco de inversión líder en Japón, decidió en septiembre reducir aún más su presencia y centrarse en los mercados asiáticos emergentes. Citigroup, el banco estadounidense, ha anunciado recientemente una ola de recortes de puestos de trabajo en todo el globo, incluyendo 350 en España y Grecia.
«El balance de caja de las compañías estadounidenses es muy alto, particularmente en la industria de la alta tecnología. Pero en conjunto, no están invirtiendo ese dinero [en Europa]», dice Walt Shill, director senior de Accenture. La consultora estadounidense entrevistó a más de 450 ejecutivos de grandes empresas para una encuesta de inversión global que será publicada en las próximas semanas. «Lo que oímos es que nuestros compañeros no paran de invertir en los mercados emergentes de rápido crecimiento.»
Los datos muestran que sólo el 3 por ciento de los ejecutivos estadounidenses han incrementado la inversión en la eurozona desde el comienzo de la crisis, mientras que el 25% han aumentado la inversión en los mercados emergentes.
La contracción de la inversión en Europa hace preguntarse si el continente, del cuál algunos líderes claman que está finalmente saliendo de su crisis financiera y de deuda soberana, está entrando en una crisis económica igualmente peligrosa. Hasta ahora el grueso del sufrimiento económico se ha centrado en países periféricos como Grecia y España, los cuáles han sido forzados a severos programas de austeridad.
Pero una mayor contracción de la inversión extranjera en Europa podría profundizar la doble recesión que parece estar en camino. La inversión extranjera directa se ha reducido a una tasa del 10% por año desde 2008, de acuerdo a los datos del Banco Central Europeo. Las fusiones y adquisiciones en Europa disminuyeron un 34% en 2011 y un 70% desde 2007, de acuerdo a la OCDE, un club de países ricos en su mayoría.
«En 2010 y 2011, varios no-europeos que observaban al continente decían: ‘Bueno, las empresas están recibiendo golpes por allí; vamos a comprar cosas,’ dice Michael Gestrin, economista senior de la OCDE. «Pero este sentimiento ha cambiado en el último año con el retorno del escepticismo.»
La crisis de la eurozona ha agravado la preocupación que las empresas extranjeras tenían en Europa desde antes de la crisis debido a la regulación y el fracaso de surgir con un plan de reestructuración coherente.
Sergio Marchionne, director de Fiat en Europa y de Chrysler en los Estados Unidos, instaba el pasado marzo a la Unión Europea a seguir el acercamiento de Barack Obama a los fabricantes de coches estadounidenses. En 2009, el presidente de Estados Unidos adoptó un enfoque práctico para la reforma de la industria.
«Es necesario que haya una solución estructural que sea local, que debe ser gestionada y dirigida por la Unión Europea como titular y depositaria de la noción de mercado único,» dijo Marchionne. Pero los ejecutivos dicen que se ha hecho poco hasta el momento.
La crítica común es que la Unión Europea ha prestado demasiada atención a la austeridad -que todos acuerdan era necesaria- pero que han hecho poco para abrir los mercados y estimular la inversión y el crecimiento.
«El problema de fondo radica en la competitividad de Europa, hay demasiadas cargas regulatorias que deben ser abordadas,» dice Hudson desde DuPont. «Si se tarda más tiempo en crear un negocio, en construir una planta…en Europa respecto al resto del mundo, entonces Europa está, por supuesto, en desventaja.»
Hendrik Bourgeois, el vicepresidente de GE Europa, dice que la crisis ha jugado un papel importante a la hora de forzar a los países a abordar problemas estructurales como los cerrados mercados laborales en el sur de Europa.
Hay excepciones. Liberty Global, la operadora de cable estadounidense, ha estado vendiendo activos de fuera de la Unión Europea y ha expandido su presencia en el norte de Europa. Con una demanda inesperadamente en aumento, ha invertido más de 7000 millones de euros en los últimos dos años a través de tres adquisiciones. «Nuestro sector ha resistido a la crisis,» dice Manuel Kohnstamm, el vicepresidente superior de la compañía. «Planeamos invertir más en el futuro.»
Además, hay una tendencia cada vez mayor entre las empresas de los mercados emergentes -especialmente los grupos chinos- a utilizar la volatilidad actual como una oportunidad estratégica para implantar su presencia en Europa. Huawei, el grupo de telecomunicaciones chino que se ha topado con barreras proteccionistas en Estados Unidos ha estado expandiéndose agresivamente en Europa. Desde finales de 2010 ha invertido más de 6000 millones de euros y contratado a más de 2000 personas.
Para una empresa china como la nuestra, Europa es todavía un mercado atractivo para hacer negocio, en parte porque aún hay una demanda importante de nuestra tecnología y porque el entorno macroeconómico y político es bastante estable para nosotros,» dice Leo Sun, presidente de Huawei en Europa.
Pero Adrian van den Hoven, director de relaciones internacionales en Business-Europe, el principal lobby de empleadores de la UE, dice que a corto plazo, los inversores de los mercados emergentes no pueden afrontar las pérdidas causadas por los recortes de las compañías estadounidenses. «Hay un creciente aumento de la inversión desde los mercados emergentes pero no es muy relevante porque es demasiado pequeña,» dice.
Los directivos ejecutivos y los analistas de las compañías extranjeras creen firmemente que Europa sigue siendo una parte importante de sus negocios, incluso cuando empieza a ser una pequeña parte de su presencia global.
Sin embargo las multinacionales de las economías desarrolladas parecen simplemente demasiado asustadas por si el cenagal en que se encuentra Europa se convierte en la nueva norma. Para Hulsmans y sus 4300 compañeros, que pronto se quedarán sin trabajo, la posibilidad de encontrar un trabajo seguro en una gran compañía no es prometedora.
«El futuro está negro para Europa», añade.
Fuente: http://www.ft.com/cms/s/2/