Terminó la campaña electoral en Italia. Se vota hoy domingo y mañana lunes para elecciones políticas y de regiones importantes como el Lazio y Lombardía. La semana que viene el expapa Ratzinger convocará el nuevo cónclave para elegir a su sucesor. Las aguas del río Tíber, que bañan dos estados, Italia y Vaticano, Itacano o […]
Terminó la campaña electoral en Italia. Se vota hoy domingo y mañana lunes para elecciones políticas y de regiones importantes como el Lazio y Lombardía. La semana que viene el expapa Ratzinger convocará el nuevo cónclave para elegir a su sucesor. Las aguas del río Tíber, que bañan dos estados, Italia y Vaticano, Itacano o Vaticalia, bajan alborotadas, revueltas, lodosas. Los augures que escudriñan el cuerpo electoral se ven confusos ante tanta señal: meteoritos que caen, carne de caballo en los tortellini, el papa que renuncia, «una red transversal dentro del Vaticano unida por la orientación sexual», frases lapidarias como «el Maligno ha ensuciado la Creación», Draghi informando ahora que el BCE dio 103.000 millones € a Italia entre 2011 y 2012. Durante la campaña han estallado en Italia tres escándalos financieros colosales: los derivados tóxicos del Monte dei Paschi di Siena, los presuntos sobornos al gobierno indio de Finmeccanica, segundo grupo industrial italiano, industria puntera en la aeronáutica militar internacional, y otro presunto soborno en contratas públicas del grupo ENI Saipem en Argelia. En los tres casos partidos políticos, altos cargos institucionales y bancos han salido salpicados, por lo que se habla ya de una nueva sobornópolis (tangentopoli) similar a la que acabó con el viejo sistema partítico de Democracia Cristiana, Partido Socialista y el Partido Comunista en los años 90.
Derrocado Berlusconi, después de un año del «extraño» gobierno de Mario Monti, cuyas curas de austeridad han dejado a la mayor parte de los italianos mucho más empobrecida, todo parecía señalar que el centroizquierda (PD) ganaría holgadamente. Así lo indicaban los sondeos en noviembre. Pero el viejo Cavaliere Berlusconi ha demostrado por qué ha sido el Príncipe durante un ventenio. Cuando ya todos le dábamos otra vez por muerto, quebrada aquella irresistible máscara sonriente que ocultaba la trágica y vergonzante condición de viejo putañero y acribillada por los grandes poderes internacionales su credibilidad política, engrasó la armadura de su populismo mediático, y minuto a minuto, promesa a promesa, provocación a provocación, gaffe a gaffe, sonrisa a sonrisa, empezó a recuperar consenso. Durante el periodo natalicio, mientras sus confiados rivales se relajaban entre fiesta y fiesta, aceptó cincuenta y cuatro invitaciones a televisiones, radios y directos en Red. Una media de dos al día. Más de un mes antes de la cita electoral, concretamente el día 18 de enero, ya sumaba 63 horas de presencia mediática. Su táctica retórica, la de siempre: todo vale con tal que su pueblo lo vea como auténtico Príncipe y su consenso crezca. Ha alabado a Mussolini para ganarse votos de la extrema derecha e irritar de paso a los bienpensantes de la Comisión Europea, que no sabían que criticándolo reforzaban su aureola popular. Ha justificado la necesidad de un hombre fuerte en Italia con un argumento poco menos que golpista: Italia es ingobernable democráticamente porque todos los gobiernos caen a menos que se tenga una mayoría absoluta. Ha sabido dar espectáculo con el fichaje del delantero centro más explosivo mediáticamente del universo futbolístico: Mario Balotelli. Ha sabido tentar a la clase media baja empobrecida con un truco de gran prestidigitador electoral: no ha prometido que bajará los impuestos sino que devolverá el impuesto de la casa ya pagado. Gran televendedor, ha sabido comprarse el voto de la desesperación. «¿Qué me importa si se folló a una cualquiera?», gritaba una súbdita suya. Ayer, en plena jornada de reflexión, su último cartucho: «El Poder Judicial es una mafia más peligrosa que la mafia siciliana y lo digo sabiendo que he dicho algo muy gordo». Pero no estamos en 2006, cuando se quedó a punto de remontar a Prodi: al Cavaliere le ha salido un rival muy duro. Otro cómico como él. Otro gran mitinero. Otro mago de la comunicación: Pepito Grillo, alma máter del Movimiento Cinco Estrellas, garante de dicho movimiento, que rechaza ser candidato al Parlamento.
Los más altos augures de la política vaticaliana siempre dicen: examina bien las vísceras de los escrutinios sicilianos, pues Sicilia suele anticipar el rumbo de Italia. En las elecciones administrativas que se celebraron en octubre de 2012, la abstención superó el 50%. Si la mafia se abstiene, es porque no tiene referente político. Lo llaman indiferencia, pero resulta que, al no haber Príncipe, el pueblo no vota: espera. Y en ese vacío de poder, estalla un voto: el del Movimiento Cinco Estrellas del Beppe Grillo, que se multiplicó por 10 y superó el 15%.
Beppe Grillo es la novedad del escenario italiano. Anoche cerró su campaña en la plaza de San Juan de Letrán de Roma, lugar simbólico de la tradición de la izquierda: la plaza de Berlinguer y de los conciertos del 1 de mayo. Dice Grillo que eran 800.000 más otros 100.000 contactos a la retransmisión del evento en streaming. Se ha visto la plaza más llena otras veces, pero es cierto que había mucha, mucha gente en la plaza. Muchos jóvenes con smartphones y tablets. Mucho pequeño y medio comerciante. Mucho consumidor fallido. Mucha clase media empobrecida sin chaquetas ni zapatos ni pantalones de marca. Votantes del PD que cambian de chaqueta y quieren ahora «verlo destruido». Y todo el mundo cabreadísimo con la casta. El grito más sentido: «Todos a casa». El programa electoral de Grillo se resume en 20 puntos: 1. Renta de ciudadanía. 2. Medidas para relanzar la pequeña y media empresa. 3. Ley anticorrupción. 4. Informatización y simplificación del Estado. 5. Abolición de las contribuciones públicas a los partidos. 6. Institución de un «politómetro» para controlar el enriquecimiento ilícito de los políticos en los últimos 20 años. 7. Referéndum propositivo y sin quórum. 8. Referéndum para la permanencia en el euro. 9. Obligación de discusión de todas las leyes de iniciativa popular en el Parlamento con voto efectivo. 10. Una sola red televisiva pública, sin publicidad, independiente de los partidos. 11. Elección directa de los parlamentarios a la Cámara y el Senado. 12. Máximo de dos mandatos como diputados. 13. Ley de conflicto de intereses. 14. Recuperación de los fondos recortados a sanidad y escuela públicas. 15. Abolición de la financiación directa e indirecta a los periódicos. 16. Acceso gratuito a la red por ciudadanía. 17. Abolición del impuesto sobre la primera casa. 18. No desahucios de la primera casa. 19. Eliminación de las diputaciones provinciales. 20. Abolición de Equitalia.
Como dice un amigo, se trata de una «irresistible combinación de liberalismo clásico, anarquismo, populismo y postmodernismo», que se apoya en una novedosísima e inteligentísima técnica mediática. Grillo ha rechazado toda invitación a las televisiones italianas. Concede entrevistas a las extranjeras, pero las niega a las italianas. Al hacerlo, ya es noticia. A este morbo, a este mono mediático de Grillo, súmenle una durísima campaña real: 77 mítines por toda Italia. Toda. 12.000 kilómetros en un cámper. Plaza a plaza, negada su imagen televisiva, muchos ciudadanos querían experimentar el fenómeno Grillo. Lo podían hacer o bien en la plaza, o a partir del 14 de enero a través de una genial criatura mediática: La Cosa, es decir, un streaming 24 horas al día de la campaña electoral de Grillo. Miles y miles de personas han podido seguir gratuitamente desde sus casas todos los mítines de Grillo. Los mítines son un show en el que se mezclan la información (sobre el caso Monte dei Paschi di Siena), las injurias a sus rivales (el «enano» Berlusconi y «Gargamel» Bersani), los chistes, y los gritos enardecedores de masas («todos a casa», «rendíos, el pueblo italiano os ha acorralado, salid con las manos en alto»). Las críticas más feroces se dirigen al Partido Democrático. No faltan críticas a «Rigor Monti». Siempre se aplauden iniciativas de Obama (por ejemplo, el proyecto de red wifi gratuita por todo el país). Hace poco se supo que el embajador de los EEUU envió un telegrama en 2008 en el que consideraba a Grillo «un interlocutor creíble», y afirmaba que «algunos banqueros que se sienten fascinados por él». Veremos el lunes hasta dónde llega el tsunami de Grillo. Sea como sea, el hecho es que es un tsunami y que la casta ahora tendrá una oposición nueva en el Parlamento.
Estas elecciones italianas demuestran que la crisis socioeconómica es tan grave que no valen viejos mecanismos de los politicantes. Monti ha obtenido el apoyo explícito de Obama, del expapa, del ministro de Finanzas alemán, Schauble, y del de Exteriores, Westerwelle, del comisario de Finanzas de la Comisión, Olli Rehn; han escrito favorablemente en el Economist y otros medios importantes. Todo eso hubiera bastado otra vez, pero esta vez parece que no será suficiente para generar consenso. Monti representa un poder alejado de la realidad, y la realidad actual es tan cruda que se hace sentir.
En cuanto a la izquierda, aparece desunida, sin fuerte capacidad de convocación, resistiendo a duras penas el tsunami de Grillo. Aquí pueden leer un excelente análisis de Orsola Casagrande.
Todo se está derrumbando. Las previsiones económicas de invierno de la Comisión Europea son gélidas: habían estimado una recesión del 0,5% para 2013 pero dicen que será el doble: -1%. Un informe de Mediobanca prevé el siguiente resultado electoral: una victoria pírrica de una coalición entre Bersani y Monti más algún otro partido, lo que conduciría a nuevas elecciones. Veremos los resultados el lunes. Hoy una cosa está clara: ya no es sólo el viejo Cavaliere quien da miedo (anteayer suspendió su último mitin en Nápoles por una ¿conjuntivitis?), sino el rampante pueblo enfurecido que sigue a Grillo contra la casta. Tome nota la casta política española: antes o después la marea llega. Otra cosa es que la marea traiga la primavera.
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