El 4 de abril de 2015 se celebraba en Atenas una reunión de Red Network. Uno de los tres talleres reunía a unas 100 personas, activas a diferentes niveles, del sector de la salud: médicos, enfermeras y enfermeros, personal de ambulancias, responsables de farmacias de hospital, limpiadoras, miembros de los comités locales que impidieron el […]
El 4 de abril de 2015 se celebraba en Atenas una reunión de Red Network. Uno de los tres talleres reunía a unas 100 personas, activas a diferentes niveles, del sector de la salud: médicos, enfermeras y enfermeros, personal de ambulancias, responsables de farmacias de hospital, limpiadoras, miembros de los comités locales que impidieron el cierre de una estructura de cuidados primarios, uno de los médicos responsables del dispensario social de Hellnikon. La discusión combinaba testimonios, análisis e iniciativas a tomar. Un hilo rojo marcaba todas las intervenciones: no hay que seguir esperando los resultados de las negociaciones permanentes y mediatizadas del gobierno, que hunden a la población en una actitud pasiva; hay que construir iniciativas que aseguren la unión entre los trabajadores de la salud, la población, la estructura sindical influenciada por Syriza (META) y los miembros y simpatizantes de Syriza. Dado el descalabro masivo y continuo del sistema de salud, hay que desarrollar una consigna: rechazo inmediato a pagar los intereses de la deuda y los reembolsos que son presentados como algo ineludible, y consagrar esos fondos inmediatamente a la salud.
La decisión del gobierno Tsipras de suprimir el ticket moderador de 5 euros es en gran parte ilusoria, porque la suma que representa el cargo de 1 euro a cargo de las y los enfermos por la compra de medicamento es muchísimo más importantes. En las intervenciones de los intervinientes en el seminario quedó evidente que la gran mayoría de los responsables del sistema de salud y de los hospitales no han sido cambiados. El aparato burocrático y clientelar implantado por Nueva Democracia y del PASOK sigue en pie. Los ministros pueden seguir haciendo declaraciones -las hacen todos los días y en todos los sentidos- pero el cambio de la estructura depende de un verdadero plan y de una movilización social. En los hospitales no se ha establecido ningún sistema de control efectivo nuevo.
Evidentemente, el gobierno no impulsa ninguna movilización. La aceptación de las llamadas «exigencias» europeas constituye el corsé que mantiene unidas a las diferentes personalidades del actual gobierno, en el que cada una juega su carta, a veces conforme a sus convicciones. Todo ello contribuye a crear ilusiones sobre los posibles efectos de estas contradicciones internas. Las mismas que se conocieron con ocasión del primer gobierno llamado «en disputa» de Lula en 2003, aunque la estructura gubernamental del PT fuera más sólida.
La mayoría formal de la dirección de Syriza puede hacer declaraciones, pero no toma ninguna iniciativa que vincule las cuestiones cruciales del sistema de salud y el pago de la deuda. Sin embargo la urgencia social comienza a ser utilizada, aunque de momento sea de forma propagandista, por una derecha que señala que el gobierno no solo no mantiene sus promesas, sino que deja que la situación empeore.
En el lado contrario, todas las experiencias de asambleas abiertas de las estructuras locales de Syriza muestran el interés y la disponibilidad de la población por reabrir una estructura de asistencia primaria, a favor de impedir el cierre de un hospital así como de aumentar el número de médicos y a favor de crear las condiciones para la vuelta de los médicos emigrados que viven su expatriación como una deportación. Hubo testimonios continuos indicando que en determinados servicios el número de médicos pasó de 12 a 4, el de las enfermeras de 10 a 2 se daban uno tras otro. Por otra parte, se va a publicar un informe sobre la situación de los principales hospitales de la región de Atenas y de las estructuras de atención primaria. Un neurocirujano que ha trabajado en los dos principales hospitales ha descrito la explosión de enfermedades nosocomiales (infección contraída en un establecimiento sanitario) y ha indicado los efectos a largo plazo (dos, tres generaciones) de la situación presente. Ha sido apoyado por la intervención de una pediatra.
Es verdad que los debates sobre la deuda ilegítima y sus orígenes son importantes. Pero esta cuestión se plantea con una temporalidad humana diferente: hoy, decenas de miles de hombres y de mujeres en Grecia (en particular la gente emigrante), se mueren de hambre, están enfermos, y no son atendidos. La respuesta no puede ser la del gobierno que consagra 300 millones de euros a medidas llamadas humanitarias (restablecer la electricidad, distribuir bonos de alimentación), como lo hacen las redes de seguridad del Banco Mundial, en el preciso momento en que acaba de aprobar un gasto de 500 millones de euros para renovar la flota aérea antisubmarinos, bajo el impulso de su ministro de defensa.
Ciertamente, ese ministro de Griegos Independientes, Panos Kammenos, no se ha limitado sólo a esa tarea, prioritaria para él. El 4 de abril estuvo presente en la presentación de la puesta en marcha de un comité de auditoría sobre la deuda. Una iniciativa que merece todo el interés. También el presidente de la República, Prokopis Pavlopulos, ha subrayado su importancia. Espera sus resultados al cabo de unos meses. Prokopis Pavlopulos, dados sus servicios a Nueva Democracia y diversos gobiernos, en particular de 2004 a 2009, está al corriente de la explosión de la deuda en los años 2000, como ha demostrado el artículo de Michel Husson publicado en estas páginas el 11 de febrero de 2015 [http://vientosur.info/spip.
Como ha subrayado en su último artículo Antonis Ntavanelos publicado en esta página el 4 de abril [http://vientosur.info/spip.
El artículo de la doctora Louise Irvine que publicamos a continuación, cuyos datos son de finales de 2014, lanzaba ya la señal de alarma en enero de 2015. No era la primera. The Lancet había efectuado ya una verdadera auditoría del sistema de salud en febrero de 2014. Traducía las necesidades de la población y por tanto los derechos universales que se derivan de ellas
Charles-André Udry
En el mes de octubre de 2014 [bajo el gobierno de coalición entre Nueva Democracia y PASOK], visité Grecia para observar el impacto de la austeridad sobre el pueblo griego y en particular sobre la salud y el sistema de atención sanitaria. Me sumé a otros trabajadores del sector de la salud y de la Campaña de Solidaridad con Grecia para visitar hospitales, clínicas y mercados de productos alimenticios. Hablé con sanitarios, con voluntarios, con políticos y con miembros de los gobiernos locales.
Lo observado me ha consternado y entristecido.
En el hospital más importante de Grecia, el Evangelismos de Atenas, las condiciones eran peores que las que había encontrado en países en vías de desarrollo.
En cuanto las puertas del hospital se abren los días de «urgencia», la gente acude en masa. El hundimiento de los servicios primarios y colectivos de salud pública hace que todas las personas que tienen necesidad de atención médica acudan a los servicio de urgencias y accidentes de los grandes hospitales, ya sea por un accidente grave, para conseguir medicinas, por enfermedades crónicas o para vacunar a los niños. Miembros del personal me han dicho que víctimas de traumatismos importantes frecuentemente debían esperar durante horas para una radiografía y un tratamiento a causa de la falta de personal [a causa de los numerosos despidos]. Cuando llegan muchos casos al mismo tiempo, ocurre que la gente muere antes de haber sido atendida.
Las condiciones de «austeridad» impuestas en Grecia por la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) para asegurar el pago de la deuda a los acreedores, prioritariamente a los bancos, han provocado el cierre de muchos hospitales (incluyendo tres hospitales psiquiátricos) y clínicas de atención primaria/1. Los que han permanecido abiertos deben efectuar recortes drásticos en personal. Miles de trabajadores y trabajadoras de la salud han sido despedidos.
El treinta por ciento de la población griega vive en la pobreza, sin acceso a atención sanitaria [en febrero de 2014, The Lancet estimaba que el 47% los griegos no tenían acceso a una atención adecuada]. La atención sanitaria está financiada por el seguro pagado por las empresas, con lo que cuando la gente pierde su empleo también pierde su seguro médico. El gobierno pretende haber restablecido la atención sanitaria para los más pobres, pero médicos y enfermeras me han asegurado que eso no era cierto. Las comisiones de investigación prometidas para valorar y financiar las demandas de quienes no tienen los medios para tener acceso a la atención sanitaria no han sido creadas aún.
En Evangelismos he visto a 50 pacientes psiquiátricos amontonados en una sala de 25 camas, compartiendo dos cuartos de baño y una sola enfermera en psiquiatría. Pacientes psiquiátricos de edades y de sexos diferentes estaban echados, amorfos, sobre camillas a los dos lados de un largo pasillo. Al final de este pasillo, he visto otro igual. Estas camillas estrechas y poco confortables, apretadas unas contra otras, eran el único espacio personal de los enfermos. Las enfermeras y los médicos me han dicho que era imposible hacer un trabajo terapéutico en tales condiciones.
A pesar de estar abarrotada, la sala estaba siniestramente silenciosa. He tenido la impresión de que la mayoría de los pacientes estaban sedados o que habían bajado los brazos, sucumbiendo a la desesperación.
La «austeridad» y los recortes presupuestarios han provocado un fuerte aumento de los casos de depresión. Los suicidios han aumentado un 45%. Los pacientes de Evangelismos todavía tienen suerte: muchos otros enfermos que tendrían necesidad de camas han sido abandonados en la calle, sin apoyo por parte de la colectividad. Estaba a punto de abandonar el hospital cuando un médico me pidió que dijera a la gente del Reino Unido lo que había visto y oído. Ha añadido que «no querían caridad sino solidaridad».
La gente se está organizando para resistir y para defender sus barrios contra los impactos más desastrosos de la austeridad. La multiplicación de las estructuras de solidaridad en los barrios para acudir en ayuda de la gente que carece de alimentos o de atención sanitaria es una expresión de esta organización social. En toda Grecia han sido puestas en marcha clínicas de salud solidarias, con personal voluntario que intenta proporcionar atención básica a quienes no tienen acceso a las estructuras de atención sanitaria. Médicos, enfermeras, y farmacéuticos trabajan como voluntarios en esas clínicas, pero esto no basta ni mucho menos para satisfacer todas las necesidades.
He visitado la Clínica de Solidaridad Social en Peristeri, un distrito de Atenas con una población de alrededor de 400 000 personas. El personal voluntario, compuesto de médicos y de enfermeras, que trabajaba en esta estructura me ha explicado que la mayor parte de las clínicas locales gestionadas por el Estado habían sido cerradas. El gobierno también había cerrado todas las policlínicas, antes de reabrir recientemente algunas de ellas, pero con solo el 30% de los médicos necesarios. Allí donde antes había 150 médicos para dar atención sanitaria en el distrito, actualmente no hay más que 50. Una policlínica para una población de 400 000 personas no tenía ginecólogo ni dermatólogo, y solo disponía de dos cardiólogos.
«¡Queremos que nos devuelvan nuestros médicos!» decía una de las voluntarias con las que he hablado. Miles de médicos han abandonado el país [a finales de 2014, más de 3500 médicos griegos trabajaban en Alemania]. Los que permanecen -incluyendo médicos de alto nivel de los hospitales- ganan alrededor de 12 000 euros al año.
La Clínica de Solidaridad Social de Peristeri funciona desde hace un año y medio gracias a 60 voluntarios, de ellos 25 médicos, que han ofrecido sus servicios gratuitamente. La clínica está provista de una sencilla sala de consultas y de una pequeña farmacia de medicamentos donados. Los voluntarios de la clínica decían que la gente que sufría enfermedades crónicas como la diabetes o cáncer tenía enormes problemas para obtener los tratamientos necesarios. Los pacientes de cáncer sin seguro no pueden pagar una quimioterapia. Las organizaciones de solidaridad demandan a las personas que siguen una quimioterapia que den el equivalente de un día de medicamentos para los pacientes que no tienen los medios de conseguir esos productos.
En enero de 2015 el gobierno griego aprobó una ley que permite confiscar bienes inmobiliarios de personas endeudadas con las instituciones estatales. Hay quienes renuncian a proseguir su tratamiento para evitar deudas que podrían conllevar la pérdida de la vivienda de su familia.
Actualmente las madres griegas tienen que pagar 600 euros para dar a luz y 1200 si hay una cesárea o complicaciones. Para las extranjeras [emigrantes por lo esencial] que viven en Grecia, el precio es dos veces más elevado. La madre debe pagar la factura al abandonar el hospital. Al comienzo, cuando esos precios fueron introducidos, si la madre no podía pagar, el hospital se quedaba con el bebé hasta el pago de la factura. Condenada a escala internacional, esta práctica fue interrumpida y ahora el dinero se recupera mediante un impuesto suplementaria. Sin embargo, si la familia no tiene los medios para pagar, su vivienda o su propiedad puede ser confiscada. Y si sigue sin poder pagar, puede ser encarcelada [esta ley debe ser suprimida].
Un número creciente de recién nacidos son abandonados en el hospital. Un ginecólogo con el que he hablado lo ha llamado «la criminalización de dar a luz». La contracepción es inaccesible para mucha gente: el seguro de enfermedad no cubre siquiera la compra de anticonceptivos. Los abortos se han vuelto mucho más numerosos -30 0000 al año- y, por primera vez, el número de fallecimientos en Grecia está a punto de superar el de nacimientos. La gente ya no puede permitirse, por razones económicas, tener más hijos. Suficientemente duro es alimentar y cuidar a los hijos que ya se tienen.
Según un reciente informe de la UNICEF y la Universidad de Atenas, el 35,4% [cifras de finales de 2012] de los niños griegos [1-17 años] o bien conocen la pobreza, o bien corren el riesgo de caer en ella. Un artículo en The Lancet del 22/04/2014 titulado «La crisis del sistema de salud griego: de la austeridad a la desaparición» valoró que la tasa de muerte de los recién nacidos había aumentado un 21% y la de la mortalidad infantil el 40% entre 2008 y 2011. Numerosas familias viven únicamente gracias a las menguadas pensiones de un abuelo -en general de alrededor de 500 euros al mes. El hundimiento del sistema de salud primaria significa que miles de niños no son vacunados. Un ciclo de vacunación infantil cuesta alrededor de 80 euros, y este precio es demasiado elevado para muchas familias.
El hundimiento del sistema de salud pública ha provocado que se doblaran los casos de tuberculosis, la reaparición de la malaria, que desapareció hace 40 años y una multiplicación por 700 de las infecciones por VIH. La pobreza alimentaria provoca también un empeoramiento de la salud de la población. Según la OCDE, 1,7 millones de personas, es decir casi la quinta parte, no tiene recursos suficientes como para comer [esta cifra macabra ha aumentado]. En Atenas hemos visitado un mercado de alimentos organizado por el movimiento de solidaridad social, que organiza la distribución de alimentos directamente de los campesinos a la población. Eliminando así los intermediarios, los mercados de solidaridad social obtienen que los alimentos sean menos caros que en los supermercados, a la vez que permiten a los campesinos ser pagados correctamente.
En contrapartida, los campesinos dan un porcentaje de su producción para que se distribuya gratuitamente a las familias que lo necesitan. Una pancarta encima del mercado proclama «Poner en práctica la esperanza». Para mí era un perfecto ejemplo del espíritu que he encontrado en todos los sitios en los que he estado: la esperanza de un cambio combinada con un planteamiento muy pragmático para crear estructuras de apoyo. Para las personas con las que he hablado era evidente que estas estructuras no estaban destinadas a reemplazar a las estructuras del Estado, lo que no sería posible, sino que constituían un medio para sostener la vida y la resistencia a fin de impedir que la gente se hunda en la miseria y la desesperación. Decían que lo necesario era una acción a nivel gubernamental.
El éxito del partido Syriza no es sorprendente. Nos hemos reunido con Alexis Tsipras, el dirigente de Syriza, que ha dicho que si fuera elegido la reconstrucción del sistema de salud sería una prioridad para su gobierno. (Artículo publicado el 26/01/2015 por Open Democracy -las elecciones legislativas anticipadas tuvieron lugar el 25 de enero, traducción de A l’encontre)
Nota
1/ En 1978, en su declaración de Alma Ata, la OMS daba esta definición de «atención primaria»: «La atención primaria está constituida por cuidados de salud esenciales fundados en métodos y una tecnología prácticos, científicamente viables y socialmente aceptables, hechos universalmente accesibles a los individuos y las familias de la comunidad por su plena participación y a un coste que la comunidad y el país puedan asumir en cada estadio de su desarrollo en un espíritu de auto-responsabilidad y de auto-determinación». Esta definición suscita numerosos debates, pero permite a los no especialistas comprender el sentido general del término (Red A l´Encontre).
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur
Fuente original: http://alencontre.org/