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Schengen podrá quedar suspendido en casos excepcionales

Fronteras dentro de la Fortaleza

Fuentes: Rebelión

Ya es oficial: la Comisión Europea ha aceptado la posibilidad de que se reintroduzcan temporalmente controles limitados en las fronteras interiores del Espacio Schengen, tal y como propusieron Italia y Francia. La Comisión avisa de que se necesitará el acuerdo de la Comisión para aplicar dichos controles, de que sólo ocurrirá en «circunstancias muy excepcionales», […]

Ya es oficial: la Comisión Europea ha aceptado la posibilidad de que se reintroduzcan temporalmente controles limitados en las fronteras interiores del Espacio Schengen, tal y como propusieron Italia y Francia. La Comisión avisa de que se necesitará el acuerdo de la Comisión para aplicar dichos controles, de que sólo ocurrirá en «circunstancias muy excepcionales», pero no cabe duda de que un símbolo fundacional de la Unión Europea como es la libre circulación de las personas queda muy maltrecho. La Comisión, débil y contradictoria, ha recibido muchas críticas por esta decisión.

Qué frágil se ve la Fortaleza Europa. Han bastado 20.000 personas colándose por la puerta Sur para que dos países del G8 como son Italia y Francia no sólo no lograran resolver el problema sino que arrastraran a la propia Comisión Europea a revisar un pilar básico de la Unión Europea. Si se mira al río Evros, la puerta sureste, frontera grecoturca, se advierte la misma paranoia. En 2010 hubo 47.000 personas detenidas al intentar cruzar esa frontera. La Unión Europea cree que empleando 175 policías, y construyendo un muro de 12,5 kilómetros ha conseguido un éxito: reducir a 1600 el número de detenidos, gracias a la operación «Conejo» efectuada por Frontex. Nada más lejos de la realidad. Ocurre siempre lo mismo. Apenas se parchea un trozo de la Fortaleza, la presión se desplaza a un punto más débil. En este caso, la grieta se encuentra en Bulgaria, país que comparte 209 kilómetros de frontera con Turquía. Bulgaria confiaba con entrar en Schengen, junto con Rumanía, este año, y la Comisión de Justicia e Interior del Parlamento Europeo ha apoyado su ingreso aduciendo que ya se daban las condiciones necesarias para ello, pero Francia y Alemania siguen oponiéndose, probablemente porque se temen una oleada de inmigrantes. El gobierno búlgaro, que es de derecha, anuncia planes para construir una valla más (y tranquilizar así a sus anhelados vecinos europeos). Sin embargo, Europol acaba de publicar un extenso informe que advierte de que el sureste de Europa constituye actualmente la principal puerta de entrada de los contrabandistas de droga, armas y personas. El informe, como es obvio, daña los intereses de Bulgaria y Rumania, y hay que convenir en que es improbable que acaben entrando este año en el selecto club de Schengen. Más aún, teniendo en cuenta que el pasado 1 de mayo Alemania y Austria abrieron las puertas a los trabajadores de varios paises postsoviéticos (República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Eslovenia). Como era de esperar, los neonazis del NPD alemán se manifestaron coontra la «invasión de trabajadores extranjeros», y ya se sabe adónde conduce la espiral xenófoba: a que el populismo acabe contagiando a todos los partidos «moderados». De poco sirve que se publiquen informes como el del National Institute for Economic and Social Research de Reino Unido que afirma que, a raíz del ingreso de 700.000 trabajadores del Este de Europa la economía había crecido un 0.38% en el periodo entre 2004 y 2009.

Si el ingreso de migrantes es un buen negocio macroeconómico porque se abarata la mano de obra (un trabajador emigrante en Irlanda cobra un 18% menos), hay que preguntarse si la insistencia en políticas xenófobas se debe sólo a intereses electorales o si también entran en juego otras razones poco confesables. Pongamos un ejemplo banal referido al «éxodo bíblico» que, a decir de su ministro del Interior, padece Italia. El gobierno italiano actúa para afrontarlo declarando el estado de emergencia, lo que le permite saltarse todas las normas corrientes del ordenamiento judicial y del parlamento. Y comienzan a destinarse fondos para resolver la emergencia sin concurso ni control alguno: 10 millones de euros para convertir en centros de identificación y expulsión los campamentos de tiendas de Kinisia, Santa Maria Capua Vetere y Palazzo San Gervaso; 1 millón de euros para deshacerse de las embarcaciones que van llegando a Lampedusa. Suma y sigue. Un total de entre 34 y 52 euros diarios por migrante. Multiplíquese por 20.000. Piénsese luego que la «emergencia» comenzó el 12 de febrero y calcúlese el resultado. Una marea de millones de euros. Otro buen motivo para anunciar «éxodos bíblicos».

No obstante, la represión de la libre circulación, que como se ve es doblemente rentable a breve plazo, aplaza la gran cuestión política de fondo, que no es la libre circulación de personas dentro de la Fortaleza Europa, sino en el mundo. Según esta crónica de Simone Savona para Melting Pot, 50 tunecinos bloqueados en la frontera italofrancesa ocuparon un espacio de la estación de tren de Ventimiglia  el pasado 2 de mayo y comenzaron una huelga de hambre. Protestan porque, aunque el gobierno italiano les ha concedido un permiso de residencia temporal, con él no pueden cruzar a Francia, meta de su viaje. Desde el lado francés de la frontera devuelven a Italia sistemáticamente y de modo discriminatorio a todo aquel que tenga rasgos magrebíes. Las estaciones del sur de Francia (Mentone, Niza, Cannes, Marsella) están fuertemente militarizadas.

Malas noticias desde París. El colectivo «Tunecinos de Lampedusa», compuesto por jóvenes que consiguieron escapar a las redadas en Italia y Francia, y que había ocupado el 1 de mayo un edificio abandonado en el número 51 de la Avenida Simón Bolívar de París pidiendo un lugar donde vivir sin frío, hambre ni miedo ha sufrido una dura represión: 20 detenidos, 130 personas conducidas por la fuerza a tres comisarías (1). Ante actuaciones represivas de estos días en Francia o Italia, el editorial en pro de la integración y el multiculturalismo que ha redactado el grupo de nueve personas «eminentes» nombradas por el secretario general del Consejo de Europa para redactar un informe sobre las condiciones de los emigrantes no sirve nada más que para maquillar la esquizofrenia de la decadente Europa, que es integradora y multicultural de palabra, xenófoba y nacionalista de obra.

Hoy hay buena mar. Vuelven a llegar embarcaciones a Lampedusa, la isla clepsidra, que se vacía y se llena, se llena y se vacía al ritmo de las mareas y las marejadas. Anteayer estalló un incendio en el Centro de Identificación y Expulsión de Trapani. La realidad no cesa ni miente. Según la portavoz de ACNUR, Laura Boldrini, 686.000 personas han huido de Libia. Sólo 8.124 han llegado a Italia, «el país europeo más expuesto a las oleadas migratorias del Norte de África». A Túnez han llegado 327.000; a Egipto 256.000; 60.000 a Níguer, 20.000 al Chad; 14.000 a Argelia… La hipocresía continúa.

1. Il Manifesto, 5-4-2011, p.7.
2. Los nueve «eminentes» son: Emma Bonino, Joschka Fischer, Timothy Garton Ash, Martin Hirsch, Danuta Hübner, Ayse Kadioglu, Sonja Licht, Vladimir Lukin, Javier Solana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.