Más de 150 manifestaciones de «calentamiento» dejan patente la oposición de los franceses al programa de recortes
Los sindicatos franceses lanzaron ayer la primera advertencia en forma de manifestaciones al nuevo Gobierno, formado sólo 24 horas antes por Nicolas Sarkozy y su primer ministro, François Fillon. Más de 150 manifestaciones, calificadas de «calentamiento» por los sindicatos, reunieron a entre 400.000 y 800.000 personas. Sumadas a las huelgas en la función pública y los hospitales, con un seguimiento de entre un 10 y un 30%, la jornada envió una señal al Ejecutivo: los franceses tienen la vista puesta en el proyectado plan de recorte de las pensiones, gran prioridad de los conservadores.
Los policías que vigilaban las manifestaciones llevaban, en muchas ciudades, un brazalete negro ajeno al uniforme. Era en señal de luto por la muerte de su colega Jean-Serge Nerin, el agente asesinado por ETA cuando, pensando que tenía enfrente sólo a delincuentes comunes, hacía su trabajo. Con ese brazalete, los policías ponían su dolor, no del lado de las ceremonias oficiales, sino del lado de la calle.
La jornada de manifestaciones no era unitaria, sino organizada por cinco grandes centrales, entre ellas las dos principales, la CGT y la CFDT. Eso había hecho temer que terminara siendo un cartucho de fogueo en el pulso con el Gobierno. Pero no fue así, sino un buen despegue.
Un éxito de movilización
Bernard Thibault, secretario general de la CGT, señaló que hubo «una movilización más bien buena» dado el contexto electoral. Y añadió: «La cuestión ahora es saber si el Gobierno tiene en cuenta el mensaje o si intenta pasar por la fuerza, especialmente en el tema jubilaciones».
El nuevo ministro encargado del explosivo asunto, el titular de Trabajo, Eric Woerth, pareció querer dar la impresión de que sí había escuchado el mensaje. «No quiero limitarme a un enfoque contable de la reforma de las jubilaciones», dijo.
Esa declaración es quizá la primera señal de que algunos ministros, tras la dura bofetada de las urnas, están dispuestos a parar máquinas bastante antes de lo que tenía previsto el presidente. Tras la desautorización del electorado, Sarkozy ya no ejerce el mismo dominio en la derecha que antes. Y que ciertos ministros relativamente jóvenes y de prometedora carrera no quieren quemarse con un líder que pudiera estar herido de muerte.
La frase clave en la derecha francesa ahora es buscar «un nuevo pacto mayoritario al servicio de los franceses». Tres veces se oyó ayer esa frase en la Asamblea Nacional por boca de líderes de la derecha, incluido François Fillon. La mayoría recabó el domingo sólo uno de cada tres votos. Con la calle tranquila, quizá fuera posible armar dicho pacto. Con las pensiones en la mente de los franceses, no.
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