Sucedió en Bonn el pasado domingo, 21 de enero. Había cerca de 650 delegados, la galería en el centro de congresos también estaba llena de observadores. El suspense era casi visible, también entre los que se manifestaban enfrente. Millones de personas en toda Alemania estaban observando atentamente si la trayectoria futura del Partido Social Demócrata […]
Sucedió en Bonn el pasado domingo, 21 de enero. Había cerca de 650 delegados, la galería en el centro de congresos también estaba llena de observadores. El suspense era casi visible, también entre los que se manifestaban enfrente. Millones de personas en toda Alemania estaban observando atentamente si la trayectoria futura del Partido Social Demócrata (SPD), el partido político más antiguo de Alemania, tomaba una nueva ruta. Los representantes del partido de los dieciséis estados tenían que votar, a favor o en contra, de la renovación de la Gran Coalición (en alemán «Grosse Koalition», GROKO) con sus adversarios tradicionales, al mismo tiempo que socios mayoritarios los últimos cuatro años, la «Unión» -la Unión Demócrata cristiana (CDU) de Angela Merkel y su rama bávara, la Unión Social cristiana (CSU), de centro-derecha.
Los discursos habían durado todo el día. El dirigente del SPD, Martin Schulz, llamó a votar Sí; a formar una nueva coalición. Después de cuatro meses desde las elecciones de septiembre sin nuevo gobierno ni gabinete, con el anterior en funciones, Alemania debía ser salvada de la desintegración política. Sólo había dos alternativas: un gobierno en minoría, sin precedentes, de la Unión de Merkel (que ya había rechazado por raquítico) o nuevas elecciones. Pero la extrema derecha, los lobos, fascistas de la Alternativa para Alemania (AFD), que ya aúllan en el Bundestag con 94 escaños, podrían muy posiblemente ganar aún más. Su referencia a ellos fue el único momento de su intervención que obtuvo algo más que un tibio aplauso, que fue todo lo que consiguió al final, una fuerte señal de la debilitada posición del hombre que, hace un año, fue acogido de manera tan calurosa – muy brevemente – como nuevo salvador del partido, el dirigente que audazmente se había comprometido después de las elecciones a que el SPD abandonaría la coalición y se convertiría en un partido de oposición activa a Merkel & Co. y así recuperaría su fuerza de antaño. Desde entonces se ha tenido que tragar sus orgullosas palabras.
¡El SPD ciertamente necesita recuperar su fuerza! Cuatro años de compromisos bajo la presión de Merkel, que tan poco han logrado para la gente trabajadora que tradicionalmente apoyaban al SPD. Al final, los socialdemócratas fueron castigados con un mísero 20,5% de los votos, una pérdida del 5% en cuatro años. La CDU y la CSU perdieron aún más, obteniendo sus peores resultados desde 1949, pero aún son el partido más votado de los siete que concurrieron, con un 34%, mientras que el SPD está al borde de perder su posición como el principal partido de la oposición.
Esto explica por qué ha podido crecer rápidamente una sorprendente resistencia de izquierdas en el SPD en solo una semana, desde que los negociadores de los tres partidos de la coalición anunciaron su compromiso de acuerdo. El propuesto gobierno para cuatro años, se argumentó, con la Unión siempre en la posición mayoritaria, haría perder al SPD aún más votantes, lo que podría marginarlo del centro del terreno político para siempre. ¡Un suicidio! La izquierda del SPD quiere quedarse fuera, defender los viejos principios, recuperar el apoyo perdido, como el propio Schulz había exigido tras las elecciones.
Un par de delegaciones de los estados más pequeños corrieron el riesgo de oponerse. Pero quienes fueron casi unánimes a la hora de condenar cualquier intento de sumarse a un nuevo gobierno y disfrutar de los cómodos sillones ministeriales fueron los jóvenes miembros del partido, los Jung Sozialisten – llamada Jusos – una estructura independiente y tradicionalmente más militante y a la izquierda que el resto de las organizaciones del SPD. Han sido sus carteles los que habían predominado durante toda la semana – y ahora fuera de la sala de congresos: ¡GROKO NO! Y dentro de la sala sus discursos eclipsaron las palabras fuertes, pero menos convincentes, de Martin Schulz. Era una división que se parecía en algo a los enfrentamientos entre corriente dentro del Partido Demócrata en EEUU.
La última en tomar la palabra antes de la votación fue Andrea Nahles, presidenta del grupo parlamentario del SPD en el Bundestag. En su momento fue dirigente del ala izquierda del partido, de hecho, fue presidenta de los Jusos entre 1995-1999. También ha sido Ministra de Trabajo en los gobiernos de coalición bastantes años, lo que ha suavizado considerablemente sus puntos de vista. Pero no han agotado su habilidad oratoria. Nahles criticó al actual dirigente de los Jusos y exigió el voto favorable a una coalición. Elogió las escasas contrapartidas obtenidas durante las negociaciones y se comprometió a intentar conseguir algunas más en las negociaciones directas para la coalición que deben tener lugar: una buena atención médica tanto para los pacientes con seguros privados apoyados por el gobierno como para los que disfrutan de un seguro privado; protección contra los despidos incontrolados de las empresas; ayuda a las familias de refugiados divididas. Pero admitió que las nuevas contrapartidas serían, en todo caso, frágiles; las dos partes de la Unión, enfrentadas a fuertes ataques de fuerzas más a la derecha dentro y fuera de sus propios partidos, rechazan nuevos compromisos. Sin embargo, advirtió, no había otra alternativa que un ¡Sí a GroKo!
Los dirigentes de los principales sindicatos presentes, con sus estrechos vínculos con los dirigentes del SPD, asintieron con la cabeza, como de costumbre, prefiriendo el «mal menor». Mas de cincuenta miembros del aparato del partido, como si fueran superdelegados del Partido Demócrata de Estados Unidos, han estado predicando a favor de la coalición por todo el país hasta quedarse roncos. A ellos se han opuesto como máximo unos 90 delegados Jusos. El resultado parecía predecible, aunque el suspense de lo que se votaría era casi intolerable.
El resultado de la votación a mano alzada no fue claro y fue necesario realizar un conteo detallado. Para gran alivio de algunos, y gran decepción de los demás, el resultado fue: SI – 362, No – 279. Un delegado se abstuvo.
Con este apoyo, las negociaciones tripartitas han comenzado para formar un nuevo gobierno, acordar el programa y decidir el reparto de carteras en el Gabinete. (Algunos se preguntan si Schulz, por un mínimo de decencia después de sus orgullosas aunque olvidadas palabras, se abstendrá de participar en el Gabinete). Todo esto llevará tiempo; se espera que el acuerdo pueda ser firmado antes de los días alegres del Karneval, a mediados de febrero, que una antigua tradición establece sea el gobierno de los locos. Locos o no, por Pascua habrá un nuevo gobierno, después de seis meses de negociaciones.
Pero, entre los desfiles de los locos y el conejo de Pascua está la Cuaresma, un tiempo de arrepentimiento y, incluso para los laicos dirigentes del SPD, quizás de abstinencia no deseada. De acuerdo con sus estatutos, primero tiene que haber un referéndum; Los 430.000 miembros del SPD deben votar su aprobación o rechazo. Así que se abre otro tenso período de exhortación y recriminaciones.
Las fuerzas de GROKO NO son en su mayoría jóvenes alentados por el éxito de Jeremy Corbyn frente a las retrógradas y/o corruptas fuerzas de Blair en el Partido Laborista británico; sus partidarios reclutaron a miles de nuevos miembros que votaron «por Jeremy» y han animado en gran medida desde entonces la vida interna del Partido Laborista. En Alemania, un anuncio de los Jusos en Google para afiliarse al SPD (con una cuota de diez euros los dos primeros meses) ha conseguido 1.700 nuevos miembros en un día. Los líderes del partido están preocupados: ¿son auténticos socialdemócratas – son como nosotros? Pueden ser capaces de fijar una fecha límite para el cierre del censo, de manera que los novatos no puedan participar en el referéndum interno.
Tan sólo una semana antes de la reunión del SPD en Bonn miles de personas se congregaron en el este de Berlín, como todos los años, para desfilar en honor de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht ante el atractivo memorial erigido en su honor y de muchos otros que lucharon, y a veces murieron, por un mundo justo – más precisamente, un mundo socialista. Muchos de los que dejaron un solo clavel rojo a los pies del memorial eran los «viejos fieles» de los tiempos de la RDA, de edad avanzada, que cada vez son menos, pero también había jóvenes de todos los países vecinos, alemanes y de muchas otras nacionalidades. Pocos eran del SPD; los miles que habían venido apoyan a Die Linke [La Izquierda] o a una panoplia de grupos y grupúsculos más a la izquierda.
Son personas escépticas en relación al conflicto actual del SPD. Recordaron cómo Karl Liebknecht tuvo que desafiar la presión del grupo parlamentario del SPD y -casi solo- voto en contra de los créditos de guerra del Kaiser al comienzo de la Primera Guerra Mundial; cómo Rosa y Karl fueron a la cárcel por oponerse a la guerra, mientras los socialdemócratas se unieron a un gobierno que apoyaron hasta su sangriento final. Y cómo sus esperanzas de una nueva Alemania socialista después de la guerra fueron frustradas por el Partido Socialdemócrata, que, al menos de forma pasiva, fue cómplice en su asesinato brutal en enero de 1919, una fecha que sigue siendo conmemorada por aquellos que todavía los admiran. Aunque divididos por desacuerdos políticos, tanto dentro como fuera de Die Linke, todos los participantes saben que los partidos de la GROKO concuerdan en mantener a las tropas alemanas en Afganistán, Mali y Estonia (y ¿quién sabe dónde más?), además de apoyar una nueva fuerza militar europea, poderosa y rápida, liderada por Alemania. Y saben que el mayor logro del SPD en los últimos cuatro años ha sido un nuevo salario mínimo en una supuestamente próspera Alemania de 8,84 euros la hora (unos $ 11), una legislación llena de lagunas, ¡mientras se congelan los impuestos para los más ricos! Y temen el creciente peligro de unos fascistas envalentonados que pregonan el odio a los extranjeros, especialmente a los musulmanes, especialmente dirigido a los trabajadores. Algunos líderes de la CDU-CSU se mueven en la misma dirección. ¿Podrían los Jusos con su GROKO NO -y podría Die Linke, con todos los otros antifascistas- detener este giro a la derecha? 2018 también puede tener muchos días de suspense.
Victor Grossman es un escritor y publicista germano-norteamericano residente en Berlín desde 1952, cuando desertó del ejército norteamericano de ocupación en Viena y se exiló a la República Democrática Alemana. Su autobiografía está considerada como uno de los grandes testimonios políticos de la segunda mitad del siglo XX: Crossing the River. University of Massachusetts Press, Amherst, Boston, 2003. En 2006 publicó un importante libro sobre la Guerra Civil española: Madrid, du Wunderbare. Ein Amerikaner blättert in der Geschichte des Spanienkrieges . GNN-Verlag, Schkeuditz, 2006.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2018/01/30/groko-or-no-groko/ Traducción: Enrique García
Nuestra fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/alemania-groko-o-no-groko