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La derecha ya no gana con los cuarteles, sino en las urnas

Fuentes: Rebelión

Tanto en Argentina, Brasil como en Venezuela, los partidos conservadores han sabido inmiscuirse en el pueblo a través de una política de la no-política, con discursos como la revolución de la alegría, ONGs que son financiadas por la CIA y por supuesto por los medios masivos de comunicación concentrados. Después de varios años de gobiernos […]

Tanto en Argentina, Brasil como en Venezuela, los partidos conservadores han sabido inmiscuirse en el pueblo a través de una política de la no-política, con discursos como la revolución de la alegría, ONGs que son financiadas por la CIA y por supuesto por los medios masivos de comunicación concentrados.

Después de varios años de gobiernos populares transformadores y revolucionarios, nuestra Patria Grande siente la reorganización política, económica y social de la derecha, que busca de alguna manera u otra el terreno perdido en estos años. Y lo que antes lograban a golpe de cuartelazos satélites hoy lo hacen mediante el agotamiento que producen los monopolios mediáticos, con la idea de digitar desgaste económico y social, desabastecimiento, suba de precios, ahogo del sector externo, etc. Un combo que sólo busca desestabilizar los procesos de inclusión social del continente.

Tengamos en cuenta que el próximo 10 de diciembre en nuestro país asumirá como Presidente un personaje que se encuentra procesado por escuchas ilegales y otras tantísimas causas, obviamente blindado por el grupo Clarín y sus secuaces. Un logro de la nueva derecha, histórico diría, porque es la primera vez que se restaura el conservadurismo por la vía democrática. Lo mismo está ocurriendo en Brasil, donde la derecha pide el juicio político a la Presidenta Dilma Rousseff, a tan solo 11 meses de su nuevo gobierno. Otro tanto pasa en Venezuela, donde Linda Tintori, la mujer de uno de los «líderes» de la oposición, Leopoldo López, salió a decir en el marco de las elecciones legislativas del próximo domingo 6 de diciembre que «Pueden pasar dos cosas: o gana la oposición o hay fraude. Nosotros queremos que reconozcan el triunfo de la oposición que es el triunfo de la democracia en Venezuela».

No es nada nuevo lo que está sucediendo en este eje tripartito de Latinoamérica, porque la historia siempre nos vuelve a colocar en este punto: el socavamiento que las elites y sus socios locales y externos realizan desde los centros de operaciones mediáticos y financieros cuando dicen «sufrir» por tener que convivir en un proceso de populismos, del que no se sienten parte y que no les conviene, porque no les interesa una «patria o continente» para muchos.

Venezuela en la mira del águila

Después de las elecciones que consagraron como sucesor de la revolución bolivariana a Nicolás Maduro, la derecha buscó y encontró nuevamente los caminos para despuntar el vicio de la desestabilización, y lo hizo a través de «líderes» de la oposición como Leopoldo López, quién se menciona al menos 77 veces en los cables diplomáticos de Estados Unidos (EE.UU.), según documentos filtrados por el portal WikiLeaks en 2008. El mismo tipo de calaña que los Capriles y los Ortega que se camuflaron entre aquellos francotiradores del 2002 y que fueron responsables de las muertes de hermanos y hermanas de la república bolivariana en manos de las guarimbas.

El regreso del neoconservadurismo a la Argentina

Por su parte el neoliberalismo ya tachó un país menos en su lista por restaurar su plan económico con base central en Washington. Esperaron doce años y finalmente dieron con otro alumno obediente, Mauricio Macri, quien llega a la Casa Rosada procesado y con ganas de reflotar las relaciones carnales que tan bien llevó adelante su líder político, Carlos Ménem.

Macri ha comenzado a avivar la llama del ‘sí se puede terminar con los gobiernos populares’, hasta se animó a recibir en el cierre del balotage presidencial a la esposa de Leopoldo López, al tiempo que mandó un mensaje al mandatario venezolano Nicolás Maduro, en el que pidió la inmediata liberación del desestabilizador. Asimismo intensificó la apuesta y arengó que si el sucesor de Chávez se negara a su proclama, trabajaría para que Venezuela salga del Mercosur y así terminar relaciones diplomáticas con la república bolivariana.

En tanto, y para finalizar con el apartado del representante del terrorismo financiero y de la embajada estadounidense en Argentina, el pueblo deberá tener bien presente que llegará con el objetivo de ir por la anulación de los juicios contra los genocidas y, como analizó Horacio Vertbisky en su nota «El submarino amarillo», publicada en Página12 el domingo 1 de noviembre de 2015, se alineará a una política imperial desde lo más rancio de las FF-AA que estuvieron acuarteladas esperando el zarpazo, y que pretenden que la IV flota estadounidense potencie el patrullaje continental para «liberar a América del Narcotráfico», como excusa perfecta para volver a ser los guardianes y potenciales dueños de nuestros recursos. Dicha política consumada posibilitaría un incremento de la injerencia de los EE-UU en los asuntos internos de cada uno de nuestros países. En síntesis, perderíamos la batalla de la soberanía continental y giraríamos el timón, otra vez, hacia Washington.

La derecha empuja a Dilma al juicio político

Trasladándonos al escenario brasileño, fue el Presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (PMDB), quien días atrás abrió la posibilidad de realizarle un juicio político a la Presidenta Dilma Rousseff. Su argumento se basa en que durante el año la mandataria violó la ley que establece la meta fiscal, es decir, cómo deben cerrar los números a fin de año. Al respecto y en alusión al juicio que Cunha enfrenta por corrupción, Rousseff expuso que «No recae sobre mí ninguna sospecha de desvío de dinero público. No poseo cuenta en el exterior, ni oculté al conocimiento público la existencia de bienes personales».

Así estamos en América Latina, un continente que sufrió el saqueo de los conquistadores españoles y británicos; una tierra que hacia principios del siglo XIX parió la libertad a través de hombres y mujeres que rompieron las cadenas del etnocentrismo y que una vez más en el siglo XX encendieron la mecha de la revolución con Zapata, Sandino y el faro de la revolución cubana. Y gracias a toda esa historia de lucha fue que en 1998, en tiempos donde fukuyama bendecía al mundo con la muerte de las ideologías, el Comandante Hugo Chávez inició la segunda independencia de nuestra patria grande para luego patear el tablero del imperialismo y sepultar el ALCA en 2005 en Mar del Plata con Lula, Kirchner y Evo a la cabeza.

A la derecha se la subestimó, y ese es el peor error que se puede cometer, porque como dijo Atilio Borón en Radio Nacional días atrás «Si tenés 76 bases militares (estadounidenses) rodeando toda América Latina y el Caribe, hay que ser muy ingenuos para pensar que están ahí para mirar los pajaritos de la amazonía o los peces que hay en el Atlántico Sur».

Durante los últimos años, millones de personas forman las nuevas clases medias del continente, y esto no ocurre sólo con su esfuerzo, sino también por las decisiones políticas y económicas de los Estados proteccionistas. Ahora bien cuando esas nuevas capas llegaron al techo de lo posible, se olvidan de los que vienen abajo remándola y buscando un mejor vivir. La ecuación sería algo así como: cuando conviene votás a un gobierno popular para que te saque de las cenizas, y cuando alcanzaste el confort que esperabas conseguir llamás a un gobierno de derecha para que el que viene creciendo desde abajo se caiga al abismo de tu egoísmo. Esto sería el ciclo desvirtuoso argentino y de otras latitudes de la América y el mundo.

En el mundo de las luchas independentistas de Nuestra América, Eugenio María de Hostos afirmó: «Dadme la verdad, y os doy el mundo. Vosotros, sin la verdad, destrozareis el mundo, y yo, con la verdad, con sólo la verdad, tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces lo hayáis vosotros destrozado».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.