Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
El secretario del CC del PCFR Leonid Kalashnikov tomó parte en la «mesa redonda» en la redacción del portal «Prensa libre», dedicada a la lucha contra la corrupción. En la tertulia, en la que participaron representantes del partido Rusia Justa, de organizaciones sociales y empresariales, Kalashnikov defendió el punto de vista de los comunistas acerca de este candente problema que tanto preocupa a la sociedad.
Mis oponentes en esta mesa redonda, o no ven o no pueden- debido a sus ideas políticas- reconocer lo evidente: bajo el capitalismo la corrupción es por principio invencible. De hecho, la corrupción es una de las bases de la existencia del capitalismo.
Por un lado tenemos al capitalista que puede legalmente obtener unos beneficios que superan en miles de veces los ingresos de la mayoría de los ciudadanos. Y por otro, encontramos al funcionario, cuyo salario es bueno en comparación con los míseros ingresos de los pensionistas y maestros, pero que es muy inferior al del capitalista. Y por cuanto ningún país en el mundo puede hoy renunciar a la regulación de la economía por parte del estado, este funcionario toma decisiones de las que dependen los negocios del capitalista. Con eso es suficiente. Estos dos personajes simplemente no pueden evitar incurrir en conductas corruptas.
Por eso, ya podemos discurrir las leyes anticorrupción que queramos, que luego los diputados vendidos las vaciarán de contenido en el parlamento, mientras los funcionarios corruptos terminarán de anular su cumplimiento de la forma más efectiva. Podemos crear nuevos órganos de control anticorrupción. Y por encima, nuevos órganos para controlar a los controladores. Pero en el capitalismo, todo esto no hará sino incrementar el número de funcionarios que aceptan sobornos.
Por eso toda la campaña actual del gobierno de lucha contra la corrupción no deja de ser mera propaganda, palabrería hueca.
En la Rusia de hoy día, la mayor parte del beneficio capitalista tiene su origen en la corrupción. La fundación «INDEM» calculó el volumen de sobornos que los funcionarios reciben de los empresarios en 318 mil millones de dólares al año. Y no es una cifra que se hayan sacado de la manga; la han obtenido entrevistando a un gran número de hombres de negocios. Pero estoy convencido que una cifra similar la podemos encontrar en el mercado de la corrupción dentro del mundo de los negocios. Allí cualquier acuerdo va acompañado muy a menudo de sobornos y «agradecimientos». Por ejemplo, nadie me negará, que la mayoría de los proveedores de productos de alimentación tiene que pagar sobornos para que sus productos terminen en los mostradores de las cadenas de supermercados. Luego vendrán los «pagos en agradecimiento» por haber abonado la mercancía en el plazo acordado. Y todos estos sobornos y agradecimientos, se acaban cargando en el precio final, claro está. Y es el consumidor el que a fin de cuentas acaba pagando. Así vemos como un litro de leche, comprado al productor por 8-10 rublos, acaba costando 30-50 en la tienda.
A modo de comparación, pensemos que en el año más boyante previo a la crisis, el 2007, el beneficio de todas las empresas rusas ascendía a 200 mil millones de dólares. Es decir que la cifra de ganancia oficial capitalista es varias veces inferior a la del mercado de la corrupción. ¿Alguien puede pensar que se puede vencer la corrupción en el capitalismo?
La señora Panfílova (directora del centro Transparency International Russia) asegura, sin inmutarse, que a lo largo de la historia de Rusia nunca se ha luchado contra la corrupción. Debemos concluir entonces, que hemos de ponernos los pantalones y salir corriendo a aprender a luchar contra la corrupción en los comúnmente conocidos como países «civilizados». Aportan mis contertulios índices de corrupción confeccionados por organizaciones internacionales supuestamente independientes. Vean las tablas: la primera veintena son casi todo países integrantes de la OTAN. Mientras que los países sobre los que Occidente presiona, aparecen en los puestos vergonzantes. Como diciendo: los que están hasta el cuello de corruptos son ellos. ¿Alguien puede pretender que creamos en esas estadísticas?
¡Pero fíjense a quién nos ponen de ejemplo!, ni más ni menos que a los EEUU, donde el hasta hace poco número dos, Richard Cheney vendía a través de su compañía Halliburton combustible para las tropas destinadas en Iraq, a precios por encima de mercado. Y se libró como si nada. Cierto que a gente menos importante si la pueden meter en la cárcel. O por ejemplo John Cockerham funcionario del Pentágono implicado en sobornos multimillonarios. Pero en los EEUU los miembros de la élite gobernante pasan con total naturalidad de ocupar cargos en la administración a sentarse al frente de importantes corporaciones. ¿Y es ese un ejemplo para todo el mundo de lucha contra la corrupción?
No es ahí señores donde han de buscar la medicina contra la corrupción. El PCFR en su programa con el que se presentó a las elecciones locales de Moscú, proponía la creación de una Inspección social anticorrupción con todas las competencias, que funcionase de modo rotativo a imagen de los tribunales populares. Es decir, una Inspección compuesta por gente de a pie, en lugar de funcionarios, a los que mientras realicen la función de inspectores se les compensaría su salario en su lugar habitual de trabajo. Se podrá decir que sería una inspección no profesional. Pero lo importante aquí es que no sea gente que pertenezca a la nómina de funcionarios. Tendrían el sentido común necesario para destapar los casos evidentes de corrupción. Seguiremos insistiendo en esta idea. ¿De dónde la hemos sacado? Bueno, no deja de ser un «Rabkrin»-Inspección de obreros y campesinos, creada por iniciativa de los comunistas en 1920- actualizado. Durante toda la época soviética funcionaron organismos similares. Desde 1934 en el trabajo de control estatal participaron decenas de miles de diputados de los soviets locales, representando a todas las capas de población.
Por supuesto que no se puede decir que en la URSS no hubiese corrupción. La había, sobre todo en las repúblicas que integraban la unión. Pero en comparación con el desmadre actual, es como la noche y el día. Debemos comprender algo muy sencillo: para el socialismo, la corrupción es como una enfermedad infantil, mientras que para el capitalismo, la corrupción es como el esqueleto. Y a un organismo vivo no le puedes arrancar el esqueleto.
De manera que el único modo de vencer a la corrupción es recuperando el socialismo. Pero mientras, hay que implicar al máximo a los ciudadanos en la lucha contra la corrupción.