Es más que conocido que desde su fundación en Caracas, Venezuela, en 2011, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha permanecido en la mira telescópica de Washington, que hoy la acecha como nunca antes con el propósito de fracturarla a cualquier precio. En ese escenario adverso, los 33 países que integran la CELAC […]
Es más que conocido que desde su fundación en Caracas, Venezuela, en 2011, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha permanecido en la mira telescópica de Washington, que hoy la acecha como nunca antes con el propósito de fracturarla a cualquier precio.
En ese escenario adverso, los 33 países que integran la CELAC deberán celebrar sus reuniones a nivel de Cancilleres y de Jefes de Estado, correspondientes a 2018, en busca de convenir posiciones unitarias, en medio de la diversidad, a favor del diálogo, la paz, la solidaridad y la cooperación en Nuestra América.
La CELAC es el único mecanismo autóctono de concertación política que existe en Latinoamérica y el Caribe, y que logró en su II Cumbre de La Habana, Cuba, en 2014, declarar a la Patria Grande como Zona de Paz.
Desde entonces esa región es la primera del mundo proclamada área de distensión por todos sus dignatarios, pese a diferencias políticas, económicas y culturales.
Esa determinación es vital mantenerla en tiempos como los que corren en la actualidad, en los que el uso de la fuerza y eventuales guerras se tornan nuevamente un peligro para la humanidad, luego de la llegada al poder en Estados Unidos del agresivo y racista presidente Donald Trump.
La CELAC es indispensable en la defensa de la paz, la soberanía, la libre determinación y el desarrollo de los pueblos de América Latina y el Caribe, y su creación saldó la deuda histórica de reunir por primera vez a las 33 naciones ubicadas geográficamente desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia, y sin la presencia del imperio del norte.
No por gusto Estados Unidos, tras la pérdida de su influencia en la Patria Grande, después de la instauración de varios gobiernos progresistas en diferentes países, intenta «reneocolonizar» la región y reimponer así su hegemonía.
Fracturar la CELAC, con el apoyo de oligarquías y regímenes entreguistas de turno, figura entre los planes priorizados de la Casa Blanca y el Pentágono, para dividir y debilitar a nuestras naciones en beneficio de sus intereses de dominación.
Washington persiste en frustrar que se hagan realidad los sueños y los propósitos por los que lucharon tantos próceres independentistas de Nuestra América, como José Martí y Simón Bolívar, y por los que hoy lo hacen millones de habitantes de la Patria Grande.
Corresponde entonces a la CELAC evitar a toda costa que Latinoamérica y el Caribe se conviertan nuevamente en el patio trasero del gigante de las siete leguas. De seguro podrá contar para ello con el respaldo de todos los pueblos de la región.
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