Con ocasión de las próximas elecciones al parlamento europeo, y frente a la deriva autoritaria, racista, antisocial y anticonstitucional del gobierno Berlusconi, un grupo de personalidades de la vida política italiana ha impulsado una lista única de la izquierda -«Por la democracia»- que excluya a los dirigentes de los partidos, los cuales, sin embargo, son invitados a promoverla junto al más amplio arco posible de fuerzas y movimientos de la sociedad civil.
La democracia italiana corre peligro. La ley de seguridad impulsada por la mayoría gubernamental ha privado a miles de extranjeros que viven y trabajan en Italia de los derechos fundamentales más elementales: a la salud, al alojamiento, a la reagrupación familiar, al envío de remesas a sus familias. Se pretende aprobar una reforma federalista que dividirá a Italia entre regiones ricas y pobres, rompiendo el pacto constitucional de igualdad que hasta ahora ha regido la República. En medio de una crisis económica sin precedentes, el gobierno se ha empeñado en la ruptura de la unidad sindical y en la marginación del sindicato más representativo. Frente a la gravedad de la crisis ambiental, el Presidente del Consejo ha tratado de obstaculizar la iniciativa de Europa. La instrumentalización de las emociones suscitadas por el drama de Eluana Englaro le ha permitido, asimismo, promover un choque institucional con la magistratura y con el presidente de la República; ha provocado la división del país en torno a temas vinculados a la laicidad del Estado, la dignidad de la persona y su autodeterminación; ha intentado eliminar los equilibrios institucionales, amenazando con apelar directamente al pueblo para reformar la Constitución si no se le reconoce un poder ilimitado e incontrolado, a modo de encarnación de la voluntad popular.
Miedo, racismo, odio por los diferentes, desprecio por el débil son, en suma, los venenos que las políticas y la propaganda gubernamental inyectan día a día en la sociedad como fuente inagotable de consenso. Semejante situación de emergencia constitucional torna insensatas las actuales divisiones de las izquierdas, las cuales, teniendo presente la barrera del 4% en las próximas elecciones, corren el riesgo de verse condenadas a la irrelevancia definitiva.
Hay, por otro lado, un factor específico de crisis de la democracia que, junto a la vocación populista de la actual mayoría, está determinando el colapso de la democracia representativa: la creciente ocupación de las instituciones públicas por parte de los partidos y la confusión sustancial de éstos con aquéllas. A resultas de ello, los partidos se transforman, de espacios de agregación social y de elaboración desde abajo de programas y alternativas políticas, en costosas oligarquías constantemente expuestas a la corrupción y a la actuación chapucera. Sólo la introducción de un rígida incompatibilidad entre cargos de partido y cargos institucionales, esto es, entre representantes y representados, permitiría restaurar la distinción y la relación de representación y de responsabilidad de los segundos respecto de los primeros. De este modo, cabría restituir a los partidos, como órganos de la sociedad antes que del Estado, su función constitucional de instrumentos de participación ciudadana en la vida política.
Las próximas elecciones al Parlamento europeo ofrecen a las disgregadas fuerzas de la izquierda una ocasión irrepetible para poner en práctica este principio y, con ello, abrir una posibilidad para superar sus divisiones. No se trata de establecer alianzas, coaliciones o fusiones de grupos dirigentes. Se trata, de manera más simple y eficaz, de dar vida a una lista única de izquierda, «Por la democracia», que excluya a los dirigentes de los partidos, los cuales, sin embargo, son invitados a promoverla junto al más amplio arco posible de fuerzas y movimientos de la sociedad civil. Una lista de estas características permitiría dar voz y representación a una amplia franja de electores -no menos del 10% del electorado- que no se reconocen ni en el Partido Democrático ni en los muchos grupos fragmentarios a su izquierda, y contribuiría a poner remedio a la rivalidad interna, a la competencia y a la reivindicación identitaria que cunde entre éstos. Pero una iniciativa de este tipo permitiría, sobre todo, y en un momento de peligrosa deriva populista, racista, autoritaria y anticonstitucional de nuestro sistema político, reafirmar la existencia de una fuerza democrática y de izquierdas, intransigente en la defensa de la Constitución y de sus valores de igualdad, libertad y solidaridad.-
Firman, entre otros: Umberto Allegretti, Michelangelo Bovero, Luciana Castellina, Donatella della Porta, Luigi Ferrajoli, Gianni Ferrara, Pino Ferraris, Lia Fubini, Patrizio Gonnella, Marina Graziosi, Pietro Ingrao, Tecla Mazzarese, Tamar Pitch, Rossana Rossanda, Cesare Salva, Ermanno Vitale, Danilo Zolo.
Traducción para www.sinpermiso.info : Gerardo Pisarello