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El Salvador

Extenuación de un aprendizaje democrático para ir a votar

Fuentes: Rebelión

Las «bondades» de la democracia representativa -democracia burguesa- son todavía un consentido enigma para la sociedad salvadoreña. La singular educación democrática que se populariza y enseña consiste en un simple acto de ir a votar un determinado día en un determinado lugar, como un acto que constituye la principal -quizá única- herramienta para participar en […]

Las «bondades» de la democracia representativa -democracia burguesa- son todavía un consentido enigma para la sociedad salvadoreña. La singular educación democrática que se populariza y enseña consiste en un simple acto de ir a votar un determinado día en un determinado lugar, como un acto que constituye la principal -quizá única- herramienta para participar en el quehacer político nacional; un resultado demasiado limitado desde cualquier punto de vista. Incluso, el derecho constitucional de ejercer el voto no corresponde siquiera a una elección de candidatos sino a una ratificación, porque la propuesta-elección de éstos es un privilegio de los partidos políticos -cúpulas partidarias-.

La excesiva centralidad en la toma de decisiones políticas, en cuanto es facultad otorgada al partido político, previo a una elección o de forma más desenfrenada cuando salen victoriosos; genera por una parte, la idea de que la única forma de hacer política democráticamente es mediante la pertenencia a un partido político; por otra parte, al interior de los partidos políticos se crean cúpulas partidarias que concentran la toma decisiones a su favor, jerarquía que les permite anteponer su agenda de intereses minoritarios. Este contexto, limita drásticamente el aprendizaje democrático de la población utilizando mecanismos democráticos más participativos e interactivos.

Acontece además, un estéril aprendizaje cuando el quehacer político se limita a una demasía centralidad del voto, que deja un mensaje negativo en la colectividad: la democracia concluye con hacer valer el derecho a voto; anulando así, toda posibilidad de un permanente acompañamiento por parte de la población en la forma de hacer gobierno y democracia. Este entorno crea un progresivo pacifismo en la población, en cuanto espera que la buena voluntad y la inteligencia de los miembros de los partidos políticos resuelvan sus demandas; desinteresándose así, por construir otros mecanismos democráticos que le aseguren una participación más activa en la toma de decisiones.

En consecuencia, las campañas electorales, en cuanto la persona humana es considerada un votante, se convierten en una desmedida cacería de votos. La persona, no es vista más allá de un voto que suma para lograr mayoría; anulándose de esa forma, su soberanía, sus necesidades, su inteligencia, sus utopías, sus derechos democráticos -excepto el de ir votar-. A pesar de que en las campañas electorales surgen propuestas en entorno a algunas necesidades de la población, estas se convierten en palabras vacías o en letra muerta en la medida que su consumación no se desarrolla en una vinculación y contraloría directa con la población, una verdadera praxis de hacer democracia.

En la actualidad, se está a la víspera de las campañas electorales para diputados y alcaldes, elecciones que se definirán el 1 de marzo de 2015. Los partidos políticos que participaran afinan detalles para entrar en competencia: eligen sus candidatos a diputados y alcaldes, pactan alianzas, buscan el financiamiento de sus campañas, deliberan los aspectos legales para su participación y; por supuesto, diseñan la estrategia de campaña electoral, que poco o nada tiene que ver con fomentar la educación democrática: se tiene por costumbre ir a pedir el voto e incentivar con discursos retóricos el derecho, que unánimemente todos los partido exigen y fomentan para la población, el derecho a votar.

Es menester aclarar, que no estamos en contra de principios democráticos básicos, pero si concebimos una democracia radicalmente diferente a la que se ha implementado en el país, en ese sentido consideramos:

a) Los instrumentos democráticos deben ser más participativos; para ello es necesario involucrar constantemente a la población en la toma de decisiones; se deben institucionalizar espacios de contraloría política como una forma de fomentar la cultura democrática: donde es habitual para la población conocer de las decisiones políticas y es habitual para los gobernantes consultar a la población.

b) Es urgente romper con el absurdo de considerar a la persona como un votante que hace democracia sólo al momento de ir a votar, es negativo que la educación democrática se limite a enseñar a cómo votar; es necesario promover que el voto no sirve únicamente para «elegir» o ratificar gobernantes, sino que también es un instrumento que sirve para tomar decisiones transcendentales en la sociedad.

c) Por último, para que lo expuesto anteriormente tenga sentido, es necesario reformar el sistema democrático y político en función de las necesidades de la sociedad salvadoreña. Panorama que no es nada alentador, debido a que las posibles reformas, pasan necesariamente por la Asamblea Legislativa; cuesta pensar en un escenario en que los partidos políticos aceptaran reformas que involucran para ellos pérdida de poder en la toma de decisiones; en efecto, le corresponde a la sociedad luchar por una democracia más participativa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.