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Honduras

Hacia las honduras de una revolución original

Fuentes: Rebelión

¿Cómo explicar tres meses de movilización popular continua, masiva y auto-sostenida en una sociedad tan empobrecida como la de Honduras? ¿Cómo explicar este fenómeno socio-político sin precedente incluso en un continente con tantas experiencias formidables y tantas luchas heroicas? Historia trágica e inicio interrumpido de un nuevo porvenir. El pueblo hondureño -víctima de las inclemencias […]

¿Cómo explicar tres meses de movilización popular continua, masiva y auto-sostenida en una sociedad tan empobrecida como la de Honduras?

¿Cómo explicar este fenómeno socio-político sin precedente incluso en un continente con tantas experiencias formidables y tantas luchas heroicas?

  • Historia trágica e inicio interrumpido de un nuevo porvenir.

El pueblo hondureño -víctima de las inclemencias y tragedias provocadas por los abusos imperiales y oligárquicos propios de ese tipo de dominación en todas las «repúblicas bananeras» de Centroamérica, azotado durante décadas por un generalato criminal graduado en al Escuela de las América, saqueado por las mafias políticas y el lumpen-empresariado de los tiempos neoliberales y la post-modernidad- comenzó a avanzar poquito a poquito hasta que vino el fatídico golpe del pasado 28 de junio, fraguado en la base gringa de Soto Cano-Palmerola y asumido por las cúpulas burocráticas, tecnocràticas, partidocràticas, militares, policiales y sociales de ese hermano país.

Ese andar diferente, temporalmente frustrado, comenzó con el precario triunfo electoral de Manuel Zelaya (Mel), uno de los pocos líderes liberales que sobrevivió al neo-conservadurismo que se apoderó del Partido Liberal hasta asemejarse al Partido Nacional (conservador)

Mel marcó precisamente la diferencia que una parte de la sociedad hondureña anhelaba lograr bajo el estímulo de un continente estremecido por la cuarta ola revolucionaria de los últimos sesenta años.

Una ola realmente dinámica e impactante, capaz de iniciar procesos transformadores con escasas fuerzas de vanguardia (al estilo clásico) e incluso con débiles, precarios y casi inexistentes contingentes políticos revolucionarios.

Capaz de devolverle actualidad a las revoluciones aparentemente fallecidas y de colocar en el centro del debate las alternativas al neoliberalismo empobrecedor y des-nacionalizador; nueva modalidad del capitalismo surgida de su crisis estructural de finales del siglo XX y con suficiente poder destructivo para sumergir a la humanidad en el peor período para la continuidad de su existencia a lo largo de su historia, agravada esta situación hasta desatarse la presente mega-crisis de la civilización burguesa.

De esa realidad -después de profundos reflujos políticos y de prolongadas resistencias sociales- han brotado las nuevas ofensivas transformadoras de los pueblos de nuestra América. Ellas se han colado por los intersticios del sistema dominante, perforándolo, haciéndole grietas, abriéndole huecos y derribando algunos de sus muros y pilares.

En Honduras, situada justamente entre dos productos de la nueva ola (el re-ascenso del FSLN al gobierno y el triunfo electoral del FMLN), ubicada en el corazón de un continente en efervescencia y en pugna por una nueva democracia y una verdadera independencia, la pequeña fisura que implicó el gobierno conformado por Manuel Zelaya no tardó en ser ampliada por el impacto de los vientos esperanzadores provenientes del Sur.

Mel, poco a poco, se fue sensibilizando con la necesidad de gobernar de otra manera. Poco a poco dirigió su mirada hacia Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Nicaragua, El Salvador… y le «cortó los ojos» a los halcones de Washington y a los regímenes derechistas de Colombia, México, Perú, Panamá y Costa Rica.

Volvió su rostro hacia el Alba…

Pensó en la gloria de reivindicar las relaciones con una Cuba revolucionaria muy maltratada por sus antecesores.

Vio la ventaja de PETROCARIBE y de los programas de salud cubano-venezolanos.

Sintió el poder unificador y reinvidicador del nuevo bolivarianismo y se recordó de los ideales de Morazán, pisoteados por el bando traidor y parricida centroamericano.

Avanzó con lentitud desde la soledad de su precario poder institucional, pero avanzó a contracorriente desatando la ira de los cancerberos de su patria y de los tutores de ellos con asiento en Soto Cano y en Washington.

Perdió apoyos tradicionales y comenzó a ganar simpatías en movimientos sociales y sectores políticos, que aunque recelosos de las opciones surgidas de un bipartidismo realmente funesto, comenzaron a apreciar su sinceridad y a valorar positivamente sus riesgos.

Se inició así el gran deslinde, acelerado por el tema de la consulta popular para la Asamblea Constituyente. Mel sintió y sufrió el rigor de la vieja camisa de fuerza constitucional y se decidió a contribuir a rasgarla para quitársela de encima al sufrido pueblo hondureño.

Amenazó así seriamente con desmontar el andamiaje de una institucionalidad decadente y desató el debate en torno a la permanencia o no de un sistema político y una institucionalidad confeccionada a la medida de la perversa clase dominante-gobernante hondureña.

Puso sobre el tapete la cuestión de superar la seudo-democracia existente y abrir las compuertas de la creación y desarrollo de una nueva democracia, de una democracia participativa.

Se situó de esa manera en el vórtice de la contradicción fundamental a escala continental: status quo vs auto-determinación nacional y participación popular; esto en medio del estallido de la gran crisis del capitalismo estadounidense y mundial, y de la actual situación revolucionaria continental.

Reformas que generan contrarreformas.

Reformas que agitan revoluciones.

Revoluciones que motivan contrarrevoluciones feroces.

Época de contrarreformas y reformas, y de revoluciones y contrarrevoluciones «sui generis»

Confrontaciones de profundo calado social más allá de sus atenuadas formas iniciales.

Tiempos en que el reprimido deseo de cambio político de los pueblos se viene expresando en todos los planos: en la superficie, a cielo abierto, pero también soterradamente, en el subsuelo de las sociedades; en las plazas y en las urnas, en campos y ciudades, fuera y dentro de las instituciones establecidas, fuera y dentro del sistema de partidos. Y con potencias y modalidades difícil de revertir.

  • El golpe precipitó la necesaria y obligada rebeldía

En Honduras ese cambio, deseado y contenido por décadas, venía lento; pero venía…hasta que los de arriba (de fuera y de dentro) no quisieron arriesgarse a esperar decisiones de mediano plazo y optaron por el zarpazo inmediato.

Un zarpazo golpista, que dentro de sus trágicas consecuencias temporales, ha tenido la virtud de radicalizarlo todo y de sacar todo lo bueno y lo malo a flor de piel: la dominación y la resistencia, la mentira y la verdad, la opresión y la necesidad de cambios; convirtiendo ese país centroamericano en ingobernable desde ese poder engendrado a partir de ese hecho de fuerza y generando a la vez nuevos y originales flujos revolucionarios desde abajo.

El golpe puso en evidencia toda la maldad del poder establecido y todas las virtudes del pueblo en lucha.

Un nefasto zarpazo dictatorial, que lejos de disminuir con el tiempo su intensidad brutal, se ve impelido cada día a aumentarla en todos los planos como forma de sobre-vivencia forzada.

Una promisoria resistencia popular que no cesa de crecer en todas las direcciones, que asume como cuestión de vida o muerte para la sociedad y su desarrollo la derrota total del régimen golpista.

La dictadura se torna cada vez más dura, mientras la movilización y la protesta popular no cesan de expresarse con modalidades cada vez más fuertes, permanentes y generalizadas.

  • Dos poderes enfrentados en una contienda crucial.

Dos poderes en franca y decisiva pelea.

Uno amarando instituciones infuncionales, mecanismos represivos, empresas y riquezas cada vez más aisladas de la sociedad, cada vez más ilegitimas, cada vez más desautorizada y debilitadas.

Otro en las calles, campos, plazas y caminos, desarmado pero erguido y presto a todo lo que posibilite su emancipación. Movimientos sociales recreados y fortalecidos horizontalmente, corrientes políticas revolucionarias surgidas aparentemente de la nada o de lo poco acumulado en los tiempos malos, pueblo empobrecido pero capaz de generar rebeldía creadora; innovando en sujetos y actores políticos, sociales y culturales capaces de llenar aceleradamente déficit y vacíos paralizantes.

De un lado: el gobierno golpista, la oligarquía voraz, las mafias políticas, el generalato corrompido, los nuevos ricos, las corporaciones transnacionales, las jerarquías eclesiásticas ultra-conservadoras, los enclaves militares imperialistas y la partidocracia pervertida, esta ùltima manipulando sus diezmadas clientelas políticas.

Del otro: el Frente de la Resistencia contra el Golpe y todo su extraordinario abanico social y político: los/as trabajadores/as del campo y la ciudad, los/as sin trabajo, las capas medias progresistas, las iglesias de base, los pueblos originarios, las mujeres excluidas, la juventud en rebeldía, las izquierdas de nuevo y viejo tipo, los pueblos originarios, la negritud y el mulataje discriminados/as.

La gran pobrecìa contra la gran lumpen-burguesía, la honestidad contra la corrupción, la justicia contra la opresión.

De un lado: el usurpador del Palacio de Gobierno, el cabecilla de los gorilettis y pinochettis, expresión de la ilegalidad, la ilegitimidad y brutalidad.

Del otro: el presidente legal y cada vez más respaldado, el presidente Manuel Zelaya, rodeado de simpatía y de pueblo y repleto de legitimidad desde su estadía temporal en la Embajada de Brasil.

Dos poderes diametralmente distintos y de frente a frente.

Uno que asume apasionadamente la contrarreforma, la recolonización y la contrarrevolución, y el otro que impulsa con vigor las reformas camino a la revolución y la liberación de la patria grande.

En juego están la vida de la ultra-reacción política y social como factor dominante y la existencia del pueblo como ser político y social en libertad; están la continuidad del coloniaje o el reverdecer de la soberanía.

Los de arriba se aferran a su decadente poder de facto, mayoritariamente impugnado, sembrando a diestra y siniestra neofascismo y entreguismo de la peores especies y cultura de la muerte.

Los de abajo ya saben que derrotarlo es imprescindible para evitar una larga y dramática noche de terror y miseria mayor, y para pronto y definitivamente vivir en libertad, dignidad y soberanía.

Y derrotarlo, dado todo lo que está delante y detrás de los golpistas, es prácticamente hacer revolución democrática y reconquistar la independencia mediatizada y pisoteada.

  • Al rojo vivo la contradicción: un punto caliente y decisivo en un continente cambiante

El golpe en Honduras es parte de una contraofensiva imperialista-oligárquica-partidocràtica y mafiosa, que incluye también la instalación de las cinco nuevas bases militares estadounidenses en Colombia y los diversos planes de desestabilización de los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región; particularmente aquellas maquinaciones dirigidas contra los procesos venezolano, ecuatoriano y boliviano en Suramérica, contra el giro progresista en Honduras, Nicaragua y El Salvador en Centroamérica, y contra la altiva presencia de Cuba revolucionaria en el Caribe insular.

Ambos puntos agudos de la contraofensiva reaccionaria son inseparables y ambos engendros de la política imperial -el hondureño destinado a estimular la escalada golpista-desestabilizadora a todo lo largo y ancho de nuestra América y el colombiano (narcoestado-paraterrorista) convertido en plataforma de agresión militar imperialista y en el Israel del continente para la conquista de la región amazónica y su expansión en el Caribe- deben ser derrotados para no retroceder. Son los puntos más calientes y decisivos en el contexto de la nueva ola de cambios y de la confrontación en marcha, por lo que no debe haber excusas para confluir y ser profundamente solidarios con las fuerzas opositoras, insurgentes y no insurgentes, radicales y moderadas, de las sociedades hondureña y colombiana.

La audaz vuelta de Mel a Tegucigalpa pone al rojo vivo la contradicción en ese punto neurálgico de la confrontación, al potenciar la determinación popular de arrancar de raíz el régimen golpista.

Estamos presenciando los estertores de uno de los engendros surgidos de esa contraofensiva imperialista-oligárquica, sobre todo si sigue en ascenso la ofensiva popular. El «estado de sitio» por 45 días más es una clara -aunque cruel- señal de su profunda debilidad y enorme desesperación.

Los golpistas están acorralados y camino al colapso. El pueblo no le da, ni debe darle, tregua alguna. Está demasiado conciente de la oportunidad histórica que tiene para barrer ese maltrecho obstáculo a la necesaria y anhelada revolución democrática morazanista.

El pueblo hondureño, sin necesidad de proclamarlo (aunque ya comienza a hablarse de esa posibilidad), marcha hacia las honduras de una revolución singularmente herética (como lo son todas las revoluciones de verdad); difícil, aunque no totalmente imposible de mediatizar.

La conciencia colectiva de esa realidad y la asunción por el pueblo hondureño del sentido crucial de la actual confrontación, explica su empeño, su persistencia, su inigualable y original bravura, su capacidad para avanzar progresivamente y escenificar una insurrección permanente sin armas, que de seguir avanzando podría asfixiar el viejo régimen y dar a luz la demandada reposición del presidente Zelaya; en condiciones en que a ese pueblo heroico ya no solo se le podría satisfacer con una simple democracia representativa tradicional, sino principalmente con cambios sociales de profundidad, con revolución política y social de verdad, con democracia participativa e integral

En un momento tan difícil como hermoso para el pueblo hondureño vienen a mi memoria las sabias palabras del profesor Juan Bosch en los primeros momentos del levantamiento cívico-militar del pueblo dominicano contra el régimen golpista del Triunvirato en abril de 1965; aquel emotivo mensaje desde Puerto Rico en aquellos horas estelares del contra-golpe popular, en el que, entre otras ideas, afirmó sin vacilación desde lo más hondo de su corazón algo así: «a un pueblo que ha luchado con tanto heroísmo como el dominicano hay que darle mucho más que libertad».

Ciertamente había que garantizarle emancipación social y poder popular, lo que en el caso dominicano fue impedido por la invasión de 42 mil marines estadounidenses

¡Apostemos y contribuyamos ahora para que en la Honduras de hoy y en la América actual la revolución político-social, la nueva democracia y el nuevo socialismo puedan avanzar!

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.