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La culpa de ser el granero y la mina del mundo

Fuentes: IPS

El rol de América Latina como proveedor mundial de materias primas, en expansión por la creciente demanda de alimentos y minerales, conlleva un alto costo ambiental. Activistas y expertos entienden que el dilema es buscar nuevas formas de producción o sustituir el actual modelo exportador. Ernesto Guhl Nannetti, director del colombiano Quinaxi, Instituto para el […]

El rol de América Latina como proveedor mundial de materias primas, en expansión por la creciente demanda de alimentos y minerales, conlleva un alto costo ambiental. Activistas y expertos entienden que el dilema es buscar nuevas formas de producción o sustituir el actual modelo exportador.

Ernesto Guhl Nannetti, director del colombiano Quinaxi, Instituto para el Desarrollo Sostenible, lanzó la primera piedra.

«Con el proceso de crecimiento de China o del sudeste asiático se disparó la demanda de materias primas, y eso ha contribuido a un fuerte incremento del proceso de extracción en América Latina, con los consecuentes daños ambientales importantes, especialmente en la minería de oro y de metales», dijo en entrevista con IPS.

Nannetti integró el grupo internacional que elaboró el quinto informe sobre las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-5), presentado el miércoles 6 en Río de Janeiro por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

El ambientalista advirtió que, si los gobiernos latinoamericanos no «le ponen límites claros» a la explotación de recursos minerales o establecen áreas específicas para hacerlo, «puede haber efectos muy graves a futuro»

Ya lo decía en 2010 un análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, al advertir que las exportaciones de la región «están ancladas» en sus recursos naturales. En 2009, casi 40 por ciento de las ventas eran de materias primas frente a 26,7 por ciento en 1999. En los países mineros y especialmente petroleros, la proporción fue mayor.

Pero ahora el argumento se refuerza ambientalmente desde informes como el del GEO-5, que dedica un capítulo a esta región, que cuenta con 23 por ciento de todos los bosques del mundo y 31 por ciento de sus recursos de agua dulce. «Los ricos recursos naturales latinoamericanos y caribeños son fundamentales para la salud ambiental del planeta, pero cualquier intento de protegerlos será insuficiente si sus gobiernos no redoblan esfuerzos para crear nuevas políticas de protección y aplicar las existentes», alerta el Pnuma.

El documento no responsabiliza directamente de la degradación de recursos al modelo exportador, pero aporta datos llamativos al respecto.

«El crecimiento de la población y los padrones de consumo insostenibles han diezmado ambientes naturales en pro de la agricultura y la extracción de materias primas, con impactos sobre la biodiversidad de la región», señala.

Uno de los ejemplos citados es el aumento de las tierras cultivables en 83 por ciento desde 1960, coincidiendo con una deforestación expansiva. La región perdió cuatro millones de hectáreas por año entre 2005 y 2010. El aumento de la demanda mundial de carne vacuna también aportó lo suyo en este daño.

El GEO-5 destaca que el aumento de los precios de los alimentos, así como de las mezclas obligatorias impuestas a los biocombustibles, de parte de Europa por ejemplo, estimularon el aumento de las plantaciones de palma africana en Colombia y Guatemala, de la caña de azúcar para producir etanol en Brasil y de soja en el sur de América.

La pecuaria, que consume mundialmente ocho por ciento del agua, también incidió en la disminución de la cantidad y calidad de los recursos hídricos de la región. Y la biodiversidad de los trópicos se redujo 30 por ciento desde 1992, por varios factores ligados, entre otros, «las prácticas insostenibles del uso de la tierra».

También afectada por la expansión de la frontera agrícola, la selva amazónica podría reducir un tercio de su bioma hacia 2100 por el cambio climático.

En la actual etapa de capitalismo se percibe una «nueva división internacional de la producción», aseguró Joao Pedro Stédile, dirigente del brasileño Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra y a nivel internacional de La Vía Campesina.

En esa nueva repartición, Stédile dijo a IPS que a América Latina le correspondió el papel de exportador de materias primas minerales y agropecuarias, a Asia el de las industrias intensivas por su bajo costo salarial, y al hemisferio norte el de las industrias de alta tecnología y altos salarios.

Luego apuntó como segunda causa la «ofensiva del capital financiero», en peligro en el Norte tras la crisis nacida en 2008 en Estados Unidos, que «se corrió para nuestra región para apoderarse de los recursos naturales.

«Los pueblos locales son los que se quedan con el pasivo de la contaminación y los desequilibrios climáticos que generan sequías, inundaciones entre otros desastres», explicó.

Un modelo que según Stédile, si bien se repite en toda la región, tiene en Brasil un ejemplo «trágico».

Un informe del local Banco Nacional de Desarrollo cuantifica las inversiones en este país para el periodo 2012-2015.

De los 534.000 millones de reales (260.000 millones de dólares) previstos, 60 por ciento serán para petróleo y gas, 10 por ciento para explotación mineral y 10 por ciento para la industria de celulosa. «Eso quiere decir que 80 por ciento de esas inversiones productivas serán para la exportación de bienes minerales y materias primas», subrayó.

El Pnuma señala experiencias positivas como las que en Brasil ampliaron las áreas protegidas de bosques, o condicionaron créditos rurales a la protección ambiental.

Otro colaborador de ese informe, Carlos Klink, secretario de Cambios Climáticos del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, propone soluciones «científicas», en las cuales «deben basarse quienes toman las decisiones».

El experto estudió el Cerrado, el segundo mayor bioma brasileño después de la Amazonia, que por la expansión agrícola ha registrado los peores índices de deforestación del país.

El desafío era como «conciliar el uso de la tierra con la conservación» sin sacrificar el desarrollo agrícola que trajo «beneficios socioeconómicos innegables».

«¿Qué hacer con esas tierras degradadas? Tuvimos capacidad científica para mejorarlas cambiando apenas el tipo de producción», ejemplifico.

Una respuesta a la que apuntan también organismos como el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura: promover «un desarrollo de la producción y el consumo más sostenibles. Una revolución doblemente verde», señaló en una entrevista con IPS su director, José Graziano.

Mientras, la Cumbre de los Pueblos, paralela a Río+20, cuestiona «soluciones a los límites del planeta» como los transgénicos, los agrocombustibles, la nanotecnología y la biología sintética, y plantea encarar las verdaderas causas de la degradación ambiental, o sea «un fallido modelo económico ahora disfrazado de verde».

El sentido urgencia, es al menos unánime.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100949