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La falacia democrática en tierras latinoamericanas

Fuentes: cartamaior.com

Traducido para Rebelión por Susana Merino

Desde la tentativa de golpe contra Hugo Chávez en 2002, los regímenes democráticos latinoamericanos están padeciendo considerables amenazas Desde entonces se sucedieron la crisis que hicieron estallar los separatistas opositores a Evo Morales, la destitución de Manuel Zelaya en Honduras el levantamiento contra Rafael Correa en Ecuador y el golpe parlamentario contra Fernando Lugo.

El entusiasta proceso de transición democrática, vislumbrado en las décadas 80 y 90, continuó con el profundo descontento popular ante las falsas promesas de la democracia liberal apoyada en los preceptos del neoliberalismo.

La pretendida sensación de alcanzar la tan soñada «modernidad», que dejaría en el pasado remoto el populismo, las economías de enclave y el autoritarismo, por ejemplo, no se concretó plenamente. En realidad, esa ilusión ponía apenas de relieve cómo estábamos todavía atados (y lo estamos aún), aunque en vísperas de un nuevo milenio, por las viejas cadenas coloniales, representadas por la idea misma de la modernidad.

Las débiles economías sumergidas en una década perdida no lograron el crecimiento prometido y sintieron además los efectos de las crisis asiática (1997) y rusa (1999) y también mostrando por sí mismas los límites de las reformas económicas con la crisis mexicana (1994), brasileña (1999) y argentina (2001).

Tampoco se logró la recuperación de la deuda social, histórica y en cambio se deterioraron las condiciones sociales, generando desilusión respecto a la democracia y la pérdida de legitimidad de los actores políticos tradicionales, abriendo un espacio para el surgimiento de nuevos liderazgos políticos en la región.

Desde que Hugo Rafael Chávez Frías, asumió la presidencia de Venezuela en 1999, los gobiernos progresistas, de izquierda, llegaron al poder en varios países del continente. Entre moderados y radicales, a despecho de sus diferencias y hasta de partidos divergentes, su ascensión se debió al desgaste de las viejas élites y de los partidos tradicionales y al agravamiento del panorama social durante el reinado del neoliberalismo, problemas para los cuales se esperaba una especie de antídoto o al menos una reducción.

Y aunque ya hacía tiempo que eran evidentes los límites del neoliberalismo en la región, todavía creíamos vivir en democracias «plenas», ya fuere por adoptar un concepto minimalista de ese sistema, pareciéndonos válidas las prestaciones de su versión liberal y representativa, ignorando su dimensión social o incluso creyendo que los riesgos de inconstitucionalidad democrática se hallaban distantes.

Pero desde el día 12 de abril de 2002, un gobierno democráticamente elegido fue «arrancado» del poder en el palacio de Miraflores, en el centro de Caracas, está certidumbre sufrió un duro golpe.

Los regímenes democráticos latinoamericanos vienen sufriendo graves amenazas, desde la tentativa de golpe contra Hugo Chávez en Venezuela (2002) hasta la crisis desencadenada por los gobiernos opositores en la región de la Media Luna que casi lograron la caída del Presidente boliviano Evo Morales (2008); con la destitución de Manuel Zelaya, Presidente de Honduras (2009); con el levantamiento policial que generó una profunda crisis en el gobierno del mandatario ecuatoriano Rafael Correa (2010) y finalmente el golpe parlamentario institucional que derrocó al presidente Fernando Lugo (2012).

A partir de todas estas experiencias percibimos que nuestras democracias no son, muchas veces, más que castillos de arena. Ni siquiera han sido capaces de romper con los intereses del gran capital, de los latifundistas y de la principal potencia hemisférica, como tampoco con la utilización del pretexto mismo de la legalidad para consentir golpes contra sí mismas.

En cuanto a las fracasadas experiencias de golpe en Venezuela, Bolivia y Ecuador que fueron utilizadas para provocar la desestabilización política, en los casos hondureño y paraguayo los mandatarios fueron destituidos del poder de modo sumario, en procesos revestidos de una pretendida legalidad, respaldados por aviesas interpretaciones de los preceptos constitucionales que rigen esos países

Si estamos bastante lejos de alcanzar la democracia en sentido económico y social, tampoco alcanzamos la soñada estabilidad o la llamada consolidación democrática. De los gobiernos progresistas, especialmente conocidos como bolivarianos, se habla mucho de su tendencia autoritaria, de la concentración del poder en manos del ejecutivo o de las limitaciones a la libertad de prensa.

Parece que se olvida que la amenaza a las democracias latinoamericanas no surgió con la llegada al poder de gobiernos apoyados en los movimientos sociales, que fomentan la integración latinoamericana y procuran promover la recuperación de los pueblos indígenas, porque la verdadera amenaza a la democracia en nuestro continente siempre estuvo presente, nunca se ausentó, nunca estuvo tan viva y la prueba es que se acaba de asestar un duro golpe a la democracia paraguaya.

Renata Peixoto de Oliveira es Doctora en Ciencias Políticas de la UFMG, profesora y coordinadora del curso de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Federal para la Integración Latinoamericana (UNILA)

Fuente: http://www.cartamaior.com.br/templates/analiseMostrar.cfm?coluna_id=5692

rCR