El Banco Central Europeo (BCE) acaba de tomar una decisión de una brutalidad inaudita: a partir del 11 de febrero no aceptará los títulos públicos griegos en contrapartida a la liquidez concedida a los bancos griegos/1. Es una declaración de guerra abierta contra el gobierno Tsipras: o bien renuncia a su política o bien los […]
El Banco Central Europeo (BCE) acaba de tomar una decisión de una brutalidad inaudita: a partir del 11 de febrero no aceptará los títulos públicos griegos en contrapartida a la liquidez concedida a los bancos griegos/1. Es una declaración de guerra abierta contra el gobierno Tsipras: o bien renuncia a su política o bien los bancos griegos quiebran. El BCE opta así por una estrategia de caos, cuyas consecuencias son absolutamente imprevisibles.
Super-Mario: el fin de las ilusiones
El nombramiento de Mario Draghi a frente del BCE fue en sí mismo una provocación. Hay que recordar que la entrada de Grecia en la zona euro en 2001 fue posible gracias al maquillaje de sus cuentas, realizado bajo la supervisión del banco Goldman Sachs. Éste había aconsejado al gobierno griego que utilizara productos derivados a fin de reducir la amplitud de su déficit presupuestario. Más tarde se reconocieron la superchería y las cuentas corregidas. Ahora bien, Mario Draghi ejerció de vicepresidente para Europa en Goldman Sachs de 2002 a 2005 y, por ello, es difícil creer que no estuviera al corriente de esas manipulaciones, ni de los 300 millones de dólares que habían reportado a su banco. Después de que sucediera a Jean-Paul Trichet a la cabeza del BCE, este último, a una pregunta de un periodista sobre el pasado de Draghi en Goldman Sachs, respondió con un silencio sonoro y revelador/2.
«Todo lo que sea necesario para salvar el euro»: con esta fórmula proferida en un discurso del 26 de julio pasado, Draghi hizo creer que bajo su égida, el Banco Central Europeo iba a llevar a cabo una política más acomodaticia. El anuncio posterior de una Quantitative Easing [expansión monetaria cuantitativa ndt] a la europea, o sea, la compra masiva de títulos públicos en el mercado secundario, tuvo dos efectos: indicando a los mercados financieros que sus ataques especulativos serían sistemáticamente contrarrestados, permitió desinflar un poco las tasas de interés concedidas a los países en dificultades; y marcando distancias con el dogma merkeliano, daba la impresión de que la zona euro daba un pequeño paso hacia una gestión más solidaria de la crisis de las deudas soberanas. El anuncio del plan de inversión por Juncker, parecía confirmar esta impresión de que la política europea estaba comenzando a reorientarse. Ilusiones que ya fueron disipadas, por ejemplo, por Pierre Khalfa /3 quien señaló los límites de «Super Mario» y las engañosas apariencias del plan Juncker.
Pero la decisión del BCE fue el silbato del fin del recreo y se redescubre que los principios de la austeridad europea no han variado lo más mínimo. El primer principio es que las deudas deben ser pagadas. En el caso griego, su consecuencia es particularmente clara. En 2012, la deuda griega gozó de un recorte (haircut); es decir, fue reestructurada. Pero dicha reestructuración era más bien modesta, puesto que, según las propias estadísticas de la Comisión Europea, la deuda pública griega pasó de 356 mil millones de euros a finales de 2011 a 305 mil millones a finales de 2012, es decir una reducción efectiva de 51 mil millones (14% del total). En realidad, se trató, sobre todo, de una reestructuración de los créditos de los bancos privados que mediante una reducción modesta, se vieron libres de esos créditos que se habían vuelto dudosos y que fueron asumidos en su gran mayoría por las instituciones europeas. Instituciones para las que se trataba del último esfuerzo para aliviar la carga de la deuda. Pero, siempre según datos oficiales, a finales de 2104 la deuda griega representa el 175,4% del PIB. Y el objetivo que se impone a Grecia es reducirla al 120%, es decir una reducción desmesurada e imposible de llevar a cabo sin diezmar al pueblo griego.
El segundo principio es el de la condicionalidad, que está omnipresente tanto en el Quantitative Easing de Draghi como en el plan Juncker: todas las ayudas monetarias o financieras están supeditadas a la aplicación de las famosas «reformas estructurales», en línea con los mandatos de la Troika. Para comprender lo detallados y brutales que podían ser los enviados especiales de la Troika en sus prescripciones basta con consultar sus documentos oficiales (por ejemplo el balance del programa de ajuste griego/4 redactado por la Comisión Europea en abril de 2014).
¿Qué renegociación de la deuda griega?
Los acontecimientos se aceleran y la decisión unilateral del BCE es una respuesta a la táctica del nuevo gobierno griego. El ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, es un economista heterodoxo brillante y un crítico original de la financiarización en la que hace jugar un papel central a la aspiración de los excedentes (y de las ganancias) por los Estados Unidos, lo que llama El Minotauro planetario. Pero es también el autor, con Stuart Holland y luego James Galbraith, de una «modesta proposición para superar la crisis del euro»/5, una variante -hábil- de la idea de euro-obligaciones que permitan mutualizar las deudas soberanas (a la altura del umbral fatídico del 60% del PIB de cada país) y reciclar los fondos así obtenidos para financiar un programa europeo de inversión, vía el Banco Europeo de Inversiones. Se trataba efectivamente de una propuesta modesta, teniendo en cuenta la amplitud de los desequilibrios estructurales de la zona euro, y se apoya en la voluntad de hacer compatibles estos nuevos dispositivos con las reglas del juego europeas.
Algunos días antes de su nombramiento como ministro, se fijaba el objetivo de «destruir los fundamentos del sistema oligárquico»/6 y este punto es esencial; por dos razones: el aumento de la deuda griega antes de la crisis es indisociable de las punciones realizadas por esta oligarquía y, efectivamente, el desarrollo de Grecia no es posible sin destruir ese sistema. Ahí se plantean «reformas estructurales» necesarias, pero no son, de ninguna de las maneras, las mismas que en las que piensa la Comisión Europea.
Ahora bien, la cuestión inmediata es la de la deuda. La posición del nuevo gobierno se ha dibujado bastante rápidamente: afirmación de la voluntad de negociar pero recordando el principio ampliamente compartido en Syriza de «ningún sacrificio para el euro», y el rechazo de negociar con la Troika. Luego vinieron las propuestas, cuyas grandes líneas fueron expuestas por Varoufakis/7. Son moderadas o razonables y consisten en intercambio de la deuda (swap) por la creación de dos nuevos tipos de títulos. Los primeros reemplazarían a las ayudas europeas otorgadas en 2012 en el marco del mecanismo europeo de estabilidad (MEE) y serían indexadas con el crecimiento. Los segundos serían obligaciones perpetuas que reemplazarían a los títulos griegos actualmente en manos del Banco Central Europeo.
Varoufakis anunció a continuación que había elegido el banco Lazard para aconsejarle en la negociación. Es el mismo banco que intervino en la reestructuración de 2012. Su vicepresidente para Europa es Mathieu Pigasse, banquero «de izquierdas» que, por otra parte, dirige Inrockuptibles -una revista enrollada, progre- y controla, con Pierre Bergé y Xavier Niel, Le Monde y L´Obs.
Aligerar la deuda más que anularla
Pigasse ha detallado sus propuestas en una entrevista en France Inter/8. Consisten en dividir por dos la deuda en manos de los acreedores públicos, es decir una reducción de alrededor de 100 mil millones de euros de un total de 320 mil millones. Esto permitiría a Grecia alcanzar el objetivo de un ratio deuda/PIB del 120% del PIB a menor coste. Es decir, no se trata de una anulación de la deuda, sino de una «aligeramiento» o de una «dilución», por retomar los términos de Pigasse. Explica así la idea de indexar los títulos con el crecimiento: «voy a pagaros en cuanto mi crecimiento supere un determinado índice». Este primer dispositivo actuaría sobre 75 mil millones de euros. En cuanto a los títulos perpetuos, implican interés pero pueden no ser devueltos, o serlo en un plazo muy largo: 100 o 150 años según Pigasse. Afectaría a los 25 mil millones de euros restantes.
Estas propuestas son una primera base de discusión que se ha visto inmediatamente frente a una demostración de hostilidad y ha conducido al BCE a tomar su decisión, que se puede asimilar a un golpe de Estado financiero. Sin embargo, el anuncio de estas propuestas más bien había tranquilizado a los banqueros griegos, cuyas acciones habían recuperado un poco del terreno perdido. Con un comportamiento ambiguo, el BCE ha hecho un segundo anuncio, el de una ayuda a los bancos griegos por 60 mil millones de euros, concedida en el marco de un procedimiento de urgencia bautizado ELA (Emergency Liquidity Assurance). El mensaje es por tanto muy claro: «los bancos antes que el pueblo». Esta operación de rodeo ilustra la voluntad, muy política, de desestabilizar al gobierno griego privándole de todo respiro que le permita avanzar en la puesta en marcha de su programa. Varoufakis ha dicho tener necesidad de seis meses: el BCE se los niega.
Las coordenadas de una situación compleja
Ahora hay que valorar las propuestas del gobierno griego, comenzando por descartar las cifras extravagantes que han circulado. En Francia nos han explicado que eliminar la deuda griega costaría como media entre 650 y 731 euros a cada contribuyente. En realidad, lo que se dejaría de ganar no serían más que 10,5 euros por adulto residente en Francia, como establece con la mayor claridad un artículo de La Tribune /9.
En todo caso, lo que se puede conocer hoy del plan de aligeramiento es limitado en su amplitud y está sometido a grandes incertidumbres. En efecto, no afecta más que a un tercio de la deuda total y ésta continuaría representando el 120% del PIB, lo que sigue siendo considerable. Al mismo tiempo, hay que ver que la carga de los reembolsos sería reducida: este punto es importante pues Grecia, a diferencia por ejemplo de Francia, no puede ya «hacer girar» su deuda, dicho de otra forma endeudarse para cubrir sus reembolsos, puesto que ya no tiene acceso (o lo tendría a tipos disparatados) a los mercados financieros.
Por tanto, la cuestión es saber lo que ocurriría con el pago de los intereses. El impacto depende de lo que se negociara en concreto, en caso de que haya negociación. Por ejemplo, la indexación sobre el crecimiento, ¿puede querer decir que Grecia no pagaría ya intereses, o que pagaría menos, mientras no haya recuperado una cierta tasa de crecimiento? Pero, ¿cuál sería el umbral de crecimiento a partir del cual se desencadenarían los pagos de intereses? En cuanto a los títulos perpetuos, tienen la ventaja de dispensar de los reembolsos pero, además de que solo tratan sobre 25 mil millones de euros, hay también que preguntarse cuál sería el nivel del tipo de interés aplicado. La experiencia histórica muestra que las «deudas perpetuas» han sido en general acompañadas de tipos de interés más elevados.
Entonces, ¿se puede reprochar al gobierno griego de no haber hecho subir suficientemente las pujas declarando de forma unilateral una moratoria total de la deuda (reembolso e intereses) para establecer una mejor correlación de fuerzas? Evidentemente, en abstracto se le puede hacer ese reproche, pero aquí nos guardaremos de adoptar una posición de sobrepuja que, sin duda, resulta demasiado fácil cuando no se es más que un observador a distancia.
El balance de lo que no es más que un primer round no es tan malo. El posicionamiento del gobierno griego se ha basado en una mezcla, en principio bien dosificada, de firmeza sobre las orientaciones y de apertura a una negociación «razonable». Esto ha bastado para hacer salir al BCE del bosque y revelar -por si fuera necesario- su verdadera naturaleza, al servicio de los intereses de las finanzas. Y sobre todo, el gobierno ha ganado en legitimidad: en Grecia mismo, mostrando que hace frente a las presiones de las finanzas, pero también en el conjunto de Europa donde el apoyo a la experiencia llevada a cabo por Syriza tiene ahora un objetivo preciso, el de soltar la tuerca del BCE sobre Grecia.
También hay que comprender que el gobierno griego lucha en dos frentes: contra el peso de la deuda y por tanto contra el rigor de las instituciones europeas, y contra la oligarquía. Sin duda es este segundo combate el más decisivo para, más allá de las medidas de urgencia, poner a Grecia en el camino de un modelo de desarrollo más estable y por tanto más igualitario. Ahora bien, los ritmos no son los mismos: en el frente de la deuda hay urgencia, pero el combate antioligárquico implica poner en pie las (buenas) reformas estructurales y esto tomará más tiempo. La estrategia consistente en arreglar temporalmente, e incluso si es a minima, la cuestión de la deuda, puede permitir reorientar más rápidamente la acción política sobre la situación interna.
Algunos, como Frédéric Lordon/10 piensan que Syriza no tiene más que dos opciones posibles: o bien «pasar bajo la mesa», dicho de otra forma, rendirse, o bien «tirarla patas arriba» saliendo del euro. Evidentemente, teniendo en cuenta la furiosa voluntad de las instituciones europeas de hacer fracasar la experiencia griega, no se puede excluir una salida del euro. Pero una devaluación no sería en si misma una bocanada de oxígeno suficiente para reabsorber los desequilibrios estructurales de la economía griega y no permitiría tampoco protegerse de las medidas de represalia.
Grecia vive uno de esos períodos en los que la historia se acelera, en los que las correlaciones de fuerzas se modifican rápidamente. Su gobierno y su pueblo están confrontados a intereses poderosos que no aceptan la victoria electoral de Syriza, la victoria de un «voto insurreccional» según el Financial Times. El apoyo a la experiencia llevada a cabo en Grecia no puede y no debe ser incondicional: sería el peor de los servicios que se le pueden hacer. Este apoyo debe basarse en un análisis lo más detallado posible de la evolución de la situación, con sugerencias y críticas. Pero la tarea más urgente y la más determinante es construir, en toda Europa, la resistencia a las presiones que sufre Grecia y romper su aislamiento. Un reciente llamamiento lanzado a iniciativa de los principales dirigentes sindicales alemanes/11 afirma que Grecia no es una amenaza sino una oportunidad para Europa; otro llamamiento internacional de economistas y de universitarios dirige un mensaje similar a los gobiernos y a las instituciones europeas/12: es este tipo de apoyo el que necesita de forma inmediata Grecia. El porvenir de los pueblos europeos se juega hoy en Grecia.
Notas
1/ Eligibility of Greek bonds used as collateral, Press Release, 4/02/2015 http://www.ecb.europa.eu/
2/ Trichet reste muet sur les liens entre Draghi et Goldman Sachs, Arte, septiembre 2012. http://pinguet.free.fr/triche.
3/ Pierre Khalfa, «Super Mario au secours de l’économie européenne ?», Mediapart, 11/09/2014 http://blogs.mediapart.fr/
4/ Commission européenne, The Second Economic Adjustment Programme for Greece. Fourth Review, Abril 2014. http://ec.europa.eu/economy_
5/ Yanis Varoufakis et Stuart Holland, Une modeste proposition pour surmonter la crise de l’euro, Octubre 2011. http://gesd.free.fr/varoufah.
6/ Yanis Varoufakis, «We are going to destroy the Greek oligarchy system», Channel 4, 23/01/2015. http://hussonet.free.fr/
7/ «Greece finance minister reveals plan to end debt stand-off» , Financial Times, 2/02/2015. http://gesd.free.fr/ftvarou.
8/ Mathieu Pigasse sur la dette grecque, France Inter, 3/02/2015. http://gesd.free.fr/
9/ «Ce que coûterait vraiment aux contribuables l’annulation de la dette grecque», Ivan Best, La Tribune, 5/02/2015. http://gesd.free.fr/coutrib.
10/ Michel Husson, «Lordon ou le syllogisme de la défaite», A l’encontre, 21/01/2015. http://alencontre.org/europe/
11/ Griechenland nach der Wahl ? Keine Gefahr, sondern eine Chance für Europa, febrero 2015. http://wp.europa-neu-
12/ Nous sommes avec la Grèce et l’Europe, Février 2015. http://blogs.mediapart.fr/
Fuente original: http://alencontre.org/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur