En 2001 la Unión europea lanzaba una iniciativa hacia los países más pobres llamada «everything but arms» («todo menos armas») destinada a intercambiar con esos países todo tipo de productos excepto armas. Diez años más tarde y para rescatar a Grecia, la Unión Europea regresa con un concepto por desgracia algo cambiado que sin duda […]
En 2001 la Unión europea lanzaba una iniciativa hacia los países más pobres llamada «everything but arms» («todo menos armas») destinada a intercambiar con esos países todo tipo de productos excepto armas. Diez años más tarde y para rescatar a Grecia, la Unión Europea regresa con un concepto por desgracia algo cambiado que sin duda marcará la jurisprudencia: «Todo, incluso armas».
Desde una visión pacifista y de los derechos humanos, no deja de sorprender el nuevo enfoque europeo. Si bien es cierto que por razones de solidaridad y necesidad evidentes la Unión Europea debía de sacar adelante un plan de ayuda, las condiciones socio-económicas impuestas a uno de los países más tocados por la crisis financiera resultan totalmente contrarias a planteamientos de paz y justicia. Grecia es uno de los países más militarizados de la UE. Cuenta con 100.000 soldados sobre una población de 11 millones de habitantes (mientras Alemania tiene 200.000 soldados sobre una población de 82 millones y España unos 130.000 para 46 millones de habitantes). Dedica el 3.3% de su PIB a gastos militares, sobre todo debido al conflicto en Chipre con Turquía. El gasto militar detallado en Grecia es secreto de Estado, y se ha estado maquillando junto con las cuentas del país. Pero sobre todo, Grecia es el quinto comprador de armas del mundo, comprando más de la mitad de su arsenal a Francia y Alemania, los mismos que hoy le piden recortes sociales y ajuste estructural. En la última cumbre de la OTAN en París, como desveló el coportavoz de Los Verdes en el Parlamento europeo Daniel Cohn-Bendit, el presidente griego Papandreou se reunió con el gobierno francés que le dejó claro que las ayudas a Grecia estarían condicionadas a los contratos de armamento firmados por el gobierno de Karamanlis. Desde entonces, Grecia se ha visto obligado a confirmar varios miles de millones de euros en contratos de armamento para submarinos alemanes, helicópteros y fragatas franceses, aviones franco-alemanes. En un afán de transparencia, ¿harán públicos Francia y Alemania estos «contratos odiosos» con Grecia?
Las «locomotoras» europeas están ejerciendo sobre Grecia un verdadero chantaje, y también sobre otros países como Albania. ¿Para qué necesitan los países en crisis o los más desfavorecidos aumentar su gasto en asuntos militares? ¿Mejora el bienestar de los países exportadores de armas o su propia seguridad nacional?
En el primer caso, países como Francia o Alemania -o España- no pueden pretender abanderar la defensa de los derechos humanos y de la paz mundial a cambio de la defensa de sectores nocivos para la sociedad, como puede ser el sector armamentístico. Señor Sarkozy y Señora Merkel: en vez de pedir recortes de gastos sociales ¿no estarían Francia y Alemania dispuestas a reducir sus ingresos por partidas militares para que Grecia no deba recortar derechos a sus ciudadanos?
En cuanto a la segunda parte de la pregunta, si Grecia tiene hoy ese gasto militar desproporcionado, es en gran parte a causa del conflicto en Chipre. Grecia debería de recortar su gasto militar inmediatamente y reducir así su deuda externa, a costa por supuesto de que Francia y Alemania no reciban ese dinero y empiecen a generar una economía sostenible. En este marco, la pacificación en Chipre es una herramienta de bienestar social en Grecia. Por otro lado, la UE, que ha sido cómplice por inacción y por tener una política errática e hipócrita en la zona, tiene como deber y prioridad poner todo su peso para arreglar el conflicto turco-griego en Chipre. Dicho de otra manera, en vez de una Europa comercial todo poderosa, necesitamos una Europa política, con mucha visión de futuro.
Ahora bien, la nueva doctrina europea «todo, incluso armas» va a tener unas consecuencias sociales directas desastrosas, y no precisamente pacíficas como ya lo mostraron las últimas revueltas violentas en Grecia. El plan de ajuste estructural promovido por Alemania y Francia cuyas medidas no dejan de parecerse a las de Zapatero (disminución de los sueldos en la administración pública, retraso de la edad de la jubilación, etc.), es particularmente chocante ya que una vez más se está socializando las pérdidas económicas en tiempo de crisis entre las capas sociales más humildes. Tras haber repartido al máximo los beneficios y ventajas fiscales entre las personas más ricas de Grecia durante el periodo de bonanzas, ahora volvemos a métodos que ni siquiera el FMI defiende en la actualidad. Sí, era necesario un préstamo masivo pero no a cualquier precio y no de cualquier forma. En febrero pasado, escribíamos desde el movimiento verde que los estados miembros están en una encrucijada: o bien siguen practicando la no cooperación y corren el riesgo de reventar el acervo europeo, o bien salen de la crisis por la puerta grande mediante la puesta en marcha de nuevas cooperaciones. Es obvio que por «cooperaciones» no se puede entender el refuerzo de un mercado para los países ricos de la UE, donde éstos prestan a los países más pobres para que estos les compren su producción industrial (en este caso de armas) y hacen doble negocio, con la venta y el préstamo.
Ante este peligroso «todo, incluso armas», trabajemos por el refuerzo de una Europa política como un instrumento decisivo en la política internacional para salir de la crisis financiera o del conflicto greco-turco por Chipre. Creemos una Europa que sepa ilusionar por su capacidad para enderezar los problemas de la ciudadanía europea y proponer un horizonte de paz y solidaridad.
Florent Marcellesi, coportavoz de la Coordinadora Verde (http://
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