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Honduras resiste

Fuentes: Zazpika (Gara)

El verano pasado, Honduras sufrió un golpe de Estado impulsado por la oligarquía y ejecutado por el ejército. Desde entonces, un movimiento de masas, el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) lucha por conseguir lo que al presidente Manuel Zelaya no le dejaron hacer: un referéndum para consultar al pueblo si es que desea organizar […]

El verano pasado, Honduras sufrió un golpe de Estado impulsado por la oligarquía y ejecutado por el ejército. Desde entonces, un movimiento de masas, el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) lucha por conseguir lo que al presidente Manuel Zelaya no le dejaron hacer: un referéndum para consultar al pueblo si es que desea organizar una asamblea constituyente para que al fin llegue la igualdad real.

«Trabajo diez horas al día seis días a la semana, no le puedo decir mi nombre, usted sabe lo que sucedería. En McDonald´s me hacen firmar un contrato en el que aparentemente me pagan el salario mínimo, las 5500 lempiras (225 Euros), pero es un acuerdo falso, pues a la hora de abonarme, me restan 1000 de ese mínimo establecido. Está asumido, es lo normal aquí». Cristina, según sus amigas, tiene mucha suerte. Trabaja en una multinacional de comida rápida que por pertenecer al grupo INTUR (grupo que comprende mas de 80 multinacionales representadas por la oligarquía local) no paga nada, absolutamente nada, de impuestos. La razón por la que sus compañeras la consideran afortunada no queda lejos de casa. La tía de Cristina es dueña de una pulpería (pequeño economato de barrio) y en ella ha de trabajar toda la familia para poder hacer frente a todos los impuestos que no pagan los dueños de INTUR al Estado, grupo que comprende multinacionales como Kentucky Fried Chicken, TEXACO, Pizza Hut o Dunkin´Donuts.

Honduras es prácticamente una propiedad privada. Los Facusse, los Roshental, Canahuati y demás familias de empresarios poseen el país de forma literal: tierras, periódicos, bancos, playas, fabricas, hoteles, aeropuertos, televisiones, cementeras y hasta McDonald´s… Cuando algún sindicato de trabajadores o asociación estudiantil les denuncia por sus abusos, utilizan a la magistratura o a la policía para reprimirlos. En último lugar, cuando se pierden las elecciones (el control político) o la gente se tira a la calle (el control social) se recurre al Ejército, como ha sucedido históricamente en Latinoamérica, y como sucedió tenebrosamente, el 28 de junio del año pasado, fecha en la cual el depuesto presidente Manuel Zelaya Rosales quiso colocar durante aquellas frustradas elecciones presidenciales, una cuarta urna (no vinculante) con la que se pretendía consultar a los ciudadanos si deseaban cambiar una constitución formulada por y para unos pocos.

«Reduzcamos el Estado a su mínima expresión y vendamos Honduras» fueron las dos rotundas premisas sobre las que el consejo de la empresa privada y el embajador estadounidense, John Dimitri Negroponte (famoso por apoyar el terrorismo de estado en toda la región centroamericana durante los años ochenta) forjaron la constitución de 1982. Aquella carta magna fue creada sobre dos ejes. Uno de ellos era, en palabras del consejo de la empresa privada, «vender Honduras», y el otro «no dejar que el Estado entorpezca el progreso». En realidad pura doctrina Monroe mediante la cual, los empresarios del país dejaron al Estado, como ellos querían, es decir, sumamente debilitado; perfecto para el saqueo que cometieron esas elites locales con la ya clásica colaboración estadounidense. La sorpresa llegó cuando el liberal Zelaya ganó las elecciones y dio, en el 2006, un golpe de timón a la política tradicionalista del parlamento para pasarse a las políticas sociales, algo que según el presidente usurpador y golpista Roberto Micheletti fue, paradójicamente, «traición a la patria».

«Manuel Zelaya Rosales, proveniente de una rica familia de ganaderos de Olancho es un político liberal que cometió el pecado de optar por los pobres, y eso en Centroamérica, sabemos bien que se paga caro» afirma una enfermera del hospital San Felipe. «Nos dobló el salario mínimo, trajo médicos cubanos para curarnos gratis e ingresó al ALBA (Alternativa Bolivariana para América) consiguiendo combustible barato para el país. Hizo lo que nadie antes». Para Esdras Amado López, director del censurado Canal 36, «todos estos cambios en aras de la igualdad y la mejora social fueron insoportables para los empresarios, que no dudaron en desplegar toda su artillería mediática contra el Gobierno». Periódicos pertenecientes a la oligarquía como «El Heraldo» calificaron la subida salarial de «desmedida», pues la consideraban, «demasiado elevada». Según ellos, una familia podía vivir perfectamente con 120 euros al mes, «como antes de las ingerencias estatales».

Por todo esto, en la mañana el presidente Zelaya fue sacado en pijama de su dormitorio, después de que un grupo de militares ametrallase la puerta de su casa. Los propios canales de televisión privados, pertenecientes a las elites del país y fervientes defensores de la democracia y la libre expresión, desvalijaron los equipos audiovisuales del palacio presidencial para que no se pudiese informar a la desconcertada población, y los pocos medios independientes que existían, como Canal 36 o Radio Globo, fueron ocupados militarmente y clausurados. Mientras, Zelaya era llevado a la enorme base militar de los Estados Unidos en la cercana Palmerola, y de allí expulsado a San José en un avión privado que contó con todas las facilidades de Costa Rica para aterrizar «sin permiso», entregar al presidente secuestrado de un país «amigo» y desaparecer de nuevo con rumbo «desconocido» sin tener que dar explicaciones.

Una vez desterrado el presidente, el gobierno golpista, liderado por Roberto Micheletti, un político y empresario conservador experto en perder elecciones, dijo que Zelaya había violado la constitución, y que si regresaba, sería juzgado y encarcelado. Les fue difícil de explicar a la comunidad internacional y a los propios hondureños el porque, habiendo violado Zelaya «presuntamente» la constitución, hubo de ser expulsado del país y no juzgado, y por otro lado, ¿cómo podía ser antidemocrático o inconstitucional realizar un referéndum, que además era no vinculante? Mientras, la agresividad de los militares al servicio de la oligarquía era encubierta mediáticamente por el funeral de Michael Jackson, y unos cuantos medios de comunicación españoles con tentáculos en la esfera empresarial de América Latina tildaban el golpe de «restitución presidencial».

Sin embargo, ni la Unión Europea, ni la Organización de Estados Americanos, ni Naciones Unidas, validaron (probablemente mas por cautela que por ganas) en forma alguna el golpe. Solo la CNN (que no es poco) dio legitimidad a lo sucedido. En lugar de golpe y dictador hablaron de «sucesión forzada» y «nuevo gobernante».

Frente a toda esta maquinaria militar, empresarial y mediática, el pueblo hondureño optó por la organización desde las primeras horas del golpe a la democracia. En un conocido local sindical de Tegucigalpa, el recién nacido FNRP (Frente Nacional de Resistencia Popular) aglutinó, de entre muchos sectores sociales, a las feministas, los maestros, las trabajadoras, los artistas y estudiantes del país, impulsando, desde la base, a Juan Barahona, Rafael Alegría y Carlos H. Reyes como líderes e interlocutores del sentir popular.

En un país históricamente considerado dócil y desideologizado «por  comparársele con sus combativos vecinos de Nicaragua, El Salvador o Guatemala» la gente salió a la calle en masa por primera vez. Sin medios ni presupuesto y bajo toques de queda y asesinatos, el FNRP ha puesto cuanto menos, en marcha al pueblo. Para Juan Barahona, portavoz del FNRP, «la toma del poder por parte del frente, podrá llegar o no, pero ya algo ha cambiado… La gente ha adquirido conciencia política».

A mas de un año del golpe de estado, y con Zelaya todavía en el exilio, el FNRP ha sobrepasado por tiempo, número y acción, al depuesto mandatario. Ya el frente es un ente autónomo, participativo, con fuerza y proyecto propio, que aglutina a miembros del partido liberal fieles a Zelaya, a comunistas, a grupos cristianos de base o social demócratas. Según Barahona, «el objetivo prioritario no es el de resistir, sino lograr ese referéndum que apruebe una asamblea constituyente para determinar como es que el pueblo hondureño quiere vivir». Para ello están lanzando una exitosa campaña de recogida de firmas y luchando con audacia en todos los terrenos posibles, hasta tal punto, que actualmente, el propio relevo del golpista Micheletti, Pepe Lobo (quien también perdió anteriormente frente a Zelaya, y accedió al poder en unas elecciones fraudulentas de mínima participación) ha comenzado a hablar de cambios en la constitución vigente.

Pero este recorrido hacia la organización y unidad popular no ha sido un camino de rosas. En poco mas de un año, se ha desarrollado una guerra integral de desgaste que ha ido destinada a intimidar y debilitar las segundas filas o terceras filas del FNRP. Periodistas de provincias que denunciaron abusos, abogados humildes, defensoras de los derechos humanos en los barrios y varios sindicalistas han ido cayendo uno tras otro sin que la prensa internacional «ni por supuesto casi toda la nacional» haya mostrado el mas mínimo interés.

«Hasta hoy -advierte Barahona- hemos renunciado al uso de la violencia para luchar por nuestros derechos y defendernos, pero llegado cierto punto la posibilidad de utilizar dicha herramienta, está ahí, no la descartamos».

En la actualidad, los miembros o simpatizantes del FNRP a los que han asesinado no son los rostros mas destacados, sino militantes menos conocidos que no fuerzan la condena internacional de las elites, por ejemplo, europeas. Pero hoy, además de los atentados, un nuevo y sigiloso método de represión se impone a otros. Es el del secuestro express. Policías uniformados o de paisano -según numerosas denuncias, en muchos casos son miembros de las fuerzas especiales llamadas Cobras- capturan a un presunto activista del FNRP, lo llevan a un punto desconocido y lo interrogan con violencia física y psicológica.

En la sede del COFADEH (Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Honduras) organización de derechos humanos que surgió en los ochenta para documentar y denunciar los asesinatos de estado que se dieron en aquella etapa de la guerra sucia, la veterana directora, Ninoska Benítez, alerta sobre el incremento de la violencia estatal en este último año de régimen golpista iniciado por Roberto Micheletti y continuado por Pepe Lobo. «El botadero de cadáveres que se utilizó en los ochenta vuelve a estar activo», Ninoska se refiere a «la montañita», un conocido vertedero de basuras en el que las fuerzas de seguridad del Estado arrojaban los cuerpos de los jóvenes activistas hace veinticinco años.

Manuel de Jesús periodista de la emisora independiente Radio Globo ha sido, como tantos otros, secuestrado, interrogado y torturado. Cuando le arrojaron al basurero pudo escapar, pero las cínicas medidas cautelares impuestas mas tarde por un juzgado le exigían la presencia policial en la puerta de su casa, por lo que no le quedó mas remedio que refugiarse en Nicaragua. «Me secuestra y me tortura la policía y luego mandan a la policía a mi casa para protegerme. No tuve mas remedio que huir». Y como él, muchos mas jóvenes que fueron «fichados» gracias a una táctica «contra insurgente» de estos funcionarios formados en los ochentas por las cloacas de Washington. «En las primeras manifestaciones se produjeron activistas heridos, la policía discretamente indicó a las ambulancias que los llevasen a hospitales militares, utilizando como excusa que los otros estaban desbordados. Gracias a esa hábil maniobra, ya en los primeros días crearon un censo policial de los jóvenes mas contestatarios» denuncia Ninoska Benítez frente a los retratos de varios jóvenes desaparecidos.

El año pasado, cuando Zelaya hizo un amago de entrada al país poniendo un pie sobre la frontera de Nicaragua con Honduras, se vivió un momento histórico y determinante del movimiento de resistencia popular. Miles de hondureños acudieron a la localidad fronteriza de Alauca para recibir a su legítimo presidente. La cantidad de gente que acudió a honrar la pretendida llegada desbordó a un ejército nervioso que cerró la frontera, retuvo durante tres días en una carretera (un auténtico campo de concentración improvisado) a miles de desatendidos ciudadanos y asesinó, previa tortura de sesenta punzadas por todo el cuerpo, a Pedro Magdiel, un joven activista del FNRP que prendió un llanta en protesta por el estado de sitio perpetrado contra los civiles indefensos. Sin embargo, hubo cientos de hondureños que no se resignaron ante al cerco impuesto por los militares y decidieron cruzar hacia Nicaragua por las montañas, con el fin de encontrarse con el presidente al otro lado. En este arduo y largo camino, militares, helicópteros y demás fuerza armada humillaron y abusaron de aquellos ciudadanos desarmados, que una y otra vez sorteaban, por las inhóspitas veredas, la represión militar, eludiendo responder con violencia a un régimen que los arrollaba y los neutralizaba. Fue en ese momento, cuando sectores del frente estuvieron a punto de optar por la vía armada.

«Ese era el momento idóneo para comenzar la insurrección armada contra el régimen. Quedó claro frente a las cámaras de TeleSur y demás medios veraces, que el ejército a las ordenes de Micheletti, nos estaba reprimiendo una y otra vez, sin dejar el mas mínimo espacio al diálogo, la razón o la propia vida». Para Edgar, un joven con el que ZAZPIKA cruzó a Nicaragua por las montañas, y que hoy se encuentra haciendo una vida discreta en Tegucigalpa, fue decepcionante ver como a la comunidad internacional le ha dado igual el hecho de que en el FNRP fuesen pacíficos. «Tras esos episodios del verano pasado la violencia contra el pueblo no ha hecho mas que crecer y crecer. Les sale gratis matarnos». Para el poeta y escritor del FNRP, Fabricio Estrada «Hay un clima de impunidad total. Dieron un golpe, y no les pasó nada. Robaron, y no les pasó nada. Mataron a gente, y no les pasó nada, entonces, ¿porqué motivo se iban a detener? Todo lo contrario, su violencia va a mas pues ha sido legitimada por el Estado y los medios». Solo en lo que va de año, se han contado ocho periodistas asesinados (el país del mundo con mas periodistas fatalmente atacados) miles de arrestos improcedentes, medios de comunicación cerrados, cientos de torturados y docenas de asesinados. El Gobierno, para lavarse la cara internacionalmente ha creado una comisión «de la verdad», pero el frente ha creado una comisión independiente a la que llaman, la «de verdad». Según Estrada, «la verdad es aquí violentada constantemente. El caso de Zacate Grande, es un ilustrativo ejemplo del sistema feudal y censor en el que viven hoy comunidades enteras».

Zacate Grande es una pequeña comunidad extremadamente pobre del pacífico hondureño. Este año, gracias a una donación, han podido inaugurar una humilde radio comunitaria, «La Voz de Zacate Grande». En ella han comenzado a emitir música y abrir debates. El «problema» ha llegado cuando Miguel Facussé, uno de los hombres mas ricos de Honduras y dueño de la tierra que rodea las chabolas de los zacateños, se enteró de que en la radio hablaban de política y derechos humanos. Fue entonces cuando Facussé mandó a sus guardias privados golpear y disparar para dar por cerrada la emisora. Como sus propios métodos violentos no conseguían doblegar la voluntad de la paupérrima comunidad, el pasado mes de junio utilizó la violencia legal mandando trescientos policías y militares con una orden de busca y captura de los cinco campesinos que construyeron la caseta de la emisora. El juez que puso la fuerza pública a su servicio, ha terminado por aprobar completamente la denuncia de Facussé y la radio ya se ha cerrado. Esas gentes a las cuales se les mueren los bebes de catarros y diarreas o que no disfrutan de agua corriente ni luz, el multimillonario les acusa de defraudación fiscal e impacto medio ambiental. En el mismo momento en el que el abogado leía a los sin tierra la orden judicial, ZAZPIKA estuvo presente en la comunidad. Los cinco lideres comunitarios denunciados que desde ese momento han pasado a la clandestinidad resumían lo sucedido con una simple pregunta: «¿Conoce usted la canción de Manu Chao, aquella del señor Matanza? Pues eso. No hace falta que le platiquemos mas». En el momento de nuestra marcha se escuchaba a Hillary Clinton por «La voz de América» pedir a la comunidad internacional «que se reconozca al nuevo Gobierno democrático de Honduras». En la caseta de «La Voz de Zacate Grande», tras el paso de la fiscalía, hoy hay un precinto policial que habla por si solo: «Escena del crimen». No podía ser mas cierto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.