Ha sido una década turbulenta en la política finlandesa. La erosión de su muy publicitado estado de bienestar y el colapso del gigante de la comunicación Nokia ha generado un telón de fondo para la emergencia del partido populista de derechas True Finns. Mientras tanto, su mayor partido socialista Left Alliance, se unió a un […]
Ha sido una década turbulenta en la política finlandesa. La erosión de su muy publicitado estado de bienestar y el colapso del gigante de la comunicación Nokia ha generado un telón de fondo para la emergencia del partido populista de derechas True Finns. Mientras tanto, su mayor partido socialista Left Alliance, se unió a un gobierno de unidad nacional en 2011 impulsado por el ascenso de True Finns, para abandonarlo en 2014 en protesta por los recortes presupuestarios. Desde entonces True Finns entró en el gobierno después de las elecciones de 2015 y, recientemente se han escindido y han dejado en la oposición un partido de línea dura antiinmigrante.
Left Alliance tiene sus raíces en la antigua liga democrática popular liderada por los comunistas, una fuerza que dirigía hasta la cuarta parte de los votos a mediados del siglo XX, actualmente se sitúa ligeramente por debajo del 10%. En 2016 eligió líder a Li Andersson, una activista política y una mujer que entonces no tenía ni treinta años.
En esta época como secretaria general se ha consolidado como una de las líderes políticas más populares en Finlandia, ganando más votos fuera de Helsinki que cualquier otro candidato en las elecciones municipales de este año.
Aquí ella habla con el editor de Jacobin, Ronan Burtenshaw, sobre el estado de bienestar y el neoliberalismo en Finlandia, el ascenso y el tropiezo de la extrema derecha en el país, y su visión sobre el camino del socialismo en el siglo XXI.
Hay una versión estereotipada que se dibuja internacionalmente de Finlandia: la sociedad utópica con un fuerte estado de bienestar, bajos niveles de desigualdad de ingresos, y un alto nivel educativo. La prensa liberal a menudo lo presenta como un triunfo de la sensatez de sus políticas públicas y un ethos comunitario. Pero parece que se olvidan tanto de las batallas ganadas para conseguir estos logros como de la erosión que han sufrido en las últimas décadas. ¿Cuál sería una manera más precisa de describir la Finlandia contemporánea?
LA: Finlandia es un buen ejemplo de cómo nada es estable. En parte es una cuestión de perspectiva. Si miras a Finlandia comparándola con otros países, lo estamos haciendo bien en educación y en igualdad de género. Pero si miras desde la perspectiva finlandesa, comparando la situación con la que había antes, es preocupante. La propia idea del estado de bienestar está amenazada políticamente por la derecha y el gobierno está emprendiendo un plan decisivo para desmantelar sus elementos cruciales. Este no es algo específico de Finlandia; si miras en otros países nórdicos sucede igual. En estos países estamos teniendo debates significativos sobre el futuro del Estado de Bienestar.
Un buen ejemplo es el impulso para reformar el sistema social de salud. En las décadas recientes, la derecha sueca ha conseguido construir un sistema más orientado hacia el mercado de atención médica, de cuidado de las personas mayores y de medicamentos. Esto ha tenido éxito en la medida en que Suecia tiene uno de los sistemas más privatizados de medicamentos en el mundo. Ahora el gobierno finlandés está apuntando para seguir esa dirección. Sus reformas quieren cambiar nuestro sistema en el que los principales proveedores de servicios de salud son instituciones públicas a uno en el que los actores públicos y privados compiten por fondos en un mercado. Obviamente esto crearía las condiciones para que las empresas construyeran un modelo de negocio basado totalmente en obtener estos fondos públicos. Propuestas de este tipo han generado mucho debate en los últimos tiempos.
¿Es difícil para los partidos de izquierdas en los países nórdicos hablar de socialismo sin caer en la nostalgia? Obviamente los estados nórdicos han llegado mucho más lejos en esta línea que cualquier otro país del oeste, en términos de condiciones de vida y empoderamiento de los trabajadores. Pero siguen siendo estados de bienestar dentro del capitalismo y, como dices, están cada vez más de retirada. ¿Cómo se habla del socialismo mirando hacia el futuro en vez de hacia el pasado?
Eso es algo contra lo que estamos luchando. El estado de bienestar es un buen concepto y todavía conserva amplios apoyos entre los finlandeses. Representamos una cierta continuidad en lo que se refiere a estas estructuras, pero entendiendo que necesitan un cambio porque están siendo atacadas. Una cosa que diferencia a Finlandia de Suecia es que nosotros tuvimos muchos debates influyentes con la izquierda autónoma a mediados de los años 2000 y que impactaron en las políticas y en el pensamiento de Left Alliance. Yo vengo de ese espacio -como muchos otros- del movimiento ocupa y las políticas sobre el espacio urbano.
Una de las propuestas que surgió de ahí y se popularizó es la renta básica, que el partido ha apoyado desde entonces. El aspecto más innovador de la renta básica es su potencial para liberarte del estado. Los socialdemócratas están completamente en contra porque están vinculados de una manera más tradicional a la relación entre estado y ciudadano. Este es un ejemplo entre el viejo y el nuevo pensamiento sobre el estado de bienestar. Nuestro objetivo principal es usar la renta básica para permitir a las personas la libertad de no aceptar trabajos en malas condiciones. También puede ayudar a las personas a conservar un ingreso en los sectores que están experimentando grandes bajadas salariales.
En Finlandia la renta básica se ha pensado para reemplazar las prestaciones sociales. De hecho, en la mayoría de los contextos parece equivaler al actual sistema de prestaciones en lugar de una nueva fuente de ingresos. ¿No existe el peligro de que esto se use para recortar derechos en lugar de para liberar a la gente?
Ningún concepto está libre de ideología. Pasa lo mismo cuando hablas de salarios. Un salario no es algo significativo; es el nivel salarial lo que se político. Lo mismo pasa con la renta básica. Nuestro concepto de renta básica es completamente diferente al de la derecha. Es importante hablar de renta básica en los términos de que es lo que queremos conseguir.
Nosotros proponemos una cuantía suficiente para que las personas tengan la posibilidad de rechazar malos trabajos. Los socialdemócratas creen que pueden acabar con todo el trabajo precario a través de nuevas leyes. Nosotros estamos diciendo que no, que el emprendimiento y el autoempleo están aquí para quedarse. La gente quiere hacerlo y es algo que también trae consigo la libertad de ser tu propio jefe. ¿Qué trabajador no quiere ser su propio jefe? En lugar de decir que tenemos que revertir todos estos cambios que vemos en el mercado laboral con nuevas leyes, lo que necesitamos es una estructura de bienestar que no se base en la doble categoría empleado-desempleado. La renta básica implica al conjunto del sistema de empleo.
En 1903 los socialdemócratas finlandeses adoptaron el programa de Fossa, un documento radical que preveía el desarrollo del estado de bienestar como un trampolín hacia el socialismo. Los años posteriores nos han demostrado que esto no pasa necesariamente. ¿Cómo se ve esta transición hoy en día más de un siglo después?
Tenemos la tendencia a pensar el progreso como una continuación de un cierto proceso hacia su conclusión lógica. No es así como funcionan la sociedad y la política. Es una pelea de ida y vuelta, con algunos pasos hacia atrás y otros hacia adelante. El estado de bienestar fue un gran paso hacia adelante, pero ahora tenemos que pensar como podrían ser los siguientes.
Cuando miras hacia el futuro, la redistribución del poder y de recursos será importante. Hace poco visité una universidad que me mostró técnicas para producir combustible y alimentos a partir del aire y la luz solar. Si esto se expandiera a una escala masiva, podríamos ver la mayor redistribución en mucho tiempo. Podrías proveer de recursos a cualquiera con acceso a aire y luz.
Otro ejemplo es la llamada economía colaborativa, que en realidad se parece más a una economía de alquiler. Es posible imaginar cómo estas plataformas podrían funcionar colectivamente de una manera semejante al concepto socialista tradicional de co-propiedad de los medios de producción. También deberíamos mirar al Big Data. Si en lugar de que las grandes empresas se quedaran con ellos, los datos los producimos colectivamente, son activos abiertos, proporcionasen una base para la innovación, esta sería radicalmente diferente comparada con una economía en la que pocos actores privados poseen sus patentes. Si los datos fueran de propiedad colectiva, estos serían un gran elemento igualador. Luego está la automatización que está sucediendo rápidamente en el empleo industrial. Podríamos responder a esto haciendo pagar impuestos a los robots, creando una renta básica universal y pasando a una jornada laboral de 6 horas. Esta es una visión optimista del futuro, pero tenemos que empezar a pensar de esta manera si queremos evitar lo peor.
Creo que la izquierda quiere tener un plan para todo. Tendemos a pensar que tiene que haber un plan exacto sobre como debería funcionar la sociedad del futuro; de lo contrario no tienes una alternativa creíble al capitalismo. En realidad, pocas sociedades han tenido tal plan. Han tenido una visión y demandas a corto plazo. Esta es siendo sinceros la historia del movimiento obrero en Finlandia – visión utópica y demandas concretas. No se si podré poner a los finlandeses a las barricadas por el open data, pero puedo conseguir sacarlos a la calle para su asignación por estudiante y empezar ahí un dialogo.
Finlandia tiene una inusual combinación entre desindustrialización y algo que podríamos llamar de-post-industrialización, con lo primero me refiero al declive de la tradicional industria finlandesa y con lo segundo a gigantes de la comunicación como Nokia. ¿Cómo han influido estos dos procesos económicos en la economía finlandesa?
La caída de Nokia tuvo un impacto significativo en la productividad, dejando a Finlandia con muchos menos trabajos de alta productividad. Normalmente cuando pasan cosas así con industrias exportadoras, tu intentas aumentar su competitividad devaluando la moneda. Pero Finlandia está en la Unión Monetaria Europea y usa el euro, por lo que no tenemos este instrumento. En cambio, Finlandia como muchos otros países europeos, se ha visto obligada a recurrir a la devaluación interna. Aunque ha sido a menor escala que en los países que están en primera línea de la reciente crisis del sur de Europa, ha seguido siendo muy perjudicial. El gobierno obligó a los sindicatos y a los empresarios a un pacto sobre el mercado laboral para bajar salarios. El resultado es que los costos laborales finlandeses han disminuido en un porcentaje considerable, mientras que aumentan en países del norte de Europa como Alemania o Suecia. Nos opusimos a este pacto y a la idea que hay detrás de él, forzar a Finlandia a competir a la baja salarial internacional. El gobierno ha intentado las mismas medidas de austeridad que hemos visto en el resto de Europa con bajadas salariales y de gasto público, y esto no ha funcionado. En cambio, nosotros proponemos una política de inversión, en especial en investigación que podría ayudar a desarrollar la productividad en nuestros sectores de exportación.
El problema con este tipo de políticas en Finlandia es ser miembros de la unión monetaria. Hasta hace poco la izquierda en Europa estaba relativamente unida en sus demandas de reformas de la unión monetaria. Hablábamos sobre el papel y el poder del BCE, sobre la posibilidad de que actuara como prestamista en última instancia etcétera. Pero después de lo que el Eurogrupo le hizo a SYRIZA en Grecia ha desparecido cualquier impulso de cambio en esa dirección.
Ha habido mucha discusión sobre que hacer ahora pero no hay consenso. La Unión Europea es un proyecto político con un simbolismo muy importante. Pero si comparamos a la izquierda en términos de políticas con la derecha, está claro que esta se ha centrado mucho más en la economía. A lo mejor es la hora de mirar a la unión monetaria solamente desde un punto de vista económico. No puede quedarse a mitad de camino. Las decisiones que se han tomado y las propuestas para una política fiscal común a nivel europeo, caminan en una dirección desastrosa. Están decididos a reformar el mercado laboral por encima de todo lo demás y esto significa más ganancias para el capital. Es difícil imaginar ningún tipo de evolución para la izquierda en toda Europa a menos que revirtamos esta dirección.
En una primera fase True Finns se vieron como los abanderados de los partidos populistas de derechas europeos. Hasta que entraron en el gobierno y se estancaron. Recientemente tuvieron una escisión, los más moderados se quedaron en el gobierno y los más radicales en la oposición. ¿Qué piensas sobre la experiencia de True Finns?
Hay que recordar que el partido difiere de otras fuerzas populistas de derechas en sus orígenes. A diferencia, digamos, de Swedish Democrats y del Front National, empezó como un partido agrario en el que la inmigración jugaban un rol relativamente marginal. Su retórica era mucho más la del populismo tradicional – el hombre común frente a las elites, en especial frente a la U.E. A mediados de los 2000, los grupos derechistas antiinmigración en Finlandia planeaban unirse y vieron en el potencial de True Finns un vehículo. El partido que saltó a la fama se fundó sobre esta mezcla de partidos xenofobos centrados en la migración y una base populista agraria. 2011 fue su gran avance y la investigación sugiere que les impulsó una amplia gama de sentimientos de cambio. Dijeron que ellos venían de fuera de la política, de la gente común, una retórica que puedes encontrar incluso en figuras centristas como Macron en Francia. Por lo tanto, no fue un voto puramente anti inmigrante.
El líder en ese momento de los True Finns, Timo Soini, sabía que esta combinación les funcionaba. Él en realidad nunca se metió directamente con los temas xenófobos. Callaba y permitía que los sectores más radicales definieran la agenda sobre inmigración del partido. Fue una estrategia exitosa y le llevó hasta el gobierno. Pero en el poder terminó apoyando medidas que realmente impactaron en las personas de bajos ingresos. También se vio, a pesar de que lograron cambiar las políticas de inmigración y asilo de Finlandia, que no podían frenar a sus partidarios antiinmigrantes de línea dura. Así que terminaron perdiendo la mitad de su apoyo en las urnas durante el primer año de gobierno.
Hay gente que me pregunta: «¿Esto no demuestra que la manera de derrotar a la derecha populista es dejarla entrar en el gobierno?». Pero desafortunadamente esta ha causado mucho daño. Han conseguido polarizar a la sociedad finlandesa. Su retórica anti inmigración ha conseguido convertir la inseguridad generalizada sobre la economía en un problema con los inmigrantes. Sus políticas en el gobierno han dañado a mucha gente, especialmente los más vulnerables. Y al final, su ruptura la generó Jussi Jalla-aho, una figura más de derechas y radical, que sido elegido líder del partido. Ahora tenemos un partido en el gobierno llamado Blue Reform que es continuista en sus políticas, y la línea dura de True Finns en la oposición creciendo en las encuestas y presionando hacia las ideas más extremistas. Su historia aún no ha terminado.
Pero es importante que muestren su verdadero rostro en lo que respecta a la política económica y social. En este sentido los True Finns son un ejemplo. A partir de ahora podemos señalar a True Finns y decir que sabemos cuales son los verdaderos intereses de la derecha populista. No les importan las personas con bajos ingresos; no les importa reducir la seguridad social; no tienen problemas en recortar servicios sociales o en obligar a los sindicatos a aceptar acuerdos de reducción salarial. Finlandia nos da evidencias sobre todo esto. Pero su escisión es más problemática. El partido en el gobierno, Blue Reform, no tiene futuro. Han demostrado que solo les interesa el poder. Pero True Finn en la oposición, sin sus sectores más moderados nos mostrarán cual es el verdadero apoyo en Finlandia a un partido abiertamente racista. Creo que ahora el resto de partidos rechazarán colaborar con ellos, pero si su operación funciona veremos.
¿Cómo ha respondida la Alianza de Izquierda a la derecha populista y su influencia en la política finlandesa?
Está claro que parte de su voto viene de áreas en las que antes éramos fuertes, particularmente de trabajadores mayores fuera de las grandes ciudades. A esto ayudó una narrativa mediática que decía que nosotros éramos el partido de las élites urbanas. Pero lo más importante es que en las elecciones municipales de este año tuvimos nuestros mejores resultados fuera de las grandes áreas urbanas. La razón de nuestro éxito ha sido las relaciones más cercanas que construimos con los sindicatos. Las reformas laborales del gobierno dividieron a los socialdemócratas y a los izquierdistas en los sindicatos, en realidad por primera vez desde que yo participo en política. Al mismo tiempo juntó a los activistas y votantes de izquierdas de todos los frentes.
Pero también ha habido dificultades. Nuestra base está dividida entre los más conservadores en los pueblos industriales y el campo y los izquierdistas liberales en las grandes ciudades. True Finn ha jugado con esta división. Desarrollaron políticas de identidad como sustitución a su falta de políticas, construyendo una narrativa donde representan a la gente común. Esta batalla cultural establece un escenario que beneficia a True Finns y a los Verdes al enfrentar a los votantes mayores rurales contra los jóvenes liberales de las ciudades. Mientras tanto la política económica no cambia.
Cuanto más consigan atraparnos en los marcos sobre la identidad política peor será para nosotros. Cuanto más consigamos enmarcar la lucha política en temas que unan y los ejes de los temas tradicionales de la izquierda (vivienda, seguridad social, salarios, pobreza, servicios públicos, educación) más conseguiremos ganar a True Finns. Necesitamos politizar los asuntos materiales.
También necesitamos reconstruir nuestra credibilidad como fuerza de cambio. Las campañas políticas exitosas en los últimos años han podido comunicar un estatus de «outsider», colocándose del lado de la gente contra las élites. En la izquierda a menudo nos peleamos por comunicar esto de manera efectiva; nos posicionamos así, pero terminamos siendo percibidos de manera similar a los principales partidos. A menos que logremos ser vistos como los más propensos a generar cambios para mejorar la vida de las personas, será difícil construir más allá de los márgenes.
Una barrera para el estatus de «outsiders» de Left Alliance es su reciente participación en el gobierno «six pack» con varios de los principales partidos. ¿Qué piensas de esta experiencia?
La participación en un gobierno de izquierdas es importante para construir una izquierda viable como alternativa política. Incluso si queremos darle la vuelta totalmente a la sociedad capitalista, necesitamos probar a la gente que tenemos la capacidad de gestionar el poder y presionar para que se hagan reformas que nos muevan en la dirección correcta. Nuestro problema es que las últimas dos veces que Left Alliance estuvo en el gobierno estuvimos gobernando con la derecha. Esta es una situación absurda, bastante particular de Finlandia. No es beneficiosa para la izquierda porque la derecha determina cómo de lejos podemos llegar; nosotros solo podemos hacer pequeños cambios. Esto además crea una dinámica en la que nosotros solo gobernamos en tiempos de recesión para ser la conciencia social del gobierno cuando están recortando servicios y demás. Este no es un camino que nos permita crecer.
Hicimos una cosa bien en el gobierno, y es que teníamos un marco claro. Comunicamos a las personas que nuestro eje clave era oponernos a los recortes a la seguridad social y que nos iríamos si eso ocurría. También dijimos que todas las medidas presupuestarias tenían que ir dirigidas contra la desigualdad de ingresos. Por tanto, cada vez que hacían una reforma fiscal, tenían que calcular su efecto en la desigualdad de ingresos. El resultado fue una disminución de la desigualdad en ese periodo. Más tarde, cuando intentaron reducir el presupuesto dedicado a la seguridad social, nos marchamos del gobierno. Si la izquierda va a gobernar, es esencial comunicar tus prioridades y líneas rojas a los votantes.
Pero en otro sentido no comunicamos de manera efectiva. Nos equivocamos en nuestro mensaje sobre la economía en general. El gobierno six-pack tenía una política de austeridad de recorte de las gasto público e impositivo de seis mil millones de euros. Nosotros apoyamos esto al entrar en el gobierno. Luego, cuando nos fuimos, dijimos que estábamos a favor de una política fiscal expansiva cuando participamos en las siguientes elecciones. Ese es un mensaje contradictorio. De hecho, esto le permitió a la derecha ganar el debate macroeconómico, haciendo que la discusión girara sobre la deuda. Al final nos etiquetaron como irresponsables, como el partido que quería incrementar la deuda. Fue un debate realmente superficial, pero lo ganaron. Mientras tanto no se habló sobre los servicios; sobre la desigualdad de ingresos; ni se discutió sobre subir los impuestos a los ricos al servicio de los pobres. Nada sobre problemas específicos de la vida de las personas corrientes que se supone que representamos
Los líderes de izquierdas más visibles en Europa los últimos tiempos – -Corbyn, Melenchón, Iglesias- han sido mayoritariamente hombres. ¿Cómo es liderar un partido de izquierdas como mujer, en particular en un país donde la derecha está librando una guerra cultural contra el feminismo?
No es fácil. Intento hablar lo menos posible sobre mi porque eso es lo que quieren. Me quieren hablando sobre el hecho de ser una mujer joven. Yo intento hablar sobre cuestiones políticas. De lo contrario, te meten en un marco en el que estás hablando sobre ser joven y mujer todo el tiempo, cuando de lo que quieres hablar es de la política de tu partido y lo que puede hacer para las personas. No soy muy buena como líder populista. No estoy segura de que este estilo funcione para una mujer joven. Ya he recibido muchos mensajes de la gente del tipo «porque no sonríes». ¿Por qué debería sonreír cuando estoy criticando a un líder masculino? Seamos sinceros, siempre vas a tener un problema de credibilidad. Dirán que no eres un representante creíble para tus votantes y para la gente en general. Entonces tienes que demostrarles que van a reconocerte por tus hechos.
Fuente: https://jacobinmag.com/2017/12/li-andersson-left-alliance-true-finns
Traducción: Alberto Tena
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/que-es-lo-siguiente-para-el-estado-de-bienestar-finlande