Fue el pensador Emil Cioran quien incidió en el carácter estoico del pueblo rumano, por su visión fatalista y resignada de la historia. Dicha idiosincrasia puede encontrar una explicación histórico-geográfica: estados rumanos históricamente rodeados por grandes poderes -Imperio otomano, austrohúngaro o ruso- y cuyos dirigentes siempre tuvieron que hacer rocambolescos juegos de alianzas y vasallajes […]
Fue el pensador Emil Cioran quien incidió en el carácter estoico del pueblo rumano, por su visión fatalista y resignada de la historia. Dicha idiosincrasia puede encontrar una explicación histórico-geográfica: estados rumanos históricamente rodeados por grandes poderes -Imperio otomano, austrohúngaro o ruso- y cuyos dirigentes siempre tuvieron que hacer rocambolescos juegos de alianzas y vasallajes para sobrevivir mientras el pueblo sufría y se resignaba a los abusos y corruptelas interiores y exteriores.
De esta manera se constituyó la mentalidad colectiva rumana, una interesante y en apariencia incompatible combinación de nacionalismo e individualismo, ambos muy acentuados. Ello explica cómo desde la brutal transición económica de los noventa hasta nuestros días, más de dos millones de rumanos hayan hecho suya la frase de Castelao «los gallegos no protestan, emigran».
El Presidente Traian Basescu y su Primer Ministro Emil Boc (ambos del neoliberal PDL), acordaron un plan de ayuda con el FMI y el Banco Mundial en mayo del 2009 -casi 13.000 millones de euros en dos años- bajo la condición sine qua non de aplicar un draconiano plan de ajuste. Se redujeron los salarios de los funcionarios públicos un 25% y las pensiones un 15%, ya de por sí irrisorios. Casi nadie protestó, como de costumbre.
En diciembre de 2011, ante la petición de mayores ajustes por parte del FMI, el Presidente Basescu anunció que la sanidad era un » agujero negro» en el presupuesto estatal. Sin el más mínimo debate entre especialistas en la materia, Basescu anunció que apoyaba una reforma sanitaria que transformara los hospitales públicos en sociedades comerciales, entre otras medidas.
Ante tamaño despropósito, el 10 de enero apareció en televisión el Secretario de Estado Raed Arafat criticando el proyecto. El Presidente Basescu intervino en directo humillando a Arafat, uno de los hombres más valorados de Rumanía y creador de uno de los pocos servicios públicos con buen funcionamiento, las ambulancias SMURD. Esa prepotencia, esa chulería intolerable en el más alto dignatario del Estado ha sido la gota que ha colmado el vaso, la chispa que ha impulsado a decenas de miles de rumanos a las calles exigiendo la retirada del proyecto de reforma, la vuelta de Arafat -quien con una dignidad raramente vista en la vida política rumana dimitió al día siguiente de su aparición en televisión- y la dimisión de Basescu.
Ante unas protestas que crecen en intensidad y se extienden por todo el país con cada día que pasa, el Presidente Basescu ha tenido que recular y proponer la retirada del proyecto. Por tanto, esta protesta se ha convertido en un canto a la libertad, la demostración de que lo que el ciudadano, seguro de lo que defiende, puede y debe hacer antes de someterse.
En la noche de ayer, 14 de enero, los choques entre manifestantes y antidisturbios se saldaron con tres policías heridos y 29 detenidos. Algunos grupos acusan al gobierno de ser el promotor de los incidentes (http://youtu.be/wJKJnIJShW0 ), para justificar una represión desmesurada y provocar el miedo a manifestarse entre la mayoría de la población pacífica.
Ante un 2012 en el que se celebran elecciones legislativas, las expectativas del partido gubernamental no pueden ser más siniestras: una oposición unida -USL, una coalición de socialdemócratas y liberales que roza el 50% en las encuestas-, una crisis económica que arrastra al país al abismo y una calle que por fin parece haber roto con un estoicismo y resignación históricas.
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