En cada calle y avenidas principales del centro de París, ciudad olímpica 2024, están cercadas con vallas que marcan las diferentes zonas grises o rojas por donde los ciudadanos y visitantes elegidos pueden transitar. Para ello es imprescindible poseer un código QR o pase digital que permite entrar a las zonas seguras de los juegos olímpicos y que expide el Ministerio del Interior y por lo tanto se ha de tramitar la debida solicitud a través de la página web www.pass-jeux.gouv.fr. Al rellenar el formulario en línea es necesario facilitar una foto de carnet y documentos acreditativos. Luego de enviar la petición se tiene esperar la respuesta ya que el Ministerio del Interior debe estudiar a profundidad el perfil del solicitante para dar el visto bueno. Miles de policías controlarán los códigos QR prestos a identificar a los individuos en cuestión. Esto hace parte del exhaustivo control de seguridad que rigurosamente se aplica para que los juegos olímpicos 2024 sean todo un éxito. Francia se juega su prestigio y reputación.
París, la mítica “ciudad luz”, se ha convertido en una ciudad en estado de sitio permanente; ya no es la romántica ciudad del amor sino se parece más bien a los territorios palestinos ocupados por Israel con toda esa parafernalia de muros electrificados, cámaras con rayos infrarrojos, check points, patrullas militares y policiales que montan guardia las 24 horas del día. Y es que estamos en alerta antiterrorista mundial porque hay altas probabilidades de que se produzca un atentado. Grupos yihadistas como Estado Islámico, al Qaeda, AQIM, JNIM, Hamas, Hezbollah desean colmar su sed de venganza y ajustar las cuentas pendientes contra un país imperialista como Francia. Y encima ya han publicado sus amenazas a través de las redes sociales o llamadas telefónicas a las centrales de policía creando un insoportable estado de pánico. Por ahora la mayoría son falsas alarmas de bomba o tiroteos. Lo cierto es que ya se han producido diversos ataques muy inquietantes como acuchillamientos a policías y civiles o autos sin frenos que se han empotrado contra restaurantes o cafés y que han dejado numerosos heridos y hasta muertos. El gobierno francés prefiere no darle mucha publicidad a estos trágicos acontecimientos que califica más bien de “accidentes o sucesos atribuidos a la delincuencia común”.
Esta es una competencia olímpica y se demuestra al pie de la letra con las leyes de Darwin que afirman que «el más fuerte siempre se impone sobre el débil». Por eso los países participantes presentan a sus “mejores ejemplares” en una clara apología de la eugenesia.
Lo cierto es que los Juegos Olímpicos de París son un objetivo muy preciado para los grupos terroristas. En esta guerra psicológica no se sabe cuándo ni dónde lanzarán su zarpazo mortal. Desde luego que existen células durmientes y lobos solitarios dispuestos a inmolarse y provocar una masacre. Y es por eso que la tensión y la incertidumbre mantienen en vilo a las fuerzas de seguridad. Y es normal que un mundo tan convulso donde existen tantos conflictos bélicos como la agresión sionista en Gaza o la guerra de Rusia y Ucrania en cualquier momento se pueda desencadenar una “respuesta sangrienta”. Primero porque Francia ha apoyado incondicionalmente a Israel en el genocidio palestino y también porque se ha puesto de lado de Ucrania criminalizando al presidente Putin al que ha calificado como un “dictador genocida”. Por algo los deportistas rusos han sido excluidos de la olimpiada.
Para intentar darle una oportunidad a la paz, el presidente Macron hace unos meses propuso a Israel y a Rusia una tregua o cese el fuego durante el desarrollo de los Juegos Olímpicos de París. Pero se abstuvieron de responder afirmativamente.
Francia ha invertido billones de euros en organizar tan vanidosa y megalomaníaca fiesta deportiva, más que fiesta deportiva, deberíamos calificarla como una orgía capitalista burguesa. La olimpiada del lujo y la opulencia reservada a unas elites capaces de pagar los elevadísimos costos en alojamiento y manutención que da la casualidad se han multiplicado por tres. Es una verdadera estafa lo que se cobra por una botella de agua o una barra de pan. Porque a París hay que venir con el bolsillo lleno de dólares o euros si se quiere disfrutar de este paraíso de la “vie en rose” perfumada con Chanel número 5. Este es un negocio muy lucrativo y por eso no debe sorprendernos que la Olimpiada 2024, como muchas otras, se ha privatizado ya que la patrocinan las grandes firmas del neoliberalismo mundial como: AB InBev, Airbnb, Alibaba, Allianz, Atos, Bridgestone, Coca-Cola, Deloitte, Intel, Omega, Panasonic, P&G, Samsung, Toyota, Visa, Carrefour, EDF, LVMH, ORANGE o Sanofi. Firmas que en total aportaron 785,1 millones de euros al comité organizador.
Francia organizando esta olimpiada demuestra que se compromete con la paz y la libertad del mundo, Francia apuesta por la democracia y el respeto a los derechos humanos como parte de su propaganda política que la proclaman como la cuna de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Aunque hay algo que permanece en la memoria histórica que nos narra lo sucedido en la masacre de Múnich durante los Juegos Olímpicos de 1972 cuando once miembros de la delegación israelí fueron tomados como rehenes y asesinados por guerrilleros del Septiembre Negro palestino. De ahí que las autoridades hayan decidido blindar a la delegación israelí – que no sobrepasa los 88 deportistas- con medidas extremas de seguridad y confinarla en un bunker secreto rodeado por varios batallones de militares y más de ¡1000 policías! Además de unidades antiterroristas de la Brigada Francesa. Algo que nos provoca bastante indignación pues hay que sacar la cuenta del infinito coste que supone tamaña movilización.
La DGSE (formada por el Ministerio de Defensa francés) está lista para enfrentar cualquier amenaza delincuencial o terrorista que afecte los intereses de Francia. Pero también cuentan con el apoyo solidario de la CIA el FBI, MI6, el Mossad, el Shin Bet, BND, CNI, AISE. Continuamente el cielo de Paris lo sobrevuelan drones y helicópteros que vigilan el más mínimo movimiento sospechoso. Porque cuentan con una tecnología muy sofisticada y las cámaras de reconocimiento facial (racistas) nos tienen fichados desde que cruzamos la frontera, especialmente en las aduanas de los aeropuertos donde los pasajeros tienen que someterse a la autentificación biométrica (huellas digitales, la retina, el iris o los patrones faciales). Porque se esperan 15 millones de visitantes este verano y es aquí donde se pueden infiltrar los peligrosos terroristas. Los amos del poder aplican un brillante plan de ingeniería social que se aprovecha de las debilidades de nuestra psique e inconsciente individual y colectivo para manipularnos y cambiar los mecanismos del comportamiento humano.
Para asegurar la paz y tranquilidad durante los Juegos Olímpicos se han movilizado 45.000 policías y militares de toda Francia. Sin que falten las famosas unidades caninas preparadas para detectar explosivos o narcóticos, el comando de lucha antidrones, francotiradores apostados en los techos -porque no hay que dejar ningún flanco descubierto. Y es que no se puede minimizar el enemigo interno pues en Francia residen más de 4 millones de musulmanes. Siguiendo las tácticas antiterroristas más de 2.000 agentes secretos o de paisano recorren la ciudad sigilosamente de manera anónima. Es la autoridad la que ordena y tenemos que ponernos firmes ante el cuerpo armado de la ley; tutelados como niños que callan y agachan la cabeza cuando los reprenden. Estos son los Juegos Olímpicos Antiterroristas donde las libertades individuales y colectivas están coartadas. En todo caso los ciudadanos o, mejor dicho, los consumidores o clientes aceptan sumisos todas estas medidas represivas y anticonstitucionales pues al fin y al cabo son en defensa de su seguridad e integridad. Pero el nacionalismo francés lo asume sin contratiempos ya que es un honor sacrificarse en nombre de la patria. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial jamás había existido tal despliegue de fuerzas armadas y policía.
Por todos lados cruzan a toda velocidad y, sin importarles los peatones, los furgones policiales, camiones militares, carros blindados y cientos de vehículos sin insignias que con sus ruidosas sirenas se abren paso por las calles y avenidas. En los centros de ciberinteligencia y el antiguo “Deuxieme Bureau” –clave para la seguridad nacional- las brigadas de súper agentes rastrean el espacio aéreo, las redes sociales, los correos, las llamadas sospechosas y listos a prevenir los posibles ataques de hackers con virus informáticos.
Es increíble que esto suceda en Francia, el país pionero de los derechos humanos. Incluso han pedido refuerzos de todos los países de la UE y también USA, Canadá, de América Latina y del Golfo Pérsico cuyas 1.700 unidades han sido desplegadas en estaciones de tren, autobuses, metro aeropuertos y 39 subsedes Olímpicas.
Francia elevó la alerta de seguridad a su máximo nivel. En París existen 300 cámaras de video vigilancia por kilómetro cuadrado. “Seguridad, seguridad, seguridad” es la palabra más repetida en este momento a través de los medios de comunicación y hay que comprenderlo porque “en un mundo muy convulso tenemos que estar en guardia”. Todos somos sospechosos y se contagia fácilmente ese delirio de persecución y la paranoia del “the big brother is watching you”. Somos culpables hasta que no demostremos nuestra inocencia.
En nuestra frente llevamos grabado un número, un código QR, y nuestra identidad es una ficha informática donde están escritos nuestros antecedentes penales que se procesan a través del Big Data y la IA.
¡Bienvenidos a París 2024! Los precios en los restaurantes y bares se han triplicado y una habitación individual en un hotel de segunda cuesta de 100 euros para arriba. Por eso es necesario manejar una tarjeta VISA ORO. VISA (the Vanguard Group y BlackRock punta de lanza del lobby judío americano) es el socio preferente de la cita olímpica pues los han elegido como sistema de pago oficial. De eso sabe mucho el presidente Macron que trabajó en la banca Rothschild (dinastía sionista). Pero los “amos del mundo” lo que menos importa es el deporte o el espíritu olímpico porque los usureros del mercado financiero solo piensan en recoger los mayores beneficios económicos que se prevén superen los 15.000 millones de dólares. París cuenta con un presupuesto de 4.500 millones de dólares, en mayor medida proveniente del sector privado. A lo que hay que sumarle los derechos de radio, prensa y televisión, más los anuncios publicitarios. Sin dejar a un lado todos souvenirs (made in China) que van a comprar los más de 15 millones de visitantes.
Francia, invirtiendo un presupuesto multibillonario, ha hipnotizado al mundo con este montaje cósmico de luz y sonido donde el protagonista fue la torre Eiffel convertida en un cohete espacial listo para despegar rumbo al espacio interestelar. Una inauguración narcisista elevada a la enésima potencia que sirve como reclamo propagandístico para que los turistas visiten París, se enamoren y vivan una experiencia extrasensorial que los conduzca a la dimensión desconocida. Todo vale en este mundo de la realidad virtual que nos engatusa con sus cantos de sirena.
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