Poco se puede hacer en un país desahuciado como Guatemala que niega el genocidio pero que delira por un clásico de fútbol español. Un país con una sociedad mediocre y amnésica atestada de sabiondos y sabiondas en avatares de fútbol extranjero -así del puro aire-. Fanáticas y fanáticos de fintas, jugadas y goles que hacen […]
Poco se puede hacer en un país desahuciado como Guatemala que niega el genocidio pero que delira por un clásico de fútbol español. Un país con una sociedad mediocre y amnésica atestada de sabiondos y sabiondas en avatares de fútbol extranjero -así del puro aire-. Fanáticas y fanáticos de fintas, jugadas y goles que hacen amar al deporte rey. El deporte rey en liga de otro país no en el nuestro, porque el nuestro es mediocre como lo somos nosotros. Todo lo nuestro es mediocre porque así nos gusta, porque así nos conviene, porque es más fácil, porque requiere menos esfuerzo, porque con la mediocridad podemos tranzar, sobornar y vivir dentro de una burbuja que nos mantiene ajenos a la realidad de un país que cada día se hunde más, qué hundimos más en la escoria, nuestra propia escoria.
Chulada de sociedad de cucuruchos y alfombras, oraciones y golpes de pecho. Fútbol extranjero y desmemoria. Lujo de sociedad que voltea la cara para no ver lo que resiste, lo que cuestiona, lo que encara, lo que define y defiende, lo que exige y lo justo. Ante todo, lo justo. Pongámonos las playeras de nuestro equipo favorito del clásico español y celebremos los goles, brindemos por la alegría de la mediocridad.
Y es que pocos son los corazones que se resisten a amar el balompié, siendo el fútbol una pasión que hierve en la sangre de millones de personas alrededor del mundo; sin importar edad, credo, género, cultura, idioma ni frontera. Aquí nadie está diciendo que no se disfrute, porque lo que es hermoso es vida y al balompié le sobra esencia.
Lo que da un no sé qué, es ver el fanatismo con el que se identifica esta sociedad guatemalteca -en todos sus niveles- cuando se trata de alabar lo que llega de afuera, lo hacemos propio, soñamos con que sea nuestro, queremos ser como ellos, somos especialistas en imitar incapaces de crear y ser genuinos. Debido a nuestra mediocridad desechamos lo que realmente es nuestro, ¿será porque sabemos que es anodino? Y el fútbol extranjero -en especial el de la liga española- es solo un ejemplo en los deportes, porque lo mismo sucede con las temporadas de baloncesto de la liga estadounidense, ni qué decir del béisbol de este país que en Guatemala tiene a miles sentados frente a la pantalla de un televisor. Somos esa masa amorfa tan moldeable a la mediocridad que rechazamos la identidad.
Un ejemplo claro de identidad, justicia y conciencia es la existencia del Día Nacional Contra el Genocidio que se conmemora el 23 de marzo. Fecha surgida en el año 2013 en favor de la etnia Ixil que fue víctima del genocidio y crímenes de guerra durante 1982 y 1983 período en que gobernó José Efraín Ríos Montt.
Día que pasó desapercibido en este país de desmemoria con una sociedad que delira por un juego fútbol extranjero. La verdad es que cualquier polvo nos avienta, cualquier cosa, cualquier pretexto para no reconocer y seguir negando lo que solo en el corazón de la víctimas existió. En el dolor de los torturados, desaparecidas, violadas, masacrados, ajusticiados, exilados, desplazados, retornados.
Esta mediocridad de país es tierra fértil para genocidas, ladrones, violadores, estafadores, que hacen con él lo que la avaricia, la prepotencia y la impunidad les invita y lo que nosotros con nuestra mediocridad, solapamos.
¿Qué va llevar? ¿Qué va querer? Le cambiamos el genocidio y le damos fútbol, ¿cuántos goles quiere?, ¿cuántas fintas?, ¿cuántas tarjetas? Venga, acérquese y mire, embrújese, atóntese, olvídese de la dignidad y entréguese a la burla de un Gobierno que con nosotros hace marionetas, marionetas de mediocridad.
Como somos incapaces de crear, edificar, dignificar y nos encanta la imitación pues por lo menos imitemos lo digno, lo honrado, lo justo y para no ir tan lejos aprendamos de otros países hermanos como es el caso de Argentina, conmemora el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia. El 02 de agosto de 2002 el Congreso argentino dictó la ley 25.663 para crear el día en que se recordarán las muertes de civiles de la sangrienta dictadura Cívico Militar. Usted vea la diferencia de años luz que nos lleva el país del Sur allá se dignifica a las víctimas y en Guatemala lo que hacemos es repudiar a quien se atreve a mencionar la palabra genocidio. No por gusto seguimos en el agujero, si nos siguen dando espejitos a cambio de nuestra capacidad de reacción.
Celebremos los goles que sigue anotando en nuestra portería, la corrupción, la injusticia y la impunidad. Festejemos que somos quienes siempre perdemos el partido, porque no sabemos de tocar el balón con la palabra justa, ni de fintas con nuestra identidad, mucho menos de dominio con nuestro libre albedrío, de amortiguamiento con nuestra mediocridad, jamás de anotar en la portería adversaria porque la desmemoria, la deslealtad y la mezquindad no nos dejan siquiera tocar el balón mucho menos llegar a la otra mitad del campo. Donde están quienes sin mayor esfuerzo menean los hilos de este país de marionetas.
¿Se imagina usted que el Día Nacional Contra el Genocidio, esa masa amorfa que se paralizó viendo el juego de fútbol español hubiera salido a las calles a conmemorar la dignidad de la memoria? ¿A dignificar a los muertos, torturados, violadas, ajusticiados, desaparecidos, exilados, desplazados, retornados? Se haberse plantado como en la España misma la Marcha por la Dignidad. Ni para imitar lo bueno nos alcanza con nuestra zángana mediocridad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.