Nos hallamos en uno de los peores momentos de nuestra historia: Alberto Asor Rosa lleva razón. Estamos ante una crisis intelectual y moral de los italianos -la mitad de los cuales han votado por tercera vez a una pandilla de especuladores, ex fascistas y separatistas, y la otra mitad se ha dividido-. Se necesita, por […]
Nos hallamos en uno de los peores momentos de nuestra historia: Alberto Asor Rosa lleva razón. Estamos ante una crisis intelectual y moral de los italianos -la mitad de los cuales han votado por tercera vez a una pandilla de especuladores, ex fascistas y separatistas, y la otra mitad se ha dividido-. Se necesita, por lo tanto, escribe Asor, un sujeto político nuevo, limpio, y con una idea de nación que mire hacia la izquierda y no persiga ideas fijas comunistas. En el documento del Centro para la Reforma del Estado, Mario Tronti decía algo parecido, y precisaba que debe ser una gran fuerza popular.
No es que me guste ser una idea fija, pero paciencia y barajar. Ahora bien, en el actual estado de cosas, no veo dónde pueda estar esta fuerza política. Veltroni diría: pero qué dices, esa fuerza soy yo, y el Partido democrático. Tenemos el 34 por ciento de los votos, no somos una camarilla de especuladores, tenemos un proyecto reformista, y un moderno icono moral en Robert Kennedy, hemos roto con todo tipo de comunismo. Sí, claro; sólo que no es que el Partido democrático esté ejerciendo, precisamente, de oposición a Berlusconi. Muy raramente se ha visto un partido de izquierdas de poder tan unipersonal y tan poco popular, si por democrático y popular entendemos un mínimo de democracia participativa. Sólo que, para acabar de decirlo todo, aún no acabamos de entender qué es el PD: le habían dado vida la Margarita y Demócratas de Izquierda, pero de la Margarita faltan ahora Prodi y Parisi, y Rosi Bindi parece aguantar más por coherencia que por convicción
Ni tan siquiera los Demócratas de izquierda parecen aguantar ternes: D´Alema jura por el Partido Democrático pero su versión de la fundación tiene tonos bastante distintos de los de Veltroni. ¿Alguien puede jurar que en el primer congreso esta quimera se va a convertir en un animal fiable? Fuera del Pd las cosas no van mejor. La apresurada coalición de la izquierda Arcoíris ha sido expulsada directamente del Parlamento, al haberle jurado venganza su propio electorado por haberse dejado arrastrar en la aventura del gobierno. La Izquierda democrática de Mussi ha perdido algunas plumas en vez de ganarlas. Los Verdes, lo mismo. Refundación, se ha roto en dos ramas que ni tan siquiera se hablan: la mayoría de Ferrero lo confía todo al conflicto social desde abajo, la minoría de Niki Vendola a una unificación de áreas radicales, entre las cuales la comunista podría ser una cultura entre las otras, del ecologismo, que es más extenso que los Verdes, del feminismo, de los movimientos. No veo, sin embargo, a la altura de los acontecimientos, un sujeto en condiciones de hacer frente a la avalancha de derechas. Veo una caterva de huérfanos que desearían este sujeto, pero sobre los cuales desde hace muchos años llueven granizadas que los dispersan cada vez más. Pero, ¿cuál es la causa de tales granizadas?
¿Es tan solo la determinación y la desfachatez de Berlusconi? No lo creo. La banda que nos gobierna repite puntualmente las formas, métodos y medidas de todos los ejecutivos europeos de los años 80: el fuerte impulso a la desigualdad, al enriquecimiento de los pocos, al empobrecimiento de los más, esto es, la oleada neoliberal subsiguiente a los «treinta gloriosos». Es una vuelta a la línea que había sido ya derrotada en Europa y en los Estados Unidos tras los años ´20.
Pero ahora, observa Asor, ésa ha llegado a punto muerto. Es cierto, pero no por la fuerza de la izquierda. Está en dificultades consigo misma. Del liberalismo se oscila al proteccionismo, del mercado único a las guerras comerciales semejantes a las del siglo XlX -que es a donde estamos volviendo-.Los Estados Unidos tienen la hegemonía militar pero no la económica; ésta le es disputada por la China y la India en poderoso crecimiento. Y la arrogancia de Bush ha metido su supremacía militar en el atolladero del Oriente Medio, mientras Europa se encuentra paralizada en una moneda relativamente fuerte, en una economía debilísima y en una iniciativa política igual a cero.
Este es el escenario en el que nos encontramos. ¿Creemos de verdad poder derrotarlo con conflictos sociales desde abajo o con la unión de los reluctantes al veltronismo? No lo creo. Si queremos no solo derrotar a Berlusconi sino decirnos hacia dónde puede ir Italia, sobre qué bases se puede reconstruir una fisonomía intelectual y moral, será preciso pasar de las protestas divididas y poco creadoras de comunicación a un proyecto que tenga credibilidad, capacidad de persuasión y movilización. Para esto no sirve el Partido democrático, que comparte horizontes con el liberalismo, ni bastan las dos almas de Refundación: la vastedad del empeño implica una acumulación de fuerzas que vaya mucho más allá de la izquierda Arcoiris y la naturaleza de la empresa implica un conflicto de una envergadura que no se resuelve desde abajo. Por lo demás, ¿cuál es la parte de abajo de la globalización?
Y aquí vuelve mi fijación: si somos, como creo, una pieza de una tendencia mundial, antes que nada debemos darle un nombre a la misma y definir su mapa. El nombre es el capitalismo que va del último cuarto del siglo Veinte al los inicios del Dos mil. El mapa es el del planeta entero. Acabemos ya de balbucear que todo ha cambiado y por eso nada se puede decir, y comencemos a precisar en qué se ha convertido este capitalismo. No existen victorias puramente locales contra el mismo. Al igual que los empleados de una fábrica no pueden luchar ellos solos contra la deslocalización de la fábrica, del mismo modo un país europeo no puede luchar él solo contra la recesión, sean cuales sean las ocurrencias proteccionistas de Tremonti. Pero cuando, a la crisis de las clases dirigentes, se le añade caos de la izquierda el riesgo es que todos nos veamos arrastrados
¿Puede este riesgo convertirse en realidad? Esta es, en mi opinión, la pregunta verdadera. Creo que sí, dada la amplitud de los sujetos implicados y la profundidad no solo material y pecuniaria del desastre, sino también intelectual y moral -no es casual que a la apatía cultural de occidente ahora tan solo se opongan los nacionalismos o los fundamentalismos-.
Pero a medio plazo temo que no se pueda dar una consigna revolucionaria, al menos en el sentido que le habíamos dado a esta palabra hasta hace poco tiempo: el resultado del 68 demuestra lo equivocados que estábamos ya entonces, y lo que ha sucedido después del 89 impide incluso a los más obstinados soñar con una reedición de los socialismos reales. Pero el sufrimiento social y la amplitud de las desigualdades han llegado a ser tan grandes que fragilizan el propio mantenimiento y la cohesión de cada país individualmente. Con reformas institucionales no se puede poner en orden la casa. Podría ser ordenada, por difícil que esto sea, con una inversión de tendencia: una operación que restituya el primado a la política por encima de los mecanismos de la economía, que de lugar a líneas desarrollo, incluido un «desarrollo del decrecimiento», que redistribuya la riqueza en contra de las zonas fuertes y a favor de las débiles, que decida el recorte de los privilegios sociales, el relanzamiento a nivel mundial de mercados internos (la imposibilidad del proceder de la Organización Mundial de Comercio -OMC- habla claro)
No será ésta una operación indolora, pero puede no ser imposible. ¿Quién no se sumaría a este proyecto? Tan solo los caciques de las stock options de oro. No será la revolución, pero, hoy por hoy, será ciertamente una revolución cultural.
Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaba de aparecer en España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008]. Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO .
Traducción para www.sinpermiso.info : Joaquín Miras