Las elecciones presidenciales en Francia marcaron una derrota del bipartidismo que durante más de medio siglo controló la política francesa. El próximo 7 de mayo Emmanuel Macron y Marie Le Pen disputarán la presidencia gala en lo que será el inicio de un nuevo ciclo político en el segundo país en importancia de la Unión […]
Las elecciones presidenciales en Francia marcaron una derrota del bipartidismo que durante más de medio siglo controló la política francesa. El próximo 7 de mayo Emmanuel Macron y Marie Le Pen disputarán la presidencia gala en lo que será el inicio de un nuevo ciclo político en el segundo país en importancia de la Unión Europea.
El politólogo francés Franck Gaudichaud sostiene en esta entrevista de El Ciudadano que «los sectores dominantes todavía temen la opción neofascista de Le Pen y, de momento, Macron es el candidato favorito del sistema financiero y de la burguesía francesa», y que por ello tanto los dirigentes del PS como de la derecha tradicional ya le entregaron su apoyo.
Sin embargo, Gaudichaud sostiene que la fragmentación política que se hace patente tiene relación con que «la globalización capitalista neoliberal está socavando las bases de los partidos tradicionales, en especial de la socialdemocracia; eso está muy claro en Europa».
¿Este es un quiebre histórico entre el establishment de la derecha tradicional y la socialdemocracia, con los grupos que se encuentran fuera del binomio tras 60 años de V República?
Lo que podemos ver es el socavamiento acelerado de las instituciones de la V República, que fue fundada el año 1958 por De Gaulle. El bipartidismo se encuentra en gran parte destruido, los dos partidos hegemónicos de la derecha y la izquierda están fuera de la segunda vuelta y en particular el PS, que era el partido del gobierno saliente, se encuentra en crisis por dos motivos: primero, el presidente Hollande no fue capaz de presentarse a la reelección por su alto grado de impopularidad y, segundo, su partido logró solo el 6 % de los votos, algo que no se daba desde el año 1969. El PS se encuentra en la misma situación en la que estaba antes de que lo refundara Miterrand en 1971 y en este escenario de crisis política y social aparecen fuerzas que se presentan como de «recambio» (como Macron), pero que de todas formas son parte del sistema.
Este no es el primer caso. Está el caso de Trump, que es un tipo que está fuera del bipartidismo tradicional. Ahora ocurre en Francia y pasó en cierto modo en Holanda y Austria, y puede llegar a Alemania. ¿Dejó de ser un tema aislado?
Creo que la globalización capitalista neoliberal está erosionando las bases de los partidos tradicionales, en especial de la socialdemocracia. Está muy claro en Europa: sucedió con el PASOK en Grecia, con el PSOE en España y ahora con el PS francés que aplicó la austeridad incluso más allá de lo que hizo la derecha. Eso destruyó lo que quedaba de las bases sociales populares de la socialdemocracia. La derecha conservadora también está muy afectada, pero es impresionante la resistencia que aún tienen, ya que su candidato, Francois Fillon, que está metido en un caso de malversación, alcanzó casi el 20 % de los votos y estuvo a punto de pasar a segunda vuelta, por lo que no se puede enterrar completamente a los partidos tradicionales, todavía tienen implantación, sobre todo local. El neoliberalismo afecta a las bases populares, pero también golpea a los partidos de las clases dominantes. Estas buscan otras formas de hegemonía y mientras tanto aparecen monstruos como Marine Le Pen, situada en la extrema-derecha populista.
¿Pero estos monstruos son creados por esta clase dominante?
Estos monstruos, que podemos calificar de populismo reaccionario o derecha neofascista, no son «creados», sino que son consecuencia de la situación sociopolítica y pueden ser funcionales al sistema hegemónico en la medida en que la crisis sigue su curso, en clave autoritaria y racista. En estos momentos los sectores dominantes todavía temen una victoria Le Pen y Macron es el candidato favorito del sistema financiero y de la burguesía francesa. Su paso a la segunda vuelta significó un alza de 8 % en la bolsa de París. Todos los dirigentes europeos lo felicitaron, porque representa garantías para el capital en el continente. Pero la elección del líder de ¡En Marcha! puede significar el camino mas directo para la victoria de Le Pen en las próximas elecciones presidenciales: en cierta manera es el «adversario perfecto» para la extrema derecha pues encarna a un banquero neoliberal «europeísta» (según el léxico de Le Pen) que seguirá por lo general el mismo camino que el gobierno de Hollande.
¿Dejaría el camino fértil para un proyecto de ultraderecha?
Claro, porque de esta forma Marine Le Pen encarna lo que muchos franceses odian: el fondo de su comercio xenófobo con «ropajes sociales» es atacar a la Europa liberal, atacar a esa élite financiera, arrogante, que representa Macron en nombre de defensa de «la patria». Esto a pesar de que es evidente que en caso de victoria Le Pen también va a gobernar con los bancos y los sectores dominantes nacionales, ademas de destruir todos los derechos fundamentales y atacar a los migrantes y musulmanes (franceses y extranjeros)… Estamos ante un peligro inmenso, de talla mayor para toda perspectiva democrática.
El discurso de Macron es despolitizado y parece no tomar postura.
Es tanta la fragmentación política que tenemos a Macron que se dice «ni izquierda ni derecha» -cuando en lo fundamental es de centroderecha- agrupando a todos los caciques del PS pero también sectores de la derecha. Pero en este escenario también tenemos a Jean-Luc Melenchón, que trató de recomponer a la izquierda con un discurso antineoliberal tipo Podemos, desde una base «populista de izquierda», como él mismo reivindica. Esto es, un intento de «recomponer al pueblo» como actor del cambio en torno a la oposición pueblo frente a casta. Melenchon logra así realizar una campaña muy dinámica y captar el 19,5 % de los votos, o sea, 7 millones de votos. Un resultado histórico para una fuerza a la izquierda del PS, que recuerda a cifras del PC francés en su época «gloriosa». En este sentido, Melenchon tiene una gran responsabilidad en el momento de proponer un nuevo proyecto de izquierda.
La segunda vuelta se entiende como un «todos contra Le Pen». ¿Cuánto va a tener que ceder frente a los partidos tradicionales que le van a apoyar?
El llamado «Frente Republicano», que funcionó en abril de 2002 la primera vez que el Frente Nacional llegó a segunda vuelta, ahora está funcionando parcialmente, porque algunos son reacios a llamar a votar por Macron, como es el caso de Melenchon y parte de la izquierda radical. Melenchon que dijo que consultaría a las bases, aclarando que había que combatir a Le Pen, obviamente. No obstante, Le Pen está subiendo peligrosamente en los sondeos estos ultimos días e incluso logró forjar alianza con pequeños sectores de la derecha dura «soberanista», como Dupont-Aignan que ha captado el 4,8% de los votos en primera vuelta. Pero, globalmente, Macron va a capitalizar el voto de la derecha tradicional, de la socialdemocracia y de gran parte de la izquierda que no quiere ver -con mucha razón- a Le Pen acercarse del poder. El desafío de Macron es cómo enfrenta las elecciones legislativas que siguen y cómo compone una mayoría en estas condiciones…
¿El proceso que vive Francia se puede proyectar en el resto de Europa?
Para algunos intelectuales críticos se está dando lo que Chantal Mouffe denomina «el momento populista», es decir, se posicionan en la ruta del Podemos de España y de Melenchon en Francia. Ahora también está la izquierda anticapitalista, como la que encarnó Philippe Poutou y el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia, que apuesta por una política de clase, ecosocialista, autogestionaria e internacionalista, un tema, por ejemplo, de fricción con JL Melechon que adoptó un perfil claramente nacionalista-republicano y de «caudillo» en estas elecciones. Ahora muchos miran hacia Podemos para intentar repetir en Francia lo que ha pasado en España que, más allá de las contradicciones internas de Podemos, será más difícil realizar aquí porque los partidos tradicionales aún pesan y porque la presencia de Le Pen y Macron son obstáculos que habría que sortear para reconstruir una izquierda de verdad, que represente a las clases populares. Queda mucho para la conformación de una alternativa real, pero la urgencia de ahora es combatir de manera unitaria en las urnas, y sobre todo en las calles, a Le Pen y sus ideas nauseabundas, lo que significara también movilizarse en contra del programa neoliberal de Macron…