El sistema eléctrico europeo se encuentra en pleno proceso de transformación, siendo la piedra angular de tal proceso la construcción de una futura Unión de la Energía. Si bien la Unión Europea define la Unión de la Energía en base a criterios genéricos como seguridad, disponibilidad y respeto ambiental, un análisis de los pasos que […]
El sistema eléctrico europeo se encuentra en pleno proceso de transformación, siendo la piedra angular de tal proceso la construcción de una futura Unión de la Energía. Si bien la Unión Europea define la Unión de la Energía en base a criterios genéricos como seguridad, disponibilidad y respeto ambiental, un análisis de los pasos que se están tomando durante su construcción permite sacar las claves que la sustentan.
En la concepción de esta estrategia destaca una ausencia total de crítica al modelo económico, reconociendo la necesidad de continuar en la senda del crecimiento. De este modo, se confía en que la eficiencia energética es por sí sola capaz de reducir el consumo de energía primaria ante una demanda creciente, y que seremos capaces de satisfacer dicha demanda a partir de fuentes renovables. Si consideramos que el aumento de la eficiencia energética está limitado por factores tecnológicos, mantener el crecimiento económico conlleva innegablemente un crecimiento de la futura infraestructura de producción renovable.
Modelo centralizado
De cara a aumentar la penetración de producción renovable en nuestros sistemas eléctricos, caben dos posibles propuestas: una continuista basada en una producción centralizada o una alternativa, basada en la deslocalización de la producción. Cada una de ellas tiene fuertes implicaciones tanto en la tecnología renovable a utilizar, como en la infraestructura necesaria.
La producción centralizada se basa en grandes plantas renovables que requieren de un desarrollo de líneas de alta tensión, debido a los picos de producción de éstas respecto a las centrales convencionales. Así, en lo micro, la electricidad circularía desde los puntos de producción hasta los de consumo y en lo macro, desde los países excedentarios hasta los deficitarios. Por otro lado, la producción distribuida se basa en tecnologías renovables modulares y requiere de líneas de baja tensión donde la electricidad circula de forma bidireccional entre ‘prosumidores’. Si bien esto supone un reto desde el punto de vista clásico de operación del sistema, ayuda a reducir las pérdidas, permite un aprovechamiento más sostenible de los recursos y distribuye las relaciones de poder.
Es necesario señalar que estos dos planteamientos no son excluyentes y existe la posibilidad de concebir sistemas mixtos. Sin embargo, debe realizarse de una forma planificada y no como la resultante de sumar dos planteamientos concebidos de forma independiente. Esa integración cobra un mayor peso a medida que se vaya activando el papel de la ciudadanía dentro de los sistemas energéticos a través de mecanismos de gestión de la demanda, con la capacidad de ésta, mediante la adaptación de los consumos, de reducir las existencia de situaciones de sobrecarga o déficit y por tanto, de interconexión.
Unión de la Energía
Uno de los mecanismos para la construcción de la Unión de la Energía es la designación anual de una serie de proyectos de infraestructura de interconexión entre dos o más estados miembros como Proyectos de Interés Común o PIC.
Los proyectos así designados gozan de una simplificación de los procedimientos de implantación y, adicionalmente, pueden optar a ser parcialmente financiados por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) a través del programa Connecting Europe Facilities (CEF). En el caso de España y bajo el arbitrario criterio de que la interconexión entre Estados debe de ser al menos del 10 % de su capacidad de producción, tres proyectos de interconexión eléctrica han sido calificados como Proyectos de Interés Común: uno submarino, a través del Golfo de Bizkaia, y dos terrestres, uno atravesando el Pirineo por Aragón, y otro por Navarra-País Vasco 1 .
Para ahondar en el plan de la Unión de la Energía, tomemos el proyecto de interconexión eléctrica a través del Golfo de Bizkaia que une la localidad bizkaína de Gatika con Cubnezais, en Francia; todo un reto de ingeniería en el que un cable tendrá que perforar a través del fondo marino el cañón del Capbretón a 1.500 metros de profundidad. Esta interconexión, de 2.000 megavatios de potencia, cuenta con un presupuesto inicial de 1.750 millones de euros, 578 de los cuales son aportados por el programa CEF 2 .
Resulta muy significativo considerar que no se ha realizado ningún estudio de compatibilidad con el desarrollo de redes distribuidas y que, en los últimos 15 años, la totalidad de fondos destinados por la Unión Europea para el desarrollo de sistemas descentralizados se limita a 1.174 millones de euros, menos que el coste total de éste único proyecto 3 .
Colonialismo energético
Es difícil, por tanto, ver un interés real por parte de la Unión Europea en un sistema distribuido que se complemente con cierta potencia de interconexión.
Por el contrario, parece intuirse la apuesta por un modelo centralizado de producción renovable que posibilite, mediante líneas de muy alta tensión o «autopistas eléctricas», la distribución de grandes volúmenes de energía eléctrica desde las periferias hacia el centro del continente. Dicho proyecto encajaría perfectamente con planteamientos al estilo del proyecto Desertec, basado en la importación de energía renovable del norte de África 4 , o propuestas como las de convertir Noruega en una gran batería eléctrica a través sus sistemas de represas 5 . Es decir, nuevas formas de colonialismo energético que cambian la mina y el pozo por el cable.
Una vuelta de tuerca más al sistema capitalista donde los fondos de inversión buscan cada vez mayores beneficios, mientras que los impactos del modelo caen sobre los territorios que atraviesa su infraestructura, eso sí todo muy verde y renovable.