Más allá del clásico parón de la metrópolis parisina, la huelga general pone en la calle a las pequeñas ciudades y al sector privado, que raramente manifiestan
Jóvenes anarquistas y jóvenes policías, en una manifestación. Pero no frente a frente, cachiporra contra pedrusco. No: esta vez, las dos tribus irreconciliables se manifiestan juntas contra la política económica de Nicolas Sarkozy sobre el asfalto de la normalmente tranquila y provinciana ciudad de Perpignan. El cortejo de más de 20.000 personas, en una aglomeración de sólo 270.000 almas, ilustra a la perfección lo ocurrido hoy con la huelga general: Ahora es la Francia provinciana, la France profonde , la que vuelve la espalda a Nicolas Sarkozy.
La jornada de huelga general contra la política económica y social del Gobierno, convocada unitariamente por los ocho sindicatos del país -hecho inédito desde 1966–, se ha saldado con un gran clásico del paisaje social de este país, con una novedad radical de consecuencias dramáticas para Sarkozy, y con una guerra de cifras por venir.
Gran clásico: Con la puntualidad de un reloj suizo, los ferroviarios paralizaron como de costumbre los trenes regionales parisinos RER A y RER B, lo que conllevó de inmediato la asfixia de las grandes sedes de multinacionales del oeste de la capital .
Novedad radical: la Francia provinciana, apodada «Francia Profunda» desde los años setenta, la que nunca abre la boca, la que votó masivamente en 2007 por el «presidente del poder adquisitivo» y de la «revalorización del trabajo», firmó de su puño y letra el acta de divorcio con Sarkozy.
Más de 1,5 millones de personas, en su inmensa mayoría en ciudades medianas y pequeñas, se echaron a la calle para protestar contra la política económica y social de Sarkozy, y ésta vez el sector privado, que sufre directamente el impacto de los despidos, fue vanguardia de la protesta. En algunos puntos del país, como en la minúscula Auch, cerca de Toulouse, se alcanzó la escalofriante proporción de un manifestante por cada diez habitantes.
Guerra de cifras por venir: El Gobierno se emperró en decir que aquí no ha pasado nada , cuestionó algunas cifras de manifestantes difícilmente cuestionables, y volvió a sacar de la chistera su palabra mítica «reforma», cuyo contenido exacto nadie conoce. «El Gobierno no va a renunciar a reformar este país, que tanto lo necesita», dijo el ministro de Educación Xavier Darcos.
Difícil comprender qué puede hacer que policías y anarquistas manifiesten juntos , cada uno con su bandera, a sólo unos metros. Pero, en tierra de Sarkozy, todo es explicable.
«So pretexto de ‘reformar’, van a cerrar la Escuela de Policía de Perpignan. Dicen que es para ahorrar presupuesto, pero eso es totalmente incoherente. La escuela es un pulmón económico de esta región. Luego costará millones enviar a los alumnos a estudiar a otro punto de Francia», explica a Público el delegado sindical UNSA-Police, el policía Jean-Marc Duval.
A unos metros, el delegado UNSA de los funcionarios de prisiones, Johann Reig, saca a relucir su propia queja: «Han fijado contratos de objetivos que, se supone, debían reducir gastos en cárceles y, al mismo tiempo, disminuir el número de agresiones y suicidios. Al final, lo único que queda es que los directores de prisión cobran una prima anual de 10.000 euros, y nosotros no vemos ni un duro».
Entre funcionarios de prisiones y policías, cual bocadillo, el cortejo anarquista de la CNT y un grupo de familias algo libertarias venidas de un pueblo de alta montaña. El neorural Alexandre, su portavoz informal, carga con una pancarta: «Madoff, Premio Nóbel; Sarkozy, lote de consolación». Y explica: «No vamos a soñar con poder cambiar las bases de la sociedad, pero al menos vamos a intentar que caiga el Gobierno y llegar a formas de administración más inteligentes, más humanas, más filantrópicas».
La plataforma unitaria de los sindicatos, que ha puesto en la calle masivamente a los franceses, contiene exigencias concretas, punto por punto, a Sarkozy. Le pide que la Administración cese su programa de supresiones de puestos -30.000 previstos este año–, y que deje de inyectar dinero del contribuyente a empresas que de todas formas despiden -como el automóvil– o a bancos que, si bien aceptan el dinero, rehúsan todo control público.
Frente a esa plataforma que preconiza un relanzamiento de los salarios y el fin de los despidos, Sarkozy ha optado de momento por oídos sordos, y el primer ministro, François Fillon, ha hecho saber como si nada que, el lunes, mantiene su prevista presentación del precedente programa de «relanzamiento», que no incluye ninguna medida en favor del poder adquisitivo de los salarios. Los sindicatos examinarán el lunes la próxima movilización.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.