El Acuerdo sobre Representatividad firmado por Confindustria (la más poderosa patronal italiana) y las confederaciones sindicales italianas CGIL, CISL y UIL (con una afiliación global de alrededor de 12 millones de trabajadores y trabajadoras, de los cuales casi la mitad es de gente jubilada) puede marcar un antes y un después en el marco de las relaciones laborales italianas. Tanto por lo que implica en cuanto a representatividad sindical como a la burocratización de la negociación colectiva y el intento por laminar cualquier oposición a la misma y ante el que Giorgio Cremaschi -antiguo presidente del federación más a la izquierda de la CGIL: la FIOM -metalúrgía-y animador de una corriente de izquierda en la CGIL (Red 28 de abril) llama a construir una oposición unitaria entre los sindicatos de izquierda.
Cuando comencé a militar en el sindicato en la década de 1970, ante cualquier acuerdo con la patronal lo primero que preguntábamos los trabajadores en la asamblea era: ¿lo aplicará el patrón? En aquel entonces solían adoptarse acuerdos que mejoraban la condición de los trabajadores, y la mayor preocupación era la de no tener que realizar demasiados paros para conseguir que se aplicara realmente el acuerdo recién adoptado. Hoy, la plena «exigibilidad» de los acuerdos la ensalza el presidente de la patronal Confindustria como el principal mérito del acuerdo sobre la representación que acaba de suscribir con las centrales sindicales CGIL, CISL y UIL. La razón de este trueque de papeles es muy sencilla: los acuerdos que se adoptan y seguirán adoptándose sirven para empeorar el salario y las condiciones de trabajo y por tanto les toca a las personas sometidas a ellas imponer la obediencia. Esto implica la plena aplicación del acuerdo del 28 de junio de 2011, con su luz verde al régimen de derogación de los convenios nacionales.
El acuerdo sirve para anular lo que todavía queda de la división entre trabajadores fijos y temporales, extendiendo a todo el mundo, por supuesto, la peor de estas dos condiciones. Por lo demás, la flexibilidad de los salarios y de los horarios responde a lo que exige de nosotros la Comisión Europea para proseguir con la política de rigor. El acuerdo es la institucionalización de la austeridad en los lugares de trabajo. En la práctica, el acuerdo instituye la mayoría sindical con umbral de acceso. Ojo: la barrera real no es ese confuso 5% de representatividad que debería dar acceso a la mesa de negociación de los convenios; eso no es más que un truco para inocentes y periodistas económicos, pues la selección se lleva a cabo antes. De hecho, solo disfrutan del derecho de representación las organizaciones que suscriben el acuerdo por el que se comprometen a respetar todas sus cláusulas. Para entenderlo mejor, es como si la nueva ley electoral estipulara que solo podrán presentar cantidatos al Parlamento aquellas fuerzas políticas que suscriben la política de asuteridad, el Tratado de Estabilidad europeo y todo lo demás.
Excluido por tanto a título preventivo todo el mundo sindical que no se reconozca en la CGIL, la CISL o la UIL, y con mayor razón cualquier representación distinta del mundo del trabajo, afirmado el principio de que quien se sienta hoy a la mesa ocupa todos los puestos presentes y futuros, la mayoría sirve para disciplinar lo que queda de diversidad conflictiva, para entendernos: la FIOM y los RSU (comités de empresa) que todavía organizan huelgas. La mayoría sindical establece que una vez depurada la presencia en la mesa de negociación, entre los que quedan decide la mayoría, mientras que la minoría acata. Hay que atribuir al senador Pietro Ichino el mérito de haber sido el primero en proponer un sistema de este tipo. Entre los sindicatos que han firmado, accederán a la mesa aquellos que representan más del 5% entre afiliados y votos obtenidos en las elecciones sindicales. Allí donde los trabajadores no votan para elegir a sus representantes, sino que los sindicatos nombran a sus delegados al comité de empresa, se seguirá sin votar y para determinar el porcentaje de representación solo contará el número de afiliados. Una vez hechos estos recuentos, los sindicatos que abarcan conjuntamente el 50% más uno de la representación deciden.
La plataforma la deciden las organizaciones sin consultar a los trabajadores y las empresas solo negocian con la mayoría, mientras la minoría se sienta a la mesa y observa. Los acuerdos los decide la misma mayoría y consulta a los trabajadores por vías que todavía están por definir. Esto no pasa necesariamente por un referendo, sino que puede consistir también en un voto a mano alzada en la asamblea. En este aspecto, el acuerdo supone un paso atrás con respecto al modelo Marchionne, que se instauró con el referendo. Una vez decidido, se aplica y punto, por mucho que el acuerdo no te guste. Esta ha sido la habitual hipocresía por parte de los dirigentes sindicales estos días. No aceptaremos las sanciones contra los huelguistas, han proclamado. Sin embargo, la alianza confederal no tiene obviamente esta competencia, sino que define un acuerdo marco que quedará formalizado en los convenios y acuerdos de empresa, estos últimos con las nuevas representaciones, seleccionadas al efecto en las nuevas elecciones y los nuevos nombramientos previstos en los próximos seis meses.
El texto, en todo caso, no se presta a equívocos. Los firmantes se comprometen a definir en los convenios «cláusulas de enfriamiento», es decir, de renuncia a la huelga y a las acciones legales. Y no existe cláusula de enfriamiento que no prevea sanciones para quien no la respete. Para entendernos, si este acuerdo hubiera existido cuando la FIAT impuso pasar por las horcas caudianas a todo el personal en Pomigliano/1, la FIOM habría tenido que aceptarlo y a cambio habría podido permanecer en la mesa y seguiría gozando de los derechos sindicales. Ahora la CGIL firma el acuerdo y lo hace extensivo a todo el mundo del trabajo, incluso por cuenta de la FIOM. Este acuerdo pretende alejar de los lugares de trabajo la idea misma del conflicto social con ánimo de prevenir las luchas y revueltas que se preparan. Si eso se hubiera firmado en los años 50, hoy no tendríamos Estatuto de los Trabajadores ni lo que queda de los derechos laborales y sociales. Define el régimen de la complicidad sindical, según la definición del libro blanco del entonces ministro Sacconi, y es el primer acto de una contrarreforma más amplia de la Constitución republicana que están preparando los partidos gubernamentales que se sienten exultantes y los poderes económicos que festejan todavía más.
Para la CGIL es una traición de sus propios principios fundacionales. ¿Qué hara ahora Landini (Secretario General de la FIOM (federación metalúrgica, el ala más a la izquierda de la CGIL), renunciará a cambio del clásico plato de lentejas todo lo que significó en Italia su «no» a la FIAT, o bien manifestará y organizará la oposición a esta alianza liberticida? Esperamos en todo caso que la lucha contra las amplias alianzas políticas y sindicales abra un nuevo capítulo propio con la lucha contra este acuerdo. Esto exige forjar sin dilación las unidad de todos aquellos que están en contra. El relanzamiento social y político, la alternativa a las políticas de austeridad, pasa hoy por el rechazo del pacto sobre la representación.
04/06/2013
http://sinistracritica.org/2013/06/04/la-complicita-sindacale-e-la-controriforma-della-costituzione/
Notas
1/ Acuerdo entre la patronal y las confederaciones sindicales para la introducción del trabajo de turnos durante las 24 horas durante 6 días a la semana con rebaja salarial, la reducción del descanso en un 25%, la facilitación del despido disciplinario…, al que se opuso la FIOM.
Traducción: VIENTO SUR