Actualmente la idea de que las personas LGTBI (Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual e Intersex) en el mundo occidental tienen los mismos derechos y libertades que el resto de personas es muy extendida. La reivindicación que más destaca socialmente parece que es el derecho al matrimonio y la adopción. Es obvio que el hecho de que […]
Actualmente la idea de que las personas LGTBI (Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual e Intersex) en el mundo occidental tienen los mismos derechos y libertades que el resto de personas es muy extendida. La reivindicación que más destaca socialmente parece que es el derecho al matrimonio y la adopción. Es obvio que el hecho de que dos personas no puedan acceder al mismo estatus legal de casado o casada y los derechos que de estos se derivan conlleva un agravio comparativo que choca con el avance que han experimentado nuestras sociedades en las últimas décadas respeto a la aceptación de la diversidad sexual. Esta contradicción ha sido aprovechada por partidos social-liberales, como el PSOE de Zapatero en Estado español o hace unos meses el Partido Socialista Francés (PSF) de François Hollande, impulsando reformas legislativas para ganar apoyo electoral y huir de la creciente presión y malestar social fruto de la gestión neoliberal de la crisis económica.
Pero en este último caso el conflicto social ha estallado dramáticamente con masivas movilizaciones homófobas y un incremento de las agresiones y situaciones de acoso a personas no heterosexuales. De repente, la intolerancia y la violencia contra esa persona distinta han vuelto a ponerse sobre la mesa. Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿Cómo se explica esto en un país donde el 63% de la población da apoyo a la medida?
La subida al poder del PSF supuso muchas esperanzas después de años de gobiernos conservadores imponiendo políticas contrarias a los intereses de las clases populares. Muchas personas votantes del PSF entendían que Hollande podía dar respuestas a las necesidades y problemas reales de la sociedad: el cierre de empresas y el incremento del paro. Pero todo lo contrario, las pírricas políticas de estímulo económico no han servido para hacer frente a estos problemas y el impulso de políticas para precarizar el trabajo están agravando aún más la situación.
Una amenaza real
La pérdida de apoyo que ha sufrido el gobierno ha dejado el terreno abonado para la extrema derecha. El fascista Frente Nacional (FN) ha aprovechado la campaña del gran partido de la derecha francesa, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), para impulsar el discurso del odio y el miedo y erigirse como el garante de la estabilidad. Su larga trayectoria de utilizar el discurso electoralista xenófobo e islamófobo de la UMP cuando ésta estaba en el poder, ha llevado al FN a convertirse en una amenaza más que real que ya se atreve, como hemos visto últimamente, a llevar a cabo agresiones fascistas. El pasado 26 de marzo una docena de jóvenes integrantes de un grupo fascista ocuparon la sede del PSF y colgaron de la fachada una pancarta donde se leía «Hollade dimisión». La mezcla de una derecha movilizada, un gobierno con escaso apoyo y la falta de una izquierda combativa arraigada socialmente y con capacidad para dar respuesta a la movilización masiva de la derecha está provocando un peligroso crecimiento de movimientos y partidos de extrema derecha. A esto hay que sumarle el pánico mediático y el discurso islamófobo de los gobiernos británico y francés debido a los ataques presuntamente islamistas a soldados que han vuelto a alimentar el discurso de la extrema derecha.
¿Te imaginas que después de haber estado años deseando casarte lo tengas que hacer con protección policial por miedo a que intenten sabotear tu boda? Puede parecer surrealista, pero tristemente es la situación en la que se encuentran las personas LGTBI que se casan hoy en Francia. La polarización social no para de crecer y los medios ya hablan de una posible guerra entre la extrema derecha y las banlieues (barrios periféricos empobrecidos) que sufren desde hace años la discriminación racista.
Es urgente articular un movimiento antifascista el máximo de amplio posible que movilice masivamente a la población contra la homofobia y el racismo y detenga el avance de la extrema derecha. Pero tampoco podemos olvidar la necesidad de construir una lucha por la liberación sexual arraigada en la sociedad que dé respuesta a la situación de opresión que viven todo los colectivos LGTBI y las mujeres.
Diego Mendoza (@DiegomEnLluita) es militante de En lluita / En lucha
Artículo publicado en el Periódico En lucha / Diari En lluita