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La ceguera social del Consejo Europeo

Fuentes: Prensa Latina

El Consejo Europeo, abrumado por el escándalo de las escuchas telefónicas ejercidas por Estados Unidos y el pendiente asunto migratorio, dejó en segundo plano la propuesta de soluciones para mejorar condiciones sociales en una región afectada por la crisis económica. Los temas como la colaboración tecnológica en la esfera digital y la cooperación para el […]

El Consejo Europeo, abrumado por el escándalo de las escuchas telefónicas ejercidas por Estados Unidos y el pendiente asunto migratorio, dejó en segundo plano la propuesta de soluciones para mejorar condiciones sociales en una región afectada por la crisis económica. Los temas como la colaboración tecnológica en la esfera digital y la cooperación para el desarrollo pasaron como asuntos de puro trámite en los dos días de sesiones, 24 y 25 de octubre, del Consejo en Bruselas, mientras se buscaba consenso para condenar acciones del espionaje norteamericano en Europa.

Al concluir el anterior Consejo Europeo, realizado en junio último, el tema de la desocupación juvenil, planteado entonces por el recién estrenado primer ministro italiano, Enrico Letta, parecía convertirse en el principal de esta versión otoñal.

Con una tasa de paro promedio en la región de casi 25 por ciento, el problema de la desocupación de los jóvenes entre 16 y 24 años de edad se convirtió en un lastre para Europa y un asunto incómodo para los gobiernos que aplican duras medidas de ajuste.

Las consecuencias de las medidas de austeridad en Europa fueron convenientemente lanzadas a un segundo plano en los debates de los 28 miembros de la Unión Europea (UE).

De hecho, el tema migratorio, que en su momento pareció adueñarse de los debates, también fue superado por el escándalo de las escuchas.

Solo en Francia en pocos meses de este mismo año, los órganos de inteligencia estadounidense interceptaron unos 70 millones de llamadas y en España fue a razón de 60 millones en un solo mes.

El seguimiento furtivo de las comunicaciones de al menos 35 dirigentes políticos de varios países, incluidos aliados de Washington como Francia, Alemania o España, parece poner en una posición incómoda a los propios europeos, defensores de los lazos estratégicos con sus socios del otro lado del Atlántico.

De ahí que los países europeos debieron aprobar una resolución para subrayar la necesidad de recomponer la confianza mutua, muy dañada tras el escándalo de escuchas, denunciadas en documentos entregados a la prensa por Edward Snowden.

Sin embargo, la resolución tuvo un tono conservador y de ninguna forma profirió amenazas o se refirió a la suspensión de las negociaciones para un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la UE.

Al respecto, el primer ministro belga, Elio Di Rupo, consideró que de ninguna forma se trataba de aumentar la presión unilateralmente, sino de encontrar una solución.

En julio pasado Snowden, exempleado de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de 27 años prometió, al recibir asilo temporal en Rusia, que suspendería la filtración de información incómoda sobre las labores de espionaje de su país.

Sin embargo, antes de partir de Hong Kong en junio último rumbo al aeropuerto moscovita de Sheremetievo, donde permaneció por casi un mes, Snowden entregó a varios medios de prensa miles de documentos confidenciales como una especie de seguro de vida.

Pero los periodistas a los cuales le entregó tales datos consideraron necesario continuar con las denuncias, que ahora ponen en un terreno embarazoso a las relaciones de Europa y Estados Unidos.

Como afirmó en su momento el propio primer ministro británico, David Cameron, uno de los que casi se opone a la posición común en el Consejo Europeo sobre la resolución de espionaje, cada país busca sus formas de defensa, incluido el control del intercambio de comunicaciones.

Más bien para Cameron, las denuncias de Snowden son una amenaza a la seguridad de los países europeos, quizás en un intento por aplacar la verdadera dimensión del escándalo de escuchas.

Londres figura entre los que también ejerce el seguimiento de llamadas telefónicas, tanto dentro como fuera del Reino Unido a través de su programa Tempora, gestionado por la Agencia de Vigilancia de las Comunicaciones (GCHQ). El propio gobierno alemán debió ofrecer explicaciones sobre datos aparecidos en su prensa de la plena cooperación del servicio de inteligencia germano con el estadounidense en materia de intervención de comunicaciones.

Pero al salir a la luz otras revelaciones en víspera del esperado Consejo Europeo, el tema quedó en primer plano de las discusiones, consideran medios de prensa belgas.

En un principio, la reunión en la capital de Bélgica parecía encaminarse por completo al asunto de la migración, pues la tragedia ocurrida el 3 de octubre cerca de la isla de Lampedusa, cuando el naufragio de una embarcación con 518 personas dejó un saldo de 366 fallecidos.

La discusión del tema, sin dudas, sacaba a flote el contradictorio discurso europeo en materia de inmigración.

El mortal naufragio, al que se le unió otro de casi 40 muertos el 11 del citado mes, compulsó a la UE a realizar pronunciamientos humanitarios en el trato de extranjeros llegados a los límites europeos.

Pero la realidad es bien diferente en casi todo los estados del bloque regional.

Además de las limitaciones impuestas entre los miembros del Tratado de Schengen, la UE aplica medidas, por lo general, dirigidas a reducir al mínimo la entrada de indocumentados foráneos a la región.

Varios países como el Reino Unido o Francia aplican cada vez mayores restricciones al ingreso o permanencia en su territorio de inmigrantes.

En tiempos del exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi, se llegó a aprobar una legislación que castiga a empresarios por el hecho de dar empleo o cobijo a foráneos ilegales, así como sanciona a buques que recojan inmigrantes en alta mar.

Además, en agosto de 2009, una ley impuso multas de hasta cinco mil euros para los indocumentados por inmigración clandestina v la deportación de los mismos.

Europa debatió por casi una década las regulaciones en materia de concesión de asilo y por tanto nadie espera un consenso inmediato en un tema aún más espinoso como lo es la inmigración.

El rechazo a la presencia de foráneos va en aumento en tiempos de crisis económica, un asunto explotado por organizaciones xenófobas y neofascistas para presentar la inmigración como un mal y avanzar así dentro del espectro político.

De hecho, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, anunció la futura creación de una fuerza especial, comandada por la Comisión Europea, encargada de atender los casos de inmigrantes en el Mediterráneo.

Sin embargo, la puesta en práctica del mencionado mecanismo se hará efectiva en junio de 2014, después de los comicios parlamentarios europeos de mayo venidero, tras los cuales la Eurcámara podría ser inundada de agrupaciones xenófobas.

Nadie habló en el Consejo de aumentar capacidades de rescate en alta mar o de abrir vías seguras para los refugiados, solo se invocaron medidas de control de fronteras, se quejaron organizaciones de defensa de los derechos humanos.

Todo ello quedó fuera de acuerdos concretos de los líderes europeos en Bruselas, que solo mencionaron la necesidad de resolver el asunto de forma mancomunada, en lugar de aplicar el llamado acuerdo de Dublín 2.

Ese arreglo firmado en la capital irlandesa considera que los estados a donde llegan en primera instancia los extranjeros son los encargados de darle tratamiento y encaminarlos, una circunstancia que incrementó el número de inmigrantes en naciones como Italia, Malta, Grecia y España en el último lustro.

El mal de fondo de las consecuencias de la aplicación de medidas de austeridad, es decir, el aumento de la precariedad social, quedó casi olvidado y solo mereció una discusión formal.

Pocos gobiernos deseaban discutir temas tan negativos como el fracaso de las medidas de ajuste en naciones como Grecia o Portugal, donde la recesión se agrava y el desempleo sube en espiral, con lo cual aumenta el deterioro social.

Desde la sesión de junio pasado del Consejo Europeo, cuando todos escucharon las quejas de Italia sobre la situación de los jóvenes al ser uno de los más afectados en la región por el citado flagelo, el tema del paro juvenil quedó relegado a un segundo plano.

La desocupación afecta a unos siete millones 500 mil jóvenes.

Pero los 28 pusieron oídos sordos a la precaria situación del paro, una de las consecuencias más visibles de la aplicación de medidas de austeridad, en medio de una situación de crisis que compulsa un fuerte sentimiento xenófobo en Europa.

*Jefe de la redacción Europa de Prensa Latina.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2007171&Itemid=1