Para los dirigentes europeos la ratificación del Tratado de Constitución Europea debía ser un mero trámite a seguir en la línea trazada por ellos de dar un respaldo político al mercado y a la moneda única europeas sobre la base de alentar la competitividad que sólo favorece la concentración de la riqueza y por consiguiente […]
Para los dirigentes europeos la ratificación del Tratado de Constitución Europea debía ser un mero trámite a seguir en la línea trazada por ellos de dar un respaldo político al mercado y a la moneda única europeas sobre la base de alentar la competitividad que sólo favorece la concentración de la riqueza y por consiguiente el aumento de las desigualdades sociales tanto de cara al interior como al exterior de Europa. Pero los franceses han expresado claramente su voluntad contra este proyecto, provocando el temor y el miedo en los dirigentes europeos, los mercados financieros y los principales medios de comunicación tal y como han expesado en sus discursos con el fin de transmitir el mismo temor a la ciudadanía. Pero los ciudadanos europeos no podemos temer el triunfo de la democracia, lo que si temen las elites europeas. Y es que los gobiernos démocratas de los países miembros de la UE entienden de forma muy peculiar la democracia. Por ejemplo, Valéry Giscard d’Estaing, el presidente de la convención que redactó el Tratado Constitucional, ha afirmado que si ganaba el «no» en Francia la única solución era repetir la consulta (se imagina uno que hasta que saliera el «sí» deseado).
Por su parte, el gobierno español consideró aplastante el triunfo del «sí» en el referéndum del 20-F (por otra parte meramente consultivo) cuando lo que fue abrumador fue la abastención poco menor del 60 % dejando sin legitimidad los resultados de la consulta y poniendo en evidencia el desconocimiento y la falta de debate en torno al Tratado Constitucional por parte de la población española (lo que contrasta con la abstención del 30 % registrada en Francia). Cuando alrededor de un tercio de la población española votó favorablemente a este Tratado, la reciente ratificación del mismo por parte del paralamento carece de apoyo y legitimidad popular. El gobierno no puede hablar en nombre de todos los españoles, pues su posición no es representativa de la ciudadanía. Pero qué democracia pueden defender los que ni siquiera convocaron una asamblea constituyente para redactar la Constitución Europea, o qué democracia pueden defender quienes apoyan una UE en la que el Parlamento Europeo carece de iniciativa y autonomía legislativa. Para estos gobiernos democracia sólo significa mercado, palabra recogida 78 veces en el Tratado Constitucional. Frente a la dictadura de los mercados, que excluye a millones de europeos (60 millones viven en la pobreza), los franceses han dado una lección de democracia.