Cuando los disturbios de Belfast Este surgieron a finales de junio, pocos de los que trabajan en y con comunidades de clase trabajadora se sorprendieron. Sabíamos desde hace algún tiempo que la UVF [paramilitares lealistas/protestantes] estaba reclutando jóvenes y amenazando con organizar disturbios masivos si a sus estructuras de mando (lo siento, eso se debe […]
Cuando los disturbios de Belfast Este surgieron a finales de junio, pocos de los que trabajan en y con comunidades de clase trabajadora se sorprendieron. Sabíamos desde hace algún tiempo que la UVF [paramilitares lealistas/protestantes] estaba reclutando jóvenes y amenazando con organizar disturbios masivos si a sus estructuras de mando (lo siento, eso se debe leer, por supuesto, «trabajadores comunitarios») no se les garantizaba una financiación continua después de que se hubiera terminado el dinero del programa PEACE de la UE en 2012.
Sin embargo, para producir disturbios masivos, los paramilitares tienen que ser capaces de reclutar y, de nuevo, no causó ninguna sorpresa la relativa facilidad con la que la UVF pudo hacerlo. En 2009, escribí un análisis acerca de la pobreza infantil en Irlanda del Norte para la Fundación Joseph Rowntree (a menos que se indique lo contrario, las estadísticas que se citan a continuación se han tomado de esta). Basado en una investigación llevada a cabo por mí y otros, el documento advirtió que el coste a largo plazo de la pobreza infantil en el Norte podría ser mucho mayor que en el Sur [de Irlanda] o en Gran Bretaña y el fracaso para hacer frente a la misma podía ver a otra generación de jóvenes buscar en el paramilitarismo una respuesta a la injusticia social.
La pobreza infantil en el Norte está muy concentrada, con más de la mitad de los niños que viven en hogares dependientes de las prestaciones residen en el 16% de los hogares de acogida, y más de las tres cuartas partes viven en el 37% de los hogares. Los niños que viven en estas áreas crecen en comunidades que experimentan el mismo cóctel tóxico de pobreza, miseria y mala salud, incluidos altos niveles de mala salud mental, un bajo nivel educativo y la discriminación a que se enfrentan las personas que viven en las zonas más desfavorecidas del Sur [de Irlanda] o de Escocia, Inglaterra y Gales. Además, crecen en comunidades que sufren profundos problemas sociales a consecuencia del conflicto.
Aún peor, la violencia sigue formando parte de la vida de esas comunidades. El estudio ‘La infancia en transición’ informaba de testimonios de jóvenes que citaban a gente poderosa, que decía tener vínculos con grupos paramilitares y que reclutaba jóvenes para que participaran en sus actividades. Los niños y los jóvenes fueron influenciados en la comunidad local para glorificar el pasado y animarlos a participar en los disturbios y acciones sectarias. Mientras los periódicos, la policía y los políticos se centran en las conductas «anti-sociales» y violentas de niños y jóvenes, se ha perdido el contexto más amplio social y cultural. Los jóvenes en lugares como el Bogside [gueto católico en Derry], también en Belfast Este [barrio protestante de clase obrera], crecen rodeados de murales que glorifican el paramilitarismo y honran los disturbios del pasado. Sus comunidades celebran frecuentes ceremonias de conmemoración donde el mensaje está claro: las personas honradas en esta comunidad son las que lucharon en «nuestro» bando.
Para algunos jóvenes, especialmente los que fracasaron por el sistema educativo y la falta crónica de puestos de trabajo en gran parte de Irlanda del Norte, y a los que por tanto se les niega un papel más positivo en la sociedad, los disturbios, incluidos los disturbios sectarios, son una actividad pro-social que demuestra que forman parte de la comunidad, como aquellos representados en los murales. Hay mucho de desesperanza, lo cual es comprensible ya que un tercio de los chicos entre 16 y 24 años de edad no tienen educación, formación o empleo. Y hay poca gente en sus áreas con trabajo, ya que la mayoría de los profesionales, incluidos los trabajadores comunitarios, que consiguen un trabajo decente salen de estos distritos.
Uno de los cambios más notables en relación con la pobreza en Irlanda del Norte durante los últimos 20 años es la forma en que en las zonas de clase obrera protestante están aumentando constantemente las cifras de pobreza. Así, mientras que las áreas católicas dominaban de forma aplastante el 10% de las áreas más pobres hace 20 años, en la actualidad cerca de cuatro de cada diez de las zonas más desfavorecidas son protestantes. Hay muchas razones por lo que esto sea así: los trabajos de ingeniería y otras profesiones que solían proporcionar un empleo seguro y relativamente bien pagado en esas áreas han desaparecido. Por otra parte, la desventaja educativa llega peor a la sección de protestantes de la clase obrera, especialmente los niños (aunque todos los niños en el Norte están pobremente atendidos por un sistema educativo selectivo).
Así, los jóvenes protestantes tienen menos probabilidades de conseguir un trabajo con salario mínimo en los muchos call-centers que han llegado a Irlanda del Norte, que sus homólogos católicos mejor formados. Las agencias de colocación son a menudo la única opción, haciendo trabajos que pagaban a £ 12 la hora hace diez años, pero ahora sólo ofrecen el salario mínimo (£ 5,93 para los empleados mayores de 21) y no tienen seguridad. Incluso antes de la recesión, los niveles del salario medio en el Norte en general eran sólo el 85% de los de Gran Bretaña y más de £ 15 a la semana inferiores a la región más próxima a su sueldo en Gran Bretaña, el noreste de Inglaterra.
Todo esto nos conduce a un punto importante: las zonas de clase obrera protestante han estado subiendo año tras año en la «Liga» de la pobreza, pero esto no se debe a que las zonas católicas hayan visto una reducción en la pobreza. Más bien, esta convergencia es el resultado de un descenso de los salarios para todos los trabajadores. Irlanda del Norte se vende en todo el mundo como una economía de bajos salarios. Como resultado, más de la mitad de los hogares en el Norte son dependientes, ya sea de prestaciones o de créditos de impuestos al trabajo, mientras que a una cuarta parte de los hogares les está yendo muy bien y todavía pueden permitirse vacaciones en el extranjero y segundas residencias.
Lo peor está por venir. El presupuesto de Stormont verá un recorte de 4.000 millones de libras en el próximo período. Al menos se ha establecido que 4.000 puestos de trabajo se eliminarán del sector público, con recortes masivos en servicios que ya están en marcha. Esto podría llevar a las dos comunidades de clase trabajadora a culparse la una a la otra por el aumento de la pobreza. Ciertamente, durante los meses de verano, existe la posibilidad de un regreso de la violencia sectaria a gran escala. Pero también es posible una remontada unificada. Este otoño debería ver huelgas masivas de trabajadores en todo el Norte, lo bastante fuertes como para romper las cadenas del sectarismo durante la lucha común.
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La autora es Goretti Horgan, trabajadora comunitaria en Derry, profesora de Política Social en la Universidad del Ulster y militante socialista (encabezó la Socialist Environmental Alliance hasta su disolución en 2008).
Traducción: Chesús Yuste
Fuente original: Equality of misery? Poverty and political violence in Northern Ireland. http://www.politico.
Fuente en español: http://innisfree1916.