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Legalitè, pero no tanto

Investigan la implicación de Francia en el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994

Fuentes: Agencias/ inSurGente

El genocidio que se produjo en Ruanda en 1994, y que como recordarán costó la vida a más de un millón de personas, está siendo investigado en Francia. En efecto, una juez de ese país instruye una causa para determinar la responsabilidad del Gobierno galo en tamaña matanza. Es sabido que la implicación del ejército […]

El genocidio que se produjo en Ruanda en 1994, y que como recordarán costó la vida a más de un millón de personas, está siendo investigado en Francia. En efecto, una juez de ese país instruye una causa para determinar la responsabilidad del Gobierno galo en tamaña matanza. Es sabido que la implicación del ejército francés en las colonias es constante y permanente; la extracción de materias primas es imprescindible para mantener el statu quo francés/europeo, pero la acusación de asesinatos y violaciones cometidas por soldados galos, parece excesivo para la justicia de ese país. A todas estas investigaciones hay que añadir la misteriosa muerte, en su exilio dorado de Bélgica, de un ex ministro ruandés, acusado de la muerte de miles de sus compatriotas. Un expediente equis.

Los seis supervivientes del genocidio declararon que soldados franceses desplegados en Ruanda bajo mandato de la ONU en 1994 cometieron asesinatos y violaciones y colaboraron con las actividades genocidas de los hutus.

La Fiscalía declaró válidos dos de los testimonios y rechazó los otros cuatro, al considerar que los denunciantes no habían sufrido perjuicios directos y personales, indicaron fuentes judiciales.

La juez instructora francesa del Tribunal Militar Brigitte Raynaud se trasladó a principios del mes pasado a Ruanda para tomar declaración a los testigos, que reiteraron las acusaciones presentadas en febrero pasado en París contra los soldados galos.

Francia era la única potencia internacional presente en Ruanda en 1994, en pleno conflicto étnico entre hutus y tutsis.

Unos 2.500 soldados franceses, bajo mandato de Naciones Unidas, debían formar una zona humanitaria segura en el sureste de Ruanda, en la denominada operación Turquesa.

Sin embargo, los testimonios de los supervivientes tutsis (cinco hombres y una mujer de entre 25 y 39 años) aseguran que los soldados galos entregaban hombres a los hutus y que cometieron asesinatos y violaciones.

La ministra francesa de Defensa, Michele Alliot-Marie, defendió a los militares galos cuando la prensa francesa publicó hace un mes las revelaciones de los testimonios de los supervivientes.

‘Pienso que es inadmisible que los militares franceses puedan ser acusados de esta manera y por cosas que la mayoría de las veces son completamente peregrinas’, subrayó.

Alliot-Marie recordó que Francia fue ‘la única potencia que tuvo la valentía de enviar militares para intentar parar el genocidio e intentar limitar al máximo sus efectos’.

En diciembre de 1998, una misión de investigación parlamentaria exoneró a Francia del genocidio ruandés, pero precisó que hubo cierta responsabilidad debida a ‘un error global de estrategia’ y ‘disfunciones institucionales’.

París ha negado siempre toda implicación en las masacres que causaron, según la ONU, unos 800.000 muertos entre la minoría tutsi y los hutus moderados.

Cadáver encontrado

El cuerpo desnudo y descompuesto hallado el pasado día 17 flotando en un canal en Bruselas es el de Juvénal Uwilingiyimana, un ex ministro ruandés de 54 años acusado de genocidio, según concluyó la noche del jueves la policía belga. El ex ministro de Comercio de Ruanda colaboraba con el Tribunal Penal Internacional de Ruanda (TPIR), que juzga a los responsables del genocidio de 1994, y había expresado temor por su vida por su colaboración con la corte.

«La oficina del fiscal del Tribunal Internacional para Ruanda ha sido informada por las autoridades belgas de que el cadáver descubierto en el canal de Charleroi en Bruselas, ha sido identificado como el Juvénal Uwilingiyimana», informó ayer el TPIR en un comunicado.

La esposa de Uwilingiyimana había anunciado su desaparición en Bruselas, el pasado 21 de noviembre. Un metro setenta de altura, con gafas, pantalón gris, camisa verde, jersey de lanas a rayas rojas y grises y un abrigo verde oscuro eran las señas de identificación del hombre que gozaba de la condición de refugiado político en Bélgica desde hacía siete años.