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La difícil tarea de construir un movimiento europeo

Fuentes: Gemma Galdon

El 24 y 25 de junio, sólo unas semanas después del ‘no’ francés y neerlandés al Tratado Constitucional, cerca de 200 representantes de redes y organizaciones sociales políticas y sindicales de 20 países europeos se reunieron en París para debatir sobre las consecuencias de este «importante acontecimiento político» y explorar las posibilidades de «construir un […]

El 24 y 25 de junio, sólo unas semanas después del ‘no’ francés y neerlandés al Tratado Constitucional, cerca de 200 representantes de redes y organizaciones sociales políticas y sindicales de 20 países europeos se reunieron en París para debatir sobre las consecuencias de este «importante acontecimiento político» y explorar las posibilidades de «construir un amplio movimiento ciudadano a escala europea para desarrollar dinámicas políticas y sociales a favor de Otra Europa.»
Durante un día y medio, decenas de representantes acapararon el micrófono durante cinco minutos cada una para presentar sus análisis y propuestas. La presencia mayoritaria de sindicatos y Partidos Comunistas (la reunión se celebró en la sede del PC francés) hicieron que la Directiva Bolkestein y la jornada laboral fueran el punto de lanza de las luchas a librar, y los representantes de Attac Europa, que se reunieron el día antes de la reunión para elaborar una propuesta, llamaron a la «organización de foros sociales locales el 4 de marzo de 2006 para debatir sobre el futuro de Europa y hacer propuestas para llevar al Foro Social Europeo de Atenas.»

La mayor parte de las proposiciones fueron incorporadas a la declaración final, que fue aprobada y presentada ante la asamblea francesa de grupos locales por el ‘no’ a la Constitución, que reunió a más de 700 personas de toda Francia en Nanterre el 25 de junio.

Pero el acuerdo reflejado en la declaración final no fue más que una pequeña parte de lo que ocurrió durante esos dos días en la sala de actos-nave espacial-bombilla de la sede del PC. El largo y a veces monótono flujo de intervenciones, a las que nunca se respondió ni hubo intención de abrir un debate, revelaron lo diversos y ricos que son los análisis de los movimientos europeos, pero también lo necesario que es abordar aquellas cosas que los dividen.

Un solo continente, muchos movimientos
Destacables fueron las aportaciones de los representantes neerlandeses, que ofrecieron una visión diferente de qué es lo que puede provocar que la mayoría de la población vote contra las instrucciones de sus representantes políticos y líderes sindicales -como subrayó Harry Van Bommel, en los Países Bajos el «no» ganó sin que hubiera una gran campaña ni movilización. Siguiendo esta idea de la existencia de un abismo cada vez mayor entre la gente y las elites políticas, Françoise Castex, miembro de la Delegación Socialista francesa del parlamento Europeo, hizo una de las observaciones más sorprendentes de la conferencia al asegurar que el 99,5% del Partido Socialista Europeo está a favor del Tratado que han rechazado la mayoría de su electorado. Según ella, el PSE es «un partido traumatizado y desorientado», incapaz de oponerse a la estrategia neoliberal de Blair y de defender el modelo social francés y alemán.

Muchos de los representantes presentes en la reunión mencionaron el papel jugado por Blair en la crisis; sin embargo, la falta de oradores británicos -sólo estuvo presente el Partido Comunista de aquél país- dificultó este análisis.
N
o obstante, los británicos no fueron los únicos a los que se echó en falta: los escandinavos sólo fueron escuchados en voz de una miembro de Attac Suecia, que dijo no hablar en nombre de toda la región, pero enfatizó la necesidad de respetar la diversidad existente entre los diferentes movimientos y procesos europeos. En su opinión, «el ‘no’ francés nos está ayudando a salir del pantano del ‘si’/’no’ y a desarrollar un ‘no’ de izquierdas a esta Europa, pero nuestros debates siguen siendo diferentes.»

Josu Egireun, del sindicato vasco ESK, también destacó la necesidad de entender que «las dinámicas de movilización deben construirse sobre las realidades locales, y crear redes a partir de ellas», y pidió al público que el análisi no se limitara a «la visión francesa del mundo». Ya fuera francesa, italiana, neerlandesa o alemana, lo cierto es que la reunión pareció más un encuentro de movimientos nacionales/regionales que una verdadera reunión europea -en general, los representantes tendieron a proponer sus propios países o feudos como sede de reuniones futuras, y mostraron muy poco interés por aprender de las experiencias de otros países o iniciar un debate sobre cuales serían las necesidades de un movimiento europeo en términos de construcción de una visión compartida de los retos que se avecinan.
Los representantes de Europa del Este, por ejemplo, dejaron muy claro que la situación a la que se enfrentan es totalmente diferente a la que expresaron la mayor parte de los delegados. Como dijo Peter Damo (Rumanía), «la extrema derecha está utilizando el ‘no’ francés y neerlandés para convencer a la gente de que Europa no quiere a los trabajadores del Este, de que el nacionalismo francés y neerlandés es lo que se esconde detrás del ‘no’. Así que el ‘no’ es cada vez más una herramienta de movilización a su favor.» Según dijeron, el tema de las divisiones regionales internas creadas por el calendario de adhesión, la falta de información, la manipulación del ‘no’ por parte de la derecha y la frustración general que existe en la región son los rasgos que caracterizan su situación, lo que hace que les sea muy difícil aplicar las recetas provenientes de países con niveles muy diferentes de movilización y concienciación política.
Fue también un delegado de Europa del Este, Simo Endre del Foro Social Húngaro, quien planteó el tema del nacionalismo y de cómo el Tratado Constitucional ignora a las minorías nacionales y refuerza la exclusión -poniendo así sobre la mesa un tema que fue clave para la movilización por el ‘no’ en países como el Estado español, pero que no fue incluido ni en la declaración final ni en el debate general.

Del consenso al entusiasmo
Al final, gran parte de las contribuciones realizadas fueron incorporadas al borrador de declaración final: se recordó la importancia de añadir a los temas laborales la lucha contra la Europa militar (un proceso que, como recordó Tobias Pflüger de GUE/NGL sigue adelante con o sin Constitución), de reconocer el papel jugado por el movimiento ecologista y sus exigencias en la deslegitimación del Tratado y de incorporar los temas de género. También se elaboró un calendario de movilización con una lista de todas las propuestas realizadas durante el encuentro, y se recogieron las diferentes propuestas de utilizar el proceso del Foro Social Europeo como referencia.

Sin embargo, al acabar la reunión la sensación general era más la de una satisfacción comedida por haber superado con éxito un trámite que de genuina alegría. Haris Golemis, del Poulantzas Institute en Grecia, dijo después de leer la declaración final: «Lo que tenemos aquí no es más que el mismo texto de siempre, la misma lista de quejas, la misma lista de fechas de movilización… no refleja la esperanza creada por el ‘no’ francés. Lo firmaremos, pero sin ningún entusiasmo.»

Esta reflexión lleva, inevitablemente, a lo que algunos delegados dijeron, otros murmuraron: ¿puede una reunión de representantes autonombrados de los movimientos sociales, la mayoría de ellos de las filas de los viejos Partidos Comunistas, una reunión llena de los rostros de siempre, los intereses de siempre, los moderadores de siempre, aportar algún entusiasmo por la posibilidad de construir un movimiento social de base y europeo?