El «arranque de sinceridad» del presidente de EEUU, George W. Bush, quien asumió públicamente la existencia de centros de detención secretos por todo el mundo, ha sido recibido a coro con palabras de indignación por parte de la mayor parte de los líderes europeos. Una reacción que choca con la complicidad con los vuelos y […]
El «arranque de sinceridad» del presidente de EEUU, George W. Bush, quien asumió públicamente la existencia de centros de detención secretos por todo el mundo, ha sido recibido a coro con palabras de indignación por parte de la mayor parte de los líderes europeos. Una reacción que choca con la complicidad con los vuelos y secuestros de la CIA. La cesión de suelo europeo para albergar alguno de esos centros no sería, en todo caso, sino un paso más.
La confirmación explícita por parte del inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush, de que EEUU mantiene centros de detención secretos fuera de su territorio pone ahora en el punto de mira la más que presunta complicidad de algunos ejecutivos europeos con las medidas que, como ésta, están englobadas en la llamada «guerra contra el terrorismo». «Si fuese posible, invitaría al presidente George W. Bush a comparecer ante la comisión. El es ahora el mejor testigo», ironizó ayer el ponente de la comisión temporal del Parlamento de Estrasburgo que investiga las actividades de la CIA, Giovanni Claudio Fava. Amparada en un informe que documenta hasta 1.080 escalas en aeropuertos europeos de vuelos de la CIA, la comisión concluyó en su informe de julio que es «totalmente inverosímil» que algunos gobiernos europeos citaba en concreto a Italia, Suecia y Bosnia-Herzegovina no estuvieran al corriente de estos vuelos. El Estado español no aparece mencionado concretamente en las conclusiones preliminares, aunque Fava ha investigado y difundido la existencia de unas sesenta escalas sospechosas en aeropuertos estatales. Fundadas sospechas «Al admitir que la CIA ha practicado detenciones y secuestros ilegales, Bush no sólo deja en evidencia sus mentiras previas. También pone en ridículo a los líderes de los gobiernos europeos que han despachado como infundados nuestros temores», apuntó la liberal británica Sarah Ludford, vicepresidenta de la comisión.