Recomiendo:
0

Guttenberg o hasta qué punto llega la sumisión pequeñoburguesa de los alemanes

Fuentes: Verlagsgruppe Dromer Knaur

Traducción de Javier Fdez. Retenaga

El pasado año, 221 conductores de autobús de la empresa de transporte público Saarbahn GmbH, para impedir la privatización que se les venía encima, en lugar de declararse en huelga se afiliaron a un partido [el Partido de Izquierda Linkspartei de Oskar lfontaine, NdT]. En Schaeffler y Porsche, los trabajadores se echan sollozando en brazos de los accionistas en lugar de mandarlos al diablo. Y, al mismo tiempo, muchos alemanes idolatran al ministro de Economía Guttenberg y le tienen por alguien especial. ¿Por qué una visión tan sumisa y pequeñoburguesa?

El barón Karl-Theodor Maria Nikolaus Johann Jacob Philipp Franz Joseph, Otto, Sylvester von und zu Guttenberg, más conocido como Karl-Theodor zu Guttenberg es descendiente de una famosa familia de la nobleza bávara: su tío bisabuelo, Karl Ludwig, fue asesinado por la Gestapo la noche del 24 de abril de 1945, y su abuelo, Karl Theodor, fue un militar opositor al nacionalsocialismo y cofundador de la CSU que destacó por su oposición a la Ostpolitik (política de abertura al Este) de Willy Brandt. Es secretario general de la Unión Social Cristiana (CSU) y, con 37 años, ha sido el ministro de Economía y Tecnología más joven de Alemania. Fue nombrado para el cargo por Angela Merkel en febrero de 2009. (Tlaxcala)

*     *     *

A veces parece que da igual quién sea el causante de la crisis económica; lo importante es que los responsables y los que administran la miseria tengan buenos modales. Para la producción de su propia «élite», la burguesía toma elementos prodemocráticos de la «cultura aristocrática» (rituales, maneras, educación, militarismo).

Casi el 90% de la población (noticiario de la ARD, del 6 de agosto de 2009) cree que la crisis económica va a empeorar su situación social y que los bancos seguirán actuando como hasta ahora. Y todos ellos, millones de personas, dicen que «no hay nada que hacer». Millones: eso es que no quieren hacer nada. Habría que luchar, informarse y organizarse. Pero es más cómodo refunfuñar, quejarse y esperar a que… ¿A qué? ¿A que llegue un caudillo?

Para que la gente no se rebele y se libere del orden dominante, se suelta el veneno del nacionalismo. Esto ayuda a que no crezca la idea de que hay que oponerse a ese orden. Pero sucede que no «estamos todos en el mismo barco», sino que unos se ahogan en el mar o sudan la gota gorda en la sala de máquinas, mientras los otros se alojan en las dependencias de la compañía naviera. Lo que ahí hace falta es un motín.

En Alemania, el veneno del nacionalismo es siempre virulento. Se suele administrar cuando al capitalismo le amenaza algún peligro. Luego va desarrollándose la ideología de la «comunidad nacional de destino» y, en un abrir y cerrar de ojos, como por arte de magia, las clases sociales y la solidaridad internacional han desaparecido. Se parte de la idea de que el Estado capitalista alemán es una institución benefactora que vela por el bien de todos los alemanes, sobre todo de los débiles. El desempleado inglés, el temporero chino, la sindicalista venezolana, el joven rebelde griego, todos desaparecen de repente del escenario. El alemán embriagado de nacionalismo se siente más cercano a su capitalista alemán que a una persona de similar situación social que, por el azar del nacimiento, se ha criado en otra parte del mundo.

¿Y que obtiene el siervo por su sumisión? Se le promete una falsa protección: «contra grandes reveses del destino, contra los extraños, contra las alteraciones del orden y otros problemas ‘de seguridad’. Pero la nación nunca ofrece valores fundamentales verdaderamente valiosos como la igualdad social de todas las personas, la liberación de la explotación, de la humillación, del racismo, del antisemitismo o del sexismo, la solidaridad por encima de cualquier frontera nacional o una amplia emancipación social. En particular la nación alemana, que ni siquiera reconoce el derecho a la resistencia» (Zeit des ZornsTiempo de ira, Jutta Dittfurth, p. 219/202).

¿Sobre quién dirigirán su ira cuando comprueben que la sumisión no sirve de nada? Algunas personas reaccionan destruyéndose a sí mismas. Otras, sin embargo, se dejan fácilmente azuzar y la toman con los más débiles.

«El fiscal general de Hesse, Fritz Bauer, a quien debemos la celebración del proceso de Auschwitz (1963-1965), poco antes de su muerte, en julio de 1968, señaló que la persona posee un derecho intrínseco a la resistencia contra el Estado y la autoridad. […] Para Bauer era llamativo el contraste entre Alemania y Francia: ‘Francia tuvo su Revolución y reconoció los derechos humanos. Entre ellos figuró de inmediato el derecho a la resistencia. En Alemania fue muy distinto. Los filósofos alemanes, siguiendo la estela del Estado autoritario, acabaron con el milenario derecho a la resistencia’. Bauer citó a Kant, que no permitía al súbdito la menor resistencia fueran cuales fueran los crímenes del Estado para hacer a la gente desgraciada. ‘Las palabras de Kant, muy parecidas a las de Hegel, también […] de Treitschkes y muchos otros, son el reflejo de la realidad social en Alemania'». (op. cit. p. 214). ¿No es bello ver que hay muchas personas que dan la espalda a esta distorsionada realidad?

Fuente: Verlagsgruppe Dromer Knaur – Guttenberg oder wie kleinbürgerlich-untertänig sind die Deutschen?

Artículo original publicado el 10 de agosto de 2009

Sobre la autora

Javier Fdez. Retenaga es miembro de Rebelión y Tlaxcala Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor, al revisor y la fuente.