Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
A finales de enero, Leonid Kalashnikov, miembro del presídium y secretario de relaciones internacionales del PCFR realizó una visita de trabajo a Serbia. Allí se entrevistó con los líderes de los principales partidos políticos serbios: con el presidente del Partido Socialista de Serbia Ivica Dacic, con el líder del partido Progresista Serbio Tomislav Nikolic, y con el presidente del Partido Democrático de Serbia Vojislav Koštunica.
La finalidad de los encuentros fue el intercambio de información sobre la situación política en ambos países. L.Kalashnikov notó cambios radicales en el ánimo de los políticos serbios en comparación con el pasado reciente. «Eso es especialmente notorio en el ejemplo de Koštunica, -subrayó.- en el año 2000 Koštunica fue el líder de la «revolución de colores» yugoslava, que apartó del poder a Slobodan Milosevic. Durante la presidencia de Koštunica, Milosevic fue entregado al Tribunal de la Haya. Pero en el 2008, Koštunica abandonó el cargo en señal de protesta contra el acercamiento a la Unión Europea, que reconocía la independencia de Kosovo. Durante la entrevista con este político, constaté que los acontecimientos del 2000 en Belgrado no solo predeterminaron la ruptura definitiva de Yugoslavia, la separación de Montenegro, y la proclamación de la independencia de Kosovo sobre las bayonetas de la OTAN. La «revolución de colores» yugoslava supuso el arranque para una abierta y descarada intromisión de Occidente en los asuntos internos de varios países de la Europa del Este. Le siguieron las «revoluciones de colores» en Ucrania y en Georgia, un burda presión sobre Bielorrusia, la guerra en Osetia del Sur. Las gravísimas consecuencias de esta agresión geopolítica occidental deberemos desenmarañarlas todavía durante muchas décadas. Y Koštunica se vio obligado a darme la razón en lo fundamental.
Ha llegado la hora de que se les pase la resaca a los políticos serbios. La crisis capitalista mundial ha golpeado muy duramente a Serbia. La producción industrial ha caído casi en un 20%. El país ha solicitado el ingreso en la Unión Europea, pero sigue sin recibir una ayuda seria de la UE. Por eso la gente de a pie se hace preguntas. ¿Para qué entonces los líderes del país permitieron la disgregación de Yugoslavia, la pérdida de una parte del territorio nacional ancestral, la conversión de los serbios en un pueblo dividido, y en los territorios arrebatados, en una minoría oprimida?
En los 90 Occidente le impuso la guerra a Serbia. A principios del 2000 a los serbios les pareció, que aunque a un alto precio, habían conseguido la paz. Pero no podemos dejar de recordar aquí las palabras de Churchill: «Debíamos elegir entre la guerra y el deshonor. Elegimos el deshonor, para después recibir la guerra». La desmembración de Yugoslavia fue ejecutada hasta el final, pero los serbios no terminaron de recibir «los caramelos» de Occidente por su sumisión.
Es difícil encontrar en la política actual una lección más útil para Rusia que la yugoslava.