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La crisis de los gobiernos «progresistas»

Fuentes: Rebelión

Lo que predomina en Latinoamérica es el debate sobre el porqué de la crisis y retroceso de los mal considerados gobiernos «progresistas». Lo más sobresaliente es la crisis del gobierno de Maduro y el declive del chavismo. En diciembre pasado fue derrotado electoralmente. Esto se une a la grave crisis de Dilma-PT en Brasil, a […]

Lo que predomina en Latinoamérica es el debate sobre el porqué de la crisis y retroceso de los mal considerados gobiernos «progresistas». Lo más sobresaliente es la crisis del gobierno de Maduro y el declive del chavismo. En diciembre pasado fue derrotado electoralmente. Esto se une a la grave crisis de Dilma-PT en Brasil, a las derrotas electorales del peronismo K en Argentina y de Evo en el referendo de Bolivia. Pretenden culpar de sus fracasos a «campañas de la derecha» y hasta a un «golpe» en Brasil. ¿Cuáles son las verdaderas razones de su crisis?

Ante la debacle electoral del chavismo el primero en salir a justificarse fue Nicolás Maduro dando la explicación de que todo se debió a una «guerra económica» lanzada por el imperio». García Linera, vicepresidente de Bolivia, aseguró que existe una «oleada contrarrevolucionaria» y que «está en riesgo la soberanía latinoamericana». Y que esa «guerra económica» la orquestarían Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita por la cuestión de los precios del petróleo (Conferencia de prensa en el Palacio de Gobierno, 10/12/2015). Rafael Correa, de Ecuador, llegó a hablar de «nuevo Plan Cóndor» (Clarín, Argentina, 19/3/2016).

El profesor argentino Atilio Borón se sumó a la justificación de Maduro alegando que existe una «pertinaz guerra económica lanzada por el imperio» (en Cuba Debate 7/12/2015). Pero no se quedó allí. Sino que llegó al extremo de definir a las elecciones como una «trampa». No porque hubiera fraude. Simplemente por hacerlas. Al cuestionar «¿hasta qué punto se pueden organizar elecciones libres en las condiciones existentes en Venezuela?», comparando con la suspensión de las elecciones en el Reino Unido en 1940 por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Abriendo la temeraria hipótesis de que habría que «pensar que tal vez otras vías de acceso y mantenimiento del poder puedan ser más efectivas y confiables que las elecciones» (idem). ¿Qué otras vías? ¿Borón ya baraja la idea de que en Venezuela y en otros países no haya más elecciones y se den autogolpes para sostenerse en el poder?

Las causas reales de la crisis política

En esta duda que abre Borón está la verdadera causa de la crisis que tienen estos gobiernos seudo progresistas. Porque sus causas hay que buscarlas en el disgusto generalizado de las masas por los ajustes que les aplican. La realidad es que la «guerra económica» la desataron Maduro, Dilma, Cristina y Morales contra sus pueblos. Quizás por eso Borón, viendo que ya no pueden contener el descontento popular, considere pasar a regímenes más totalitarios. Lo único que falta es que ponga el ejemplo de las viejas dictaduras estalinistas que tanto añora.

José Mújica, ex presidente de Uruguay y del Frente Amplio, fue un poco más sincero cuando le preguntaron por el retroceso de estos gobiernos. No habló de «guerra económica». Con su tono campechano dijo: «La izquierda de la región hace chambonadas». Para nosotros las «chambonadas» son la aplicación de políticas anti obreras y de ajuste al pueblo.

El problema de fondo es que son gobiernos de conciliación de clases y de doble discurso. No tienen nada de «progresistas». Hablan de «nacional y popular» pero no rompen con las multinacionales y los grandes grupos empresarios.

Lo que está fracasando ante las masas es la falsa teoría de que estos gobiernos iban a redistribuir mejor las riquezas. Es el fracaso del mensaje de la construcción del «Socialismo del Siglo XXI» en Venezuela, la construcción del «Socialismo Andino» en Bolivia o del «modelo nacional y popular» en Argentina. Estos gobiernos tuvieron un periodo de auge entre 2003 y 2010, en una coyuntura de mejora de los precios de las materias primas, lo que se denominó «el viento de cola». Pero esa coyuntura de relativo incremento de los precios, al no producirse un cambio estructural y ser toda una mentira política estos «modelos nacionales y populares», terminó en más ganancias para las multinacionales versus más pobreza para los pueblos.

En los últimos dos años llegó con fuerza a la región la crisis económica del capitalismo mundial, con la caída de los precios de las materias primas (petróleo, gas, cereales, minerales). Ante ello, estos gobiernos respondieron a los efectos de esta crisis con planes de ajuste contra la clase trabajadora y su pueblo. Ni antes ni después de los efectos de la crisis cambiaron la estructura capitalista semicolonial de sus países.

Se rompen las expectativas

Estos gobiernos habían llegado al poder en medio de una gran expectativa de las masas y como resultado de un proceso de ascenso revolucionario, que tuvo su pico más importante en el «Argentinazo» de 2001. El conjunto de la región estaba en un proceso de movilización. Por eso estos gobiernos canalizaron el rechazo al imperialismo y a las multinacionales y hubo un giro a la izquierda. En Venezuela, el proceso abierto en 1989 con el «Caracazo» lo canalizó Hugo Chávez. En el caso de Lula y el PT en Brasil no fue exactamente fruto de una semi-insurrección popular. Pero sí existió un proceso de veinte años -desde los 80 cuando cayó la dictadura-, de movilizaciones, grandes huelgas y la aparición del PT y la CUT. Todos procesos inmensos de la clase obrera brasilera.

Desde 2010 comienzan las luchas contra estos gobiernos. Se inicia un proceso de ruptura de las expectativas de las masas. E l hecho más destacado fue el «Gasolinazo» en Bolivia, que a fines de 2010 casi produce una crisis revolucionaria que estuvo al borde de derrocar a Evo Morales, cuando éste aumentó la gasolina y la gente le dijo «o sacas el ajuste o te vas». Y Evo Morales tuvo que anular el aumento.

A partir de entonces, en Latinoamérica comienza a existir la expresión, por un lado, de la aplicación de los ajustes cada vez más avanzados y, por otro lado, empieza un proceso de luchas y movilizaciones contra estos gobiernos. En 2012 se da la primera huelga general contra el gobierno peronista de Cristina Kirchner, después de ocho años en los que lograron contener y no había ocurrido ninguna huelga general. En 2013 se genera la primera gran rebelión en Brasil por las tarifas. Una rebelión popular de carácter nacional, que tuvo picos en San Pablo y Río de Janeiro, pero que fue una movilización de millones de jóvenes y trabajadores que salieron a luchar contra las tarifas, pero expresando la crisis social y un rechazo global al gobierno.

En Venezuela en 2014 hubo una gran huelga en Sidor (ex Techint) que abarca a unos 15.000 trabajadores, con casi diez meses de huelga. Perú tuvo movilizaciones campesinas contra las mineras y una gran movilización juvenil, con epicentro en Lima, que derrotó una ley de contrato de trabajo juvenil. En Chile son conocidas las impresionantes movilizaciones, durante varios años, por la educación estatal y gratuita.

La confrontación social y el problema de la dirección

Uno de los debates existentes a partir de los triunfos electorales de sectores conservadores es si existe un «giro a la derecha» de las masas. Centralmente consideramos que predomina un voto «castigo». Millones votan con la «nariz tapada» a opciones de centro-derecha. Esa son las confusiones que genera el fracaso de los gobiernos de conciliación de clases.

Desde ya que es negativo que surjan gobiernos más a la derecha y pro imperialistas. Pero c onsideramos que no hay un giro a la derecha en el sentido de que se detenga la lucha de clases. No se ha producido ninguna derrota importante. Latinoamérica sigue, con sus desigualdades, cruzada por la confrontación social. El proceso de movilización va a continuar contra todos los gobiernos que aplican el ajuste, incluidos los conservadores como el de Colombia y Argentina. Este proceso de agudización de la confrontación social va a seguir. La perspectiva es hacia nuevas crisis políticas de los gobiernos y regímenes. Y en ese proceso seguiremos batallando por lograr gobiernos de los trabajadores que encaren los cambios de fondo que necesita Latinoamérica.

En esa perspectiva, y ante el nuevo fracaso de los proyectos políticos de conciliación de clases, se vuelve a plantear la tarea estratégica de seguir la pelea por construir una verdadera dirección socialista revolucionaria.

Miguel Sorans. Unidad Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.