Grecia se ha convertido en un protectorado oficial de la Unión Europea, fundamentalmente de Alemania (vuelve a la condición que tuvo desde su independencia, en 1830, hasta que pasó a la órbita de la Otan norteamericana). Cuando los diarios rumiaban con la posibilidad de que saliera un paquete de rescate para Grecia, sus ‘socios’ […]
Grecia se ha convertido en un protectorado oficial de la Unión Europea, fundamentalmente de Alemania (vuelve a la condición que tuvo desde su independencia, en 1830, hasta que pasó a la órbita de la Otan norteamericana). Cuando los diarios rumiaban con la posibilidad de que saliera un paquete de rescate para Grecia, sus ‘socios’ le impusieron un laxante en fuertes dosis. En el breve lapso de un mes, el gobierno de Atenas ha sido forzado a aumentar diversos impuestos, cortar gastos presupuestados de capital, reducir los salarios del sector público y aumentar la edad requerida para la jubilación. Ocurre que al cabo de esas cuatro semanas vencen deudas estatales del orden de los 17 mil millones de dólares. Más adelante, bajo la ‘supervisión’ de un comité de la UE, Grecia tendrá que aumentar el IVA, reducir los salarios en la actividad privada e hipoteca! r los ingresos de aduana. Es el método con el que el imperialismo inglés gobernó al mundo en el siglo XIX. La crisis griega develó, en este episodio, el secreto mejor guardado de la UE: su condición de espacio de explotación semi-colonial de la mayoría de sus Estados por parte de una minoría de pulpos con asiento, principalmente, en Alemania, Gran Bretaña y Francia -y, por supuesto, los Estados Unidos. Los alemanes, especialmente, pretenden repetir en Grecia la política que impusieron en los países Bálticos, Hungría y Ucrania- en los cuales no resolvieron la quiebra financiera de esas naciones pero sí impusieron una recesión descomunal, que en el caso de Letonia produjo una caída de la producción industrial del 38% en el último trimestre de 2009. La receta deberá pasar ahora la prueba de la reacción de las masas griegas que, m&aac! ute;s allá de los paros generales de 24 horas decididos por la burocracia de los sindicatos, ha desatado también una serie de huelgas, por presión de abajo, en varios sectores del Estado. La recesión que provocará el ajuste en Grecia agravará la crisis fiscal, debido a la caída de la recaudación. La solución alemana es apenas una tentativa para poner a prueba la capacidad reacción de los trabajadores griegos, meter miedo a los de Alemania y azuzar el chovinismo entre los trabajadores de los diferentes países. Pero no podrá contener la cesación de pagos de Grecia o su propagación a otras naciones -como España, Irlanda, Portugal e incluso Italia- sea bajo la forma de crisis fiscales y/o bancarias o industriales (es lo que ocurre en Italia). Por eso ha comenzado una especulación contra el euro.
Lo interesante, de todos modos, es que el caso griego demuestra el agotamiento de la política de intervención del Estado para contener la recesión y para salvar a los bancos. El déficit fiscal y la emisión monetaria se encuentran en crisis. La crisis griega fue desatada, precisamente, por la decisión del Banco Central Europeo de excluir la deuda pública de baja calificación, como la de Grecia, de las garantías aceptables para otorgar préstamos a los bancos que financiaban a esos Estados. China, antes, ya había empezado a restringir la creación de crédito para detener la especulación inmobiliaria y en la Bolsa, el crecimiento de la deuda del Banco Central y la inflación. Los situación fiscal de los países más desarrollados (que le quieren dar lecciones a Grecia) es peor aún que la de Grecia, pues además de tener ! un déficit de proporciones similares, tienen una deuda pública a plazos aún más cortos que los de Atenas – el promedio de la deuda pública griega es de 7,5 años, el de la de Estados Unidos, cuatro años (The Economist, 13/2). El FMI acaba de señalar, en relación a los países más desarrollados, que «la política monetaria, en todas sus formas, ha alcanzado sus límites» (Financial Times, 16/2), o sea que si continúa, derivaría en una hiperinflación y en devaluaciones en cascada. Con relación a la crisis fiscal señala que, si se agregan a los déficits corrientes de los próximos años los gastos por jubilaciones que no tienen financiación prevista, el desbalance, en 2050, podría llegar al 250% del PBI en Italia; al 300%, en Alemania; al 400%, en Francia; al 450%, en Estados Unidos; al 500%, ! en Gran Bretaña y al 600%, en Japón. Por eso las propuestas de ajuste giran todas, por sobre todo, en liquidar el sistema jubilatorio, que no es más que el salario cobrado al final de la vida laboral. Esas previsiones son muy interesantes porque van paralelas a estimaciones de crecimiento de la productividad del trabajo, lo que es claramente una contradicción. Pero, bajo el capitalismo, el aumento de la productividad del trabajo significa al mismo tiempo una reducción relativa del valor de la riqueza mercantil, por tanto una tendencia a la caída de la tasa de ganancia sobre el capital invertido y a la sobreproducción, y una tendencia al desempleo masivo. Bajo el capitalismo, la riqueza no se mide por su utilidad social sino por el beneficio que genera al capital -por eso en todas sus crisis la sociedad se hunde rodeada de una riqueza social que es más grande que nunca. El capitalismo no puede garantizar la jubilació! ;n prometida, porque no puede garantizar tampoco el trabajo productivo adaptado a los trabajadores de todas las edades.
El editor del Financial Times acaba de escribir que «Grecia no es Estados Unidos», pero en el desarrollo del planteo prueba, a pesar de él, lo contrario. La crisis de un país no es sólo el espejo para el país que le sigue, sino que importa por el impacto que provoca en el conjunto de las relaciones que forman la economía mundial, y que de este modo aproxima las diferentes estructuras y particularidades nacionales hacia un mismo abismo. Si, por ejemplo, la cesación de pagos de Grecia obligara a su exclusión de la moneda europea (como ya ocurre con Gran Bretaña o los países escandinavos), para muchos esto marcaría el principio del fin de la Unión Europea. Pero no hace falta llegar a tanto: la conversión de Grecia en un protectorado de la UE ya es una manifestación de esa desintegración.