La Unión Europea debe de cambiar. ¡Y tanto! No es una mera opinión personal, es parte del contexto frágil que se ha acelerado tras la crisis del 2008 y ha provocado que muchas mentes analicen detalladamente lo que en su día no se analizó; desde el Tratado de Maastricht, el Euro o el Tratado de […]
La Unión Europea debe de cambiar. ¡Y tanto! No es una mera opinión personal, es parte del contexto frágil que se ha acelerado tras la crisis del 2008 y ha provocado que muchas mentes analicen detalladamente lo que en su día no se analizó; desde el Tratado de Maastricht, el Euro o el Tratado de Lisboa. No sólo está en auge una posición crítica por parte de la izquierda panaeuropista que estos días presenta en Madrid «Un plan B para Europa» [1] , sino también el crecimiento de una derecha llamada euroescéptica o el empuje rupturista del neofascimo chovinista antieuropeo.
Dos puntos de la actualidad han sido temas de fondo sobre el debate de la Unión Europea; uno vinculado al área económica y otro como eje geoestratégico.
En lo económico se ha profundizado la discusión sobre la insostenibilidad del modelo del Euro y el crecimiento de la deuda por parte de los Estados, llevándose a cabo reformas de austeridad para intentar controlar el déficit de los Estados reduciendo sus servicios públicos. Servicios, un pilar del que ha presumido Europa y le ha dado identidad propia los últimos 70 años. Sobre lo geoestratégico, la actual inquietud está dedicada al «Espacio Schengen» tras la mayor crisis migratoria desde la II Guerra Mundial en suelo europeo. Un fenómeno social donde Europa es parte de la causa (Libia, Siria,…) pero se ha querido provocar gran amnesia política y mediática.
La centralidad de debate en la UE sobre estas dos controversias ha producido el vacío de un tercer aspecto de suma importancia en la institucionalidad política europea; «La desigualdad democrática». Europa presume en sus libros de historia etnocéntricos de ser la cuna del sistema democrático y soberano por la Antigua Grecia y complementado por la Revolución Francesa y su «Liberté, Égalité, Fraternité», pero parece que hay más democracia para unos Estados que para otros según su poder económico. Europa reproduce una estructura estado-clasista.
Un ejemplo sencillo y comparativo. Estos días se ha celebrado la Cumbre de la UE en Bruselas reuniendo a los Jefes de Estado para intentar llegar a un acuerdo con el Primer Ministro Británico, David Cameron, y mantener al Reino Unido dentro de la UE. ¡Acuerdo conseguido!. Cameron en su campaña electoral del 2015 prometió hacer un Referéndum sobre si el Reino Unido continúa o no en la UE. El referéndum fue promesa y se hará pese al acuerdo (posiblemente el próximo 23 de junio según la última declaración de Cameron). El pacto de la UE con Cameron finalmente tendrá el apoyo del Primer Ministro británico y gran parte de su gobierno a continuar en la UE ya que la estructura regional europea permitirá un «Status Excepcional» al país monárquico; desde limitar las prestaciones sociales a emigrantes europeos (llamados Benefits), o poder tener decisiones en la zona Euro sin ser miembro, entre otras. Europa finalmente cedió a las exigencias británicas.
Este tipo de negociación no es algo nuevo. Grecia tuvo una situación similar pero con otro final, y no muy feliz. Las exigencias de la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) contra el programa político del nuevo gobierno de Syriza saliente en enero de 2015, como el punto de no reformular la deuda del país heleno, llevó al presidente Tsipras a convocar un Referéndum el 5 de julio para aceptar o no el III Plan de Rescate de la Troika. Un referéndum que soberanamente ganó el NO y era la principal arma democrática de Tsipras para renegociar con la Troika un nuevo Plan o planificar el Grexit. Finalmente la UE coaccionó al gobierno de Tsipras de aceptar Sí o Sí el nuevo plan neoliberal, efecto que provocó una ruptura interna en el gobierno heleno y un desencanto no sólo en pueblo heleno sino en la izquierda europea.
Mientras la UE ha querido escuchar las exigencias de Cameron con su amenazante Brexit, hizo absolutamente lo contrario con Grecia donde no sólo un Presidente exigía sino todo un pueblo consultado en un referéndum. Gran Bretaña es la segunda economía europea detrás de Alemania, según el PIB medido por el FMI [2] , al igual que en población (65 millones) y tiene un poder geoestratégico internacional al disponer de asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Grecia sólo posee el 2% de todo el PIB Europeo, con 11 millones de habitantes y queda en un lugar geoestratégico regional absorbido por su país vecinal, el predominio militar de Turquía.
Cómo ha sucedido en la historia de conflictos interclasistas (historia que continúa) en el siglo XIX y parte del XX sólo podían votar en el sufragio censitario, y ser escuchados en los espacios institucionales, los hombres de clase media-alta y no las mujeres, campesinos y obreros. Lo mismo sucede hoy en la UE a escala estatal, sólo tienen posibilidad de ser escuchados y entendidos soberanamente los pueblos y gobiernos de las potencias económicos y geoestratégicas. ¡Europa necesita democratizarse!
Notas
[2] http://economia.elpais.com/economia/2015/04/15/actualidad/1429060990_180502.html
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