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Francia

Identidad nacional

Fuentes: Público

Extraña idea, por cierto, la de hacer decir a los franceses que son efectivamente franceses y se sienten franceses, que respetan ciertos símbolos tan anticuados como obvios -la bandera, la Marsellesa-, que rinden «culto» a la República o a la emancipación de los pueblos (¿por qué la palabra «culto»?), y que suscriben plenamente el lema […]

Extraña idea, por cierto, la de hacer decir a los franceses que son efectivamente franceses y se sienten franceses, que respetan ciertos símbolos tan anticuados como obvios -la bandera, la Marsellesa-, que rinden «culto» a la República o a la emancipación de los pueblos (¿por qué la palabra «culto»?), y que suscriben plenamente el lema «Libertad, igualdad, fraternidad». ¿No será que, con la firma del Tratado de Lisboa, se ha despertado el viejo pánico ante una posible pérdida de soberanía nacional?

En todo caso, es eso lo que pretende Eric Besson, ministro francés de Inmigración e Identidad Nacional, que desea reunir a los ciudadanos para debatir su proyecto de ley sobre la identidad nacional en los 96 departamentos, las 342 circunscripciones, sin olvidar los departamentos y territorios de ultramar. El diseño de la futura ley no está del todo claro, pero una cosa está decidida: los jóvenes franceses cantarán al menos una vez por año la Marsellesa.

Desde luego, un proyecto así comienza por dividir a la derecha, a la izquierda y a toda la ciudadanía: según un sondeo, el 60% estaría de acuerdo con que se discuta; según otro, el 64% piensa que la propuesta del Gobierno sólo pretende seducir a la derecha, y que, de nación a nacionalismo, sólo media un paso.

Es necesario subrayar que el anuncio de tan apasionante debate llegó después de un mes de ataques ininterrumpidos contra emigrantes y refugiados. Es el caso vergonzoso de los refugiados afganos que huyen de la certeza de ser enrolados por los talibán y, por consiguiente, de disparar contra soldados franceses u otros en misión de paz en su país. El 22 de octubre pasado, tres jóvenes afganos fueron introducidos en un vuelo charter inglés y devueltos a «zonas seguras» -Kabul- en las que «no corren riesgo alguno», cosa que niegan las ONG allí instaladas. Otros 40 afganos esperan en centros de retención franceses. «Francia es una especie de guarida para ellos -dice el ministro de Inmigración e Identidad Nacional-, mientras que cinco países europeos los devuelven a Afganistán». ¿Una guarida para una invasión de 43 afganos? ¿Y qué es del derecho de asilo político? Según el Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados, habría un total de 12.000 solicitudes de asilo de afganos y 11.000 de somalíes presentadas en 40 países.

Es cierto que, para un ministro, lo importante es cumplir los objetivos. El objetivo de monsieur Besson es aumentar de modo significativo el número de expulsiones de inmigrantes sin papeles. Para tal fin, se instaura el «delito de solidaridad» -«inexistente», según el ministro, pero en nombre del cual una comerciante de la ciudad de Mulhouse (Alto Rin francés) será condenada a un mes de prisión por haber albergado durante cuatro meses a un kurdo turco que vivía en Francia desde hacía seis años-. Y el artículo L-622-1 del código de extranjería prevé hasta cinco años de prisión y 30.000 euros de multa para quien ofrezca una sola comida a un sin papeles. Para Benjamín Constant, uno de los padres del pensamiento liberal, «toda ley que obligue a la delación no es una ley; toda ley que infrinja la tendencia que comanda al hombre a dar refugio a quien le pida asilo, no es una ley». Pero eso era en 1819. «La realidad es que, desde hace 30 años, la legislación fabrica clandestinos en nombre de la lucha contra la clandestinidad. Hay demonios de exclusión en la historia de Francia», escribe el sociólogo Jean-François Bayart.

Es bien curioso que la idea de la campaña sobre la «identidad nacional» haya salido de la cabeza del ministro ex socialista de un presidente, Nicolas Paul Stéphane Sarkozy de Nagy-Bocsa, que es hijo de un inmigrante húngaro. ¿O será verdad lo de que los últimos en llegar sean quienes cierren la puerta tras de sí?

Porque, ¿qué es Francia sino un mosaico de celtas, latinos, germanos, vikingos, hunos y árabes, con un amalgama de lenguas germánicas, celtas y francas, encrucijada de todas las religiones y herejías, cátara, valdense, protestante, o judía? «Francia es sólo un conglomerado de pueblos desunidos», dijo bien Mirabeau en 1789. Su identidad profunda es quizás el no poseerla, cosa que hoy, con cerca de doscientos millones de personas desplazadas en el mundo, debería ser considerada como prueba de apertura y de modernidad.

El comunitarismo que hace estragos en Inglaterra no se ha instalado en Francia. Y, para ser francés, el ius soli prevalece todavía sobre el ius sanguinis, vigente en Alemania. Según Gallup, el 83% de los musulmanes intenta vivir como y con los franceses; sólo un 4% prefiere vivir «entre sí»; y el 80% se dice profundamente apegado a Francia. El problema es que apenas un 40% de franceses piensa que es cierto. Y si se quiere que los inmigrantes aún no franceses se integren, tal vez habría que empezar por darles el derecho de voto en el país del cual pagan impuestos. «He dicho la igualdad. No he dicho la identidad», escribió Victor Hugo en su tiempo.

El colmo podría ser la suerte de los franceses desde muchas generaciones, uno solo de cuyos antecesores haya nacido en el extranjero, incluso en una colonia ex francesa. A padres de familia nacidos en París, educados, casados y con trabajo en Francia, se les niega el pasaporte por tener un progenitor francés nacido en las colonias. Un profesor titular pierde de pronto su identidad porque la administración descubre que uno de sus ancestros nació en Alsacia cuando Alsacia era alemana. ¿No habrá algo profundamente enfermo en esta búsqueda de pureza para una identidad ilusoria y aberrante? «A partir del momento en que se la define a priori, toda forma de tarjeta de identidad se convierte en una máquina de exclusión», escribe el profesor Yann Moulier Boutang.

¿Y si al lema «Libertad, igualdad, fraternidad» se le agregase la necesaria palabra «generosidad»?

Nicole Thibon es periodista

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1765/identidad-nacional/