Gran Bretaña está experimentando una crisis profunda, no sólo en términos de una economía colapsada, sino también una crisis política y social que afecta a sus mismos cimientos. Las revelaciones diarias del Daily Telegraph sobre la malversación de fondos públicos y la absoluta corrupción de parlamentarios de todos los principales partidos han provocado un escándalo […]
Gran Bretaña está experimentando una crisis profunda, no sólo en términos de una economía colapsada, sino también una crisis política y social que afecta a sus mismos cimientos. Las revelaciones diarias del Daily Telegraph sobre la malversación de fondos públicos y la absoluta corrupción de parlamentarios de todos los principales partidos han provocado un escándalo público en un momento de despidos de masas, reposesiones y recortes salariales. Estos asombrosos acontecimientos suponen un cambio radical en la sociedad británica.
El ambiente de la opinión pública ya estaba caldeado por los miles de millones del dinero de los contribuyentes destinados al rescate de los bancos. Ya la rabia había alcanzado niveles importantes contra personas como Sir Fred Goodwin, el jefe del Royal Bak of Scotland, que fue responsable del despido de miles de trabajadores mientras él se marchaba con un fondo de pensiones de 16 millones de libras.
Normalmente, esta corrupción en el parlamento está oculta por el miedo a socavar todo el sistema, aunque periódicamente vemos ejemplos que son un reflejo de la crisis subyacente del propio capitalismo.
Ahora tenemos un diluvio de revelaciones interminables sobre parlamentarios que exigían dinero para segundas hipotecas, mantenimiento de piscinas y todo tipo de lujos, mientras reprendían a los parados por vivir de gorra del Estado. Los ministros del gobierno también están implicados hasta el cuello, incluida la secretaria de comunidades Hazel Blears, el secretario de transporte Geoff Hoon y el ministro de economía Alistair Darling. Dos lores laboristas han sido suspendidos de la Cámara de los Lores por tomar dinero para este tipo de cuestiones. El ambiente se caldea más ante cada nueva sórdida revelación y ante la hipocresía del establishment y sus políticos, que están totalmente fuera de contacto con la forma de vida de los trabajadores corrientes.
Harriet Harman, líder de la Cámara de los Comunes, pidió a la población que no «pensara que todos los parlamentarios con corruptos y que el sistema está corrompido». Pero esa es la percepción más extendida. Ven ministros que viven en el lujo con segundas viviendas o utilizando el dinero de los contribuyentes para sacar beneficios del mercado inmobiliario, mientras miles de familias están perdiendo sus casas.
«El ambiente de la opinión pública en Gran Bretaña está semana está más allá de los extraordinario», afirma Matthew Engel en el Financial Times. «La única analogía que viene a la mente es la histeria que siguió a la muerte de Diana, la Princesa de Gales, hace doce años.
«Entonces, los británicos se volvieron contra la familia real por su negativa a unirse a la muestra de incontinencia emotiva que ellos pensaban que debía ser la característica. Las multitudes se reunieron fuera de la Abadía de Westminster para el funeral, si el hermano de Diana, Earl Spencer, hubiera terminado su encomio con un llamamiento a las armas, estoy convencido de que habrían marchado tras él para derrocar a la monarquía». (FT. 16-17 de mayo).
Durante el funeral de Diana hubo en el país un enorme ambiente que adquirió un carácter anti-establishment. Esto sirvió para socavar la monarquía como arma de reserva de la futura reacción. Hoy existe un ambiente similar, alimentado por los tabloides que está sirviendo para socavar el establishment político. La portada del Daily Mail del viernes parecía un posters de «se busca» del salvaje oeste, en él aparecían parlamentarios enfrentándose a los alegatos más perjudiciales: «¡Buscados por la justicia!» se podía leer. La semana pasada The Sun presentaba a los parlamentarios jugando al «Monopoly» teniendo que «devolver el dinero». El periódico The Sunday ofrecía a sus lectores una competición para «vivir libre como un parlamentario, ¡todas tus facturas pagadas durante un año!»
Igual que la prensa aullaba por la muerte de Diana para vender más periódicos, hoy azuzan con la situación actual para contrarrestar su caída de ventas. Pero están desatando unos sentimientos que pueden tener dificultades para controlar, sentimientos contra el establishment, que no sólo afectan a la clase obrera, sino también a la clase media.
Mientras los ricos lo son aún más con este gobierno del Nuevo Laborismo y la clase obrera se enfrenta al peso de esta crisis económica, nuestros representantes parlamentarios se han dado el gusto a costa de los contribuyentes. Debajo del aparente ambiente de calma bajo la superficie de la sociedad, existe una indignación y rabia ardientes, que ahora ha estallado con esta cuestión de los gastos parlamentarios.
El jueves pasado en el programa Question Time de la BBC, estalló el ambiente de rabia contra los parlamentarios, que fueron atacados ferozmente por la audiencia. Alguno debió pensar que iban a ser linchados.
Preocupados por todo lo que esto podría acarrear, el Financial Times avisaba que «la rabia general no se disipará con una especie de catarsis. En 1997 el funeral hizo su tarea, fue el final, no el principio». Hoy «el escándalo está en el corazón de la política británica» y no hay un final obvio a la vista.
No es casualidad que los tres pilares básicos del establishment capitalista: la monarquía, la Iglesia de Inglaterra y el parlamento, todos están actualmente en crisis.
Lo que preocupa a la clase dominante es el cambio en la conciencia de la opinión pública. La población está harta de las mentiras e hipocresía que han soportado durante años. Ha dicho que ya es suficiente. Esa es la materia de las revoluciones, donde pequeños cambios cuantitativos transforman cualitativamente la situación. Los políticos profesionales de hoy son despreciados por la gente corriente. La gente tiene una estima extremadamente baja del parlamento, como sucede con la monarquía. No confían en ellos. Como hemos explicado, hemos entrado en una situación nueva de cambios abruptos y profundos en la situación, donde estas revelaciones pueden convertirse en el catalizador del descontento general dentro de la sociedad.
Los políticos, así como los estrategas pensantes del capital, están asustados ante la posibilidad de que la situación se les pueda escapar peligrosamente de control. Intentaron primero culpar a los administradores por obligar a los parlamentarios a coger el dinero. Después intentaron reformar el sistema, pero fracasaron de manera miserable. Pero cualquier cosa que hagan no conseguirá recuperar la confianza de la opinión pública. Es demasiado poco y muy tarde. Refleja un mal mucho más profundo en la sociedad de clases.
Ya han comenzado a rodar cabezas de ministros. Es tan seria la situación que la policía metropolitana y la Fiscalía de la Colona han establecido un «panel de gastos» para examinar las quejas y si merecen más investigación. Esta historia podría continuar hasta las próximas elecciones generales de 2010.
Brown está atrapado en una situación fuera de control. Cameron también intenta desesperadamente tomar la iniciativa, pero también está salpicado por las acusaciones contra parlamentarios tories, uno de ellos, Douglas Hogg, parece que cogió dinero para limpiar su foso. Otros para partidas de tenis, piscinas, corrales, sirvientas y lámparas de araña, todo esto subraya el estilo de vida jerárquico de los tories. Algunos ahora se dan prisa en devolver el dinero, pero el daño está hecho. Otros, como el laborista Shahid Malik, obligado a dimitir del gabinete, protesta porque «no he hecho nada malo» y el dinero era «legítimamente mío», pero de mala gana aceptó dar el dinero público a la caridad.
Pero esa excusa ahora pertenece a otra época, que terminó de manera abrupta cuando se levantó la tapa del escándalo. La opinión pública valora a los parlamentarios menos que a la prensa amarilla.
El ambiente entre los parlamentarios es de conmoción y pánico. Temen que la población se vuelva contra ellos como individuos y contra los partidos establecidos. Una parlamentaria tory lloraba ante los correos electrónicos hostiles que estaba recibiendo. Uno de su distrito decía: «¿Por qué no te suicidas?»
Nadie sabe dónde está el final. Muchos parlamentarios se retirarán en las próximas elecciones ante el temor de la rabia del electorado. «¿Por qué molestarse?» decía un miembro del partido. «El abuso, los rudos comentarios de sus socios y familia, las bromas a sus hijos, la lluvia de críticas…».
«Esta es la mayor crisis constituciones desde la abdicación de Eduardo VIII» decía un parlamentario laborista. Pero es mucho más serio que eso. Todo el establishment político está en la picota.
El laborismo, el partido en el poder con más parlamentarios, probablemente será el que más sufra. Pero no es casualidad que el escándalo estallara en este momento cuando se inicia la campaña para las elecciones generales. La razón es minar el gobierno laborista y preparar el camino para una administración tory fuerte. Pero el plan puede salirles mal porque todos los parlamentarios están manchados, incluidos los del Partido Tory. Aún peor, ha provocado la rabia de la opinión pública contra el establishment político en general. Es muy peligroso desde el punto de vista de la clase dominante.
Los escándalos políticos en Italia a mediados de los años noventa provocaron el colapso de los Demócrata Cristianos, el principal partido burgués que gobernó el país desde la Segunda Guerra Mundial. La crisis en esa época fue muy peligrosa porque desató fuerzas incontrolables que amenazaron todo el edificio político. En Francia ocurrió algo similar con el asunto Dreyfus a finales del siglo XIX. El desenmascaramiento total del ejército provocó una amplia rabia contra el ejército y el establishment, provocando una crisis social. Sirvió para desenmascarar la podredumbre del régimen y poner un signo de interrogación sobre todo el sistema capitalista. Lenin explicó que con una dirección socialista audaz la situación podría haber llevado a la revolución.
También existe otro ángulo del actual escándalo británico. La crisis económica del capitalismo ha provocado un enorme endeudamiento del gobierno y déficits en todas partes, un dinero que deberá devolverse y una situación urgente de resolver. Eso significará en el futuro muy próximo masivos recortes del gasto público. En gran Bretaña ya hablan de un programa de austeridad que ¡durará más de veinte años! Los tories ya están defendiendo esta política. Para poder introducir estos recortes salvajes de los niveles de vida la clase capitalista británica necesitará un gobierno fuerte en las próximas elecciones. Para ellos eso significa un gobierno tory fuerte.
Este escándalo está dificultando la situación para la burguesía en un sentido clave. «La tormenta desencadenada por los medios de comunicación revelando los gastos de los parlamentarios provocará dificultades al próximo gobierno conservador para imponer los recortes necesarios en el gasto público», explicaba recientemente el Financial Times (12/5/09).
«El líder tory está preocupado», continuaba el artículo, «las revelaciones sobre el estilo de vida de los parlamentarios pagado por los contribuyentes hará más difícil para un gobierno conservador justificar las reformas propuestas, como frenar los demandantes de subsidios, ante una población cada vez más escéptica».
«Será más duro para los políticos tomar las decisiones difíciles sobre finanzas públicas que necesitamos adoptar», decía un ministro en la sombra del gabinete. «Eso significa que estamos trabajando en un ambiente más hostil».
Este es un problema importante para la clase dominante. Necesitan llevar a cabo los recortes más violentos desde los años treinta. Se necesitará un gobierno fuerte para hacer esta tarea con la oposición masiva que provocará. Pero este escándalo ha afectado tanto a tories como a laboristas. Las últimas encuestas mostraban un declive del apoyo a ambos partidos. Mientras que es probable que los tories ganen las próximas elecciones debido a la desilusión entre los seguidores laboristas, la autoridad del parlamento como institución está socavada. Este también será el caso con un nuevo gobierno tory, y Cameron es consciente. No tendrán la autoridad necesaria ante los ojos de la mayoría de la población, a pesar de ser elegidos para el gobierno.
Esto simplemente servirá para galvanizar toda la oposición que surgirá inevitablemente contra el gobierno tory. Hará su tarea aún más dura y son conscientes. Esto significa que el próximo gobierno tory será un gobierno de crisis. Cameron ya ha dejado claro que pasará a la ofensiva tan pronto como sea elegido. Ha afirmado que Thatcher cometió el error de retrasar sus medidas más duras hasta 1981, perdiendo dos años valiosos. Pero su margen de maniobra estará limitado debido a la erosión de la autoridad provocada por este escándalo.
Pero pasar rápidamente a sus recortes no les salvará. Empujará a la clase obrera al plano industrial y desatará una nueva etapa de la lucha de clases en Gran Bretaña. No se pude descartar, debido a la debilidad del próximo gobierno tory, que sea derribado como el gobierno Heath lo fue en 1974. Independientemente de lo que suceda, fomentará el odio de la clase obrera y provocará un período de batallas de clases como no hemos visto en décadas.
La clase dominante puede ver lo mismo que vemos los marxistas, es decir, la inevitabilidad de una explosion social en Gran Bretaña. La crisis actual es un presagio de lo que vendrá, aunque a un nivel superior. En este period turbulent que se ha abierto, la clase obrera pondrá firmemente en el orden del día la transformación socialista de la sociedad. Esa es la verdadera lección de estos acontecimientos sin precedentes.