Para Humberto Aguirre, valiente. Antoine Basbous, director del Observatorio de los Países Árabes con sede en París, califica el atentado contra el semanario Charlie Habdo como «una carnicería», señala que se trata de «un ataque contra los valores de Occidente» y reflexiona que se asiste a «una guerra en varios territorios, incluido el francés.» […]
Antoine Basbous, director del Observatorio de los Países Árabes con sede en París, califica el atentado contra el semanario Charlie Habdo como «una carnicería», señala que se trata de «un ataque contra los valores de Occidente» y reflexiona que se asiste a «una guerra en varios territorios, incluido el francés.» (El País, enero 8, 2015)
En todas y cada una de sus tres afirmaciones, está en lo cierto.
«Una carnicería»
La agresión -con un saldo de al menos 12 personas que perdieron la vida y varios más heridos de gravedad- es, efectivamente, una carnicería, una barbaridad reprobable desde cualquier ángulo ético, político y humano. En breve: sin importar los temas abordados por la publicación y sin importar sus enfoques -gráficos, analíticos y estilos críticos- nada justifica el atentado del que fue objeto. No puede ni debe repetirse -ni en Francia ni en ningún otro lado- y por ello es necesario entender su origen.
«Valores de Occidente»
La misma nota de El País recoge las declaraciones del presidente.
«Sabíamos que estábamos amenazados, y lo estamos porque somos un país de libertad», señaló Hollande, quien convocó a mediodía [a] una reunión extraordinaria de su Gobierno. «Ninguna barbarie terrorista podrá con la libertad», señaló. Por la noche, y en un solemne mensaje al país, anunció para hoy una jornada de duelo nacional y calificó a los fallecidos de «héroes muertos por la libertad.»
De no ser porque es 2015 y no 2001, Francia y no Estados Unidos, el discurso de François Hollande y su énfasis en la libertad recuerda mucho al que pronunciara George W. Bush el 21 de septiembre tras el ataque en Washington y Nueva York, aquél en que declaró que la causa del horror era clara («They hate our freedoms«) y la respuesta -contradictoria de suyo- también: «Either you are with us, or you are with the terrorists.» Y así la libertad de disentir en los Estados Unidos fue relegada al olvido. (¿Qué pasará en Francia?)
Ambos países son diferentes en muchos sentidos, y muy similares en otros. Hoy comparten un dolor similar, pero también historia. La revolución estadounidense de 1776 fue precursora de la de 1789 en Francia. Comparten muchos de los mismos valores y muchos de los mismos enfoques. ¿Cuáles? los de Occidente. Sin duda la libertad -ya lo dijeron Hollande y Bush- y tal vez también la igualdad y la fraternidad.
¿Libertad? En 2004 Francia aprobó la Ley no. 2004-228 sobre laicidad que prohibía el uso «ostensible» de símbolos religiosos (cruces, velos, estrellas de David, etc.) y luego en 2011 la censura específica del velo en mujeres musulmanas (en un país con más de 6 millones de personas profesando esa religión). Desde el inicio Amnistía Internacional fue enfática por voz de su entonces Secretaria General, Irene Khan: «La ley del velo en Francia viola los derechos humanos.» (El País. Marzo 14, 2004)
¿Igualdad? En el 200 aniversario de su declaración de independencia, Haití sufrió un golpe de Estado co-auspiciado, junto con Estados Unidos, por la ex potencia colonial, Francia. La «fuerza de interposición» de estos dos países -enviada sin el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas- facilitó la caída del presidente democráticamente electo. Al menos así lo juzgó y acusó la Comunidad del Caribe en voz de su entonces líder, el presidente de Jamaica Jacques Percival, apoyando las declaraciones que el propio mandatario denostado hiciera a la prensa internacional: «Aristide acusa a Francia: El presidente de Haití, Jean Bertrande Aristide, acusó al gobierno francés de conspirar con Estados Unidos para derrocarlo» (BBC Mundo. Marzo 5, 2004).
Pero ¿cuál es el problema? Después de todo el Haití de Aristide es una pequeña isla como lo es también Jamaica, y el Caricom en su conjunto no es mucho mayor (15 miembros, principalmente islas del Caribe). Además Haití adolece del triple estigma imperialista, clasista y racista de ser una ex colonia, pobre y con población «de color.» ¿Igualdad? No: Doctrina Monroe, Corolario Roosevelt y missione civilisatrice.
¿Fraternidad? En 2005 las tensiones sociales por racismo, discriminación, exclusión y prejuicios estallaron en los barrios marginales franceses a finales de año. La BBC reportó como causas de la protesta la segregación y la pobreza de sus habitantes -en su mayoría, inmigrantes del norte de África- en una nota de título transparente: «Ghettos schakle french muslims.» (BBC. Oct. 31, 2005). Decía la nota «Some groups do advocate cultural separation for Muslims -but they do not speak for many. Far more common is the attitude of Nour-eddine Skiker, a youth worker near Paris: «I feel completely French. I will do everything for this country, which is mine.» Tomando en consideración que un día antes (octubre 30) Nicolás Sarkozy, entonces ministro del interior, había definido a los manifestantes como Racaille -es decir, escoria– no es de extrañar que al final de los disturbios el saldo fuera de más de 8 mil automóviles quemados.
(«How am I supposed to feel French when people always describe me as a Frenchman of Algerian origin? I was born here. I am French. How many generations does it take to stop mentioning my origin?» Para el concepto francés de fraternidad, l a pregunta del entrevistado por la BBC sigue sin respuesta.)
* * *
¿Y qué tiene todo esto que ver con el atentado en Francia? Básicamente, todo. Todo cuando la libertad no está orientada por valores universales, todo cuando la igualdad no consigue trascender visiones racistas e intereses colonialistas y todo cuando la fraternidad se práctica de manera excluyente. Es decir, todo cuando estos valores se interpretan tal y como lo hace Occidente.
«Una guerra en varios territorios»
La libertad irrestricta es un sinsentido. Del mismo modo en que los integrantes de un género no pueden ni deben tener libertad irrestricta para acosar sexualmente a otro, los medios de comunicación y sus integrantes no pueden ni deben tener libertad irrestricta para ofender y lastimar las creencias y la dignidad de otros. Cuando ocurre, en uno y otro caso, el resultado es la violencia. Violencia que entonces incita respuestas violentas.
¿Qué no había antecedentes al respecto? ¿qué no el 11-S, las guerras en Afganistán e Irak, el 11-M en Madrid y el atentado del 7 de julio de 2005 en Londres están relacionados? ¿Qué no Charlie Hebdo había recibido ya amenazas por reproducir las mismas caricaturas que el Jyllands-Posten danés publicó en 2005 representando de manera ofensiva al Profeta? ¿Qué no 11 embajadores de países árabes trataron de reunirse con el Primer Ministro Anders Fogh Rasmussen para decirle:
We deplore these statements and publications and urge Your Excellency´s government to take all those responsible to task under law and the land in the interest of inter-faith harmony, better integration and Denmark´s overall relations with the Muslim world.
¿Qué no el propio Rasmussen se rehusó a dialogar provocando con ello -según sus propias palabras- «el peor incidente de relaciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial»? ¿Qué no este desdén arrogante al diálogo provocó que ardieran sus embajadas? Al menos así lo explican quienes consiguieron detener los incendios, los mediadores de la crisis, Johan Galtung y Tarik Ramadan.
Representar en caricaturas a Mahoma es una afrenta en sí mismo, y hacerlo como lo hicieron el Jyllands-Posten primero, Charlie Hebdo después y luego toda una legión de medios occidentales es tan ofensivo para el islam como sería para los católicos la producción musulmana de imágenes lascivas, pornográficas, de Cristo con la Virgen María.
Si a esto se suma el desdén de los medios occidentales por el sufrimiento palestino -a quienes el Estado de Israel obliga a derruir sus propias casas lanzándolos a campos de refugiados insalubres dignos de la edad media por cientos o incluso miles todos los días- se entiende que la indignidad y criminalidad de los unos, tarde o temprano, se encuentra con la indignidad y criminalidad de los otros.
Nada de esto justifica la violencia, pero la explica.
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