Las posiciones y decisiones políticas europeas en relación a este conflicto se arras- tran dócilmente ante los dictados de Estados Unidos y se muestran resignadas ante los hechos consumados que impone Israel. Una y otra vez, sin política exterior propia, Europa se equivoca, alejándose del papel mediador que moral e históricamente debiera jugar. La práctica […]
Las posiciones y decisiones políticas europeas en relación a este conflicto se arras- tran dócilmente ante los dictados de Estados Unidos y se muestran resignadas ante los hechos consumados que impone Israel. Una y otra vez, sin política exterior propia, Europa se equivoca, alejándose del papel mediador que moral e históricamente debiera jugar. La práctica de la diplomacia europea consiste invariablemente en pasar la mano por la espalda a la fiera israelí la ocupante y arremeter sistemáticamente contra la parte palestina la ocupada. El último error: la decisión de congelar la ayuda económica a la Autoridad Nacional Palestina, ahora gestionada por Hamas, en la creencia poco fundada de que ello influirá en su política lo bastante como para cambiarla. Al mismo tiempo, la Europa que se muestra implacable con el Gobierno palestino calla cínicamente ante la desconexión unilateral del Gobierno Ehud Olmert que se apropia para Israel el 58% de Cisjordania, condenando al pueblo palestino a vivir en cantones controlados por muros y alambradas.
Hay que recordar que a la muerte de Yasser Arafat la diplomacia europea, aunque con menos ruido que la norteamericana y la israelí, hizo saber que había desaparecido el obstáculo que impedía un proceso de paz con garantías. Elogió a Mahmud Abbas (Abu Mazen) de manera exagerada, ignorando, bien por desconocimiento, bien por una perversa ideologización de la realidad, que el único líder palestino capaz de ganar unas elecciones a Hamas era precisamente el hombre que representaba el símbolo de la nación y de su precaria unidad interna: Yasser Arafat. Pero el error que suponía confundir la muerte de Arafat con la inauguración de una nueva época más próxima a la paz no fue sino la culminación de una política llena de despropósitos: la diplomacia europea, muchos años representada en la región por Miguel Angel Moratinos interpretando el papel de actor secundario, se dedicó durante años a renunciar a gestionar una política creíble de defensa de la legalidad internacional. Al contrario, Europa ha sido testigo del grave deterioro de la situación del pueblo palestino bajo la ocupación.
Actualmente, ni Naciones Unidas ni la Unión Europea pintan nada en lo relativo a la solución justa de este conflicto. Ni tienen capacidad de incidencia ante Israel y Estados Unidos, ni tienen legitimidad moral ante el pueblo palestino. Un desastre. Y es, precisamente, esta incapacidad la que ha contribuido decisivamente a la derrota del proyecto nacional de Al-Fatah corrupción aparte de la ANP y su administración, algo que no puede negarse, que siempre mantuvo la apuesta del diálogo, dando el triunfo electoral a una organización que habiendo sido declarada terrorista por la Unión Europea tiene el encargo de gobernar al haber cosechado el 60% de los escaños del Parlamento palestino, en unas elecciones limpias. El papelón de Europa consiste ahora en castigar, a través de Hamas, al pueblo palestino por su ocurrencia de haber elegido libremente a una organización que ese mismo pueblo considera la que mejor puede defender sus intereses. Esta Europa que ahora castiga es la que ayudó a aislar a Arafat en su encierro de la Mukata y a desprestigiar a la ANP extendiendo la sombra de su inutilidad.
Personalmente, he hecho muchas críticas a Arafat y a la ANP; al primero por su nepotismo y a la segunda por la corrupción. Pero de ahí a considerar que la responsabilidad del bloqueo del proceso de Oslo era de ambos y no de Israel (desde el asesinato de Rabin) hay una enorme distancia. El bloqueo impuesto por Ariel Sharon, desde el día en que entró en la explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre del 2000, supuso el fin de Oslo y el comienzo del fin de una gestión palestina que sólo podía ser sustituida como así ha sido por la re- presentación política de su propia desesperación. Quienes han ayudado a que Hamas gane las elecciones son los mismos que ahora pretenden ignorar el juego democrático y pretenden no reconocer a un gobierno legítimo a menos que acepte una agenda impuesta.
Puede argumentarse que la lógica europea al sancionar a la nueva ANP en tanto ésta no reconozca al Estado de Israel tiene un contenido moral y una dimensión histórica. Pero tales fundamentos se desmoronan ante otros silencios europeos: ¿Por qué no exige el fin de la ocupación? ¿Por qué no exige el cumplimiento de la legalidad internacional que defiende las fronteras de 1967? ¿Por qué Europa no exige de Israel que cumpla con el mandato de Naciones Unidas de permitir el regreso de los millones de palestinos dispersos por el mundo? ¿Por qué no exige que se cumpla la sentencia del tribunal de La Haya que resuelve la eliminación del Muro? ¿Por qué Europa no exige a Israel el reconocimiento del Estado palestino en el territorio demarcado por la Línea Verde? Europa tiene instrumentos de presión: el comercio preferencial con Israel es uno de ellos, y a él se refieren sistemáticamente muchas ONG, hasta el momento sin éxito. El asunto de fondo es que Europa transige y calla ante las tropelías israelíes, mientras aprieta las argollas sobre el cuello palestino. En el terreno de las relaciones internacionales a esto se llama política del Realismo, es decir, la que obedece a la razón de la fuerza; en ella no hay criterios de justicia ni dimensión ética, hay sólo cinismo.
Iosu Perales – Autor de «El perfume de Palestina» y miembro de PTM-Mundubat