La izquierda y el liberalismo, unidos en el 2008, derrotaron al partido colorado que se mantenía en el poder hacía 61 años, incluidos los 35 (1954-1989) que sustentó a la dictadura fascista de Stroessner. Para muchos fue una hazaña, el partido con más tiempo en el poder (más que el Partido Comunista Chino) en el […]
La izquierda y el liberalismo, unidos en el 2008, derrotaron al partido colorado que se mantenía en el poder hacía 61 años, incluidos los 35 (1954-1989) que sustentó a la dictadura fascista de Stroessner. Para muchos fue una hazaña, el partido con más tiempo en el poder (más que el Partido Comunista Chino) en el mundo había sido derrotado por las fuerzas democráticas y progresistas.
Parecía que recién con la caída del coloradismo, configurado como un partido neofascista, en el Paraguay empezaría la verdadera transición democrática. Para el liberalismo, un partido tradicional, que operó históricamente como un súbdito del colorado, se abría la posibilidad de pasar al frente de la historia y convertirse en artífice de un nuevo tiempo. Pero la dirigencia liberal, últimamente más caracterizada por sus torpezas que sus grandezas, cayó en la tentación mediática y se alió a los poderes fácticos, apoyando el golpe parlamentario que destituyó a Fernando Lugo, el mismo que le permitió coadministrar el poder después de 70 años.
Con el golpe, los liberales se hicieron de un efímero poder, y hoy a dos meses de las elecciones, los números no cierran. No pueden sumar los votos de la izquierda y el voto independiente se vuelve esquivo. Mientras tanto, los colorados suman adeptos, incluidos a los ex oviedistas que vuelven arrepentidos a su antiguo hogar.
El golpe, orquestado por los poderes fácticos vinculados al coloradismo, fue contra Lugo, pero tuvo efectos colaterales fulminantes para el partido liberal, un centenario partido que debe preparar sus maletas para volver a sus antiguas funciones de segundos en la historia.
El golpe de junio del 2012 fue concebido con fina ingeniería por los colorados, que arrastraron al liberalismo y los partidos de la derecha reaccionaria a su proyecto autoritario. Un tosca dirigencia liberal cayó en la trampa y se alió al partido que sabe más por viejo que por zorro los torcidos caminos de la política. Tras los sucesos de junio, el liberalismo quedó estigmatizó de «golpista» y traidor a Lugo, pero los colorados emergieron limpios y diáfanos. A cargo de los liberales estuvo el trabajo sucio a cambio de hacerse del poder por unos pocos meses, los colorados se preparan para retomarlo para siempre.
Mantener la alianza con la izquierda, le hubiera permitido a los liberales ganar las elecciones y conducir al Paraguay hacia los cambios tan anhelados, pero entre el desafío de la gloria y la iniquidad, eligieron lo último, que al parecer es un escenario en el que están más cómodos, y les permitirá seguir ejerciendo su tradicional rol de marginales en la historia.
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