Una circular del Ministerio de Identidad Nacional contrapone la preocupación por el burka al vino como elemento positivo de ser francés. La izquierda rechaza la iniciativa de Sarkozy
El presidente francés Nicolas Sarkozy lanzó a primeros de este mes un vasto proceso de debates en todas las ciudades y provincias, supuestamente destinado a definir, bajo la tutela de funcionarios y prefectos, «qué es ser francés hoy». La iniciativa, en la que muchos ven un simple intento populista de consolidar su electorado ultra , empieza a hacer aguas: la Francia más dinámica se mofa de la «identidad nacional» y las primeras disensiones, profundas, aparecen en el seno del Gobierno.
Todo estaba preparado para rodar a las mil maravillas. Sarkozy había lanzado su «gran debate» en todas las ciudades y provincias de Francia para definir lo que es la «identidad nacional francesa». Y entonces pronunció su primer discurso. Ante un grupo de agricultores dijo emocionado: «La palabra tierra tiene un significado francés y he sido elegido para defender la identidad nacional francesa».
Ahí empezó a quebrarse el plan. No sólo porque al retomar la fraseología de «la tierra que no miente», estaba recuperando casi palabra por palabra frases pronunciadas en su día por el líder colaboracionista filo-nazi Philippe Pétain . Lo que sí puso en ridículo a Sarkozy fue la idea de unos periodistas de Canal Plus, liderados por el humorista Yann Barthes: se les ocurrió la mala idea de ir a comparar ese discurso del 27 de octubre, destinado a lanzar el «gran debate», con otros pronunciados anteriormente por Sarkozy.
Diana. Con las mismas entonaciones, con el mismo rostro emocionado, con los mismos gestos de hombre sincero apesadumbrado, hace tiempo Sarkozy pronunció exactamente las mismas palabras, las mismas ideas, la misma cantinela. Canal Plus difundió el reportaje del doblón, en el que Sarkozy parecía un clon de sí mismo, capaz de repetir discursos palabra por palabra fingiendo sinceridad. Desde entonces, todo es mofa y befa.
Y hay de qué. La lectura de la circular ministerial organizadora del supuesto «gran debate», revelada por el semanario Bakchich Hebdo, da escalofríos. El ministro de Identidad Nacional, claro Eric Besson ha sido el encargado de firmarla, obedeciendo a los deseos de Sarkozy. En la primera página, se anuncia claramente que «este debate responde a las preocupaciones planteadas por el resurgimiento de ciertos comunitarismos» , entre los cuales sólo se le ocurre citar uno: «el burka». Ninguna alusión a la kipá, a los crucifijos o, por qué no, a los barrios «sólo para ricos» que están floreciendo en Francia.
La cultura árabo-musulmana, que cuenta con ocho millones de personas en Francia, es citada sólo por la alusión negativa al burka. Ni una alusión positiva a los platos de cuscús, a las salchichas merguez, a la música rai o a la cosa de fumar del tipo kif, muy populares en la Francia de todos los colores. Por el contrario, sí se alude en la circular ministerial a «las iglesias y catedrales», a «nuestro vino» y «nuestra arquitectura», como posibles elementos constitutivos positivos del «ser francés».
Segundo escalofrío: los «extranjeros» son citados como fuente de «comunitarismo», y como algo cuya integración plantea forzosamente problemas para los cuales «¿Qué equilibrio puede ser encontrado?».
Tercer escalofrío, nada nimio. Los debates serán «presididos» prioritariamente por los prefectos o miembros del gabinete del prefecto y prioritariamente en las prefecturas de cada provincia, llamadas a menudo «prefectura de Policía» . Esto es, los lugares donde los franceses tienen que ir sobre todo a pagar multas y a resolver sus cuentas con la Justicia o el Estado.
Incluso algunos ministros se han distanciado del proyecto de Sarkozy
Los debates sobre qué es ser francés no están, pues, bajo tutela de museos, bibliotecas o universidades. Funcionarios y policías vigilan qué es ser francés.
Denuncias por censura
La web oficial que debe recapitular todas las intervenciones del «gran debate» es moderada por el propio ministerio. Periodistas de Rue 89 han demostrado que hay denuncias por censura: varios ciudadanos han vistos sus posts excluidos por el moderador ministerial de Eric Besson.
La oposición de izquierdas, salvo raras excepciones, ha anunciado que no participará en el debate y cada vez más cronistas audiovisuales de gran audiencia, como Stephane Guillon y Anne Roumanoff, se burlan abiertamente del «gran debate», acusado de no ser más que un plan electoralista de cara a las elecciones regionales de la primavera.
Como la operación de giro a la derecha parece encaminada al fiasco, han aparecido las primeras disensiones en el seno mismo del Gobierno de Sarkozy, por parte de personalidades que no quieren verse pringadas en una operación de populismo. El canciller Bernard Kouchner y el titular de Defensa, Hervé Morin, se han distanciado del debate. El Alto Comisario de Solidaridades, Martin Hirsch, ha ido más lejos: lo ha desautorizado.
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