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Conclusiones preliminares sobre las jornadas que el pueblo costarricense ha realizado contra la aprobación del TLC

Hacia la victoria definitiva contra el neoliberalismo

Fuentes: Revista Amauta

Referéndum contra el TLC: breve examen crítico Alguien expresó en una oportunidad, que cobrar conciencia de un hecho es la única manera de comenzar a comprenderlo y a sacar de ese hecho las consecuencias requeridas. Las fuerzas progresistas de Costa Rica no hemos realizado aún un balance sistemático de la lucha contra el TLC y […]

Referéndum contra el TLC: breve examen crítico

Alguien expresó en una oportunidad, que cobrar conciencia de un hecho es la única manera de comenzar a comprenderlo y a sacar de ese hecho las consecuencias requeridas. Las fuerzas progresistas de Costa Rica no hemos realizado aún un balance sistemático de la lucha contra el TLC y por lo tanto, no hemos sacado las conclusiones apropiadas que nos sirvan para iluminar en su conjunto, todo el panorama de la lucha social en el país.

El día que concluimos la redacción de este pequeño documento, domingo 24 abril de 2011, se cumplieron 41 años de las heroicas jornadas emprendidas por la juventud costarricense, contra la inicua decisión del Gobierno y la Asamblea Legislativa de aquel entonces, de entregarle los recursos minerales depositados en el Valle del General, a la corporación transnacional y monopolio mundial del aluminio, ALCOA. En aquella Asamblea Legislativa, se levantaron enhiestas las voces, entre otras, de Rodrigo Carazo Odio, Jorge Luis Villanueva Badilla y José Hine García. De aquella fecha hasta hoy, son muchos los acontecimientos que marcan la voluntad patriótica de nuestro pueblo y de las juventudes.

A pesar de su significado, de la conciencia y la experiencia acumulada, hemos fallado en la tarea de convertir esas batallas en una síntesis que nos permita dar un verdadero salto cualitativo en las luchas sociales de Costa Rica. Las últimas grandes y verdaderas reformas sociales e institucionales de Costa Rica, tienen más de medio siglo y como pueblo, no hemos emprendido otras nuevas y tan urgentes como aquellas. Más bien, hemos retrocedido. Por eso, no importa qué tan hondas sean las diferencias entre los luchadores sociales de todos los signos, porque lo importante es aprender a discutir y a debatir, a sacar conclusiones y llevarlas a la práctica, sin que nos sintamos heridos o molestos por las críticas que nos expresemos unos a otros, siempre que prevalezcan los principios y la voluntad de unir fuerzas en las nuevas y enormes tareas que nos aguardan.

Las páginas que siguen están encaminadas a la búsqueda de algunas conclusiones preliminares que podrían quizás contribuir a responder las preguntas más inquietantes que se derivan de esas extraordinarias jornadas que el pueblo costarricense llevó adelante para enfrentar la más importante acción filibustera de nuestra historia moderna, la aprobación del TLC ¿Qué hizo posible que aún sin una dirección unificada del movimiento, el pueblo expresara su justa indignación y protesta de la manera en que lo hizo? ¿Qué elementos permitieron que la gente cobrara conciencia de las implicaciones socioeconómicas y sociopolíticas del TLC, prácticamente sin recursos ni grandes medios de comunicación a su alcance? ¿Qué factores permitieron que se desarrollara «el hambre» de conocimientos sobre la realidad nacional y que impulsara a miles de jóvenes, comunidades y pueblo en general, a conocer más de cerca las implicaciones reales del Tratado, el estado de nuestra economía y las consecuencias prácticas del llamado libre comercio? ¿Qué factor provocó en comunidades e instituciones, el surgimiento espontáneo de los Comités Patrióticos, como centros de estudio, abiertos y pluralistas, encargados de la difusión del conocimiento y la movilización popular? ¿Qué hechos impidieron que toda esa voluntad ciudadana puesta de manifiesto, no se convirtiera en un movimiento revolucionario y pacífico, orientado a la derrota del neoliberalismo en nuestro país?

Pensamos que aún sería oportuno realizar un encuentro de luchadores sociales que, con la misma amplitud y pluralidad con que fuimos capaces de trabajar unidos para enfrentar el TLC, nos reuniéramos para intentar responder a estas y otras preguntas fundamentales. De ese examen saldrían, sin lugar a dudas, las ideas, o lo que es igual, la cantidad de luz necesaria para iluminar el horizonte de las grandes tareas de recuperación nacional y patriótica. Eso sería un auténtico trabajo ideológico y teórico. Porque tal como lo expresara una querida y respetada compañera de Alajuela, Isabel Araya, «no hay nada más práctico que una buena teoría».

En estas páginas intentaremos acercarnos a algunas de estas preocupaciones, lo que resulta imprescindible como dijimos, para orientar nuestro trabajo ahora que ha sido presentado un nuevo referéndum «Por la Pureza Electoral y la Dignidad Nacional».

Para organizar esta nueva lucha, el primer factor que debemos tomar en cuenta son todos los acontecimientos suscitados en torno al Referéndum contra el Tratado de Libre Comercio entre Costa Rica y los Estados Unidos propuesto por la administración de Oscar Arias Sánchez. Como veremos, todas las acciones cívicas e ideológicas desarrolladas para combatir esta propuesta, provocó la más importante explosión de energía patriótica, desde la Campaña Nacional de 1856 hasta nuestros días. Aún así, deseamos hacer una advertencia que reiteraremos luego. Nuestra tarea es sumar a todo el pueblo de Costa Rica y no sólo a quienes lucharon contra el TLC. No debemos caer en la trampa de comenzar a dividirnos entre buenos y malos, entre patriotas y vendepatrias, porque en el horizonte que nos proponemos abrir, todos tendremos un sitio honorable para cumplirle a Costa Rica.

Algunos antecedentes

Se produjeron con anterioridad a estas jornadas, hechos decisivos que contribuyeron a la elevación de la conciencia de todo nuestro pueblo y que deben ser valorados como antecedentes trascendentales en la lucha contra el TLC. Esto significa que no partimos de cero. Existía un malestar acumulado, un sentimiento difundido de que la ciudadanía había sido burlada en reiteradas ocasiones. Hablamos de la lucha de los trabajadores del ICE, con la acertada dirección de sus organizaciones sindicales, en defensa de las telecomunicaciones contra la transnacional Millicon, durante el primer gobierno de Oscar Arias. Luego se produjo la gran huelga de los maestros en defensa de sus fondos de pensiones y sus derechos laborales, reivindicaciones que se frustraron en gran medida por debilidades de la dirigencia magisterial encargada de las negociaciones. Durante ese mismo período se produjeron la liquidación del ferrocarril interoceánico y el cierre del Banco Anglo, acontecimientos y luchas que ocurrieron durante el gobierno de José María Figueres y desde luego, las vigorosas jornadas nacionales para enfrentar el llamado «combo del ICE» -esfuerzo sostenido de privatización de la generación eléctrica y las telecomunicaciones- ocurrido en el gobierno del Presidente Miguel Angel Rodríguez.

Todos esos hechos, provocaron una acumulación de conciencia colectiva que se decantó en la movilización general de oposición al Tratado de Libre Comercio, TLC, con los Estados Unidos.

Dicho sea de paso, no hemos instituido aún, como lo ha solicitado reiteradamente un destacado luchador social, Don Célimo Guido Cruz , un «observatorio», destinado a confirmar o desmentir, con absoluta objetividad, las nefastas consecuencias prácticas que algunos predecíamos en relación con ese tratado y el cúmulo de verdades o mentiras orquestadas alrededor de sus supuestos beneficios o perjuicios.

Lo cierto es que estamos obligados a examinar las experiencias políticas que la lucha contra el TLC nos dejó a los costarricenses y sacar las consecuencias teóricas y prácticas, útiles para esta nueva iniciativa social que hemos decidido emprender ahora. Vamos a examinar, de manera más cercana, esas experiencias y consecuencias. Algunas las cosas que diremos, le resultarán a muchos compañeros y compañeras participantes, demasiado conocidas y hasta obvias. También a una buena cantidad de lectores, les parecerá que faltan aspectos fundamentales que expresar y discutir. Pero de eso se trata. Un documento escrito contribuye más a la reflexión que la más precisa de las memorias individuales.

1. El pueblo sólo debe confiar en su propio esfuerzo.

Cuando un grupo de ciudadanos, también por iniciativa del Lic. José Miguel Corrales Bolaños, presentamos la propuesta original para recurrir al Referéndum Ciudadano como un medio para frenar la propuesta del gobierno de Oscar Arias de firmar un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, se interpuso entre la voluntad popular y el proceso de referéndum, la decisión particular e inconsulta del máximo dirigente del PAC, Otton Solís, quien puso la bancada parlamentaria de su partido a disposición del gobierno, con la honrosa excepción del diputado Ronald Solís, para convertir el referéndum ciudadano en un referéndum ejecutivo y de ese modo, escamotearle a la ciudadanía no sólo su iniciativa, sino los nueve meses que la ley le otorga a los proponentes de un referéndum, para recorrer el país y explicarles a los ciudadanos los alcances de su propuesta.

A algunas personas pusilánimes la interferencia de Otton Solís les vino como anillo al dedo, o sea que les resultó ampliamente satisfactoria, porque si bien estaban contra el TLC tal como se planteaba, les preocupaba enemistarse, abiertamente, con la política del gobierno de los Estados Unidos. Esta concepción de la política local, articulada a los intereses estratégicos de los EEUU, forma parte de los resabios de la Guerra Fría, de ese vergonzoso alineamiento sumado a la incapacidad intelectual e ideológica de vernos a nosotros mismos como un país independiente y soberano, capaz de tomar integralmente, por sí mismo, las riendas de su destino.

Sin parar mientes en aquel acto, miles de hombres y mujeres comprometidos con la defensa de Costa Rica, nos dedicamos a trabajar intensamente y a organizar al movimiento cívico nacional para votar NO en el referéndum que se avecinaba. Dichosamente, nuestro pueblo dio un paso al frente y asumió por entero la tarea. Pero eso no debe volver a ocurrir. Nadie debe interferir para frenar o retrasar, la determinación y la acción ciudadana encaminada a defender la Patria, a realizar cualquier tarea que juzguemos oportuna y conveniente, a organizar un referéndum y llevarlo a feliz término.

Fue en ese momento cuando comenzaron a aparecer, en apariencia desde sectores afines al movimiento social, las voces que objetaban la participación en un referéndum, pues alegaban que encauzar la energía popular hacia un proceso electoral referendario, provocaría la mediatización y la desmovilización del movimiento de masas que comenzaba a emerger. En la emisión de esa tesis había de todo: desde la mala fe y la mano del enemigo, hasta la buena fe pero motivada por la supina ignorancia de la dinámica propia de los movimientos sociales.

La mayor parte de los movimientos sociales demuestran que su éxito depende de una correcta combinación de todas las formas de lucha. En el caso de Costa Rica, queda excluida la lucha armada o violenta, al menos en el actual periodo histórico. Combinar las formas de lucha implica dar una batalla multifacética en el campo ideológico, que se manifiesta principalmente en la batalla de ideas, en el campo político, con sus respectivas manifestaciones parlamentarias o electorales y en la lucha social y de masas, que aparece en las movilizaciones cívicas, en las manifestaciones de calle y en todas las expresiones de protesta imaginables.

Llevar la lucha del referéndum al campo electoral, no significaba ni significó, en ningún momento, renunciar a los formidables combates ideológicos que se libraron a lo largo y ancho del país y mucho menos, a las movilizaciones callejeras que culminaron con la gigantesca marcha el Paseo Colón y la Avenida Segunda. La falla del referéndum no estuvo en emplearlo y convertirlo, como en realidad ocurrió, en la más grande escuela de formación cívica de que tengamos memoria, sino en no emplear la acumulación de fuerzas que gracias a él se provocó, como una base para continuar hacia adelante de manera sostenida en el proceso de unidad del movimiento en defensa de la Patria.. Éste aspecto lo examinamos a continuación.

2. El referéndum contra el TLC provocó, después de la Campaña Nacional de 1856, la más inmensa movilización popular de la historia de Costa Rica.

Podemos afirmar que jamás en nuestra historia republicana, se había congregado un número mayor de mujeres, hombres y jóvenes provenientes de todas las clases sociales, de tantos horizontes ideológicos y políticos y de toda la geografía costarricense, para apoyar una causa nacional.

Desgraciadamente, la organización y movilización fueron acontecimientos básicamente espontáneos, pues el pueblo padeció un enorme vacío de conducción nacional. La organización y la movilización que afloraron, se manifestaron como uno explosión ciudadana de protesta, de indignación, de repudio y enfrentamiento a una propuesta gubernamental, específicamente de Óscar Arias, que era considerada por las amplias mayorías ciudadanas como un intento de enajenación y entrega de nuestras conquistas democráticas históricas.

Quizás valdría la pena comentar aquí, lo que entendemos por hechos «espontáneos». En las luchas sociales, debemos distinguir dos modalidades: aquellas que están dirigidas por organizaciones cívicas políticas orientadas hacia un fin determinado, el más importante de los cuales es provocar un cambio cualitativo en la conciencia colectiva y servir de soporte a un cambio radical en la estructura del poder político, y aquellas que se producen permanentemente como resultado de reivindicaciones particulares y del enojo, el sentimiento de frustración o la protesta de diferentes grupos sociales.

Es un hecho cotidiano la forma en que los pueblos se revelan, se movilizan, protestan y reclaman por aquellos derechos que consideran violados o postergados. Ésos levantamientos sociales no están dirigidos hacia ningún fin ulterior, como no sea el fin inmediato de la satisfacción de su protesta. En la inmensa mayoría de los casos, cuando las personas se congregan y protestan, el poder del Estado interviene y envía sus emisarios, los que juran y prometen que las demandas serán satisfechas. Allí termina todo. Las promesas desmovilizan las protestas y todo vuelve a la normalidad. La lucha espontánea no está respaldada por un planteamiento, por una organización nacional, por un programa o una propuesta programática que mire hacia el futuro.

Sería un error decir que esas luchas no dejan nada. Queda siempre un rescoldo de conciencia e importantes experiencias, pero no se produce una acumulación de conciencia política y organizativa en el verdadero sentido de la palabra.

Este acontecimiento terrible y dramático, en que la astucia del poder del Estado provoca la desmovilización y anula las perspectivas del movimiento, ha ocurrido en momentos decisivos de las recientes luchas sociales nacionales. En un escrito que publicamos hace pocos años y que motivó el enojo de algunos dirigentes, demostramos como la maravillosa lucha del llamado «Combo del ICE», fue lanzada al callejón sin salida de una famosa «comisión mixta» en la Asamblea Legislativa. En esa Comisión languideció, sin pena ni gloria, aquel maravilloso movimiento cívico que estaba llamado a poner al gobierno de Miguel Angel Rodríguez entre la espada y la pared y obligarlo a aceptar un «pliego de peticiones» elaborado en el Consejo de Defensa de la Institucionalidad que presidía Rodrigo Carazo. Este pliego incluía reivindicaciones fundamentales cuyo propósito era mantener viva la llama de la lucha y la voluntad nacional de enfrentar el neoliberalismo.

La actual Ministra de Trabajo, Sandra Pisk, en aquel momento Defensora de los Habitantes, le impidió al Expresidente Rodrigo Carazo presentar en la reunión de las organizaciones sociales celebrada en el TSE, aquel pliego de exigencias. Las peticiones se iniciaban con una reivindicación fundamental que era la del «retiro incondicional del combo» de la corriente legislativa. Es de suponer que alguien le había informado al gobierno sobre el contenido del pliego del CDI y la intención de don Rodrigo de hacerlo aprobar en aquella reunión. De manera inconcebible la señora Pisk impidió que el ilustre Expresidente explicara su propuesta. Prevaleció el oportunismo, se aceptó la propuesta gubernamental y el movimiento nacional quedó paralizado y desmovilizado.

Algo similar, como examinaremos luego, ocurrió al finalizar el referéndum del TLC donde, tras la derrota electoral, fuimos incapaces de abrirle una perspectiva promisoria al movimiento y sobre todo, una necesaria, urgente e imprescindible perspectiva unitaria y político-electoral al gigantesco movimiento social que gravitaba alrededor del NO al TLC. Al explicar esta situación dedicaremos una buena parte de este documento.

Del otro lado, confrontada con la movilización espontánea, encontramos la lucha política. Esta lucha tiene dos facetas. La primera es su opción pacífica y legal -en su versión principalmente electoral- y la segunda se refiere a la modalidad armada, es decir, militar y violenta. La lucha política, por su carácter nacional y sus objetivos centrales, constituye la más alta expresión de la lucha social, pues está orientada a la modificación cualitativa de la conciencia de las mayorías y eventualmente hacia la conquista del aparato del Estado y a su conversión en un instrumento al servicio de propósitos previamente establecidos.

Es importante tener en cuenta que la lucha política tal como lo hemos descrito, puede responder a objetivos progresistas y patrióticos o a objetivos conservadores y reaccionarios. De hecho el cuartelazo y la represión violenta, fueron por décadas el recurso de las oligarquías para frenar el ascenso de los movimientos sociales. De igual modo, el neoliberalismo no podría haberse mantenido en el poder por tantos años, si no hubiera utilizado en su beneficio todos los mecanismos concebibles para mantener bajo su control los procesos electorales y el aparato del Estado.

La ausencia de una dirección o coordinación nacional contra el TLC

Las direcciones particulares del movimiento social (sindicatos, cooperativas, iglesias, grupos comunales, frentes cívicos y partidos políticos opuestos al tratado, etc.) fueron un factor decisivo en el estudio crítico del TLC y en la movilización social.

Desgraciadamente, no hubo una orientación y una coordinación nacional y permanente del movimiento, lo que impedía darle un carácter certero y colectivo a las decisiones que era urgente tomar. Hubo una representación en la figura del doctor Eugenio Trejos quien cumplió, en la medida de sus posibilidades, una encomiable labor. Hubo también grupos que se reunían de manera permanente y hacían enormes esfuerzos por tomar decisiones en medio de la confusión reinante. Pero no hubo, repito, una coordinación o dirección unificada de la lucha.

El Dr. Arnoldo Mora Rodríguez, don José Miguel Corrales Bolaños -proponente del referéndum ciudadano- y este servidor, escribimos un material en el que proponíamos la formación de una Asamblea Nacional Patriótica, pero fuimos completamente desoídos.

Podemos decir que, en lo fundamental, no hubo ninguna coordinación que condujera a unificar experiencias o coordinar acciones destinadas al objetivo común de votar «NO» en el referéndum. Tampoco se tomaron previsiones en un asunto de mayor trascendencia, como era darle continuidad al movimiento, e impedir que se disipara la formidable energía cívica desplegada.

Nuestra obligación era impedir que esa energía y ese impulso ciudadano se atenuara, decayera y que finalmente se disolviera en medio de la frustración de los participantes. Cabe agregar que los enemigos del movimiento trabajaron tesoneramente y por supuesto, subrepticiamente, para impedir que aquella fuerza emergente se convirtiera en un factor decisivo de los cambios sociales en Costa Rica. Desgraciadamente contaron en algunos casos, con los cálculos de corto plazo, la ambición y el oportunismo de los que prefieren, como dice el adagio popular «ser cabeza de ratón». Las fuerzas hegemónicas saben muy bien cómo sacar provecho de esas ambiciones; sabe tender puentes, halagar, adular, ofrecer y repartir pequeñas granjerías a fin de evitar nuestra unidad.

Surgen los Comités Patrióticos

Sólo en virtud de la extraordinaria energía cívica de algunas comunidades y grupos, se hizo posible el surgimiento de los Comités Patrióticos. Estos centros de conciencia y participación ciudadanas funcionaron, en su inmensa mayoría, desligados unos de otros. A pesar de la cercanía geográfica, cada uno actuaba alimentado por sus propias iniciativas y por los aportes intelectuales de sus miembros.

Durante la lucha contra el TLC, entre las pocas actividades centralizadas y unificadoras de la acción y en menor medida del pensamiento, encontramos los debates televisivos de Canal 13, la reunión celebrada en un salón del Zapote y por supuesto, las movilizaciones que culminaron con la Gran Marcha del 30 Septiembre de 2007, celebrada en el centro de la ciudad capital. Pero no pasamos de los discursos.

A pesar de todo y como lo hemos dicho antes, el país entero se convirtió en un aula donde se conocían y debatían todos los pormenores sobre los temas decisivos que se planteaban en el TLC: inversión extranjera, apertura de las instituciones públicas, explotación de los mares, biodiversidad, salud pública y seguridad social, patentes, producción alimentaria y los efectos del llamado libre comercio.

El carácter de la lucha contra el TLC, fue esencialmente patriótico y anti hegemónico.

La lucha de las fuerzas dispuestas a preservar el Estado Nacional, se desplegó casi sin recursos, sin medios de comunicación y casi sin organización. Principalmente los sindicatos, realizaron un trabajo heroico. Pusieron al servicio de la lucha contra el TLC, sus escasos recursos materiales y humanos, sus cuadros, sus locales y su organización. Pensamos que estos compañeros están obligados hacer un balance de su participación, que fue desinteresada y enorme.

Era una lucha desigual contra las corporaciones transnacionales, contra todo el aparato del Estado puesto al servicio del SI y la decisión de las fuerzas globales del «capitalismo salvaje» como lo calificara Su Santidad Juan Pablo II, de apoderarse de las riquezas naturales de nuestra Patria, incluidos el mar patrimonial, la biodiversidad, la riqueza territorial y escénica de nuestros litorales.

También se proponían apropiarse de las extraordinarias empresas de servicio público y bienestar ciudadano construidas por el pueblo costarricense bajo la dirección de los grandes reformadores contemporáneos, el Dr. Calderón Guardia, Monseñor Víctor Sanabria, Manuel Mora Valverde y José Figueres Ferrer.

Para los miles de participantes, quedó claro que la lucha era contra las fuerzas hegemónicas de la globalización neoliberal y principalmente contra las corporaciones transnacionales de origen estadounidense. Esta hegemonía y sus inmensos intereses, ha sido la responsable de la reciente crisis económica global y de la mayor estafa mundial de la historia del capitalismo, a través de las hipotecas «sub prime» y los documentos basura que inundaron las corrientes financieras del mundo entero. A ese poderío el gobierno de Oscar Arias le abrió las puertas y le entregó lo más valioso de los haberes nacionales.

4. El carácter de las fuerzas que impulsaban la firma del TLC, era esencialmente divisionista, entreguista y antinacional.

La defensa de la aprobación del TLC, la asumió directa y personalmente, el gobierno encabezado por Oscar Arias. La existencia de una fuerza promotora que impulsaba el voto del SI, supuestamente dirigida por un ex Ministro de Gobierno, fue un simple eufemismo para ocultar la verdadera dirección política y publicitaria del Tratado, que fue asumida por el aparato gubernamental en pleno y que dirigía el propio Presidente de la República. Y este es quizás el hecho más vergonzoso y violatorio de la Constitución Política que se le puede atribuir al Tribunal de Elecciones y a la Sala IV, que se hicieron reiteradamente de la vista gorda frente a esa incalificable ruptura del orden constitucional.

Si bien es cierto que el neoliberalismo tiene un componente básicamente ideológico, su inspiración práctica está vinculada a los grandes intereses corporativos y financieros de nuestro tiempo. A riesgo de simplificar, podemos decir que el neoliberalismo ve al mundo con los anteojos de las empresas transnacionales, de los banqueros mundiales y de los intereses locales vinculados con ellos.

En esa medida, la propuesta de la aprobación del TLC, se orienta a establecer un encadenamiento indisoluble entre la débil e incipiente economía costarricense y las fuerzas que rigen la globalización contemporánea y en primer lugar, la economía y la moneda con hegemonía mundial como es la de los Estados Unidos.

Aún sin negar la importancia de la inserción de Costa Rica en el comercio mundial, esta tarea y ese esfuerzo, suponen que debemos partir de Una Nueva Mayoría Nacional y Un Gobierno de Unidad Nacional y que esa inserción debe pasar por decisiones que surjan de una óptica nacional, es decir, de una defensa irrestricta de nuestros recursos naturales y humanos, de nuestras riquezas minerales, de nuestra biodiversidad y de las riquezas del mar patrimonial. En pocas palabras, una activa participación en el mercado internacional, debe ser parte de un esfuerzo global y unitario en defensa de la Patria.

La defensa de la Patria requiere una condición: unidad nacional

Unidad nacional no significa unanimidad o estar regidos por una sola visión del mundo; no significa ni siquiera el dominio político y electoral de una aplastante mayoría, sino un acuerdo fundamental, programático, pluralista, sólidamente cimentado en nuestros valores históricos, en nuestras conquistas históricas y en los intereses de Costa Rica.

En diversas oportunidades hemos manifestado que el requisito fundamental para triunfar sobre el neoliberalismo y más allá, para retomar el camino de las transformaciones sociales y la construcción de un país más democrático y más justiciero, es la unidad de todas las fuerzas y clases sociales interesadas en mantener el país en nuestras propias manos.

Desgraciadamente, en la lucha que comentamos a propósito del referéndum sobre el TLC, Costa Rica sufrió las divisiones y fracturas más dolorosas y desgarradoras de su historia. Fueron los sectores que encabezaron la lucha a favor del TLC, los que fomentaron esas profundas divisiones y utilizaron los instrumentos más deleznables y degradantes para lograrlo. Basta con recordar el famoso «memorándum», preparado por el vicepresidente Kevin Casas y el diputado Fernando Sánchez. El famoso documento, fue denominado justamente como «Memorándum del Miedo». Ese material fue el resultado de una reunión sostenida entre sus creadores y el Presidente Oscar Arias, porque es obvio que nadie prepara un memorándum si no es para confirmar y recordar los acuerdos sostenidos en una reunión previa. El licenciado José Miguel Corrales ha llamado a ese documento «un manual para delinquir», dada su verdadera naturaleza.

Por su parte, la aplicación concreta de ese escrito, se convirtió en un factor decisivo de la polarización social, acrecentada a su vez por la presencia de Oscar Arias y el propio embajador norteamericano, quienes no se cansaban de pregonar esa polarización pues de un lado estaban «los buenos», los que deseaban el progreso de Costa Rica, millares de nuevos empleos y del flujo de riqueza a manos llenas, «los buenos» que inundaron al país de promesas alucinantes como carros de lujo para los obreros y del otro lado «los malos», o representantes de fuerzas retardatarias, enemigas del progreso y de la creación de fuentes de trabajo.

Esa división profunda, fomentada artificialmente por el miedo a la crisis y el desempleo, condujo a miles de compatriotas a favorecer la aprobación del Tratado de Libre Comercio, TLC. La inmensa mayoría de los que votaron por el SI, lo hicieron por evitar el descalabro económico que se anunciaba desde el día siguiente en que fuera rechazado el TLC. «El miedo», propuesto en el famoso memorándum como el factor más importante para combatir al movimiento patriótico, funcionó a la perfección. ¿Podemos juzgar severamente a las decenas de miles de hombres y mujeres del pueblo, trabajadores humildes en su inmensa mayoría, que salieron a votar SI a fin de evitar lo que se anunciaba como un gigantesco descalabro económico y social? ¿Podíamos encontrar los opositores al Tratado, una consigna más atractiva para los jóvenes de la que anunciaba «Trabajo para Los Costarricenses»?

Por otra parte, la abrumadora propaganda a favor del TLC, impedía que grupos muy extensos de la población tuviera capacidad y condiciones para examinar las verdaderas consecuencias del tratado y la urgencia de rechazarlo. Y no se les puede culpar. De modo que esas multitudes que votaron a favor del TLC, son una parte importantísima del pueblo costarricense y está llamado a ser parte de las fuerzas unitarias y progresistas de nuestro país.

¿Hubo excesos en algunos de los planteamientos elaborados por el movimiento patriótico? Por supuesto que sí. Se produjeron expresiones que contribuyeron a la polarización, pero fueron mucho menos graves y malintencionadas que las del gobierno.

Así las cosas, no podemos ni siquiera comenzar a hablar de unidad de fuerzas nacionales y transformadoras, no podemos hablar de gobierno de unidad nacional, si no nos damos a la tarea de recuperar a esos extensos grupos ciudadanos que votaron por el SI y agregarlos sólidamente a nuestro esfuerzo.

Otro sector que ha sido enajenado de sus verdaderas raíces nacionales, es el empresariado nacional. La lucha por preservar lo nuestro, incluye la defensa del empresariado local, cualquiera que sea su tamaño y naturalmente, por la defensa de los derechos económicos y sociales de nuestros trabajadores manuales e intelectuales. Esta visión de las cosas está en abierta pugna con las propuestas neoliberales.

Los proponentes del TLC, son partidarios irrestrictos de un libre comercio entre países con diferencias abismales en su desarrollo económico, lo que de antemano nulifica cualquier esfuerzo por construir un comercio justo. Por esa razón insisten en la falacia de que «el libre comercio conduce al desarrollo económico y social de los países subdesarrollados» y que la libre competencia es un estímulo indispensable para el fortalecimiento de la producción y los servicios locales. Los primeros resultados de tratado que se firmó y la profunda crisis económica y financiera por la que atraviesa el mundo desarrollado, niegan rotundamente esa suposición.

Además, estamos en presencia de un desmantelamiento creciente del empresariado nacional, de sus industrias y los servicios locales y avanzamos hacia la liquidación completa de la producción agropecuaria en manos costarricenses. A lo sumo, el libre comercio favorece algunos sectores intermediarios cuyo objetivo no es producir sin obtener una ganancia en el tráfico mercantil y aún así, son pocos los comerciantes verdaderamente favorecidos. Los grupos favorables a la firma del TLC, tampoco le pusieron objeciones al inevitable desmantelamiento del estado social y de servicio público, a la subasta de las grandes instituciones de servicios en manos del Estado, las que son un factor insustituible de la democracia costarricense.

Incluso insistimos tercamente, en el efecto negativo del neoliberalismo y el TLC sobre algunas actividades sociales que no estaban directamente planteadas en el Tratado, pero que están hoy en real proceso de desintegración: Nos referimos a la educación pública, desde la primaria hasta la universitaria y de los sistemas de salud, representados por la Caja Costarricense del Seguro Social.

5. Las fuerzas hegemónicas penetraron ideológicamente al movimiento patriótico.

Al mismo tiempo, las fuerzas que impulsaban el TLC, temerosas ante el significativo despertar del movimiento social y popular, supieron insertar o mejor dicho inducir, en el seno de las fuerzas patrióticas, dos ideas centrales que, como veremos, causaron un profundo daño. Antes de exponerlas, debemos aclarar que cientos y quizás miles de compañeros y compañeras las acogieron de buena fe, porque temían la supuesta «contaminación» del movimiento. Estas ideas gravitaron de manera desigual entre los distintos Comités Patrióticos y otros componentes del movimiento social. Pero examinemos más de cerca esas ideas:

Primera idea: NUESTRO MOVIMIENTO NO TIENE LIDERES NI LOS NECESITA.

Con independencia de la debilidad que el movimiento nacional reflejaba en ausencia de una dirección unificada, era notorio que en todas partes se apreciaba la presencia de compañeros y compañeras dotados de especiales condiciones cívicas y políticas, incluida la capacidad de liderazgo, pues de hecho actuaban como líderes y conductores del movimiento.

Con verdadera astucia, fue propalada la visión retorcida según la cual los movimientos sociales no necesitan representación ni dirección. Ésa idea sirvió para evitar que los líderes naturales asumieran a plenitud su papel y peor aún, evitó las iniciativas orientadas a la coordinación del movimiento y finalmente, impidió que se construyera una dirección nacional que emergiera desde las bases y que le diera continuidad y perspectiva al movimiento.

El servicio que esta tesis les deparó a los enemigos de la movilización popular, les resultó inestimable. Mientras que por un lado Oscar Arias ejercía a plenitud su papel de líder del , y desde la presidencia de la República se adueñaba de todo el espacio publicitario, él NO aparecía sin vocero, sin una conducción lúcida que reflejara la perspectiva presente y futura del movimiento.

Hago un pequeño paréntesis. Generalmente se parte de la falsa idea de que conducción política, significa dirección y conducción personales. Nada más falso. Los más grandes dirigentes de la historia contemporánea, asumieron su papel de líderes pero tomaron invariablemente en cuenta, reflexiones y, casi siempre, decisiones colectivas. En las guerras, naturalmente, se acrecienta el papel de la dirección personal pero en los movimientos de masas, el dirigente que no sabe construir o participar en una dirección colectiva, por lo general fracasa.

Paradójicamente, una de las observaciones más frecuentes que se nos hacen cuando planteamos la urgencia de la construcción de una verdadera oposición nacional al proyecto de la «Dictadura En Democracia», es que, si bien tenemos razón, «no hay líderes en Costa Rica». La sabiduría popular comprende de inmediato, que es muy difícil articular un movimiento nacional sin la presencia de hombres y mujeres que actúen como los prebostes o conductores de la lucha social. Repito que cuando hablamos de liderazgo, nos referimos a las condiciones que un grupo de compañeros o compañeras debe tener, para transmitir y sintetizar con lucidez, las grandes tareas del presente y el futuro inmediato, que los distintos colectivos del movimiento han sabido plantear. En esa capacidad deben quedar sintetizadas las profundas aspiraciones de los pueblos.

Liderazgo no significa tener al frente a un individuo prepotente, sino a buenos representantes, hombres o mujeres, de los anhelos colectivos.

La propuesta que hemos elevado ahora ante TSE, para que el pueblo vote en un referéndum una serie de reformas electorales que profundicen la democracia, tiene la particularidad, por su justeza, de prender de inmediato en la conciencia de las personas que la escuchan y de despertar en ellas el entusiasmo y el deseo de convertirla en una realidad. De modo que por ninguna razón debemos caer ahora en esa trampa del repudio al liderazgo y, al contrario, velar porque éste se ejerza con el mayor vigor y sencillez posible.

Pero los enemigos insertaron otra idea. Veamos.

Segunda idea: ¡CUIDADO CON LA POLITICA!

Difundida a más no poder, esta advertencia de antemano reforzaba el criterio tan extendido de que «la política» es «un hecho nefasto y pernicioso», «propio de oportunistas», de «personas inescrupulosas y deshonestas», de los «aprovechados que sólo quieren usar a los electores en su beneficio personal».

¡Claro, dirán algunos, pero si eso precisamente es la política! Nosotros nos negamos a aceptar que la política esté irremediablemente condenada a ser un instrumento en manos de los grandes intereses o de elementos oportunistas. Es cierto que la política actual es una perversión de la verdadera política como instrumento al servicio de los intereses colectivos. LA POLÍTICA, con mayúscula, que debemos aspirar a construir, se encamina a destruir las prácticas corruptas y hasta mafiosas de la politiquería doméstica, el entreguismo, la estrecha vinculación de la actividad gubernamental con los negocios privados y el uso del poder como una actividad a espaldas a la ciudadanía.

Afirmamos que la política verdadera es, sin otra alternativa posible, el único instrumento en manos de los pueblos para ascender al control del aparato del Estado y ponerlo al servicio de la ciudadanía. Cualquiera que niegue el valor y la importancia de la política, debe comenzar por explicarnos de manera prolija y detallada, cuál es «el otro instrumento» que puede sustituirla y permitirle al pueblo ascender hasta control del aparato del Estado.

Lo que debe ser parte de una discusión absolutamente válida, no es a propósito de si la lucha política es válida o no, sino en relación a cuáles son los tipos de organización ciudadana que pueden ser las mejores e indispensables herramientas para la conquista del poder político. En ese sentido valdría la pena examinar esa creación absolutamente novedosa del pueblo costarricense, que son los Comités Patrióticos y su eventual inserción en la lucha político-electoral junto a otras herramientas conocidas como son los partidos políticos.

Existen, desde luego, otras herramientas de lucha social pero que están limitadas a contextos particulares y cuyo propósito inmediato no es la conquista del poder del Estado. Son mecanismos de lucha valiosos e indispensables pero que no fueron concebidos para cumplir esa tarea que sólo la política puede llevar a cabo y qué consiste en aspirar a la dirección del Estado. Esas otras herramientas son, por ejemplo, los sindicatos, las asociaciones cívicas, las juntas de vecinos, las cooperativas y otras. Éstas agrupaciones no sólo pueden sino que deben pronunciarse en la política nacional, pero su función consiste, principalmente, en la defensa de sus agremiados y no en organizar al pueblo para asumir el gobierno. Sin embargo, su contribución en ese esfuerzo puede resultar decisiva.

Evitar, obstaculizar o ponerle reparos al ascenso de un movimiento político vigoroso y dotado de una dirigencia renovada y firme, es hacerle el mejor de los servicios a esas mismas fuerzas que combatimos y que se han empeñado en controlar para siempre la vida cívica, económica y social de nuestra Patria.

La idea que comentamos y que consiste en la negación de la acción política, cumplió otra función indispensable al servicio de los grupos hegemónicos. En efecto, frenó la presión ciudadana y de los propios Comités Patrióticos, sobre los partidos de orientación progresista, en el sentido que exigirles la necesidad impostergable de unirse en el proceso electoral subsiguiente para enfrentar unidos la continuidad del proyecto neoliberal.

Por un Nuevo y Renovado Esfuerzo

Paradójicamente, no es solamente el movimiento progresista y patriótico de Costa Rica el que padece una carencia de liderazgo. En estos momentos, con la salida de Oscar Arias del gobierno y la intempestiva y prematura auto postulación de su hermano, que pretendía asumir un liderazgo nacional, son las fuerzas hegemónicas las que sufren ahora un severo vacío de liderazgo.

No debemos olvidar que independientemente de sus ambiciones personales, Oscar Arias fue llamado al gobierno por una coalición de clases y fuerzas muy poderosas, también preocupadas de la fortaleza manifestada por el movimiento que se había manifestado en la lucha del «combo». Estas fuerzas hegemónicas, pese al intenso trabajo desplegado por dividir y fragmentar al movimiento con hondas raíces nacionales, no estaban del todo seguras de que pudieran detener su ascenso. Es así como recurren a Oscar Arias como su mejor carta para «capear una posible tormenta social».

Ésa carta quedó atrás y aunque todavía hay personas que consideran que el Expresidente podría estar planeando una nueva postulación, aparentemente se vería enfrentado al serio desgaste sufrido. Hay que tomar en cuenta que nadie como él en la historia reciente, se propuso dividir, con mayor profundidad, al pueblo costarricense. Al mismo tiempo, el desgaste económico y social de la economía nacional es enorme, la corrupción de su gobierno se exhibe como un estandarte y las alucinantes promesas sobre los efectos magnánimos del TLC, se han ido todas al basurero de la historia.

Así las cosas, no hay en el horizonte ningún personaje que pudiéramos considerar un líder de relevo de las fuerzas conservadoras y neoliberales del país. Lo que parece más factible es que emerja, de los partidos con raíces patrióticas o de la propia sociedad civil, un grupo ciudadano que se dé a la tarea de forjar la urgente unidad por la que hemos clamado durante años y que consiste en la reconciliación y unidad de todas las vertientes del pensamiento social costarricense: el pensamiento social de la Iglesia, la socialdemocracia y el socialismo.

Pero incluso si una unidad semejante se produjera, nada puede garantizarle a la ciudadanía que los procesos electorales no sufran una vez más, la descomposición introducida en ellos por la vieja politiquería. Recordemos que son muchos años de un manejo absolutamente inescrupuloso que han padecido las elecciones nacionales y locales. La política electoral ha sido pervertida por el empleo a manos llenas de ilimitados recursos económicos y por el uso desmedido y abusivo de algunos medios de comunicación. A estos elementos debemos agregar otro factor que todos conocemos y que consiste en el control de una buena parte del aparato estatal e institucional.

Por otra parte, debemos mencionar que muchas de las leyes electorales están totalmente erosionadas y no sirven para garantizar procesos limpios y diáfanos. Es por eso que hemos decidido proponer un auténtico «referéndum ciudadano» que se conserve totalmente en manos de la ciudadanía activa.

Referéndum sobre las reformas electorales y la dignidad nacional

Hemos procurado difundir por distintos medios, la propuesta presentada al Tribunal Electoral. Independientemente de algunos detalles, la propuesta se centra en el propósito de evitar el control inescrupuloso que las grandes maquinarias electorales ejercen sobre los procesos decisivos de la vida cívica de los costarricenses. Comentaremos someramente, los elementos más importantes de nuestra propuesta:

1. Referéndum revocatorio.

En las actuales condiciones, ningún ciudadano o ciudadana electos con el voto popular, pueden ser depuestos de sus cargos si incumplen gravemente con la misión que les ha sido encomendada o si se someten, como ocurre tantas veces, al mando inescrupuloso de algún mandamás de turno. Con el referéndum que proponemos se instituye el derecho de los electores, mediante un debido proceso, de destituir de sus cargos y mediante el voto en un referéndum revocatorio, a aquellas personas que, habiendo sido electos, incumplan gravemente los deberes de su cargo.

2. Nosotros elegiremos, uno por uno, a todos los diputados.

Todos nos quejamos de la Asamblea Legislativa y observamos que muchos de los diputados que la componen, son simples representantes de grandes intereses e incluso sirvientes de individuos que los agrupan como rebaños. A la mayoría de esos parlamentarios jamás los hemos visto ni sabemos que méritos o que vicios los acompañan.

Esta situación proviene de la forma en que los diputados son electos. Ahora ocurre que ante una papeleta electoral, el ciudadano o la ciudadana no votan por personas sino por las banderas que encabezan las listas de diputados. Cuando votan por una bandera, votan por todos los que están en esa lista aunque se trate de personas con los peores antecedentes.

Con el referéndum que proponemos, la ciudadanía elije entre todos los candidatos o candidatas de todos los partidos, sin importar el lugar que ocupen en cualquier lista. Con esto también se acaba el comercio de candidaturas pues es cada elector el que decide quién debe ir a la asamblea. Será la persona que vota y no el dueño de un partido, quien elija los diputados.

3. Que se acabe el festín con los dineros del pueblo.

En estos momentos, las maquinarias de casi todos los grandes partidos manejan sumas inmensas de dinero provenientes de la llamada deuda política, como les da la gana. Ningún partido, que sepamos, tiene una escuela permanente de formación política ni una sede con biblioteca y documentos de información.

El Tribunal Electoral se limita a revisar las cuentas finales y a entregarles decenas de millones a los partidos participantes.

Con nuestra propuesta de referéndum esto se acaba. Será el Tribunal Supremo de Elecciones quién en adelante manejará y asignará, con controles rigurosos y sobre la base de presupuestos aprobados, los fondos que el Estado le asigna a los partidos. Esos dineros estarán permanentemente depositados en la Tesorería Nacional a nombre del Tribunal. También se acaba la influencia que sobre los partidos ejercen el gran capital nacional e internacional, e incluso el creciente poder de la delincuencia organizada que suele financiar partidos y campañas. Con nuestra propuesta, todos los fondos de origen privado, deben ser consignados y depositados en la Tesorería Nacional a nombre del Tribunal, pues han pasado a ser, en realidad, dineros públicos.

4. Convenciones abiertas para la elección de candidatos

Con el referéndum se acaba el poder abusivo de ciertos líderes, que terminan eligiendo, de manera personal e inconsulta, a los ciudadanos y ciudadanas que habrán de ser colocados en las papeletas electorales. De ahora en adelante todos los cargos de elección popular, deberán ser nombrados en convenciones abiertas donde pueden participar todos los ciudadanos y ciudadanas que así lo deseen.

5. Consejo de Transparencia Electoral

Finalmente, con nuestro plan de referéndum queda instaurado «El Consejo de Transparencia Electoral», formado por siete ciudadanos y ciudadanas, uno por cada provincia y que actuará como un órgano permanente de activa colaboración con las importantes labores del Tribunal Supremo de Elecciones.

Este Consejo, que de ninguna manera se sobrepone a las prerrogativas y poderes constitucionales del Tribunal Supremo de Elecciones, constituye la presencia de la sociedad civil en el esfuerzo por hacer de los procesos electorales mecanismos diáfanos y eficientes, lo que redundará en el prestigio mismo de los órganos electorales de Costa Rica y en mayores seguridades reales para los electores, que frecuentemente ponen en dudan la calidad de la vigilancia y el recuento de los votos.

Hacia una ciudadanía consciente y organizada

Los pueblos no son lo que comúnmente observamos. Las grandes masas de trabajadores y trabajadoras, dentro de las que incluimos aquellos que realizan trabajos eminentemente intelectuales o simplemente burocráticos, realiza sus tareas dentro de un marco de referencia preestablecido constituido por constumbres, normas y leyes, que todos aceptamos como una realidad inconmovible.

De hecho, nadie objeta que los grandes medios de producción como las fábricas, o de distribución, como el comercio mayorista, incluido el comercio internacional, o que gran parte del sistema financiero bancario o que las mayores empresas de servicios como al transporte terrestre, aéreo y marítimo, se encuentren, todos ellos, en manos privadas.

Ese sistema social donde la mayor parte de los bienes que sirven para producir enormes beneficios, son privados y donde las actividades económicas funcionan sobre la base del interés personal y el afán de lucro, es lo que comúnmente llamamos capitalismo y a los propietarios de esos medios, que se dejan una buena parte de la riqueza producida por toda la sociedad, los llamamos capitalistas.

De este modo, el capitalismo es un sistema dentro del cual nos encontramos literalmente sumergidos. Todo lo que hacemos, el autobús en que nos juntamos, el cine al que asistimos, el colegio con la Universidad en que muchas veces se educan nuestros hijos, el supermercado donde hacemos las compras e incluso el banco donde depositamos nuestros ahorros, son por lo general empresas privadas.

Con frecuencia, vivimos dentro de esta realidad sin percatarnos de las implicaciones que tiene el hecho de que un grupo muy minoritario que es el que se compone de los dueños de la riqueza, tomen todos los días decisiones fundamentales que nos afectan a todos.

Como no se trata de idealizar ni de soñar con utopías, como sería pensar que se han dado las condiciones para acabar con las injusticias, las diferencias sociales o proceder a la construcción de un sistema socialista en Costa Rica, lo mejor es atenernos estrictamente a la realidad. La realidad nos dice que el pueblo costarricense ha logrado a través de su corta historia, avances de enorme significación en su esfuerzo por construir una sociedad más justa, más inclusiva y pendiente de los intereses de las grandes mayorías.

En pleno alumbramiento del Estado, se aprueba una Constitución: El Pacto de Concordia. Con Carrillo se crea una estructura jurídica codificada. En 1856, un ejército defensor de la soberanía nacional y formado por campesinos, provocó lo que podríamos llamar la primera derrota del imperialismo norteamericano en América Latina. Como nos lo ha recordado en reiteradas ocasiones el filósofo Arnoldo Mora Rodríguez, Costa Rica se convirtió en el segundo país alfabetizado de América Latina, después de la Argentina de Domingo Faustino Sarmiento. En un incipiente Estado Nacional, los patricios que lo dirigían instauraron la enseñanza gratuita, obligatoria y financiada por el Estado y con ella apuntaron a la riqueza intelectual de nuestros niños y jóvenes e iniciaron una auténtica epopeya de construcción cívica. Luego vienen las reformas liberales de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que confirmaron un país secular, con garantías y libertades individuales, con libertades públicas , libertad de pensamiento y el derecho de propiedad que le daba opciones y posibilidades de sobrevivencia a la pequeña y mediana propiedad campesina. Se regula la división entre el poder espiritual de la Iglesia Católica y el poder estatal. A comienzos de los años 20 se fundan la Sociedad de Seguros del Magisterio Nacional y el Instituto Nacional de Seguros, INS. Luego, a mediados del siglo XX, durante el gobierno del Dr. Calderón Guardia y una alianza inédita en el continente, formada por el Gobierno, la Iglesia Católica y el Partido Comunista, se produjeron extraordinarias reformas en beneficio de los trabajadores y los grupos marginados, con la promulgación de las Garantías Sociales, la aprobación del Código de Trabajo y por encima de todo, con la fundación de la Caja Costarricense de Seguro Social y la Universidad de Costa Rica.

La CCSS, es, sin lugar a dudas, la más grande conquista social del pueblo costarricense. Sin ella, fundada sobre el principio de la solidaridad colectiva, jamás habríamos alcanzado los niveles de desarrollo social y los avances en la salud pública exhibidos con nuestro pequeño país. Sin ella, la relativa paz social del país, jamás habría sido posible.

Después de la guerra civil de 1948, La Junta de Gobierno encabezada por José Figueres, nacionaliza los depósitos bancarios, crea el ICE y le da un significativo impulso a la educación superior universitaria. Figueres moderniza el Estado costarricense y crea el «Estado Empresario», el que será confirmado posteriormente, durante el gobierno de Daniel Oduber, con la creación de la Corporación Costarricense de Desarrollo, CODESA. Esta entidad era propietaria de extraordinarias empresas públicas como la Fábrica Nacional de Cemento, Atunes de Costa Rica, Transmesa, Fertica y otras. La Corporación sería posteriormente, durante la primera administración de Oscar Arias, completamente desmantelada y privatizada por iniciativa del representante del AID en Costa Rica.

Verdaderos capitales se amasaron con la privatización y venta de aquellas empresas públicas que habían sido integralmente pagadas, algunas de ellas con recursos provenientes de la deuda externa de Costa Rica.

Naturalmente, en un pequeño país subdesarrollado y capitalista, es imposible eludir durante este siglo y medio de historia republicana, el desarrollo y consolidación de la oligarquía costarricense y la penetración del capital y los intereses del imperio norteamericano en nuestro país.

En todo caso, el propósito fundamental en estas líneas es poner de relieve aquellos extraordinarios logros del pueblo costarricense, sin los cuales habría sido imposible consolidar una personalidad nacional como la nuestra. Hoy más que nunca, resulta imprescindible insistir en esos logros, porque uno de los grandes esfuerzos del neoliberalismo, se dirige a lavar de nuestra conciencia esa capacidad histórica del pueblo para construir obras de gran relieve. Liquidar nuestra autoestima, destruir el orgullo y la dignidad nacionales, son parte de su perverso empeño por «domesticar» a Costa Rica.

Es por esto que no podemos apartar la intención de construir una conciencia más lúcida y alertada sobre las grandes tareas de mucho tiempo. Éste nuevo referéndum que hemos propuesto, tiene como su principal intención lograr un cambio en las reglas del juego electoral, sometiéndolo a procedimientos menos manipuladores, más controlables por la ciudadanía y sobre todo, más diáfanos.

No tenemos ninguna duda de las condiciones favorables que acompañan este empeño. Como quiera que sea, será imposible triunfar si al mismo tiempo no logramos recomponer el alto grado de unidad que hizo posible la movilización social durante el referéndum del TLC y convertir esa unidad en un factor fundamental de la victoria que nos aguarda.

Fuente: http://revista-amauta.org/2011/04/hacia-la-victoria-definitiva-contra-el-neoliberalismo/