La caza del otro: vecino, hermano, amante, compañero, extranjero… Da igual el motivo. O, mejor, sin motivo. La caza del otro, la carnicería humana, arrasa en el mercado. La muerte natural no vende, cansa, carga. El asesinato, vil, cada vez cuenta con más adeptos. «Sí matarás», rezan los telediarios. «El primer hombre nació cuando comprendió […]
La caza del otro: vecino, hermano, amante, compañero, extranjero… Da igual el motivo. O, mejor, sin motivo. La caza del otro, la carnicería humana, arrasa en el mercado. La muerte natural no vende, cansa, carga. El asesinato, vil, cada vez cuenta con más adeptos. «Sí matarás», rezan los telediarios.
«El primer hombre nació cuando comprendió que había matado a un hombre», aventura el escritor sueco Artur Lundkvist. Y ya ha llovido sangre desde entonces. Un grupo de arqueólogos ha datado los restos más antiguos de una familia asesinada. Se trata de dos personas adultas y sus dos hijos. Fueron enterrados juntos, mirándose de frente y abrazados, una práctica inusual en la Edad de Piedra. Hoy hace 4.600 años que los mataron.
Fue en Alemania. Allí han localizado cuatro sepulturas con 13 esqueletos, 8 de menores y 5 de adultos. El buen estado del ADN de algunas tumbas ha permitido establecer el parentesco de sus ocupantes. «Definitivamente fueron asesinados, porque había orificios enormes en sus cabezas, y sus dedos y muñecas estaban rotos», señalan los autores del estudio. Vivían en tierras fértiles, con un clima estable, en un lugar próspero… El crimen se repite. Por los siglos de los siglos.
Arma blanca, un contrasentido. Cifras oficiales, de esta misma semana: el número de puñaladas asestadas en los asesinatos por violencia de género ha pasado de 16 a 28 en los últimos seis años. «Ha aumentado el nivel de violencia», advierten las autoridades españolas, «y no va a acabar con la adopción de ninguna ley». Sálvese quien pueda. El asesino anda suelto. Y a sus anchas. Es ley de vida y de muerte: cría cuervos y prepárales para la caza.