La revuelta de los subtrabajadores jóvenes ha descalabrado el escaso prestigio de la Asamblea Nacional, que ha aprobado una ley a la que se opone el 80% de la población; ha convertido en un cadáver institucional mantenido en estado de congelación al Primer Ministro, Villepan; ha desenmascarado al Tribunal Constitucional que ha legitimado el expolio […]
La revuelta de los subtrabajadores jóvenes ha descalabrado el escaso prestigio de la Asamblea Nacional, que ha aprobado una ley a la que se opone el 80% de la población; ha convertido en un cadáver institucional mantenido en estado de congelación al Primer Ministro, Villepan; ha desenmascarado al Tribunal Constitucional que ha legitimado el expolio de los derechos y de la dignidad de los trabajadores; y ha dejado al descubierto, y en ridículo, con el culo al aire, al dignísimo Presidente Chirac. Lo primero porque ha promulgado una ley extrema de neoliberalismo salvaje, prometiendo dos modificaciones irrelevantes y humillantes que suponen un insulto para los jóvenes rebeldes. Lo segundo porque la promesa de modificación de una ley que él mismo ha promulgado supone retorcer la Constitución, y hacer evidente la ausencia total de poder del Presidente de la República. El martes nueva prueba de fuerza en Francia de una revuelta con una base muy real y un desarrollo vertiginoso.
Del sufrimiento a la revuelta, de la revuelta a la conciencia de clase
(Primeras notas breves sobre el comienzo una gran batalla)
Sufrimiento y explotación ilimitada
La situación vital de los jóvenes -coyuntura laboral y social; y perspectivas de futuro a corto, medio y largo plazo- es dramática.
Tal vez las principales características emocionales son el sufrimiento y la desesperanza: carencia de perspectivas y de cualquier base material para tener garantizada la supervivencia digna. Es muy probable que el sentimiento fundamental de los subtrabajadores jóvenes y de su entorno familiar sea la angustia.
El horizonte es para los jóvenes y menos jóvenes realmente terrible.
La ley que ha provocado la rebelión con la aprobación del CPE lo hace evidente al establecer la edad de 26 años como edad límite para un contrato de primer empleo.
La explotación laboral -cuándo encuentran trabajo– es ilimitada. Otra vez ese Contrato Universal de Empleo Basura lo pone de manifiesto. Los trabajadores pueden ser despedidos en edades próximas a los 26 años dejando el puesto de trabajo a trabajadores más jóvenes. El despido es absolutamente libre. El « contrat poubelle ebauche «, supone la construcción e integración legal de los jóvenes entre los 18 y los 26 años en un «ejército de reserva de mano de obra».
La crueldad -estructural y subjetiva- del neoliberalismo salvaje es también ilimitada. Está construyendo, también en el centro capitalista, una sociedad de marginados.
Por lo demás la crueldad y la explotación están meticulosamente encubiertas por todo el sistema de desinformación, publicidad y propaganda, que impregna desde los textos legales hasta los contenidos de Falsimedia, pasando por los procesos electorales, los discursos parlamentarios y las prácticas sociales de consumo generalizado.
Revuelta espontánea ¿Qué espontaneísmo?
La revuelta en Francia es una explosión alimentada por la frustración permanente y la desesperación. Pese a su apariencia coyuntural de protesta contra la aprobación de una ley, tiene una vinculación íntima con la realidad, con la estructura social y sus procesos y realidades de marginación de la que los jóvenes urbanos tienen una conciencia exacta.
Los jóvenes no tienen organización política ni sindical pero si tienen una percepción muy clara, sin ninguna clase de subterfugios, de la realidad de explotación en la que trabajan o buscan empleo. Sin organización pero comparten una misma experiencia.
La identificación con el sistema político en su totalidad es nula. Se incluyen ahí las organizaciones sindicales y la izquierda institucional.
La revuelta de los jóvenes inmigrantes
La revuelta de los jóvenes argelinos residentes y nacionalizados en Francia, que se extendió en el otoño pasado, aportó algunas enseñanzas importantes. Los sublevados entonces eran jóvenes marginales, habitantes de los «barrios sensibles», que viven en condiciones de «precariedad-abandono» todavía más acusados.
Les demostraron que la desesperación y el odio al sistema económico que los explota y los humilla es compartido por la enorme mayoría de los trabajadores inmigrantes de segunda y tercera generación. Pero sobre todo les demostraron que su desesperación, que es la atmósfera común en los barrios -y no sólo en los más marginales- y en lugares de encuentro, convertida en ira, puede paralizar Francia y hacer temblar a su sistema político.
Los subtrabajadores jóvenes de origen francés no tienen perspectivas muy superiores a la de sus vecinos barriales de procedencia magrebí. Las dos escorias sociales se identificaron rápidamente. El ejemplo de los jóvenes inmigrantes, respondiendo de manera unificada ante el asesinato policial de uno de ellos y extendiendo la agitación a toda Francia, mostró las debilidades del sistema y la fuerza de los marginados en su terreno y con sus métodos de lucha.
Si las movilizaciones que los trabajadores hispanos están realizando en los EEUU, consiguen tener éxito en la convocatoria a una huelga general para el 1 de mayo, consiguiendo la identificación con ellos de los trabajadores nativos precarizados, esta identificación de clase, saltando barreras raciales y nacionales, puede señalar el inicio de una nueva era de intensas luchas sociales.
Proceso y dinámica
La dinámica de la revuelta en Francia es vertiginosa.
En poco más de tres semanas los jóvenes han derribado a un primer ministro que se mantiene como cadáver político por cuestiones de imagen y de prestigio, además han demostrado que el Tribunal Constitucional es capaz de legitimar cualquier violación de los derechos sociales y económicos de los trabajadores y subtrabajadores jóvenes y menos jóvenes; y la autoridad absoluta de los patronos en la aplicación de los contratos laborales. Por el camino ha quedado cualquier prestigio representativo de la Asamblea Nacional.
La revuelta amenaza ahora directamente al presidente de la República que se ha alineado con el neoliberalismo salvaje al mantener el «Contrato de Primer Empleo» (CPE), pero ha hecho el ridículo con dos propuestas para corregirlo que han puesto en evidencia a quien sirven las instituciones republicanas. Los jóvenes han dejado despreciado y abochornado a la máxima institución francesa. La ratificación de una ley hecha con la promesa de modificarla y discutirla, ha reducido la constitución a un formalismo totalmente flexible y manejable por los gobernantes.
La reacción de la clase política francesa de hacer que el Contrato de Empleo Basura retorne al parlamento, cuando ha sido democráticamente abolido en las enormes manifestaciones de los últimos días, demuestra el carácter radical del enfrentamiento de clases y la alineación con el neoliberalismo salvaje de toda la clase política francesa.
Las clases medias
Las clases medias -estabilidad y miedo a los cambios- han sido desestabilizadas y están sufriendo en sus sectores más jóvenes, muy a su pesar y con alarma creciente, un cambio -no una amenaza- que los está convirtiendo en subtrabajadores, desempleados o precarizados. Por eso la apelación del presidente Chirac, no ha tenido eco alguno y ha culminado el desprestigio fulminante de todas las instituciones: Presidente del Gobierno, Asamblea Nacional, Tribunal Constitucional y Presidente de la República.
Los métodos de lucha
La revuelta urbana refleja muy bien la dispersión, la identificación inmediata de los combatientes -barrio, edad y vestimenta-, y la enorme magnitud y potencialidad numérica y luchadora de los subtrabajadores jóvenes.
Los jóvenes marginales fraternizan en el odio al sistema, en el desdén absoluto por las instituciones representativas, y se solidarizan de manera instantánea. El espacio común de convivencia -los barrios- es enorme, y puede ser convertido rápidamente en escenario de los enfrentamientos callejeros y del bloqueo del funcionamiento del sistema: transportes, y funcionamiento de las instituciones. Cortes de rutas, autopistas y arterias principales; cierre de centros de enseñanza y ocupación simultánea de la calle; ocupación de estaciones y centros administrativos. Además los «objetivos sectoriales» pueden ser cambiados instantáneamente.
La comunicación entre miles o millones de jóvenes en rebelión se consigue instantáneamente y también la movilización, la transmisión de consignas, y la determinación de objetivos.
La dispersión habitacional y laboral de la clase obrera tradicional no cuenta para nada. En realidad constituye una gran ventaja para la revuelta callejera.
Encubrimiento
Uno de los titulares de ayer domingo, el del periódico de PRISA, El País, demuestra claramente cuál es el papel ideológico de los medios de comunicación ante la enorme explotación y precarización de toda una generación de trabajadores:
«Francia lucha por un modelo social en crisis»»La ola de protestas contra el contrato juvenil revalida la resistencia de los franceses a los cambios».
Los principales mensajes encubiertos son:
-Los intereses de Francia son indivisibles. El CPE no es un problema laboral con enormes y absolutamente irreconciliables intereses enfrentados, sino un problema de adaptación de la sociedad francesa a la modernidad.
-Lo que está en crisis en el «modelo social que protege a los trabajadores», no el modelo neoliberal.
-Los «jóvenes son reaccionarios».
La deformación de la realidad y la falsificación de los motivos de la revuelta son escandalosa.
El País, un medio que se autoproclama y es proclamado como progresista por la «opinión pública» general, es en realidad defensor a ultranza del neoliberalismo más extremo. En este caso, El País enfatiza en la modernidad de la relación laboral establecida por el CPE, y en que el capitalismo que la crea se desarrolla bajo la bandera de la Libertad.
El País asume como socialmente avanzado un Contrato de Empleo Basura como el que ha promulgado Chirac en Francia.
(*) Antes de leer estas notas tenga en cuenta el lector que casi la totalidad de los términos empleados para describir la situación de los jóvenes trabajadores son -a falta de un lenguaje que escape del «encubrimiento» de la realidad- auténticos eufemismos: empleo precario, precarización, primer empleo, trabajadores subempleados.
En ocasiones intento salvar el obstáculo utilizando términos improvisados: subtrabajadores jóvenes, por ejemplo. Se aproximan mucho más a la realidad que los que han puesto en uso los medios de comunicación.
La exigencia de hacer ésta observación sobre nuestra carencia de un lenguaje más apropiado se la debemos a escritoras y escritores jóvenes como Belén Gopegui e Isaac Rosa.