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Rusia

La caída del precio del petróleo, del turismo… y las negociaciones de Ginebra

Fuentes: A l'encontre

La economía rusa se deteriora por momentos, mientras que el gobierno dispone de un margen de maniobra estrecho. «Las sanciones de EE UU y de la UE afectan de modo sensible a Rusia», según ha declarado el propio presidente Vladímir Putin. A esto se añade la fortísima caída del precio del barril de petróleo desde […]

La economía rusa se deteriora por momentos, mientras que el gobierno dispone de un margen de maniobra estrecho. «Las sanciones de EE UU y de la UE afectan de modo sensible a Rusia», según ha declarado el propio presidente Vladímir Putin. A esto se añade la fortísima caída del precio del barril de petróleo desde hace año y medio (hoy está por debajo de los 30 dólares), decidida por Arabia Saudí y tal vez amplificada por la llegada de Irán al mercado petrolero, una vez levantadas gran parte de las sanciones internacionales. El primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, declaró a mediados de enero que «si el precio del petróleo sigue bajando, podemos prepararnos para el peor de los escenarios». El presupuesto de 2016 está basado en un precio del barril de 50 dólares. En suma, ¿cómo pueden reaccionar las autoridades y qué consecuencias tendrá su decisión para la población?

El «negocio» del turismo

Durante los últimos tres años, el euro se ha revaluado un 111 % con respecto al rublo. Pese a que la inflación de la moneda rusa ha sido galopante durante todo el periodo (un 34 % de inflación acumulada), el gobierno apuesta a fondo por el turismo en dos vertientes. La primera consiste en atraer a turistas europeos para que visiten la plaza «Roja» y el Kremlin en Moscú, el museo Ermitage y los palacios de San Petersburgo, o tal vez vayan a esquiar a Sotchi. En un año ha aumentado un 57 % el número de visitantes. Les ofrecen vacaciones a un precio del tipo «a cada uno según sus necesidades», si este propósito viene acompañado del la divisa comprendida por los suizos y aprendida durante la «guerra fría», al menos en su fase tardía de comienzos de la década de 1980: «el silencio es oro». En cambio, el ministro de Turismo, Oleg Safónov, estimula el turismo intrarregional para sus compatriotas. No sacar divisas del país, excepto quienes ya han sacado miles de millones de dólares y euros. La suspensión de vuelos regulares tras el atentado en Egipto -reconocido con retraso como tal- y los «incidentes» con Turquía han venido como anillo al dedo: dos destinos frecuentados a los que ahora han puesto la señal de stop.

El 9 de diciembre de 2015, Anabelle Arsicaud escribió: «Oleg Safónov promueve el turismo intranacional, recordando por ejemplo que en EE UU el 80 % de los ciudadanos no van nunca al extranjero y solo viajan por el interior de su país. Preconiza asimismo el desarrollo de fórmulas ‘todo incluido’, las preferidas por la mayoría de rusos que salen al extranjero. Rusia debería seguir desarrollando sus infraestructuras turísticas según el modelo «exitoso» de Sotchi.» A propósito de «exitoso», habría que mencionar a los trabajadores de la construcción que nunca han recibido su paga y han sido devueltos a su Cáucaso «natal» sin haber cobrado. Safónov, sabedor de ciertas dudas con respecto a las inversiones en Sotchi, añade: «Los escépticos pensaban que una vez concluidos los Juegos Olímpicos, las infraestructuras se quedarían vacías. Nada de eso: los primeros meses, los hoteles tuvieron dificultades para alcanzar la plena ocupación, pero este año, Sotchi ha acogido a más de cinco millones de visitantes, un récord en términos de frecuentación.»

Desde el punto de vista de la rentabilidad, cabe dudar: el coste total oficial de las obras para los JJ OO de Sotchi fue de 50 000 millones de dólares. «Esta cantidad, anunciada hace unos días por el viceprimer ministro ruso, Dmitry Kozak, resulta sorprendente. Supera el presupuesto de los Juegos de Pekín (42 000 millones de dólares), elevando los JJ OO de Sotchi a la primera categoría de las olimpiadas más caras de la historia. Y pone en entredicho la eventual rentabilidad de las infraestructuras. Si en 2007 Vladímir Putin anunciaba que el coste de los Juegos de Sotchi no rebasaría los 12 000 millones de dólares, esa cantidad de 50 000 millones de dólares no data de ayer», constataba Lazlo Perlestein en el diario económico francés La Tribune del 6 de febrero de 2014.

Según una nota de la Agence France Press del 7 de diciembre de 2015, aparte del Cáucaso, el «jefe del turismo» también promociona Crimea, del mismo modo que Kamchatka, región de difícil acceso, pero en la que el número de visitantes ha crecido un 25 % en 2015. También ha declarado a los rusos que «las ganas de pasar las vacaciones junto al mar es un efecto de moda reciente, pero que nosotros ya hemos integrado como nuestra opinión propia», y que «nuestros antepasados, incluso los más ricos [¡la aristocracia zarista!], no iban tanto de vacaciones al extranjero». Manifestaciones que han sido inmediatamente objeto de mofa, pues Safónov es propietario de dos chalets en sendos países tropicales. Incluso la agencia de noticias rusa RIA Novosti ha señalado que «una casa en las Seychelles no impide al jefe del turismo Safónov adorar su tierra natal» (The Guardian, 7 de diciembre de 2015).

Precio del petróleo y crisis

Mientras que el ministro de Energía, Alexander Novak, apuntaba a una posible reducción coordinada de la producción de petróleo a escala mundial, el viceprimer ministro ruso Arkadi Dvorkóvitch señaló por su parte que corresponde a las compañías petroleras, y no al Estado, decidir una eventual reducción de la producción del oro negro en Rusia. «Si Rusia y Arabia Saudí decidieran efectivamente reducir la producción de petróleo, ambos países juntos ya producirían entonces un millón de barriles diarios de menos. Y si se les unieran otros productores, el excedente de oferta podría erradicarse totalmente del mercado», señalan los analistas de Commerzbank.

A comienzos de enero de 2016, Putin declaró: «Las estadísticas muestran que la economía rusa, en su conjunto, ha superado la crisis, en todo caso el pico de la crisis, no la crisis misma.» La cuestión del precio del petróleo era una de sus principales preocupaciones, no en vano las previsiones económicas se han elaborado sobre la base de un precio del barril de 50 dólares (que hoy ronda los 30 dólares). En cambio, el ex ministro de Hacienda, Alexei Kudrin, es mucho más pesimista que el presidente. Según él, la situación sigue empeorando, máxime cuando «los precios del petróleo no son estables. Si el precio del barril continúa tan bajo durante seis meses más o un año, la economía seguirá deteriorándose», ha advertido en declaraciones a la agencia de noticias rusa Interfax.

Los salarios han caído en picado: las ventas del comercio minorista han descendido un 13,1 % en 2015 (estadística oficial) con respecto a 2014; las de automóviles, un 42 %. El sector bancario está en crisis: de un total de 800 bancos, más de 70 han perdido su licencia (Libération, 1 de enero de 2016). El descontento social crece y la campaña nacionalista y religiosa, «antiterrorista» y represiva, así como la demostración de la capacidad mortífera del ejército del régimen en Siria, no pueden servir para mantener cerrada la tapa de la olla en la crisis socioeconómica más prolongada de la historia reciente de Rusia. De ahí la voluntad combinada del Kremlin de afirmar su presencia militar en Siria/1 -y en otras partes- y de llegar a un acuerdo con sus socios, incluida Arabia Saudí, con vistas a estabilizar al alza el precio del petróleo y proceder a una especie de división de Siria, entre la «Siria útil para el régimen de Bachar» (y para Rusia e Irán) y las «regiones suníes», donde podrían colocar sus peones Catar y Arabia. Pero es sabido que hoy por hoy estos planes cambian a menudo. Conviene tener en cuenta estos elementos a la hora de analizar el circo trágico de las llamadas «negociaciones de Ginebra» sobre Siria.

Nota

1) Los bombardeos de aviones rusos del 3 de febrero -secundados en tierra por tropas de los Guardianes de la Revolución iraníes, de las milicias chiíes de Irak, de Hisbolá y de los restos del ejército oficial del régimen- se concentran en Alepo para cortar todas las vías de acceso a la frontera turca. Mediante octavillas lanzadas sobre la ciudad se amenaza con reducir Alepo a sus cenizas «si los habitantes no obligan a los terroristas a abandonar Alepo», cuando hace varios meses que los rebeldes habían obligado al Estado Islámico (EI) a retirarse de la ciudad. En la revista Etudes de febrero de 2016, Antoine Sfeir subraya: «EE UU busca una alianza estratégica que le permita retirarse de la región.» No con algún país árabe, sino con Turquía, con Israel y un Estado chií, Irán, que tiene la gran ventaja de «contar con una ventana sobre el golfo Pérsico, así como sobre Afganistán, Pakistán, el Cáucaso y Asia Central». Lo que constituye un elemento adicional para comprender mejor la política de las diversas «potencias» en la mencionada Conferencia de Ginebra. Con un Bachar que gana terreno en el plano militar, Rusia que puede negociar sus intereses y EE UU en trance de concretar sus planes, la población siria puede morir de hambre, quedar diezmada, «desaparecer» en el exilio. Y el inefable emisario de la ONU, Staffan de Mistura, va y anuncia la «suspensión de las conversaciones» -que nunca han comenzado- hasta el 25 de febrero. Por otro lado, el 11 de febrero tendrá lugar una reunión en Múnich (menudo símbolo) del grupo internacional de apoyo (sic) a Siria, compuesto por una veintena de países, entre ellos los principales valedores del régimen «instituido en Damasco».

Fuente: http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur